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laga, Cadiz *, Liorna, y, segun la excelente obra de Cleghorn, hasta en la isla de Menorca **. Hemos juzgado necesario referir estos hechos, muchos de los cuales no son bastante conocidos, porque dan grande ilustracion sobre la naturaleza y las causas de esta cruel enfermedad. Ademas la opinion de que las epidemias, que desde 1795 han afligido casi todos los años la América setentrional, son esencialmente distintas de las que hace siglos se han manifestado en Veracruz, y que la fiebre amarilla ha sido importada de las costas de Africa á la Granada y de allí á Filadelfia, es tan falta de fundamento, como la hipótesis, en otro tiempo muy acreditada, de que una escuadra que vino de Siam, introdujo el vómito en América.

En todos los climas los hombres se persuaden hallar algun consuelo en la idea de que una enfermedad que se considera como pestilencial, es de orígen extrangero. Como entre la tripulacion numerosa y amontonada en barcos sucios y poco aseados, fácilmente se engendran calenturas malignas, sucede muchas veces que el principio de una epidemia data de la llegada de una escuadra: y entonces, en vez de atribuir el

* En Cadiz, en 1731, 1733, 1734, 1744, 1746 y 1764; y en Málaga, en 1741.

** De 1744-1749. (Tommasini, sulla febbre di Livorno del 1804, pág. 65.)

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Labat, Voyage aux Iles, tom. 1, pág. 73. Sobre la peste de Boullam, en Africa, veáse Chisholm, on pestilential fever, pág. 61; y

Miller, Histoire de la fièvre de New-York, pág. 61; Volney, Tableau du sol de l'Amérique, tom. 11, pág. 334.

IV.

I 1

mal al aire viciado que contienen las embarcaciones faltas de ventilacion, ó la influencia de un clima ardiente y malsano en lós marineros recien desembarcados, se asegura que la han traido de un puerto vecino en donde ha tocado la escuadra ó convoy durante su navegacion de Europa á América. Asi es que muchas veces se oye decir en Méjico que el navío de guerra que ha conducido tal ó tal virey, ha traido la fiebre amarilla que habia cesado muchos años antes; yasi es que durante la estacion de los grandes calores, la Habana Veracruz y los puertos de los EstadosUnidos se acusan mútuamente de recibir el uno del otro, el gérmen del contagio. Lo propio sucede con la fiebre amarilla, que con el typhus mortal conocido con el nombre de peste de Oriente, que los egipcios atribuyen al arribo de los barcos griegos, al paso que en Grecia y Constantinopla la creen venida de Roseta ó Alejandría. *

Pringle, Lind, y otros médicos distinguidos, consideran nuestras afecciones biliosas de verano y otoño, como el primer grado de la fiebre amarilla. Tambien se manifiesta alguna aunque débil analogía en las calenturas perniciosas intermitentes que reinan en Italia descriptas por Lancisi, si, y recientemente por el célebre Franck *** , en su tratado de nosografía gene

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Pugnet, sur les fièvres du Levant et des Antilles, pág. 97 y 331. ** Lind, Sur les maladies des Européens dans les pays chauds, pág. 14. Berthe, Précis historique de la maladie qui a régné en Andalousie, en 1800, pág. 17.

*** Fetrus Franck, de curandis hominum morbis, tom. 1, pág. 150.

ral. En la campiña de Roma afirman haberse visto morir, de cuando en cuando, algunos individuos con casi todas las señales patognomónicas de la fiebre amarilla, la ictericia, el vómito y las hemoragias. A pesar de estas analogías, que no son accidentales, en todos los parages en que la fiebre amarilla toma el carácter de una enfermedad epidémica, se la puede considerar como un typhus sui generis que á un tiempo participa de las calenturas gástricas y de las ataxo-adynámicas *. Por consiguiente las calenturas estacionarías biliosas y las perniciosas intermitentes que reinan en las márgenes del Orenoco, en la costa que se extiende desde Cumaná al cabo Cordera, en el valle del rio de la Magdalena, en Acapulco, y en muchos otros parages húmedos y malsanos de las colonias que hemos visitado, las distinguiremos del vómito prieto ó fiebre amarilla que hace sus estragos habitualmente en las Antillas, la Nueva Orleans y Veracruz.

