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sustancias y de terminar sus proporciones relativas; mas seria dificil, sin entrar en grandes detalles, prescribir reglas ciertas en esta materia; nosotros sin embargo procurarémos esplicar las mas esenciales.

Cuando se quiere proceder al exámen metódico de una agua mineral, se empieza tomando en consideracion todas las circunstancias accesorias que son susceptibles de ilustrar acerca de su composicion y de guiar en los medios analíticos á los cuales se ha de recurrir, Es menester pues atender en primer lugar á la naturaleza del terreno donde brota el agua que se trata de examinar, pues sirviéndonos de la espresion del célebre Vauquelin, estos manantiales son verdaderas sondas que sacan á la superficie de la tierra muestras de las capas que han atravesado, pudiendo asi juzgarse de las unas por el exámen de las otras. Despues debe fijarse la atencion sobre las cualidades mas aparentes. Un agua es turbia ó transparente en el momento de su emision; en el primer caso, que es el mas raro, el agua acarrea algunas materias que permanecen en ella en simple suspension solamente. Lo mas ordinario, es que las aguas broten en broten en un estado de limpieza que

anuncie una solucion perfecta de todo cuanto contienen. Esta pureza unas veces se conserva á pesar de su mansion en el aire, otras veces se destruye casi inmediatamente, y se vé al agua abandonar un sedimento ocreoso ó blanquizco, señal positiva de la presencia de un carbonato metálico ó terroso, que hasta entóncès estaba en disolucion por un esceso de ácido carbónico, que no pudiendo mantenerse en la simple presion atmosfé→ rica, abandona el agua para tomar el estado flúidoelástico.

El color del limo que cubre el receptáculo del ma¬

nantial, puede tambien ofrecer indicios útiles, porque en gran parte está formado á espensas de la misma agua. Debe suponerse en él la existencia del hierro, cuando está teñido de herrumbre; el color negro denota asimismo ordinariamente la presencia de este metal, pero entónces unido al azufre. Las incrustaciones blanquinosas son debidas en general al carbonato calcáreo. El olor del agua ayuda igualmente á descubrir algunos de los cuerpos que contiene; el de huevos podridos manifiesta siempre la presencia de algunas combinaciones sulfurosas. El sabor puede tambien ofrecer á los que han adquirido alguna costumbre en estas operaciones, carácteres capaces de ilustrarles; ciertas sales de sosa y de magnesia dan un gusto amargo á las aguas ; el hier ro les comunica un gusto éstíptico particular, conocido con el nombre de atramentario (de caparrosa ); el áci do carbónico cuando domina, deja en la boca una impresion picante y un sabor agrillo, que disfraza ó encubre todos los demas. En fin, es bueno justificar tambien la gravedad específica, para saber á priori si el agua está mas ó ménos cargada de sustancias solubles. A esta primera investigacion sucede otra que consiste en el ensayo preliminar por ciertos agentes quimicos que denotan no solamente la presencia de tal ó tal cuerpo, sino que ademas indican aproximadamente su relacion, y este exámen es de la mayor utilidad para el operador que sabe apreciar todos los datos, que supone no tan solo el conocimiento anticipado de los reactivos á que debe recurrir para descubrir la existencia de tal ó tal materia, sino que tambien el saber leer en algun modo en los efectos producidos, y reconocer las causas que pueden influir en sus modificaciones. Todo esto no se adquiere como puede pre

lo

veerse, sino por una sostenida costumbre en esta clase de ensayos, y por consiguiente es muy difícil prescribir nada de positivo sobre este punto. No podemos pues establecer aqui mas que algunos datos capaces de servir de bases, pero insuficientes en muchos casos.

