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aconseja decir en este sitio, pues yo no quiero contestar á ciertas cosas, sino con la verdad tal cual la aprecio. Decía yo á S. S. hace un momento: ¿no encuentra S. S. la contestacion á su pregunta en las vacilaciones de todos los Gobiernos? Sí; los Gobiernos todos han vacilado en resolverla; los Gobiernos todos han temido desvirtuar la influencia que en la pequeña Antilla tiene el partido más conservador; que es, á la vez, el partido que todo lo pospone al principio de la integridad de la patria, fortaleciendo la influencia de otros partidos compuestos de individuos, algunos de los cuales no prestan el mismo escrupuloso respeto á la anteposicion á todo, de aquel alto principio, de aquel caro interés. Ahí tiene S. S. en pocas palabras la contestacion de su pregunta; y como yo, miembro de un Gobierno conservador, y como Gobierno, colectividad conservadora, no he de hacer aquello que no han hecho los partidos más liberales, declino la responsabilidad de esa reforma, comenzando por declinar la reforma

misma».

Nunca, tal vez, pronunciáronse palabras más audaces ni más provocativas. Tenían, empero, un valor incomparable: las pragmáticas, las cédulas, los decretos, las órdenes de los Reyes, los discursos pronunciados en las Córtes habian siempre ocultado el espíritu de opresion y de codicia con que la América fué explotada, mostrando el más vivo interés, la más tierna solicitud por que los indios y los blancos fuesen gobernados con humana consideracion, y tratados con equidad y con justicia, y hasta los más duros y pesados impuestos parecian no tener otro objeto que el bienestar y el contentamiento de los amados vasallos del Rey en sus colonias del Nuevo Mundo; pero estaba reservada al Sr. Conde de Tejada de Valdosera la gloria de revelar á los colonos satisfechos de España en las Antillas, el secreto de las alteraciones radicales introducidas en las leyes municipal y provincial y de las modificaciones esenciales hechas en la ley de 20 de Julio de 1877 sobre eleccion de Diputados á Córtes, al ser aplicadas á Cuba en el momento feliz en que, segun el Ministro de Ultramar, «se consideraba ya suficientemente realizado el maduro exámen á que aspiraba el Real decreto de 25 de Noviembre de 1865, así por el estudio de la amplia informacion que produjo aquel mandato, como por las ense

ñanzas que ofrecía la práctica de análogas reformas realizadas en la otra Antilla» (1).

En la esperanza de que las palabras del Conde de Tejada de Valdosera no fuesen hijas de una firme conviccion, excitósele á que rectificara. Grande debió ser la decepcion de los Representantes de Cuba y Puerto Rico, porque el terrible Ministro exclamó:

«Qué me pide S. S.? ¿Una rectificacion? No tengo por qué darla. Las frases que he pronunciado son frases permitidas; entiendo que no envuelven, en la forma que las he emitido, ofensa ni acusacion respecto de nadie, y por lo tanto, así como S. S. me ruega que las explique, yo le ruego á S. S. que lea mi discurso en el Diario de las Sesiones. Y así como S. S. tiene el derecho de decir que yo he pronunciado palabras sin suficiente meditacion, yo tengo derecho para creer que S. S. no las ha entendido bien. Pero ¿me pide S. S. otra cosa? ¿Una retractacion? Pues eso, no puedo hacerlo. Yo no me retracto de las frases que pronuncio».

La noble actitud de los Diputados cubanos en 1837 y de los Comisionados en 1867 debió surgir en la memoria de los Representantes de las Antillas al oir las afrentosas palabras de D. Manuel Aguirre de Tejada; pero, uno solo, el Sr. Jorrin, creyó que habia llegado el mo. mento de retirarse de un Parlamento en que los colonos sólo servian para consagrar su opresion y su deshonra: todos los demás diéronse por satisfechos con una irrisoria explicacion anónima estampada en las columnas de El Estandarte. La inmortal injuria de 1837, no fué, nó, tan dura ni tan odiosa como la afrenta de 1885: entónces, siquiera, se prometieron leyes especiales, propias para hacer la felicidad de las provincias de Ultramar; mas, ahora, á la afrenta añadieron la irrision humillante y el oprobio tolerado y consentido.

Pero ¿qué importaría que mañana ú otro día se aplicase cualquiera censo electoral, por reducido que fuese, si hasta los jefes del partido

(1) Las palabras del Sr. D. José Elduayen parecen asestadas contra los pacientes 6 impacientes reformistas que creyeron y hasta hoy mismo siguen creyendo que el empeño de la famosa Junta de Informacion de 1866-67 terminó en un completo fracaso,

liberal, que son los más empeñados en alimentar las esperanzas de los creyentes, reconocen la facilidad con que las leyes se falsean ó se desvirtúan cuando así conviene á los colonos de Europa?

