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a que hubiese en el mundo quien dijese mentira; con todo daba contra este vicio y otros, que mentiras son todos, copiosisima doctrina. Despues que vivió en la Provincia ejemplar y fructuosamente algunos años revivió en él un antiguo deseo que había tenido de partir a las Indias. Pasó al fin al reino del Perú y se incorporó a la Provincia de los XII Apóstoles» (1). Muy al revés de esos individuos que se creen siempre preparados y aptos para gobernar, constituyéndose en jueces de sí mismos, el P. Medellín rehuía las dignidades, y hubo necesidad de ruegos importunos para que permitiese ser elegido ministro provincial, como en efecto lo fué en 1565. Reformó los estudios de la Provincia de los XII Apóstoles, le puso maestros escogidos, y no obstante ser doctor por la universidad de San Marcos y de haber enseñado filosofía, teología y jurisprudencia, reserpara sí la cátedra de gramática. Presentado por el Rey al Papa para obispo de Santiago de Chile, hubo de aceptar, «aunque con repugnancia de parte de su humildad, resignándose á la voluntad de Dios. Gregorio XIII le expidió las bulas en Roma el 19 de mayo de 1574, que empiezan Apostulatus» (2), y fué consagrado en la Imperial por el señor obispo de aquella diócesis D. Antonio de San Miguel.

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Estos dos grandes entre los más grandes prelados que ha tenido la Iglesia en Chile parece que hubieran jurado solemne pacto, profundamente apostólico, de consagrar toda su inteligencia y actividad asombrosa á la más cabal organización de sus diócesis (cuanto era dable en aquellos tiempos), á fundar las instituciones más benéficas, á reprimir los abusos, y de un modo especial, á proteger y defender los derechos de los indios. Dios, que suscita hombres según las necesidades de los tiempos, quiso, á lo que entendemos, manifestar especial providencia para su Iglesia en conceder largo gobierno á estos distinguidos ministros suyos: al Señor Medellín cerca de veinte años de episcopado y al Ilmo. San Miguel más de veinte.

(1) Crónica de la S. Provincia de S. Miguel por el P. Santa Cruz, publicada en 1670.

(2) Vid. Crónica cit. El cronista Torrubia dice que el P. Medellín fué presentado en el consistorio secreto del 18 de junio de 1574.

5 Historia de las Misiones del Colegio de Chillán.

El P. Medellín, como franciscano que era, no tuvo ni con qué costear su viaje á Chile é ir á la Imperial á consagrarse. Halló su iglesia en tal estado que tuvo que ha cerlo todo, en tal manera que, al decir del señor Errázuriz <debe considerársele casi como el fundador y sin disputa el primer organizador de su diócesis.» Ni siquiera contaba con templo para celebrar los divinos oficios; pero puso tal empeño y se dió tales trazas para edificarlo que en 1590 podía decir al Rey: «Esta iglesia cathedral de Santiago. ya gloria a Dios está cubierta, que harto trabajo me ha costado..., está muy buena y el coro, placiendo a Dios, se acabará muy presto y será muy bueno y hermoso, yo le tomé a mi cargo y costa, porque, aunque la renta es muy poca, en adornar la iglesia la gasto» (1),

Antes de partir de España á su obispado, tuvo noticia de que en Chile se había promovido un pleito referente á las lindes que debían separar las diócesis de Santiago y la Imperial, y en llegando á Lima entabló querella ante la corte de España, porque la Real Audiencia de Chile había declarado pertenecer la ciudad de la Concepción á la Imperial (2) Recordaremos este asunto al hablar del ilustrísimo San Miguel.

Del estado de su Cabildo decía al Rey en carta de 6 de enero de 1577: «Los prevendados son muy mal avenidos y nunca han tenido paz; placiendo a Dios, yo se las haré tener; y el que no quisiere yo creo que se holgará Vuestra Majestad que se le embarque y se le destierre; pues no conviene que los que deben ser dechado de los otros los escandalicen con tal mal ejemplo» (3). Estas solas palabras bastan para conocer qué clase de obispo era el señor Medellín; su sola presencia de ánimo fué bastante para armonizar á los canónigos, á quienes el espíritu de ambición tenía en continuo desacuerdo desde las vacantes que dejó el fallecimiento de los obispos anteriores.

