Imágenes de páginas
PDF
EPUB

ya pasados veinte é siete meses que habían partido destas provincias y no había tenido nueva ninguna dellos, que el navío é todos se habían perdido y anegado; como le ví, recebí tanta alegría, que me saltaron las lágrimas del corazón, diciendo que fuese bien venido: le abracé demandándole la causa de tanta tardanza y cómo y dónde quedaban los amigos que había llevado. Respondió que me daría razón, que bien tenía de que dármela, é yo de maravillarme de oir lo que había pasado é pasaba en el Perú, y que Dios había permitido quel diablo tuviese de su mano aquellas provincias y á los que en ellas estaban; y así se sentaron á comer la compañía y él, de que tenían extrema necesidad.

Contóme cómo en término de 24 días llegaron á la ciudad de los Re yes é supieron la venida allí del Visorrey Blasco Núñez Vela con las ordenanzas y oidores para asentar Audiencia, y privación del gobierno y prisión de Vaca de Castro, é prisión del Visorrey por mano de los oidores y libertad suya; é cómo Gonzalo Pizarro iba en su seguimiento con cantidad de gente contra él á Quito, y como en desembarcando, murió el capitán Alonso de Monroy, que llevaba la más cantidad de dinero mía. Y que el Antonio de Ulloa determinó de mudar propósito, é dejando de ir á V. M. á llevar los despachos, los abrió é leyó delante de muchos mancebos locos é presuntuosos, como él se declaró allá serlo, y mofando dellos, los rompió. Y con el favor que en aquella ciudad halló en un Lorenzo de Aldana, que era primo hermano suyo y había quedado en toda aquella tierra por su justicia mayor y teniente de Gonzalo Pizarro, é por la ida suya contra el Visorey, procuró que se secrestase el oro mío que dejó el difunto, hasta quél fuese á Gonzalo Pizarro á dar cuenta desta tierra; y así se hizo, é se partió luego á le servir. Llegó á tiempo que se halló en la batalla contra el Visorey cuando le mataron, y por aquel servicio, con el favor que también tuvo de un Solís, que era su primo y maestre-sala de Pizarro, diciendo que quería él venir á me traer socorro, bajo de cautela le pidió el autoridad é licencia para ello, y así se la dió, y mandamiento para que tomase todo el oro mío, do quiera que se hallase, y con él tomó lo que había dejado Alonso de Monroy é lo desparció é hizo gente, diciendo que era para me la traer.

Como partió el Antonio de Ulloa para Quito, el Lorenzo de Aldana mandó en pena al capitán Juan Bautista que no saliese de aquella ciudad. Holgó de estar quedo hasta saber nueva del Visorey, y en qué

paraba el viaje de Pizarro, aunque no dejó de tener sospecha, por algunos indios que veía, que se trataba entre los dos primos alguna negociación en contra de lo que me convenía. Y en esto llegó nueva del desbarato del Visorrey, con muerte suya, y de la jornada que traía el Ulloa y servicios que representaba tan grandes, por haberse hallado en la batalla contra el Visorey; é yo fiador, si los contrarios fueran todos de su estofa, no la hubieran, veniendo con más presumpción y soberbia de pensamientos que de acá había llevado, hablando siempre mal de mí. Visto el Aldana que le podían surtir bien los que tenían ambos en mi daño, con la vitoria habida de su parte, mandó de nuevo al dicho capitán Juan Bautista, so pena de muerte y perdimiento de bienes, que no saliese de la ciudad sin su expreso mandato, y tomóle la nao.

Parece ser que en aquella coyuntura llegó á aquella ciudad el maestre de campo Francisco de Carvajal, que venía del Collao, donde había desbaratado á un Lope de Mendoza y Diego Centeno, que andaban juntos con gente alborotando al Pizarro aquellas provincias del Collao, Charcas é ciudades del Cuzco y Arequipa. Y mató al Mendoza, y tomó la gente, y huyó el Diego Centeno, escondiéndosele de manera que nunca supo dél, aunque le buscó con toda diligencia. Y hobo despachos de Pizarro de la vitoria que había habido del Virrey, y aviso de otras personas que le escribieron la negociación que traía el Ulloa contra mí, negociada con el favor de Aldana é macstre-sala Solís, sus primos. Y yendo el dicho capitán Bautista á visitar de mi parte al Carvajal, diciendo él como nos conocíamos de Italia é habíamos sido allá amigos, y que me tenía por el mejor hombre de guerra que había pasado á estas partes, y haría por amor de mí lo que pudiese, inclinándose mucho á favorecer mis cosas, le dijo, ¿que por qué no había ido á negociar á Quito lo que me convenía? Respondióle que porque Aldana le había puesto pena de muerte que no saliese de aquella ciudad, Ꭹ le había tomado su navío: y como el Carvajal era recatado y entendido y servía de voluntad á Pizarro, tenía ódio al Aldana, porque le conocía por cauteloso y no nada valiente é muy presumptuoso en demasía, y que no teniendo ánimo para emprender lo que deseaban, declarándose por enemigos míos, mostró pesarle mucho, porque debajo de la ley de amistad, contra quien se fiaba dellos intentaban maldad galalonesia. Y así le dijo: «sabed, capitán, que Aldanica y Ulloa negocian la muerte

