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rido niño, que aun vivía, se presenta al buen criado cuyos asombro, emoción é indefinible alegría tradujo el gran actor francés con suprema y artística verdad. En los dos monólogos, Coquelin rayó en admirable por los cambios de fisonomía, de estilo y puede decirse de personalidad; conmovió hasta estremecer cuando náufrago en pleno océano pintaba su soledad, sin más compañía que la de un fiel perro á quien tiene que matar porque le ataca la hidrofobia, é hizo reír pintando al filósofo que festivo recuerda las vicisitudes de la suerte, y al milord que narra en francés britanizado, la fábula del cuervo y la zorra que termina con la moraleja de que para comer buen queso es preciso tener la boca cerrada.

En la comedia de Molière, Coquelin demostró sus grandes dotes cómicas, interpretando á Mascarille, que con el más insignificante detalle, una simple mirada, un ligero ademán, un guiño cualquiera provocaba en sus oyentes carcajadas casi homéricas. Después de Coquelin llamó mucho la atención por su belleza, su elegancia y su manera de decir la dama joven Mlle. Stuart. El público salió del teatro completamente satisfecho y complacido y conviniendo en la razón con que de Coquelin había dicho el ameno narrador Edmundo de Amicis: "un gran mérito suyo es que siempre que habla, la expresión de su rostro anuncia con antelación y de tal manera el sentido de sus palabras, que parece que las busca, que habla de su propia cosecha, y no que recita frases aprendidas de memoria: se ve con claridad en su fisonomía el trabajo de la mente que va discurriendo, el poco esfuerzo que á todos cuesta la expresión del propio pensamiento, y esto da á su discurso un color de verdad singularísimo."

El miércoles 9 de Enero dió la compañía francesa su segunda función con L'Aventurière, de Emilio Augier, presentándose Jane Hading en el papel de la protagonista. Su aspecto, su ademán, su simpática belleza, su elegancia, le conquistaron desde luego el aplauso general, que creció hasta convertirse en una ovación entusiasta conforme la obra fué llegando al punto en que la actriz hubo de expre sar en su rostro, en todo su ser, el dolor, la desesperación del personaje que allí ve hundirse, desaparecer para siempre sus esperanzas de regeneración social. Cómo cambió entonces su fisonomía, esclamaba un cronista; aquello superó á todo fingimiento teatral: viósele hundirse los ojos dentro de las órbitas, pero brillantes como dos carbunclos; viósele cubrirse la frente del sudor de la angustia, palidecer intensamente, demudarse, temblar de coraje como los héroes del poema, impotentes contra el destino, y siempre y cada vez más hermosa, tenerse rígida, insolente, rebelde contra la fatalidad, y contra la justicia con que se la arroja del seno de una familia que hasta allí la ha estimado y que ahora se cree mancillada con su presencia y su contacto.

No acertando á combinar las palabras para tejer elogios nuevos que no hayamos hecho á otros artistas y que otros también han de merecer, me limito á enumerar las demás funciones de la compañía Coquelin. El 10 de Enero, tercera de abono con Les surprises du divorce, de A. Brisus: el 11, cuarta, con Frou-Frou, de Meilhac y Halevy: el Domingo 13, en la tarde L'Aventurière; en la noche, quinta de abono con Don César de Bazán, de D'Ennery y Dumanoir: el 15, sexta, con La Dame aux Camelies, de Dumas, hijo: el 16, sétima, con Gringoire, en un acto, de Th. Bambille, y Le député de Bombignac, en tres actos, de A. Bison: el 17, octava, con Mademoiselle de la Seigliére, en cuatro actos, de Julio Sardou: el 19, función extraordinaria á beneficio de la Hading con Le maître de forges de Ohnet; el 20, novena de abono con Le voyage de Monsieur Perrichon, y el monólogo Barbasson, recitado por Coquelin: en la tarde del mismo día Les surprises du divorce y el monólogo La chasse: el 22 función extraordinaria á beneficio de Coquelin con Tartufe, de Molière; un monólogo, y el dramita de Mme. E. de Girardin La jore fait peur: el 23, décima y última del abono anunciado, con L'Etrangère, en cinco actos, de Dumas: el 24 extraordinaria y á beneficio de E. Duquesne, diéronse: Livre III chapitre rer, comedia en un acto, de Pierron; Jean Marie, drama, también en un acto, de Eteuriet; Escena de Le mariage forcé de Molière: un monólogo; poesía Le ver luisat, compuesta y recitada por Duquesne; Les Jurons de Cadillac, comedia en un acto, de Pierre Berton.

