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ΙΟΙ

Después de esto, los Hermanos Guerra en combinación con Giovanni Emanuel, cedieron el teatro Principal al insigne actor italiano y á su compañía, que de regreso de Guadalajara abrieron una tercera y última temporada con el mismo elenco y á los mismos precios que la anterior y en el mismo teatro. La primera de abono se dió el sábado 24 de Agosto con Fedora, ante una concurrencia escogida, elegante, que llenaba por completo todas las localidades é hizo á sus queridos artistas un recibimiento de lo más cariñoso y entusiasta. Emanuel dió con El mundo del fastidio la segunda función, y las subsiguientes del primer abono con Dora, Los Fourchambault, Dionisia, Los Rantzau, Guerra en tiempo de paz, La Tombola, El Bastardo y La Hya de Jefté, El Duelo, de Ferrari; Dionisia, Demi Monde y El Maestro de Fraguas. El segundo abono de la tercera temporada principió el 14 de Setiembre con Odette, obra á la que sucedieron Francillón, Ruy Blas, Fernanda, El casamento de Figaro, Kean, Frou-Frou, Maria Antonieta, Sor Teresa, La dama de las camelias, Dora, el 3 de Octubre para beneficio de Virginia Reiter, y Dionisia. Dió Emanuel después en funciones extraordinarias, por no perjudicar al abono de la ópera y para no obligar á sus constantes abonados á asistir á repeticiones de obras y aconocidas, el 6 de Octubre El ahijado de Pompignac, y La casa de campo; el 8 El Rey Lear, el 10, el 12, el 13 y el 16, Cabeza de Chorlito; el 18 su beneficio con Hamlet à petición unánime del público; el 20 la pieza en un acto El que sabe el juego que no lo enseñe, El Bastardo y La casa de campo, y el 21 se despidió de México y del inmenso número de sus amigos y admiradores, con Dionisia.

Para no estar repitiendo siempre los mismos elogios, capítulo tras capítulo, no hablaré pormenorizadamente del desempeño de esas obras por la notabilísima compañía italiana, que obtuvo en nuestra Capital un éxito en aplausos y en plata, cual ninguna de cuantas habíanla precedido y las que hasta hoy hánle seguido, porque tampoco ninguna de ellas presentó el perfecto conjunto que la de Emanuel, siendo ese conjunto sus principales mérito y recomendación. El triunfo de Virginia Reiter en Dionisia, representada el 31 de Agosto, fué colosal, porque la inspirada actriz estuvo inimitable al recordar y describir su caída juvenil y cerciorarse de que su redención es imposible. En el papel de Clotilde, en el drama de Fernanda, Virginia estuvo admirablemente verdadera, en sus paroxismos de furor y celos, y en la realización de su cruel venganza. Ruy Blas fué para la Reiter y Emanuel un aplauso continuo. El casamiento de Figaro, se escuchó y aplaudió por el público, como en todas sus numerosas repeticiones, con positivo deleite. En el conocido sainete La casa de campo, la simpática Clara Della Guardia, el magnífico Valenti, el estudioso Guasti y el oportunísimo Ernesto Della Guardia, divirtieron grandemente, sobre todo el último casi insuperable en los tipos del hambriento poeta

y del músico ambulante, y en su perfecta imitación de un fantoche ỏ titere. En El Rey Lear, Emanuel asombró como de costumbre en ese papel, uno de los que mejor interpretaba, al extremo de casi no tener rival en su desempeño. El clavo de oro de esa temporada fué la divertidísima comedia de Barriere y Gondinet, Cabeza de Chorlto (Tête de linotte), en la que todos los artistas que en ella tomaron parte, estuvieron sin excepción oportunísimos. La empresa Emanuel que tan bellas decoraciones nos presentó en diferentes obras, en Hamlet por ejemplo, se hizo aplaudir por la del segundo acto de Cabeza de Chorlito. Difícil será combinar mejor que allí todos los detalles de una escalera de una casa parisiense y el interior de una de sus habitaciones.

El público de México quiso y distinguió á esa Compañía italiana como á ninguna otra, y se lo demostró concurriendo en tan gran número á sus funciones que, según dije ya en otra ocasión, muchas noches fué necesario suprimir la orquesta para ocupar con sillas su sitio y satisfacer así los pedidos de localidades. Emanuel, que en su primera temporada en el Nacional trabajó con teatro casi vacío como la Civili, la Ristori, la Pezzana y la Tessero, se impuso por el conjunto de su cuadro obtenido merced á su dirección suprema, como no se impuso ninguno de sus predecesores, y desde que en 21 de Abril se trasladó al Principal, hasta el 21 de Octubre en que se despidió de México, trabajó noche á noche con positivos llenos, siendo algunos lo que puede llamarse colosales. Extraordinariamente digno y aun modesto, jamás se prodigó, como otros artistas, elogios y alabanzas en sus programas y carteles, ni buscó recursos para conquistarse público halagándole ó adulándole con preámbulos y dedicatorias. En una ocasión en que un periódico literario le pidió datos para escribir su biografía, Emanuel se limitó á contestar que había nacido en Turín, amado el arte desde sus primeros años, dedicádose á él arrostrando con toda clase de impedimentos, y cultivádole con ardor, siempre con aprobación del público y buena fortuna, que sólo pareció haberle abandonado en su dicha primera temporada del Nacional. Su reserva y poco comunicativo carácter, le valieron las censuras de algunos escritores acostumbrados á entrar y salir en los escenarios como en su casa, y á usar de confianzas con los actores y de bromas galantes con las actrices; pero el público en general jamás tuvo nada que sentir, pues el artista italiano siempre se mostró con él complaciente y caballeroso. Tres beneficios tuvieron Emanuel y la Reiter en el tiempo que en México trabajaron y cada uno de ellos superó en aplausos y productos al que le precedió, valiéndoles el último regalos de mucho precio en alhajas y objetos de lujo. La despedida fué tan entusiasta como las que se hicieron al gran D. José Valero, tan buen conquistador del cariño de los mexicanos. Once veces fueron llamados