En el discurso que el Sr. Montoro pronunció en el Teatro de Irijoa la noche del 27 de Agosto de 1888, encuéntrase expuesta neta y categóricamente ese agravio inferido al pueblo cubano por sus obcecados explotadores:

«Además,―y esto es más grave,aunque todo lo que se nos ha prometido se consiga, hemos de precavernos contra un mal hondo y terrible, comun á todas las sociedades españolas, pero en las colonias mayormente; mal que se siente en esta tierra de América casi desde el descubrimiento: el de que las leyes suelen ser buenas, los derechos teóricamente perfectos y garantidos hasta el escrúpulo en el papel; que a veces son verdaderas y positivas las reparaciones de ciertos agravios, en la mente de los que las dictan; pero luego, en la práctica, es decir, cuando esas leyes caen en poder de los que han de aplicarlas, se desnaturalizan fatalmente, pierden su accion salvadora, resultan ineficaces, su bondad se desvanece, y muy de ordinario sólo queda al cabo una vana sombra que en vano quisiéramos retener y que se pierde fugaz é impalpable».

¿Dónde, pues, si no en las leyes, está el remedio á los males que paulatinamente van consumiendo la sociedad cubana? ¿Cómo y cuándo podrán los cubanos librar el combate por la vida, sin la doble presion de la servidumbre política y de la servidumbre económica á que se ven sometidos por sus implacables primos de Europa, más duros que si fueran verdaderos vencedores?

¿Son posibles, son realizables, en cuanto alcanza la prevision política, las resoluciones que se contienen en la fórmula presentada por el partido cubano? ¿Existe realmente la inferioridad política y social del cubano, de tal suerte que le condene indefinidamente á servidumbre semejante á la de las razas de la India dominadas por Inglaterra?

MANUEL VILLANOVA.

"SUR L'EAU."

GUY DE MAUPASSANT.

Cuantas veces acontece que la grata impresion que en nosotros produce un título simpático, nos arrastra poderosamente á saciarnos con el contenido de la obra. Y cuantas veces tambien hemos visto caer por tierra, á consecuencia de un gran chasco las ilusiones formadas por el placer que el contenido de un libro nos habria de proporcionar, al ir viendo detenidamente la insignificancia del asunto, el verdadero contraste que existe entre lo que debiera ser y la realidad. La experiencia así lo demuestra, y más de una vez hemos tenido la oportunidad de ver confirmado cuanto acabamos de decir. Las obras en que se tratan de asuntos amorosos, en que se ve y se contempla el gran papel que desempeña el corazon, despiertan una sed insaciable si no damos pábulo á nuestro deseo enterándonos de cuanto nos refiere el autor; alcanzan triunfos sin cuento las producciones de Zola, de los inseparables hermanos Goncourt, de Daudet y Flaubert; cautivan nuestra atencion las mal llamadas Novelas Ejemplares del insigne Manco de Lepanto, donde proponiéndose enseñar la moralidad y manifestar en cuanto le es posible los funestos desenlaces que se originan del vicio y de la corrupcion, nos presenta ejemplos

bien poco dignos de enseñarse á la juventud para que les sirvan de norma en el camino de la vida; arrancan aplausos ciertas producciones del insigne poeta lírico el inmortal Quevedo, miembro de aquella falanje conceptista que tanto se distinguió por su mal gusto literario, en cuya desgraciada senda se extraviaron Alonso de Ledesma, Bonilla, Melo y otros muchos; contemplándose en las obras del primero, escenas indecorosas que enfangan nuestra alma con cuanto allí se relata, porque el título que poseen agrada sobre manera, puesto las más de las veces con gracia suma por el autor, á fin de despertar el vehemente deseo de la curiosidad.

Y cuantas veces vemos con excesiva indiferencia los magníficos frutos de privilegiados talentos, sin que nada, pero absolutamente nada nos mueva á dar pasto á nuestra inteligencia con cuanto ameno allí se nos manifiesta, tanto en el órden científico, como en el literario y en el político; y bien podria responder á lo que indicamos en estos momentos, el soberbio producto del esclarecido ingenio de Pompeyo Gener, titulado Herejías. Produccion admirable, que encanta no solo por su forma sino tambien por su fondo, instructiva y capaz por sí sola de inmortalizar el nombre de quien la creó, pudiéndose con sobra. da razon considerar á su autor como un sabio, como un pensador original y enérgico como su tierra abrupta y ruda, como perfectamente ha dicho hace algun tiempo de él uno de nuestros más inteligentes compatriotas, que tanto nos agrada, no solo por su saber sino tambien por esa elegantísima forma en que envuelve sus ideas, colocándose á la altura de los más afamados escritores. Esta indiferencia con que generalmente se mira lo bueno, no la encontramos muy arraigada en los sentimientos de este pueblo cubano, del que debemos manifestar para su mayor gloria, que no á él nos referimos en estos momentos, porque bien sabemos que han leido con gran entusiasmo ese estudio á fin de conocer perfectamente cuanto allí se indica; sino que nos referimos á los mismos paisanos del sabio Pompeyo Gener, quien no habrá dejado de haber sido vulnerado en cuanto ha sido posible, porque nada hay en realidad más desagradable que la verdad.

Mas si al olvido han sido legadas las brillantes creaciones de tantos distinguidos escritores, ¿qué extraño seria que la obra con que titulamos este trabajo haya corrido la triste suerte de no haber llama.

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