de Pedro de Valdivia; por gobernar, en gran secreto; y quiérense favorecer de la amistad que tiene el Gobernador, mi señor, á Pedro de Valdivia, por sacar la gente, porque saben que si por Valdivia no, por otra persona en esta coyuntura no dejaría salir hombre de la tierra para favorecer á su mismo padre que estoviese donde Valdivia está; y conviéneos callar, porque tienen mucho favor, y si lo descubrís para poner remedio, no seréis creído y os matarán, y podrían de esta manera salir con su intención; y siendo avisado Valdivia, yo le conozco por tan hombre, que se sabrá dar maña contra personas que toviesen colmillos, cuanto más contra estos conejos desollados; y si vos no os guardáis para ello, no sé cómo le irá; por tanto, tomad el consejo que os quiero dar por amor de Valdivia y vuestro, porque os tengo por hombre de verdad y callado: íos luego adonde está el gobernador Pizarro, mi señor, que os daré licencia; y como el capitán Valdivia sirvió al Marqués Pizarro, su hermano, le quiere bien, y vos fuísteis también criado viejo suyo, hará por vos lo que pidiéredes, con que no sea llevarle gente, ni armas de la tierra, porque las ha menester; porque basta la que llevará Ulloa con el favor que le dan sus primos, no por amor de. Valdivia, sino por su interese; y pues sóis cuerdo, no os digo más: trabajad con el favor de haber buena licencia para poderos ir sólo con los marineros que pudiéredes y una nao; dando á entender que Aldana y Ulloa son amigos de Pedro de Valdivia, diciendo á Ulloa que iréis por su capitán, contentándole con los dineros que pudiéredes y con palabras, has. ta que salgáis á la mar; y allá haced lo que viéredes convenir á quien os envió, no fiándoos de Ulloa, porque no os mate como cobarde, debaj de estar vos descuidado, con lo que mostrará quereros.» Y así se partió á Quito á verse-con Gonzalo Pizarro, y cuando él iba por la costa, venía á los Reyes Ulloa por la sierra. Llegado á Quito, pidió la licencia, y mandósela dar, y luego dió la vuelta á los Reyes: díjole Pizarro que, por tenerme por amigo, me enviaba socorro por mar é tierra con Ulloa, que me encareciese lo mucho que hacía por mí en consentir sacar gente en tal coyuntura; diciendo que con Hernando Pizarro, su hermano, que estoviera acá, no dispensara, é conmigo sí, por lo que me quería y estimaba mi persona Y á la verdad, él dió licencia á los que tenía por sospechosos, que eran de la gente que se había hallado con el Visorey, aunque el Ulloa trajo por sus oficiales y capitanes diez ó doce de los muy apizarrados y escandalosos, y que habían cometido en aque

lla tierra grandes maldades, y venían acá á sembrar aquella simiente, y persuadió al capitán Juan Bautista que fuese amigo é compañero del Ulloa. Respondióle que no haría mas de lo que le mandase, de lo que se holgó en extremo, y con esto dió vuelta á los Reyes. Y como el Ulloa tenía por muy entendido al capitán Bautista, no fiándose dél, él tomó el navío, y puso capitán de su mano en él, y en otro que estaba cargado de hacienda de mercaderes, y de diez ó doce casados con sus mugeres que tenían licencia para venir acá, por salir del fuego de aquella tierra; y despachólos ámbos para que subiesen hasta el puerto de Tarapacá, que es doscientas leguas arriba de los Reyes, y le esperasen allí, en tanto que llegaba él con la gente por tierra.