todos los actores del cuadro, á la escena, en su última representación: Emanuel dió desde el procenio las gracias en una corta y tierna improvisación, y cuando definitivamente no volvió á alzarse la cortina, la concurrencia, sin exceptuarse las señoras, esperó á los artistas en el pórtico del teatro y los aclamó entusiasta y afectuosamente. Todos ellos pasaron entre dos filas del público con la cabeza descubierta y con lágrimas de gratitud en los ojos. Todo se lo merecieron y de todo se hicieron dignos, pues, como dijo un periódico, era efectivamente la compañía italiana un excelente grupo artístico: pocas veces habíamos visto en nuestra escena actrices de tan dúctil talento como Virginia Reiter, actores tan dueños de las tablas como Emanuel y Valenti, ni directores semejantes á aquél. Antes de salir de la Capital Giovanni Emanuel por sí y en nombre de sus artistas, remitió una carta á los periódicos, despidiéndose de sus numerosísimos amigos y favorecedores.

Mientras duró esta última y brillante temporada de Emanuel y la Reiter, trabajó en el Nacional la Compañía de zarzuela de Isidoro Pastor, con Rosa Palacios, Pilar Quesada, Luisa Torrás, Julia Arcaraz, Elisa Areu; los tenores Benito Goríbar y Cecilio Urgoiti, y los más conocidos artistas cantantes Enrique Labrada, Enrique Quijada, Emilio Carriles, Constantino Cires Sánchez, Rosendo Navarro y Manuel G. Fons. La no muy numerosa compañía tuvo no obstante tres directores, Luis Arcaraz, Enrique Palacios y Gustavo de Maria y Campos. La primera función la dió el 23 de Agosto, con el conocidísimo Bocaccio, siguiéndose, no más nuevas, El Pompón, La tela de araña, La Gran Via, Los valientes, El Sr. Gobernador, Carmen, El Gran Mogol, Doña Juanita, La Señorita Inocencia, Marina, Niniche, La Diva, La Mascota, El Reloj de Lucerna, Traviata, El dia y la noche, Las dos princesas, Música clásica, Sensitiva y otras varias. Las dos únicas artistas verdaderas de la compañía Pastor, la Rosa Palacios y la Pilar Quesada, agradaron mucho, especialmente la última que había regresado de España, en cuyos principales teatros trabajó y aun estrenó alguna obra, muy adelantada sobre todo en la declamación. En la desdichada Carmen de Bizet, quien se llevó los honores del mayor aplauso fué el profesor de equitación Sr. Falco, que montando un precioso alazán de carne y hueso, y vistiendo el legendario traje de alguacil, se presentaba en el último acto al frente de la cuadrilla, pedía la llave del toril y hacía á su jaco bailar el jarabe. (!) "Carmen, decía el Monitor, se ha repetido con gran concurrencia y estrepitosos aplausos, sobre todo la corrida de toros, que embelesa, que enloquece al respetable público." Hé ahí justificadas una vez más mis censuras á las compañías españolas y mexicanas que han puesto en escena la bella obra de Bizet, profanándola con esa ridícula parodia. Estriste, y más que triste vergonzoso, tener que ir á bus

car la reseña de una representación de Carmen en el periódico taurino El Arte de la Lidia, que publicaba en México su director Julio Bonilla.

En su número del 1o de Setiembre, ese periódico decía: "La Carmen de Bizet será puesta hoy, tarde y noche, en el Gran Teatro Nacional, presentándose en escena una cuadrilla completa de toreros un novillo y los caballos de los picadores. En esto de presentar las piezas, el Sr. Pastor tiene pocos rivales." En el número del 8 del mes citado, El Arte de la Lidia habló así de semejante función: "Según anunciamos en nuestro número anterior, el Domingo fué puesta en escena en el Teatro Nacional, la preciosa opereta Carmen, produciendo á la Empresa Pastor dos llenos á reventar. ¿Y saben nuestros lectores cuál fué el cuadro que más agradó al público? Pues fué el que representa el interior de una plaza de toros, en que la escena se acercó en lo posible á la verdad. El Sr. Falco, ginete en su hermoso corcel, y vestido á la española antigua, hizo el despejo de la plaza, es decir, del foro, y después, la cuadrilla completa, formada de peones, picadores y mulilleros, hizo su presentación entre los aplausos de los dos públicos, el figurado y el verdadero. Se colocaron los picadores en sus puestos, y apareció un becerro amarrado; los picadores se le acercaron, los peones lo lancearon de capa y el telón descendió. El cuadro fué repetido con gran contento del público que no puede precindir de la afición á la tauromaquia, siquiera sea entre los pequeños límites de bastidores. En el desempeño de la obra fueron muy aplaudidos Pilar Quesada y Enrique Labrada, que desempeñaron con mucho acierto los papeles de la voluble cigarrera y del famoso matador Escamillo."