En Les surprises du divorce, Coquelin, en el marido que á todo recurre para librarse de su suegra, mantuvo constantemente la risa en sus espectadores: en los últimos actos de Frou-Frou la Hading conmovió al público con sus arranques de gran artista y estuvo admirable en la agonía: esa actriz, en la Dama de las Camelias vistió con tanto lujo como la Patti, y estuvo tan inspirada como la Bernhardt: en Le député de Bombignac, Coquelin volvió á excitar la más franca hilaridad, del mismo modo que en el divertidísimo Voyage de Monsieur Perrichon. Los beneficios de Coquelin y de la Hading estuvieron muy lucidos y animados, siendo de notarse que en el de Coquelin no trabajó la distinguida actriz, ni en el de la Hading el eminente actor. Los demás artistas de la compañía eran dignos de trabajar al lado de ambas celebridades, y sobre todo Duquesne fué aquí muy apreciado y aplaudido: su función de gracia, despedida á la vez de aquel cuadro notable, estuvo animadísima y fué inmejorablemente buena como todas cuantas la precedieron. Parece innecesario decir que el Tartufe de Molière, importó un triunfo para Coquelin, y que la obra inmortal agradó como ella merece. L'Etrangère se prestó para la Hading á lucir su talento de actriz y su elegancia de sefiora. La compañía Coquelin salió de México con bastantes buenas utilidades y dejando una gratísima memoria de su pequeña y brillantísima temporada.

CAPITULO VIII

1889.

Pasemos la vista por los diversos teatros ó lugares de diversión de la Capital, diciendo algo de sus funciones en Enero de 1889, memorable por la pequeña y artística temporada de Coquelin. Ocupaba el de Arbeu Manuel Estrada con unos cuantos modestos actores que en los últimos días del citado mes estrenaron la muy aceptable comedia de costumbres La firma del Diablo, original del escritor mexicano Vicente Morales, quien la remitió desde los Estados Unidos donde se hallaba desempeñando el puesto de Secretario de la Legación de México en ese país. El Principal seguía en poder de la empresa de zarzuela por tandas, de los Hermanos Guerra; nada por consiguiente hubo que elogiar en él, pero sí debo mencionar el aplaudido. estreno de la piececilla Tiple en puerta, y el beneficio de la muy simpática artista mexicana Magdalena Padilla, que se vió en La Tempestad muy guapa con su traje marinero. Pero ni Estrada con sus funciones monstruo, de ocho y nueve actos por un solo precio, según decían los programas, ni el Principal con sus cócoras á los cuales no sin gran dificultad redujo al orden la policía á principios del mes, congregaban tan lucida y numerosa concurrencia como los Hermanos Orrin, en su Circo de Santo Domingo.

Nada perdonaban esos inteligentes empresarios para llevar á su trenda de campaña el público que no pudo ó no quiso concurrir á las funciones de Coquelin. Variando constantemente su elenco de artistas acrobáticos, ya llamaban á la gente con el hábil contorsionista Tatalí y la bella Josefina La Motte, ya le entretenían con los chistes y ocurrencias, alicuando felices, de Ricardo Bell y de Bannack (que en ese tiempo tuvo la desgracia de perder á una linda chiquitina de cinco años), ya procurando algo más escogido contrataban y hacían oir y aplaudir en su escenario al magnífico sexteto de la ex-estudiantina "Figaro," ya por último, hacían presentarse á la atrevida Delma Jauta, la domadora de serpientes: este último espectácuio fué verdaderamente notable, pues entonces por primera vez en México viéronse magníficos ejemplares de enormes boas y otras culebras del Africa y de la India, sorprendentes por su tamaño y por la belleza de su piel: la rubia domadora, con su abundante y encrespada cabellera, su

rojo traje ceffido al cuerpo y con todas sus serpientes enroscadas á él, y pudiéndose mover apenas con su peso, era, volvemos á decirlo, un espectáculo imponente y curioso.

Con el Circo de los Orrin competían, pero sólo en tardes de domingos y algún día festivo, los circos ó plazas de toros, en las que entonces privaba el duestro llamado el Zocato. No voy á hacer revista de ese espectáculo pero sí creo curioso poner aquí los siguientes datos estadisticos, tomados de El Arte de la Lidia, periódico oficial de los aficionados á las glorias de los émulos de Pepe-Hillo y de Cúchares. Desde el primer Domingo de Enero hasta el 30 de Diciembre de 1888 se habían celebrado en las seis plazas de la Capital cuento veintisute corridas, en las que se lidiaron setecientos veintitrés toros de ganaderías mexicanas y españolas, según el siguiente pormenor: Plaza de Bucarella, treinta y cinco corridas: del Paseo, treinta y una: del Coliseo, treinta y una; de Colón, veintisiete; de San Rafael, tres. Las ganaderías que proporcionaron los toros fueron cincuenta y tres mexicanas, y nueve españolas. En las ciento veintisiete corridas tomaron parte cuento setenta toreros de profesión, y treinta y cinco aficionados. En 1888 el número de toros matados por cada espada notable, fué, por Ponciano Díaz, cuento cuarenta y cinco; por Carlos Borrego, ochenta y ocho; por Vicente Navarro, sesenta; por Diego Prieto, sesenta y ocho; por Gabriel López, cuarenta y tres; Fernando Lobo, treinta y cuatro; Manuel Hermosilla, veintidós; Juan Jiménez, veintidós; Luis Mazzantini, veinticinco; Valentín Martín, veinticinco; Joaquín Artau, diez y ocho; y Valentín Zavala, diez y seis. Las cogidas más notables en 1888 fueron las de los espadas Manuel Díaz Lavi y Fernando Gutiérrez, del picador Juan Luz Resillas, de los banderilleros Carlos López, José Escacena y José Velázquez, y la del aficionado Francisco Torres.

