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tuídas, no obstante lo cual se permiten cobrar un peso por luneta en funciones ordinarias, y doce reales en las de los domingos y días festivos y en las llamadas de moda. Que los cautantes de la Compañía "Segura Villalba" eran muy superiores, infinitamente superiores á los de empresas de zarzuela, no necesita demostración: pero si se busca una prueba clara y concluyente, basta con recordar cómo los zarzuelistas cantan Traviata, Rigoletto, Crispino, Cavalleria Rusticana, Los Payasos, y otras obras, que ni son ni pueden ser de su repertorio humilde, ni para sus facultades pobrísimas. Si la Opera Popular se hubiese retirado á tiempo y marchádose á expedicionar en otros teatros, no habría llegado á verse atacada con la injusticia con que después lo fué: pero en vez de seguir demostrando modestia y humildad, descubrió de improviso no sospechadas pretensiones, dando á entender que no saldría de la Capital ni aun cuando llegase la Compañía de Sieni, y combatiría con ésta dando las mismas obras y en las mismas noches que anunciase el Nacional. Su primera temporada había sido bastante feliz para ensoberbecerlos, y al fracasar en la segunda, como á su tiempo habremos de indicar, pusieron en olvido aquello de que nunca segundas partes fueron buenas, ó, al menos, iguales á las primeras. Por ahora sólo debemos hacer notar, para que no se crea que nuestro público comulga con ruedas de molino, que la persona que redactó el primer prospecto de esa Compañía, pudo haberla perjudicado con sus falsedades y exageraciones. Aquel modesto cuadro no pretendió jamás que se le creyese capaz de titularse cuadro digno del Gran Liceo de Barcelona, que es uno de los primeros teatros del mundo del arte, y pura farándula fué que jamás hubiese podido estar en combinación con los creadores de Cavalleria Rusticana: tan es así que la empresa no se atrevió á hacer figurar ningún gran teatro europeo en la lista de los que oyeron á esa Compañía: el haber formado parte de un cuadro de eminencias artísticas, no autoriza á segundos ó terceros cantantes á creerse facultados para hincharse como el sapo de la fábula, ó suponerse capaces de ser tenidos en algo, con la misma ridícula vanidad de la pulga que se imaginó haber librado de fatigante peso al camello de otra fábula.

CAPITULO XIV

1894.

El Empresario Francisco Alba, que lo era de la Compañía de Opera Popular, en sociedad con Segura Villalba, viendo que tenía en sus manos, y al parecer, fuertemente agarrado el cabello que, según dicen, figura solo y único en la calva con que pintan á la ocasión, quiso ver de mascar á dos carrillos y consiguió se le cediese el Teatro Nacional para dar en él funciones con su pobrísima Compañía cómica, á la vez que en el Circo Teatro trabajaban sus jilgueros catalanes. Pero el éxito fué malo, lo mismo que habíalo sido en el local de la Plazuela de Villamil con sus funciones cómico-líricas, anteriores al estreno de la Popular, según lo dije ya, á pesar de haber recurrido á una tan divertida y siempre tan celebrada obra de espectáculo como Los Sobrinos del Capitán Grant. Ni Zaragüeta, ni Por fuera y por dentro, ni El Novno de Doña Inés, ni el monólogo de Jorge Delhorme que lo tituló Luchando, ni Robo en despoblado, ni El Gorro Frigio, ni el agregado de la presentación de Sotorra en la romanza Spirto gentile, de Favorita, ni la comedia Sın Familia, con la aparición de la Sra. María Eloísa Osorio de León, en el papel de Gabriela, ni La Colegiala, ni varias piezas de concierto cantadas por la Srita. Concepción Enríquez y los Sres. Araico y Serrano, ni otras al piano por Ignacio del Castillo, ni la ayuda de la actriz Elvira Agüero del Valle, profesora de declamación, bastaron á llevar al Nacional el público las noches del 29 de Julio y 5 y 8 de Agosto, y la tentativa alcanzó el más redondo fiasco. Por entonces no había ni concurrentes ni aplausos sino en el amplio recinto del Circo Teatro.

Lo que en él no cabía, solía verse en el Principal y en la zarzuela de los hermanos Arcaraz que no dejaron el viejo Coliseo con su Vendedor de Pájaros; el juguete La Cuerda floja, de Estremera, estrenado el 10 de Agosto; su infeliz interpretación de Los Payasos con la Goyzueta en Nedda, Morales en Canio y Quijada en Tonio: Marina, El Húsar, Carmen, Traviata, El Cabo Baqueta, La Conquista de Madrid, La Hija del Tambor Mayor; el juguete cómico lírico de Arniches y Lucio y música del maestro Nieto, Calderón, estrenado el 19 de Agosto: El Estudiante de Salamanca, La indiana, El Milagro de la Virgen; y frecuentes repeticiones de todas ellas. La Compañía fué en ese mes

de Agosto reforzada con la Landi, cantante italiana ya en decadencia pero, sin embargo, muy superior en buena escuela á la mayor parte de las tiples de zarzuela, y con el tenor Aurelio Morales que, buscando el aplauso del público, prodigaba notas altas de regular efecto, no pasando en todo lo demás de muy mediano.