Hé ahí cómo comprenden y practican el arte lírico nuestras compañías de zarzuela y cómo tratan el escenario del Gran Teatro, en que se han hecho oir tantas eminencias italianas, españolas y francesas. Ningún otro primer teatro del mundo puede contar semejante cosa, porque tampoco ningún otro público, sino el público zarzuelista, lo habría consentido.

Después de esto dígase aún que soy injusto y poco patriota en haber asentado y volver á asentar que los artistas españoles ó mexicanos que se dedican á la zarzuela son, con rarísimas excepciones, alguna de ellas muy honrosa, indignos de cantar la hermosa ópera de Bizet. Artistas que se prestan á farsa semejante, empresarios que se la brindan al público, y públicos que la consienten y la aplauden y la hacen repetir, ni comprenden ni pueden comprender la superior belleza de esa obra, ni estar en aptitud de sentir y conmoverse con la dramática, casi trágica situación del cuarto acto de Carmen.

Entre las obras nuevas ofrecidas por Isidoro Pastor en esa su breve temporada, figuró la revista crítico-política intitulada Certamen

Nacional, con muy buenas decoraciones del escenógrafo Gutiérrez y nuevos y vistosos trajes. En su desempeño alcanzaron muchos aplausos Pilar Quesada en el papel de el café, Rosa Palacios en el de la baraja, y las coristas en el de adoquines, (!) sin que dejasen de estar muy bien en los suyos los demás actores que en la obra tomaron parte. Agradó á su vez, otra zarzuela del mismo género, titulada Ortografia, abundante en chistes y burlas de grande oportunidad, y no menos bien recibida fué la que su autor llamó El Gorro Frigio, pintando en ella cuadros y percances de la vida de un redactor de periódicos. También en Agosto, en la noche del lunes 26, la "Sociedad de Conciertos del Conservatorio" dió su primera audición en el pequeño y bonito teatro de ese Establecimiento Nacional. El programa fué selecto y variado y muy competentes los ejecutantes. Entre los autores de las piezas elegidas figuraron Mendelsohn, Ponchielli, Godefroid, Tosti, Beriot, Gabrielli, Beethoven, Verdi, Liszt y Lacombe, y entre los intérpretes, aparte de la magnífica orquesta, estuvieron los Sres. y Sritas. Salvador Espejel, Isabel Obregón, Aurelio Elías, Luisa Larraza, Carlos J. Meneses, Concepción Enríquez, y Quintilli Leoni. El segundo concierto de los tres anunciados se verificó el lunes 2 de Setiembre, con los mismos ejecutantes, más los Sres. David P. Serrano y Wenceslao Villalpando, y las Sritas. Dolores Hagelstein, María Obregón y Virginia Díaz; en él tocáronse ó se cantaron composiciones de Weber, Wieniawski, Braga, SaintSaëns, Massenet, Haydn y Arditi. Para el tercer concierto el 9 del mismo Setiembre, los intérpretes fueron, como en los dos anteriores, de lo mejor de la Capital, más los Sres. Pedro Manzano y Roberto Marín; entre los autores de las piezas cantadas ó tocadas figuraron Leonard, Ricardo Wagner, Saint-Saëns, Donizetti y Mozart. La muy suprema orquesta hizo entonces oir, admirablemente interpretadas, la obertura Songe d'une nuit de Eté de Mendelsohn; la Marcha Morisca, de Gabrielli; el Andante de la primera Sinfonía de Beethoven, la Alborada de Primavera, de Lacombe; la Obertura de Oberon de Weber; la Danza Macabra y la Juventud de Hércules, de Saint-Saens; las Escenas pintorescas, de Massenet; la Ingenua, de Arditi, la obertura Euryanthe, de Weber; el preludio del Lohengrin, de Wagner; el Andante de la quinta sinfonía de Beethoven, y los bailes de la ópera Enrique VIII de Saint-Saëns. Contra todo lo que era de desearse los conciertos estuvieron poco concurridos, á pesar de que no es en verdad necesario mucho público para llenar la pequeña sala del teatro del Conservatorio: no faltaron, en cambio, aplausos ruidosos y entusiastas ovaciones, pocas veces tan justas y merecidas como entonces. Los conciertos en México no llaman gente, y menos aún si el concierto es de paga, como lo fueron los del Conservatorio. Algunos años después, este retraimiento varió, gracias á varios capitalistas de

R. H. T.-T. IV.-14

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