En otro género de fiestas fué notabilísima la que en la tarde y noche del 12 de Enero ofreció al Presidente de la República la Confederación Mercantil en el palacio y bosque de Chapultepec, brillantemente iluminados con focos eléctricos y millares de farolillos de cristal y de papel, y regiamente adornados con numerosas obras de arte y cantidad inmensa de flores, cuya decoración dispuso con muy buen gusto Simón Jiménez, jardinero de Mixcoac. Los invitados fueron mil doscientos, y en las espléndidas estancias y extensas galerías se bailó con grande animación, al compás de las piezas magistralmente tocadas por la orquesta de los Vega, y se cenó con esplendidez, todo en honor del Gral. D. Porfirio Díaz, cuya nueva prórroga en la Presidencia de la República venía con regocijo celebrando el país entero. Aun no dejaba la Capital el insigne Coquelin cuando se anunció una nueva compañía dramática italiana, dirigida por el eminente artista Giovanni Emanuel, que en México había de dejar imperecedero renombre y un tesoro de simpatías y de cariño, lo más sincero y

entusiasta y firme, aun á despecho de los años. Saliéndose de lo común y ordinario lo mismo en grandes artistas que en insolentes medianías, la compañía Giovanni Emanuel no expidió inconmensurables prospectos haciendo el elogio de sus actores ni ponderando sus triunfos; su anuncio no fué ni precedido ni seguido por encomios de ningún género, y se publicó tan simple y sencillo como si sus artistas fuesen ya conocidos en México, dejándose todo á sólo el juicio y la apreciación del público.

En el elenco ó lista de actores no había clasificaciones de géneros ni de primacía, y sólo un tipo de letra mayor daba á presumir cuáles eran los nombres del primer actor y de la primera actriz. Esta reserva excepcional en gente de teatro, llegó al extremo de que cuantas veces se solicitaron de aquel artista, también excepcional, datos para su biografía, se limitase á decir que habíase dedicado al arte por vocación irresistible y mantenídose en su ejercicio por satisfacer sus inclinaciones, sin otra mira que la de ser grato al público. Realmente un artista como él, se recomendaba con su mismo trabajo. Lo mismo debe decirse de su primera actriz Virginia Reiter.

Hé aquí el elenco según le publicó el prospecto-anuncio. "Personal artistico: Actrices: Virginia Reiter, Clara Miguet Della Guardia, María Borisi Micheluzzi, Mariana Del Conte, Giuseppina Nannini, Teresa Maraschi, Ada Cesone, Albertina Giordano, Adelina Rosi. Actores: Giovanni Emanuel, Ernesto Della Guardia, Ferdinando Migliore, Alfredo Del Conte, Vittorio Prosdocimi, Gaetano Carrillo, Edigio Fagiuoli, Francesco Valenti, Enrico Onorato, Amerigo Guasti, Francesco Micheluzzi, Arístide Porro, Enrico Nannini, Emilio Valentini. Secretario, Arístide Porro. Representante, Aristodemo Mancini. Precios de abono por diez funciones; Plateas y palcos primeros, ciento treinta pesos: Palcos segundos, ochenta: terceros, cincuenta y cinco: Lunetas y balcones, veinte. Delanteros de galería, cinco. Precios eventuales, en palcos, veinte pesos; en lunetas, dos pesos cincuenta centavos: delantero de galería, setenta y cinco centavos: entrada general, cincuenta centavos.

Efecto de tanta parquedad en el anuncio, los concurrentes al primer abono de la Compañía Emanuel fueron escasísimos, y la primera representación se dió en la noche del viernes 25 de Enero de 1889 con la tragedia de Shakespeare, Otello, ante muy reducido público, que quedó verdaderamente asombrado de la magistral interpretación que el cuadro entero hizo de esa obra sublime. Emanuel en el protagonista, Valenti en el Yago, la Reiter en Desdemona, estuvieron admirables, y los aplausos y los bravos resonaron casi sin cesar, especialmente para los dos primeros actores nombrados. Anunciada la segunda función para la noche del sábado, hubo de suspenderse por enfermedad de Emanuel, trasfiriéndose para el domingo 27 en que

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