El sábado 25 de Agosto con la zarzuela de Frontaura y D'Alessio, De Incognito y la opereta cómica La Hija del Tambor Mayor, dió su beneficio la muy estimable primera tiple mexicana Soledad Goyzueta, muy aplaudida y favorecida por un público muy numeroso: cantante de mérito y de dulce y simpática voz, puede y debe oírsela en muchas obras del género serio, que interpreta bien como cantante, siempre que no exigen la exhibición de especiales cualidades de actriz dramática y cómica: en la zarzuela De Incógnito, estuvo muy bien, y no así en la Stella de la opereta de Offembach, como tampoco lo estaba en la Carmen de Bizet, ni en la Santuzza de Mascagni, si bien, en esta última podría lucir su voz simpática. No obstante, oyéndola como artista lírica, resultaba á cien codos de altura sobre la Padilla, Morales y Quijada y sobre Cires Sánchez y el mismo muy estimable Carriles, que unos en Cavalleria y otros en la Hija del Tambor Mayor estaban desgraciadísimos. Para que no se me crea poseído de injustificable rencor, léase lo siguiente que en el periódico El Tiempo, escribió un crítico de suficiente competencia, el cantante y profesor De Bengardi:

"Si Mascagni viniera á México, y juzgara cómo se ha profanado en el Teatro Principal su bellísima ópera Cavalleria Rusticana, arrojaría airado del templo del arte á los violadores de su obra. Aconsejamos á los Sres. Arcaraz no profanen las grandes concepciones musicales. Ya tenemos suficiente con Cuerda floja, Manicomio de Cuerdos y obras de este jaez, dignas de ser representadas en zarzuela; pero Cavalleria Rusticana, Los Payasos y otras, son mucha música para sus artistas que apenas saben emitir la voz, que están aún en pañales en cuestiones de arte, y que no comprenden que se ponen en ridículo ante la gente sensata y conocedora en asuntos musicales. ¡Cuántos destrozos notamos la tarde y noche del domingo, en el Teatro Principal! Ni el compás, ni el canto, ni nada pueden reputarse como una ligera parodia de lo que es La Cavalleria Rusticana que hemos oído en el Teatro Nacional. Y si en este Coliseo se han notado deficiencias, ¿qué no será en el Teatro Principal, donde el señor tenor Morales con una voz ríspida y pesada ha dado el golpe de gracia al arte? La única que estuvo inspirada fué la Sra. Goyzueta. ¿Por qué no protestó la estimable artista contra las profanaciones de los demás? Ella, que conoce música, debería no haberse prestado á cantar la obra de Mascagni, haciendo notar á la Empresa que las grandes obras deben respetarse, pues lo contrario es una burla al sentido común.

El maestro Arcaraz no ha podido conocer las bellezas de Cavalleria. En momentos acelera el compás, volviendo los andantes en allegros. A veces nos parece oir una danza, en lugar de las hermosas sıcılıanas que caracterizan la obra. El intermezzo no tuvo efecto alguno. La Srita. Padilla, que desempeñó el papel de Lola, puede decirse que no cantó. ¡Qué tal serían los tajos y mandobles que llevó la ópera de Mascagni! Turiddu ¡oh Turiddu! á cada rato pedíamos por vuestra existencia porque creíamos que os ahogabais! Un grillo hubiera cantado mejor que el Sr. Morales. Quijada, así, así. Los coros bien, principalmente el de hombres. Sres. Arcaraz: más Cuerda floja; más Incógnito y más mamarrachos, pero dejad en paz la música de Mascagni. ¿Qué, el autor de Cavalleria tiene alguna cuenta pendiente que saldar, y por eso os vengáis profanando su obra? Sed más indulgentes, y no tengáis esos rencores con lo bueno, con lo sublime, con lo que ya tiene el pasaporte de la inmortalidad en el mundo del arte."

