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hay muchos, pero sin genio propio para imponerse á sus oyentes. En la noche del 25 de Julio, el eminente violinista belga tomó parte en un bien dispuesto concierto que con benéfico fin se dió en el salón de actos de la Escuela Nacional Preparatoria, figurando entre los ejecutantes los Sres. D. Eladio Cuadra, D. I. del Angel, D. Andrés Herrera y D. Rafael Galindo. El encanto con que en todas esas diversas audiciones fué escuchado Ovidio Musin, le animó á ofrecer otros escogidos conciertos en el mismo pequeño Teatro del Conservatorio. En el de 31 de Julio la muy buena orquesta de ese Establecimiento musical, dirigida por el maestro Meneses, acompañó á Musin en un brillantísimo estudio de Beethoven. En la segunda parte de ese concierto, el egregio artista arrebató á su público en unas variaciones sobre un tema de Rossini, escritas por Paganini y ejecutadas en una sola cuerda. El arreglo y disposición del concierto del 31, y la satisfacción que en esa noche demostraron los concurrentes, hizo que éstos fueran muy numerosos en el concierto del lunes 5 de Agosto, cuyo programa fué el siguiente: Obertura de Don Juan, de Mozart, por la orquesta; Concierto de Schumann para piano y orquesta, por Eduardo Scharf; Aria de Mozart, por la Sra. Musin; Andante y gavota, de Ries, por O. Musin; Aria del Barbero, de Rossini, por la Musin; Fantasía sobre motivos de Las walkirias y de Tristán, de Wagner, por Scharf; Non piu el cor, de Paganini, por O. Musin; La fuente, valse de Waldteufel, por la orquesta. Puede decirse que en esa noche la ovación no se interrumpió para el eminente violinista, que estuvo admirable y que, para corresponder á los aplausos, tocó varias distintas piezas fuera de programa, produciendo con cada una el delirio de sus oyentes. El notabilísimo aumento de público hizo indispensable que Musin buscase para el siguiente concierto un más amplio local, y no encontrando otro en mejores condiciones, el martes 13 de Agosto se hizo oir en el Circo Teatro Orrin, con este programa: Obertura por la orquesta que dirigió Carlos Meneses; Concierto de Mendelshon, por O. Musin y la orquesta; Valse Parla, de Arditti, por la Musin; Valse de Fausto, por Scharf; Peer-Gynt, suite de Grieg, por la orquesta; Bolero de las Visperas, de Verdi, por la Musin; Fantasía sobre melodías escocesas, compuesta y ejecutada por O. Musin; Gavota, de Sgambati, y Rigodón, de Raff, por Scharf; Escenas pintorescas de Massenet, por la orquesta. El éxito artístico fué como de costumbre, inmejorable.

Por no interrumpir la relación de los conciertos del eminente artista Musin, nos pasamos sin citar el que en 30 de Julio anterior dió en el Teatro del Conservatorio, la distinguidísima soprano mexicana Sra. D Antonia Ocha de Miranda: en él los Sres. Arturo Aguirre, Pedro Valdés, Apolonio Arias y Wenceslao Villalpando, ejecutaron un cuarteto de cuerda, de Mendelshon; Antonia Ochoa cantó el aria

de Verdi Ritorna vincitor: el muy distinguido violinista mexicano Jacobo García Sagredo se hizo aplaudir en un difícil concierto: Antonia Ochoa cantó el aria del Sauce y el Ave Maria del Otello de Verdi, y D. Alfonso García Abello el prólogo de Los Payasos, de Leoncavallo: siguió un quinteto de Schumann y el concierto concluyó con un dúo del Hamlet, de Ambrosio Thomas, cantado por la Sra. Ochoa de Miranda y el Sr. García Abello. De los números encomendados á los principales artistas dijo un periódico lo siguiente:

