Filosofía del Derecho: una breve incitación a los abogados

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Analéctica, 2015 M06 1 - 69 páginas

La Filosofía del Derecho es una rama de la filosofía que los abogados dicen que es de filósofos y los filósofos dicen que es de abogados. Es decir, que en esta materia estamos en tierra de nadie, porque ninguno se quiere ocupar en serio.


Por esta razón, salvo algunas excepciones, no es extraño que en nuestro país, como en otros, los estudiantes de derecho y los abogados en general consideren en el mejor de los casos que la filosofía del derecho es una asignatura muy interesante, y en el peor de los casos, que es cualquier cosa menos útil para el ejercicio de su profesión.


Así lo confirman por un lado, Gianella Bardazano catedrática de filosofía del derecho de la Universidad de la República del Uruguay cuando nos dice, “que es una idea generalizada escuchar a los estudiantes de derecho que la disciplina en mención debería ser una materia opcional o ser, lisa y llanamente, eliminada del plan de estudios de Abogacía”. Y, por otro lado, Enrique Cáceres Nieto, Catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México, con gran pesar nos expresa que un estudiante de derecho, después de rendir el examen de la asignatura en mención sentenció, “la filosofía del derecho no sirve para nada”.


Como se podrá advertir de lo expuesto, la disciplina de la filosofía del derecho no sólo no interesa a los futuros abogados de nuestros países, sino que creen que no sirve para nada. Contrariamente, consideramos que el avance de una determinada área del conocimiento depende de quienes lo practica y, quienes lo practican previamente deben pensarlo. Y pensar consiste siempre repensar y, por lo tanto, pensar desde una situación determinada. No se trata de pretender empezar sin presupuestos, sino de reconocerlo y explicitarlos. Así pues, el Derecho, es un saber que necesita ser pensado, enjuiciado, recreado continuamente en función de los problemas que nuestras sociedades evidencian y de las soluciones que demandan.


Y para ello, es indispensable ejercer un continuo ejercicio reflexivo y crítico del conjunto de saberes jurídicos ya dados para mejorarlo y orientarlo hacia la posibilitación de la justicia. Adiestramiento que permita, por un lado, generar provocaciones y refutaciones allí donde este sea constreñido al servicio de los intereses del mercado y de sus adoradores, y por otro lado, tomar conciencia de que el ejercicio de la abogacía sólo cumple su cometido cuando contribuye con su saber a posibilitar la prevención y resolución de conflictos intersubjetivo de intereses con justicia.

 

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