Alguna vez oímos decir al Empresario Arcaraz, quien á muchos lo repitió, que desde que su Compañía de zarzuela había puesto Cavalleria Rusticana, esa obra ya no llamaba público á la ópera. No era ni es cierto; pero, hasta cierto punto, después de verla destrozar por ciertos cantantes de zarzuela, quien no la haya conocido de otro modo pudiera en efecto creer que nada peor se ha escrito que la estrambótica parodia que de tan bellísima obra hacen por lo regular los pensionistas de los estimables hermanos Arcaraz. Pero téngase en cuenta que se trata de una parodia de la composición de Mascagni, no de la composición misma, que no está al alcance de los parodiantes, como no lo están los Payasos, Rigoletto, Carmen, Crispino, Traviata, Elixir, y otras que se han hecho pasar bajo las infamantes horcas caudinas de la zarzuela.

Concluyamos con nuestras notas relativas á esa Compañía de los hermanos Arcaraz, puesta en fuga por los anuncios de la temporada de Opera Italiana: entre las más notables funciones de beneficio figuraron la de Amelia Méndez y la del director Luis Arcaraz, esta última en la noche del 5 de Setiembre para despedida de la Empresa. y de sus artistas. Su último estreno fué el de la zarzuela Los Granaderos, en la noche del sábado 1o de ese mes: la obra fué silbada, al extremo de que hubo necesidad de no repetirla el domingo como estuvo anunciada, y sustituirla con El Estudiante de Salamanca. Hé aquí lo que el Heraldo dijo del estreno y fiasco de los Granaderos:

"Se anunció para el sábado pasado la representación de esta zarzuela en tres actos. Y efectivamente, se representó, ¡pero qué obra! ¡qué representación! Inútil será entrar en detalles; enteramente ocioso sería decir á nuestros lectores el sinnúmero de disparates que contiene esa pieza. Escenas cansonas y muy pesadas; sin interés en la música, sin interés en el argumento. Un wals y una tirolesa en el ter

cer acto, es lo único que hay agradable en la parte musical. Todo lo demás es muy feo: dos ó tres escenas, barnizadas con brochazos de brocha gorda y color rojo subido, y eso es todo. La traducción es malita; el arreglo también. A no haber sido por las simpatías que el público tiene por ciertos artistas de esa compañía, habrían volado los cojines. Hubo dos ó tres números de la obrita, en los cuales se hubiera anticipado la silba á no haber sido la oportuna y feliz aparición en la escena de la Sra. Goyzueta. De otra suerte, "más antes"-haciendo uso de una frase de la obra-habría sido el meneo. El indulgente público se aguantó cerca de veinte bailecitos: se levanta el telón y aparece un salón de baile; los actores desaparecen de la escena bailando; aparecen bailando; cae el telón y siempre baile. Ya van, vienen, entran, salen todos los granaderos y los que no son granaderos; por fin llegó un momento en el que, ni el público ni los actores sabían ni lo que unos querían, ni lo que los otros tenían que hacer, hasta que la Sra. Goyzueta se atrevió, y dirigiéndose al público, dijo:-"Los artistas quieren saber qué es lo que el público desea." Aplausos, silbidos, Yes y más baile, fué la contestación. Aquello era un Galimatías. Nosotros proponemos, para evitar desórdenes y hacer justicia, que el público se abstenga de demostraciones hostiles, que deje concluir la pieza, y al terminar, pedir la presentación del autor, y á éste darle en fin lo que merezca. De otra suerte, la bulla causa temor á las señoras y se van; y quienes menos culpa tienen en un fiasco de esta clase, son los artistas, que después de estudiar, ensayar y afanarse, son los que reciben. el disgusto de ser retirados de la escena y de escuchar silbidos que seguramente no se merecen. Así se acostumbra en la Habana y en algunos teatros de Europa. Ya son tres las equivocaciones, por no decir fiascos, Sres. Arcaraz. Santa Rosa, Hermina y Granaderos. El sábado en la noche estaban anunciadas las funciones de en la tarde y en la noche, con Los Granaderos y fué preciso enfermar al apreciable tenor Sr. Tamargo, para cambiar la función de en la noche. Hasta la enfermedad del Sr. Tamargo resultó del mal éxito de Los Granaderos. En lugar de esta zarzuela, se puso en escena El Estudiante de Salamanca. ¡Qué diferencia! En honor de la verdad, debemos decir que en la tarde del domingo se cantó la obra de que nos hemos venido ocupando y pasó sin novedad."

Por su parte, el cronista de El Siglo diez y nueve dijo de la misma obra:

"Por no seguir al autor en el intrincado laberinto de esa obra, y porque no quiero que mis lectores se den la pena de leer mucho, si es que algo leen, adrede me olvido del libreto que el Sr. Valente se atrevió á poner en solfa y que arregló ó pensó el caballero Monteleone. Expresaré, antes que también lo olvide, que la pieza no gustó, tal vez porque abunda en originalidades sin chiste, y en parodias, que

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