"Terminado ese número se presentó al público la Sra. Ochoa de Miranda. Revelábase en todos los semblantes ansiosa expectativa, y fué recibida de la manera más entusiasta y cariñosa. Vestía la joven diva hermoso y rico traje de seda negra cubierto de blonda, con ador no rosa pálido, y estaba más linda que nunca. Cantó la gran aria de Aida: Rintorna vincitor, y desde luego notamos que su voz era más pura, más vibrante, más dulce que cuando se presentó la Sra. Ochoa en la escena del Nacional. Nótase en esta vez una educación perfecta, que le presta gran lucimiento, de suerte que se duda si es la Sra. Ochoa una soprano ligera que sabe sacar gran partido de sus aptitudes, ó una soprano dramática. Después del aria citada fué llamada dos veces á la escena, escuchando ¡bravos! y aplausos á granel. Tocó su turno al Sr. D. Jacobo Sagredo, quien ejecutó con corrección un trozo de concierto para violín, y terminado volvió á presentarse la Sra. Ochoa, que, acompañada en el armónium por el distinguido maestro Sr. Meneses y en el piano por el Sr. Ogazón, cantó la delicadísima aria del Sauce y Ave Maria de Otello. No supimos qué admirar más en ese delicioso número: si las delicadezas de voz de la Sra. Ochoa, sus suavísimas modulaciones, sus brillantes torneos en el registro agudo, ó la perfectísima, la magistral ejecución del Sr. Meneses en el bellísimo acompañamiento de la afiligranada aria. Nunca como anoche sentí deseos de decirle Maestro, dando á esta palabra toda su augusta acepción. Con tal número terminó la primera parte de la audición, y pasados quince minutos de espera, el Sr. D. Alfonso García de Abello cantó el hermoso prólogo de Los Payasos. El Sr. García de Abello tiene una excelente voz de barítono, que ha lucido ya en los salones y en algunos de nuestros templos. La emisión es correcta y fue muy aplaudido. Para terminar, la Sra. Ochoa y el Sr. García de Abello, cantaron el dúo del Hamlet, de Thomas, de ese Hamlet convencionalísimo que se desata en ternezas, y lo cantaron como era de esperarse.'

CAPITULO VIII

1895.

Quien al notar lo que hemos avanzado en fechas al final del capítulo precedente, vea ahora que retrocedemos á la del sábado 15 de Junio, estreno de la Compañía de Zarzuela La Aurora Infantil, podrá suponer y supondrá bien, que se nos resiste el tratar de este asunto. Grande número de capítulos y de páginas median entre ésta que hoy escribimos y otra en que apuntamos nuestro modo de pensar acerca de indignas explotaciones de la niñez por especuladores ó empresarios de ancha manga. Quien haya penetrado en un foro servido por niños y visto á las míseras criaturas trabajar sin espontaneidad y sin entusiasmo, por obediencia ó por miedo, ajustándose con irreprimible malhumor á las órdenes de quien los dirige, no como un padre y ni siquiera como un maestro, sino como un capataz á sus peones, un cabo de vara á sus reclutas, ó un negrero á sus esclavos: quien en una de esas funciones y en horas avanzadas de la noche haya visto á uno de esos niños-actores caer vencido por el cansancio y el sueño sobre un sofá, sobre una silla, sobre el piso inmundo del escenario, y al traspunte, acercarse á la criatura para darle su salida, despertándola con ordinarias frases y bruscos empujones y á golpes y puntapiés, redoblados con insigne crueldad si el pequeño cómico responde con enojo ó suelta las lágrimas cuando su papel le exige presentarse gozoso y risueño ó gravemente serio: si ha tenido el disgusto de observar que el director y el empresario en vez de poner semblante grato á esos niños que trabajan para darle de comer, los mira con desprecio y odio brutales como el vulgar carretonero ve á la fatigada mula, rebelde asno ó maltrecho caballo, que en mitad de un camino se rinden del exceso de la carga; si ha sorprendido á esos miserables capataces y negreros de escenario, dando toques con inmunda brocha empapada en yodo, en las gargantas de sus pequeños cantantes, para cortar ó disimular su ronquera, y limitarles el alimento ó imponerles riguroso ayuno para mantenerlos listos y en buena voz en una función de estreno: si todo esto ha visto alguno de los lectores de estas páginas, comprenderá nuestra repugnancia para tratar de compañías infantiles, porque todo cuanto en nosotros hay de noble y de honrado, de caballeroso y digno, de humanitario y piadoso, se subleva, se indig