El señor Medellín fué el fundador del seminario de Santiago, él quien redujo á forma canónica el monasterio de la Limpia Concepción, conocido desde entonces por de las

(1) Archivo General de Indias, Audiencia de Chile, Est. 77, Caj. 6, Leg. 5. (2) y (3) Ibidem.

Agustinas; él quien trabajó sin descanso á fin de establecer las veinticinco doctrinas que juzgaba necesarias en su dilatada diócesis y de aumentar y regularizar su clero.

En carta á Su Majestad, en que le comunica haber practicado una visita general á su diócesis (excepto á Cuyo

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por no tener paso franco la cordillera á causa de las nieves) y confirmado á todos los indios cristianos, le dice también: «En esta visita vi en los pueblos de indios como todos ellos, chicos y grandes, viejos y viejas, niños y niñas, están ocupados en el servicio de sus encomenderos y to

dos como esclavos y aun peor tratados que esclavos» (1). Repetidas veces reclamó el señor Medellín, al mismo tiem po que lo hacía el Ilmo. San Miguel, pidiendo al Rey que remediara tamaños agravios. Felipe II ordenó al gobernador Quiroga por Cédula de 5 de agosto de 1577 que practicara una visita á toda la colonia y reglamentase la tasa de los tributos impuestos á los indios, pedida por los obispos; pero Quiroga se desentendió; y aunque su sucesor Gamboa intentó ponerla en práctica, hubo de estrellarse contra la resistencia de los encomenderos. Sin embargo, ello no fué parte á que el señor Medellín desistiera de su propósito. Era uno de esos pocos hombres de gran carácter que en las contrariedades sienten revivir su espíritu con más aliento para arrostrarlas sin miedo, ni vacilaciones. Encontró un medio de reprimir la pública y escandalosa avaricia y crueldad de los encomenderos, y ese fué prohibir á los confesores absolverlos en el tribunal de la Penitencia, si antes no presentaban atestado suscrito por el Obispo, el cual atestado, como es de suponer, no significaba otra cosa sino que los encomenderos habían restituído los bienes injustamente adquiridos, puesto orden en los tributos y pagado el conveniente salario á los indios (2). La medida produjo magníficos resultados; los encomenderos mismos, según que también lo requería el obispo, acudieron al Gobierno pidiendo la justa tasa de los tributos, lo que se llevó á efecto por lo menos en gran parte de la diócesis.

Falleció el señor Medellín en Santiago en 1593 á los noventa y siete años de edad.

«El señor San Miguel en la Imperial y el señor Medellín en Santiago, dice un ilustre historiador, fueron los iniciadores de la noble lucha en favor de los indígenas sostenida tan ardorosamente por nuestro episcopado. Si ellos no tuvieran otro título a nuestra gratitud, todavia despues de tres siglos, nos sentiríamos orgullosos ante esas dos be llas figuras de los primeros tiempos de nuestra historia que

(1) Esta carta del señor Medellín lleva fecha 4 de junio de 1580, y se halla en el Archivo general de Indias, Est. 77, Caj. 6, Leg. 5.

(2) Carta del señor Medellín al Rey, fechada á 4 de junio de 1580. Archivo General de Indias, Est. 77, Caj. 6, Leg. 5.

tan alto supieron colocar el honor de la iglesia chilena» (1). 4. El P. Azuaga.-El cuarto obispo que gobernó la diócesis de Santiago fué el P. Pedro de Azuaga, español como los anteriores, é ilustre alumno de la orden seráfica.

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Ejercía su ministerio apostólico en Nueva Granada (Colombia) desde mucho tiempo, cuando el Sumo Pontífice Clemente VIII le expidió las bulas.

(1) El presbítero D. Crecente Errázuriz en su citada obra <Los orígenes de la Iglesia Chilena, pág. 430.

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