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sus propósitos en el recodo sur oriente de la bahía de Talcahuano, donde echó los cimientos de la ciudad de Penco á 3 de mayo de 1550.

En el mismo año de su arribo á Chile, el P. Robleda con dos compañeros suyos emprendió el viaje al mencionado sitio, y el 9 de noviembre de 1553 llegó al término de la jornada. Grande debió ser la satisfacción del conquistador al encontrarse con los PP., cuando el mismo día reunió el cabildo de la naciente ciudad para que se les diera solar á fin de que fundaran convento.

el

«Por cuanto-dijo-esta tierra es nuevamente poblada e porque en semejantes tierras se necesita que la santa fe católica sea plantada y ampliada entre los bárbaros nuevamente conquistados, para que vengan al verdadero conocimiento y sepan y entiendan quien los crió e redimio, e para orden del Señor San Francisco los cuales vienen para se emplear en tan santa e buena obra como lo que (P. Robleda) ha dicho, e para este efecto son enviados: su señoria e los dichos regidores, para que con mas e mejor se animen (los PP.) a facer lo susodicho, e por la veneracion, contemplacion e reverencia que se debe tener a personas semejantes que administran los divinos oficios, dixeron que era muy bien señalarles casa, sitio e lugar para donde tengan su habitacion e residan... (y designaron el día de San Martín) para que su señoria con los dichos señores, justicia e regidores... les vayan a señalar el dicho sitio y lugar para la dicha casa e monasterio, lo amoxonar, como es uso y costumbre, y se asiente (la donación) en el libro de ayuntamientos» (1).

En virtud de este acuerdo, el P. Robleda dió principio á la fundación el 11 de noviembre del citado año de 1553, consagrándola á la Virgen Madre bajo el título de la Inmaculada Concepción. Él mismo en persona quiso dirigir los trabajos hasta dejarlos bastante adelantados, entendiendo á la vez en la predicación del Evangelio en aquellas agrestes comarcas. Durante su estancia en Penco llegó á ser íntimo amigo del conquistador Valdivia, el

(1) Copia del Acta que existe en el arch. del conv. máximo.

cual, antes de partir á su última campaña, que fué al territorio araucano, donde había de rendir la vida á manos de los bárbaros, pidió la bendición al P. Robleda y se despidieron el uno del otro con manifestaciones de entrañable ternura, como presintiendo que no habrían de tornar á verse jamás. En efecto, encerrado sorpresivamente por los indios purenes y tucapelinos, el conquistador, con cincuenta soldados de su escolta, todos fueron víctimas de sus opresores, cortados en trozos y comidos por los bárbaros el 1.o de enero de 1554 (1).

Enorgullecidos los araucanos por tan señalado triunfo, creyeron llegada la hora, para ellos lisonjera, de arrojar de sus tierras á los invasores; y mientras otros jefes indígenas acometían á los españoles dentro del territorio araucano, el famoso caudillo Lautaro marchó contra la indefensa Penco, le puso cerco y la redujo á pavesas (2), no escapando, por cierto, del saqueo y del incendio el convento de San Francisco, que ya se hallaba deshabitado, porque los PP. con los vecinos de la ciudad lograron huir en tiempo oportuno. No obstante, los franciscanos volvieron. á reedificar su convento cuando la ciudad fué repoblada en 1558 por don García Hurtado de Mendoza. Y aunque de nuevo fué destruído á la vez que la desgraciada Penco por el terremoto de 8 de febrero de 1570, volvió á reedificarse en 1572 más al centro de la ciudad, junto á un arroyuelo de agua dulce, «como á dos tiros de arcabuz» lejos del

mar.

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9. La orden religiosa que se estableció primero en Chile. Hasta este punto no hemos hecho mención de otra orden religiosa establecida en Chile, porque, á decir verdad, ninguna se fundó antes que la del patriarca San Francisco de Asis. Y aunque no faltan cronistas antiguos que aseguran lo contrario, ahora está suficientemente probada la verdad de nuestro aserto, no ya por relaciones de cronistas, cuyas obras carecen por lo general de fundamento histórico, sino por documentos fehacientes. Tenemos por

(1) Carta de los tesoreros Ponce de León, etc. publicada por Gay, docu mentos, t. I, pág. 170.

(2) ROSALES, Historia General del Reino de Chile, t. II, p. 19.

cierto que los PP. mercenarios precedieron á los franciscanos en venir á Chile; pero ello fué con el carácter de capellanes del ejército, practicando su ministerio aquí y allá según lo requería su oficio; no para establecerse como fundadores representantes de su Orden. Hasta la fecha en que escribimos no se ha encontrado documento alguno que tenga suficiente fundamento para comprobar que antes de los franciscanos se haya establecido otra corporación en nuestro país, no obstante haberse dedicado á ello la más paciente y concienzuda investigación. Antes bien, de esas mismas investigaciones resulta que los mercenarios «se establecieron por el año 1555, fundando su primer convento en la manzana que hoy ocupa, á dos cuadras al oriente de la Plaza Mayor» (1). Por lo que respecta á los dominicos, es cosa averiguada que se establecieron en 1557 (2), por más que hasta hace poco se haya creído que que precedieran á los franciscanos, y que el catálogo de ambos cleros de la archidiócesis acogiera ese error histórico.