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na y se levanta contra tan bárbara y repugnante explotación. Pobres criaturas arrancadas much is de ellas de mal administrados hospicios, de viciosos hogares ó de antros de prostitución; vendidas ó alquiladas otras por una abuela imbécil, una rencorosa madrastra ó un padre ignorante y ebrio; privadas todas del amor que santifica, de la escuela que ilustra, del ejemplo que fortalece, del recreo que anima y hasta de la esperanza de un porvenir y de la creencia en la bondad humana. Ved aquellas á quienes falta una mala madre ó un pariente cualquiera que por egoísmo las acompañe para que una quiebra, ó imprevista ó simulada, no les arrebate el sueldo del pequeñuelo ó pequefiuela; ved, repito, á aquellas criaturas que viajan confiadas al empresario, dormir hacinadas en inmundos y duros lechos alineados en incómoda pieza á guisa de hospital; devorando en mesa volante y aun sin mantel una comida á modo de rancho, mal dispuesta y mal condimentada; vistiendo sucia ropa blanca y ordinarios lienzos y paños, todo desgarrado y hecho girones y andrajos, porque los niños rompen y ensucian mucho y el ansia de utilidades no permite pagar muy a menudo ni lavanderas que aseén, ni costureras que remienden, ni sastres que cosan nuevo. Ved á esos pobrecitos dejando ir tristes sus ojos tras el gracioso juguete, la incitante fruta, el sabroso dulce, sin que haya quien se los proporcione, porque esos contentamientos de infantiles caprichos no puede proporcionárselos quien no se siente obligado á ello por el cariño. Vedlos contrayendo todas las malas pasiones de los cómicos de profesión, porque el empresario y el director pican su amor propio para que se hagan aplaudir estos más que aquellos, y despiertan en todos la envidia y el aborrecimiento al que más luce; y para que finjan bien en la escena sus papeles, les desnudan y despojan de toda inocencia y de todo pudor y les ponen al tanto de todos los vicios, de todos los delitos, de todos los crímenes, de todas las perversiones, de todas las inmundicias, que para corregirlas, censurarlas ó simplemente exponerlas, son llevadas al teatro por los autores llamados naturalistas ó realistas. Ved, por último, como en esta obra de corrupción de menores ayudan la mayoría de habituales entrantes y salientes de escenarios, jóvenes pervertidos y viejos inmorales, que van allí á ilustrarse en el modo de efectuar conquistas fáciles, ó á despertar gastadas energías. Ved todo esto que tan sólo apunto y medrosamente por no convertir estas páginas en un tratado de inmoralidad; ved todo esto, presumid ó adivinad lo mucho que callo, y convenid en que no es ocupación agradable escribir acerca de compañías infantiles, por más que la de más allá, ó aquélla, ó ésta, se os presenten como la excepción de la regla y como ejemplo, modelo y dechado de una especulación legal y honrada.

La Compañía Infantil de que vamos á tratar, fué duramente atacada por el órgano periodístico de la Agencia Teatral y Artistica Me

xicana fundada por nuestro amigo Inocencio Arriola, que condenó esa explotación de niños, apoyándose en razones más ó menos semejantes á las aquí apuntadas; por medio de una demanda ó acusación ante un Tribunal de Justicia, el Empresario de la dicha Compañía, procuró convencerle de que en su cuadro de pequeños actores y cantantes, todos eran unos pequeños santos y él un casi amoroso padre, pues como á hijos trataba á sus pensionistas y les procuraba todo bien y todo provecho. Demos por cierto que así sería y hagamos tan honrosa excepción en favor del Empresario susodicho que lo fué D. José A. Jiménez. El Correo Español, periódico de la colonia de esa nación en Mexico, dijo de ese Empresario: "El Sr. Jiménez es castellano, de Ciudad Real; posee bellísimo carácter y no es solamente celoso director de la Compañía Infantil; además, ejecuta con los nifios el oficio de padre. El y su señora esposa cuidan de los precoces artistas con verdadero empeño, pudiendo asegurarse que éstos no han perdido nada con abandonar temporalmente el hogar materno, y así pagan con cariño y confianza sus desvelos . . . El Sr. Jiménez es ya veterano en el arte: su nombre ha figurado en muchísimos carteles, al lado de verdaderas estrellas del arte. Ahora se ha dedicado á emplear todo su saber y su experiencia en la formación de nuevos artistas. Sólo la tenacidad y la inteligencia del Sr. Jiménez, son capaces de haber formado una Compañía de pequeños artistas, tan detallada y completa."

Hé aquí su prospecto: "Circo Teatro Orrin.-Temporada de 1895. -Compañía de Zarzuela, La Aurora Infantil.-- Dirigida por el primer actor D. José A. Jiménez.- Elenco: Tiple absoluta, Manuela Sillés, de once años; Segundas tiples, Dolores González, diez años; Eugenia Wible, duz años; Tiplecitas cómicas, Consuelo López, ocho años; Blanca Jiménez, cinco años; Tiples caracteristicas, Teresa Herrero, once años; Rosa Biosca, trece años. Partiquinas, Emilia Alba, cuatro años; Clotilde Arias, cinco años; Eloisa Arias, nueve años, Dolores Arias, ocho años, María Mora, diez años, Caridad Hernández, doce años, Juana Ventura, diez años, Amelia Vicente, nueve años, Enriqueta Mora, cinco años, Teresa Vicente, nueve años; Primeros tenores, Rafael Palop, nueve años, Damián Rojo, once años; Primer baritono, Argrimiro Valdivieso, catorce años; Tenores cómicos, José Jiménez, ocho años; Romualdo Tirado, nueve años; Actor genérico, Vicente Sánchez, once años; Primer bajo, David Valdivieso, trece años; Segundo baritono, Ginés Hernández, once años; para papeles especiales, Aquiles Jiménez, cuatro años. Partiquinos, Francisco Poblet, diez años, Alfonso Oya, diez años, Enrique Mora, nueve años, Romualdo Tirado, nueve años. Veinticuatro pequeños coristas de ambos sexos.--Precios eventuales: Palcos con seis entradas, siete pesos cincuenta centavos; Luneta de preferencia, un peso veinticinco centavos; Luneta numerada, un peso; Entrada á gradas

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