Razones para la desaparición del Poder Legislativo en MéxicoAnaléctica, 2019 M01 1 - 152 páginas En el México actual, quienes cuentan con los conocimientos mínimos de la estructura del país atribuyen al Poder Legislativo una importancia fundamental, casi dogmática, al entender y postular este organismo como un principio innegable de la estructura y funcionamiento de todo Estado moderno. Estas personas entienden al Poder Legislativo como un principio absoluto, un principio que debe existir en toda ramificación de la civilización occidental, que ha existido desde sus orígenes, en Grecia, pasando por Roma y la Edad Media, tomado fuerza en la Ilustración política, que a mediados del siglo XVIII desembocó en la democracia moderna y supone que los hombres hemos salido de la minoría de edad política, probablemente alcanzando un estado de perfección en la siempre imitada Constitución que rige a los Estados Unidos de América desde 1789 y, por consecuencia, desembocando en el Estado Mexicano, desde su Guerra de Independencia hasta la actualidad. Es cierto, la historia política debe ser tomada en cuenta en la conformación y administración de un Estado, no es cosa menor que por más de 2000 años siempre han existido las leyes en las sociedades humanas y resulta evidente que para que exista una ley algún organismo debe formularla, sin embargo, es ahí cuando la sociedad debe detenerse y cuestionar si el Poder Legislativo es la solución innegable que muchos pretenden. Sin duda, a algunos Estados a lo largo de estos 2000 años les ha funcionado, de lo contrario el concepto hubiera sido descartado mucho antes de la Guerra de Independencia en México, Estado que, desde su conformación ha tomado al Poder Legislativo como un dogma de su estructura, sin detenerse a cuestionar si este organismo fue el adecuado para su pasado o si lo es para su presente y futuro. En este trabajo se sostiene que los dogmas como el Poder Legislativo son incompatibles con la conformación y administración de un Estado, ya que como ha enunciado Fernando Savater: ―Los dogmas no son concluyentes, sino ocluyentes: taponan el libre juego de nuestros sentidos y la libertad de nuestra razón. No hay dogma cuando alguien dice: ―Ésta es mi roca de fondo y ya no me haré más preguntas‖. En ello consiste el antes o después de la cordura. Pero sí hay dogma cuando pretende públicamente imponer a otros que algo es la roca del fondo y que ya no está permitido hacer más preguntas. En México, el Poder Legislativo sin duda ha sido impuesto como una roca de fondo, como un principio fundamental, a lo largo de los textos constitucionales. Sobre estos principios fundamentales George Sabine, en su Historia de la Teoría Política, advierte con razón que ―Lo que los hombres suelen denominar ―principios fundamentales‖ es un clavo que todo el mundo querría usar para fijar lo que le conviene; ya que todos los hombres están dispuestos a considerar como inconmovible lo que en cada momento les es útil. Fundamental es una palabra usada por los seglares, de la misma manera que los clérigos utilizan el vocablo sagrado, para fijar todo lo que quieren conservar, de tal modo que nadie más pueda tocarlo. Postulados como los anteriores son ejemplo de que en la conformación y administración de un Estado, lo mínimo que pueden hacer gobernantes y gobernados es cuestionarse el porqué de las instituciones que regirán su vida en sociedad, cuestionarse quiénes serán los beneficiarios, el costo de oportunidad de haberlas elegido y sobre todo, por qué no se ha modificado. Por más obvias que estas preguntas parezcan, este trabajo sostiene que el Estado Mexicano no se las ha hecho nunca ya que a lo largo de su historia el Poder Legislativo solo ha beneficiado a la clase gobernante, sea ésta conformada por los dictadores que hicieron su voluntad en el siglo XIX, el Partido Único que gobernó a México en el siglo XX o los partidos políticos del siglo XXI, que sólo pueden aspirar a lo que llegó a ser el Partido Único durante el siglo anterior. |