La Divina comedia

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Universidad nacional de Mexico, 1921 - 555 páginas
 

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Pasajes populares

Página 33 - Maestro, el sentido de estas palabras me causa pena. Y él, como hombre lleno de prudencia, me contestó: — Conviene abandonar aquí todo temor; conviene que aquí termine toda cobardía. Hemos llegado al lugar donde te he dicho que verías a la dolorida gente, que ha perdido el bien de la inteligencia.
Página 115 - ... dicho, no saben qué contestar. Entonces Virgilio dijo; — Respóndele pronto; "yo no soy, yo no soy el que tú crees". Y yo contesté como se me ordenó. Por lo cual el espíritu retorció sus pies: y luego, suspirando y con llorosa voz. me dijo; — ¿Pues qué es lo que me preguntas? Si te urge conocer quién soy, hasta el punto de haber descendido para ello por todos estos peñascos, sabrás que estuve investido del gran manto, y fui verdadero hijo de la Osa, tan codicioso, que, por aumentar...
Página 114 - ... compañeros — dije entonces — , ya quien corroe y deseca una llama mucho más roja? A lo cual me contestó: — Si quieres que te conduzca por aquella parte de la escarpa que está más cercana al fondo, él mismo te dirá quién es y cuáles son sus crímenes. Le respondí; —Me parece bien todo lo que a ti te agrada; tú eres el dueño y sabes que yo no me separo de tu voluntad, así como también conoces lo que me callo.
Página 80 - ... escoltados, hacia lo largo de las orillas de aquella roja espuma, donde lanzaban horribles gritos los ahogados. Los vi sumergidos hasta las cejas, por lo que el gran Centauro dijo: — Esos son los tiranos, que vivieron de sangre y de rapiña. Aquí se lloran las desapiadadas culpas: aquí está Alejandro, y el feroz Dionisio, que tantos años de dolor hizo sufrir a la Sicilia. Aquella frente que tiene el cabello tan negro es la de Azzolino...
Página 155 - Ponélope, pudieron vencer el ardiente deseo que yo tuve de conocer el mundo, los vicios y las virtudes de los humanos, sino que me lancé por el abierto mar sólo con un navio, y con los pocos compañeros que nunca me abandonaron. Vi entrambas costas, por un lado hasta España, por otro hasta Marruecos, y la isla de los Sardos y las demás que baña en torno aquel mar.
Página 33 - Por mí se va a la ciudad del llanto; por mí se va al eterno dolor; por mí se va hacia la raza condenada: la justicia animó a mi sublime arquitecto; me hizo la divina potestad, la suprema sabiduría y el primer amor.
Página 46 - Empezaron a dejarse oír voces plañideras: y llegué a un sitio donde hirieron mis oídos grandes lamentos. Entrábamos en un lugar que carecía de luz, y que rugía como el mar tempestuoso cuando está combatido por vientos contrarios. La tromba infernal, que no se detiene nunca, envuelve en su torbellino a los espíritus; les hace dar vueltas continuamente, y les agita y les molesta: cuando se encuentran ante la ruinosa valla que los encierra, allí son los gritos, los llantos y los lamentos,...
Página 48 - Po con todos sus afluentes para descansar en el mar. Amor, que se apodera pronto de un corazón gentil, hizo que éste se prendara de aquel hermoso cuerpo que me fue arrebatado de un modo que aún me atormenta. Amor, que no dispensa de amar al que es amado, hizo que me entregara vivamente al placer de que se embriagaba éste, que, como ves, no me abandona nunca. Amor nos condujo a la misma muerte.
Página 554 - ... atentamente en él. Como el geómetra que se dedica con todo empeño a medir el círculo, y por más que piensa no encuentra el principio que necesita, lo mismo estaba yo ante aquella nueva imagen. Yo quería ver cómo correspondía la efigie al círculo, y...
Página 25 - ¡Ah! Cuan penoso me sería decir lo salvaje, áspera y espesa que era esta selva, cuyo recuerdo renueva mi pavor, pavor tan amargo, que la muerte no lo es tanto.

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