Ordinariamente se procede en estos ensayos, empezando por asegurarse por medio de papeles reactivos, si el agua que se examina posee algunos carácteres de acidez ó alcalinidad. Si contiene ácido carbónico libre, como sucede con bastante frecuencia, el papel azul de tornasol se enrojece ligeramente; pero espuesto al calor, ó simplemente al aire, vuelve á tomar su primitivo matiz, á medida que el ácido se volatiliza. Si por otra parte se quiere adquirir una prueba mas cierta de la presencia de este ácido, se llena un matraz de esta agua, y se adapta á él con auxilio de un tapon bien ajustado y cubierto con lúten, un tubo de tres corvaduras tambien lleno de la misma agua, y se pone en comunicacion con una probeta volcada sobre una cuba y llena de mercurio; se somete en seguida el agua á la ebullicion, y el gas ácido carbónico y los demas flúidos elásticos que pueden contenerse en esta agua, se desprenden y van á reunirse en la probeta. Si la presencia del hidrógeno sulfurado no se ha indicado por el fétido olor que le caracteriza, los gases recogidos no pueden ser mas que oxígeno, azoe, y ácido carbónico; este último se absorverá muy pronto por la agitacion, si se hacen pasar á la probeta algunos fragmentos de potasa cáustica. Si este ensayo se hace en un tubo graduado, es claro que la proporcion exacta de este ácido quedará determinada, suponiendo siempre que se haya tenido la precaucion de tomar el peso ó el volúmen del agua empleada en el esperimento. Lo

mismo absolutamente sucederia respeto al azoe y al oxígeno contenidos, que forman uno y otro el resíduo sobre el que la potasa no prende, y no faltarià para conocer la relacion, mas que hacer pasar una cantidad determinada de este resíduo, á una pequeña campana curva en la cual se introdujesen algunas partículas de fósforo; calentando despues el todo á la llama de una lámpara de espíritu de vino, al quemarse el fósforo haria desaparecer enteramente el oxígeno, y dejarià el azoe perfectamente aislado.

En cuanto al hidrógeno sulfurado, su presencia está suficientemente comprobada por el olor que le es particular; sin embargo, se puede adquirir de ello una mayor certeza, por medio de las disoluciones de plomo ó plata, que dan un precipitado negro cuando se echan algunas gotas de ellas en el líquido. Muchas veces se emplean con preferencia los papeles impregnados en estas disoluciones.

Si se quisiera determinar de una manera precisa la cantidad de hidrógeno sulfurado, seria menester atender al caso particular en que se halla, porque podria suceder que este cuerpo estuviese libre ó combinado, ó que lo fuese en parte de uno y otro modo, y el procedimiento analítico deberia modificarse en cada una de estas circunstancias.

Para determinar la proporcion de hidrógeno sulfurado contenido en una agua, prescriben muchos autores el someter esta agua á la ebullicion, y hacer pasar el gas á traves de una disolucion de acetato ácido de plomo ó de cobre. El súlfuro metálico que se produce da por su peso el del azufre, de donde se deduce la cantidad de ácido sulfúrico; pero este método solo es exacto cuando todo el hidrógeno sulfurado es

tá libre, pues sabemos que los hidrosulfatos dan por la ebullicion una porcion de ácido, que va á confundirse con el que estaba desprendido de toda combinacion. Luego este procedimiento no es aplicable sino en el caso en que se trate de reunir la cantidad total de hidrógeno sulfurado, cualquiera que sea su modo de existir en el agua que se examina, y aun entónces, seria menester añadir un poco de ácido sulfúrico ó muriático, para determinar la descomposicion completa de los hidrosulfatos; mas si se hubiere de distinguir el hidrógeno sulfurado libre del que está combinado, deberia necesariamente seguirse otra marcha. Chevreul aconseja, para llegar á este fin, el hacer pasar un peso determinado del agua que se quiere analizar, á una probeta llena de mercurio, y obrar de modo que la capacidad de la probeta esté proximamente dividida con igualdad entre el agua y el mercurio. Se agita de tiempo en tiempo, el azufre se establece sobre el metal y el hidrógeno queda libre. Este gas se mide transvasándole á un tubo graduado, y de su volúmen se concluye el del hidrógeno sulfurado que le ha suministrado. Esta operacion no debe considerarse como concluida sino cuando el agua despues de un largo reposo, no ennegrece ya el mercurio que de nuevo se agita con ella. Todo el ácido hidrosulfúrico libre, quedando separado de este modo, se ensaya el agua por una solucion de plomo, de plata ó de cobre, y si aun se obtiene un precipitado negro, será prueba cierta de que contiene un hidrosulfato, cuya proporcion es fácil de conocer echando un ligero esceso de acetato ácido de cobre, y recogiendo y pesando con exactitud el precipitado que se forma. Chevreul emplea con preferencia una corriente de cloro, que convierte en ácido sul

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