Como llegó el capitán Juan Bautista á los Reyes, con la licencia de Pizarro, y se vido sin navío y que se lo tomaron de hecho, presentóla al Aldana y Ulloa, pidiendo que se lo volviesen; y como la vieron, no osaron contradecirla, demás de que le dijeron que él se podía ir cuando quisiese, pues lo mandaba el gobernador Pizarro, su señor; pero que el navío no se lo podían dar, porque iba el viaje con las cosas que convenían para la jornada Y sólo se lo quitaron por necesitarle, creyendo, segund estaba alcanzado, no hallaría con qué comprar otro; y en tanto que lo buscaba, pensaba el Ulloa llegar acá á efectuar su ruindad.

Como sintió el capitán Juan Bautista por do se guiaba, acordó de asegurarlos con hacer una compañía con Ulloa en hacienda, y gastar con él los dineros que tenía, diciéndole que era muy bien fuesen delante aquellos dos navios, porque llegados ellos acá, él compraría otro, y vernía con alguna mercaduría para que se ayudasen y aprovechasen. Y con esto se despidió el Ulloa, aunque no muy contento de la licencia que tenía el Juan Bautista, segund se supo después, y con alguna sospecha, que, segun su diligencia, se daría maña para pasarle adelante, aunque le dejaba atrás y sin dineros ni navío, ni aun quien se los prestase, á su parescer, por llevar confianza que Aldana había de estorbar en este caso, como lo hizo, todo lo que pudiese.

Dióse tan buena maña el capitán Juan Bautista, con el crédito que tenía de su persona en aquella tierra, del tiempo que sirvió al Marqués, que halló quien le vendiese un navío en mill é tantos pesos, porque pagase yo acá siete mill en oro, y con otros dos mill que halló al mismo precio, se proveyó de algund matalotaje y refresco para el viaje, y con hasta treinta hombres, entre soldados é marineros que tenían licen

.

cia, se hizo á la vela. Tardó en llegar hasta el paraje de Arica y Tarapacá seis meses; en este tiempo el Ulloa y sus dos navíos estaban entre Tarapacá y Atacama. Allí tovo aviso el capitán Juan Bautista como se habia declarado el Ulloa con aquellos sus oficiales y consejeros en mucho secreto, cómo me venía á matar, y'enviaba los dos navíos adelante, para que me toviesen engañado cuando él llegase; porque, muerto yo, repartiría los indios todos entre aquellos ocho ó diez, y la tierra daría á Gonzalo Pizarro. Y que por esta causa, si el capitán Juan Bautista viniera con él, le inatara, por ser cierto que no le pudiera hacer de su parte. Y con esta remuneración que les prometió y dar la tierra á Pizarro, quedaron todos contentos y muy obligados á seguir su voluntad.

Estando en esto el Ulloa, paresció el capitán Juan Bautista á vista de sus dos navíos, con el suyo; tornó acordar con sus amigos de procurar de matarlo con algund engaño, y así le envió á saludar y congratularse con él, dándole la enhorabuena de su venida, fingiendo holgarse mucho, y rogándole que saliese á verse con él para tal día, porque quería que se llevase los otros dos navíos consigo. No faltó quien se aventuró en una balsa, y vino á darle aviso de la voluntad de Ulloa y engaño que le quería hacer, aunque él estaba bien avisado.

Como el capitán Juan Bautista respondió al mensagero que no podía salir de su nao, sino seguir su viaje, y supo el Ulloa la respuesta, comenzó á le amenazar, y echó toda la ropa é mugeres en aquella costa, que es sin agua y arenales, donde se perdió casi todo, y embarcóse con cincuenta arcabuceros para acometer la nao del capitán y matarle, si pudiese, ó echarla á fondo. Quiso Dios que aunque se vieron á vista, no pudieron llegar á barloventear, por la ventaja que tenía en el saber navegar el capitán Bautista, al que gobernaba el navío de Ulloa, y así pasó adelante, dejando el otro atrás, hasta que lo perdieron de vista.

Díjome más el dicho capitán en su relación, cómo después de dada la batalla al Visorey é muértole, se alzó Gonzalo Pizarro con la tierra, diciendo é jurando que si V. M. no se la daba, que él se la tenía y defendería; y que también tenía usurpado al Nombre de Dios y Panamá con una gruesa armada, capitanes é gente. Parecióme tan feo y abominable ésto, que atapé los oídos y no amé oirlo y me temblaron las carnes, que un tan zuez hombrecillo y poco vasallo hobiese, no dicho pero imaginado, cuanto más intentado, tan abominable traición contra el poder de un tanto y tan católico monarca, rey é señor natural suyo,

« AnteriorContinuar »