La Real Cédula de Felipe II que dejamos copiada en otra parte no deja lugar á duda, cuando ruega y encarga al provincial de los franciscanos del Perú que envíe á Chile misioneros porque es informado de que el capitán Valdivia no tiene consigo ningunos religiosos. Pero conviene citar un testimonio todavía más explícito, cual fué el dictamen que el Consejo de Indias dió al rey de España á 16 de febrero de 1590, según el cual se debía socorrer á los franciscanos de Chile con un auxilio pecuniario para que adelantaran la construcción de su iglesia, «porque esta Orden fué la primera que entró en aquella provincia» (3).

Tal es el juicio que han formado los modernos investigadores, que tanto han trabajado por rectificar las inconsultas afirmaciones de algunos cronistas antiguos (4).

(1) y (2) Santiago durante el siglo XVI», estudio del señor Thayer Ojeda.

(3) Arch. del conv. máximo de Santiago.

(4) «Dejándose engañar por las falsas noticias de esas crónicas-dice Barros Arana en su Historia General de Chile, t. I, pág. 374,-algunos historiadores han asentado que los primeros frailes que se establecieron en Chile fueron los dominicanos, los cuales fundaron su convento, según se dice, en

CAPÍTULO II

CIUDADES FUNDADAS POR EL CONQUISTADOR VALDIVIA NUEVOS ESTABLECIMIENTOS DE LOS FRANCISCANOS

1. Bellos sitios escogidos por el conquistador para fundar ciudades.-El conquistador don Pedro de Valdivia fué á no dudarlo individuo de sobresaliente mérito. A su indomable denuedo de guerrero vinculábanse en perfecta armonía nobles y generosos sentimientos y una sensibilidad innata por todo lo grande y bello. Tan buenas. dotes han dejado imborrable huella aun en los sitios que escogió para la fundación de ciudades. Hermoso es el valle del Mapocho, donde echó los cimientos de la capital de Chile: una serie de bajos montes lo circundan á lo lejos por el norte, sur y poniente, mientras al oriente y próximos á la ciudad, en no interrumpida gradación, se elevan los Andes con sus nieves perpetuas, ostentando su belleza siempre antigua y siempre nueva. El Mapocho, pobre de caudal en verano, opulento y amenazador en invierno, cruza por la ciudad, más hermoso que antes, ahora que sus aguas ruedan sobre labrado lecho de piedra. El Huelén, agreste cerro cuando á sus faldas acampó sus huestes el conquistador, al presente convertido por el ingenio y trabajo del hombre en uno de los paseos más bellos de Amé rica, al decir de los extranjeros; plantado en medio de la ciudad, cual vigilante atalaya, contempla como rebulle á. sus pies la nueva generación que ha venido á suplantar á los descendientes de la primitiva raza.

1552, esto es, un año antes que los franciscanos. Estas noticias no constan de documento alguno, sino de simples aseveraciones de los cronistas. De los documentos aparece que los dominicanos se establecieren cuatro años después, esto es, en 1557>.

El P. dominico Fr. Raimundo Ghigliaza ha publicado hace poco un tomito de documentos y noticias, en cuya portada se leen estas palabras: «Comprende desde la venida de los dominicanos á Chile 1557)... Á confesión de parte...

Penco, la marítima Penco, que domina una de las ba'hías mejores de la costa chilena, abrigada por los montes que corren á su espalda, entonces cubiertos de bosques en que campeaban el roble, el alerce y el ciprés (1), se halla ahora despojada de sus mejores adornos por la mano improvisora del hombre.

De la Imperial decía el propio Valdivia en carta á Su Majestad (25 de setiembre de 1551): «E buscando sitio, topé uno muy a propósito cuatro leguas de la costa rio arriba...; poblado allí, puse nombre a la ciudad la Imperial». Su ubicación fué en el mismo sitio en que se ha fundado ahora la de Carahue, en el punto en que la cadena de montes de la costa desciende al caudaloso Imperial. En la mente del conquistador debió entrar el gran proyecto de que la Imperial fuese con el tiempo un puerto fluvial y marítimo como está llamado á serlo, y de gran porvenir, el de Carahue.

La ciudad de Valdivia, fundada (también por el conquistador) en 1552 á cuatro leguas del mar, tuvo su asiento en el lugar mismo en que lo tiene ahora, sitio de encantadora belleza al decir del mismo Valdivia: «E caminando por entre la costa e la cordillera adelanante de la ciudad de Valdivia, que está asentada en quarenta grados y en el mejor puerto de mar e rio que jamás se ha visto escribía al Rey,—di la vuelta... hasta quarenta y dos grados, no pude pasar de allí a causa de salir de la cordillera grande un rio muy caudaloso» (2).

Conocimos el Edén de Valdivia cuando en enero de 1903 emprendimos un viaje para visitar las antiguas conversiones del Colegio de Chillán, que al presente están á cargo de los PP. capuchinos, en el territorio valdiviano; y aquel conjunto armónico de la bahía de Corral; la isla de Mancera que, semejando un acervo de árboles y flores, se eleva dentro de ella; las altas colinas cubiertas de perenne verdor que la circundan; el río Valdivia, cuyas aguas ruedan

(1) Relación del gobernador Alonso de Rivera, documentos publicados por Gay, t. II, pág. 144.

(2) Carta fecha 26 de octubre de 1552, publicada en el t. I, Actas del cabildo de Santiago.

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