El vómito prieto hasta ahora no se ha manifestado en las costas occidentales de la Nueva-España. Los habitantes de la costa que se extiende desde el embocadero del rio Papagallo, por Zacatula y Colima, hasta San Blas, estan sujetos á padecer calenturas gástricas

La analogía que se observa entre el cholera morbus, la calentura biliosa, y la calentura gastro-adynámica, está indicada con mucha sagacidad en la hermosa obra de M. Pinel, Nosographie philosophique (3a edic.), tom. 1, pág. 46 y 55.

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Nosographie, tom. 1, pág. 139-152, y pág. 209. M. Franck designa la fiebre amarilla con el nombre de febris gastrico - ner

vosa.

que frecuentemente degeneran en adynámicas, y se podria decir que casi continuamente reina una constitucion biliosa en aquellos llanos áridos y ardientes, entrecortados de balsas pequeñas de agua que sirven de guarida á los cocodrilos. *

En Acapulco, las calenturas biliosas y el cholera morbus son bastante frecuentes, y los mejicanos que bajan de lo alto de la mesa para hacer acopios cuando llega el galeon, suelen perecer á manos de aqueltas enfermedades. Ya hemos descripto mas arriba la posicion de aquella ciudad, cuyos infelices habitantes, atormentados por terremotos y huracanes, respiran un aire ardiente, lleno de insectos y viciado con emanaciones pútridas: una gran parte del año no ven el sol sino cubierto de una nube de vapores de color de aceituna que no causan el menor efecto en el hygrómetro colocado en las regiones bajas de la atmósfera. Si se comparan los planos de los dos puertos que se hallan ** en mi Atlas de la Nueva-España, es fácil inferir que el calor debe ser aun mas bochornoso, el aire mas estancado, la existencia del hombre mas insoportable en Acapulco, que en Veracruz. En el primero, á la manera de la Guaira y Santa Cruz de Tenerife, las casas estan respaldadas á un muro de peña que calienta el aire con la reverberacion. La concha del puerto está de tal manera rodeada de mon

* Cocodilus acutus. Cuvier.

** Lám. Ix y xvIII.

tañas, que para dar algun acceso al viento del mar, durante los ardores del verano, el coronel don José Barreiro, castellano ó gobernador del castillo de Acapulco, hizo abrir al NO. un corte de montaña; obra atrevida, que en el pais llaman la Abra de San Nicolas, y que ciertamente no ha sido inútil. Durante mi residencia en Acapulco, como pasaba varias noches al sereno para hacer observaciones astronómicas, dos ó tres horas antes de salir el sol, cuando la temperatura era muy distinta de la del continente, sentí constantemente un airecillo que venia del abra de San Nicolas. Esta corriente de aire es tanto mas saludable cuanto que la atmósfera de Acapulco está apestada por los miasmas que se levantan de un charco llamado la cienaga del Castillo sita al E. de la ciudad: las aguas hediondas de este charco desaparecen todos los años, por cuyo motivo perecen inumerables pececillos tarácicos de piel mucilaginosa, que los indios llaman popoyote ó ajolotl *, aunque el verdadero ajolotl de los lagos mejicanos (siren pisciformis de Saw) es esencialmente diverso de aquel, y segun M. Cuvier no es otra cosa mas que la larva de una grande salamandra. Estos peces, que se pudren á montones, esparcen emanaciones en el aire vecino, que con razon se consideran como la

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El ajolotl de Acapulco nada tiene de comun con el del valle de Méjico, sino el color es un pescado escamoso, con dos aletas dorsales, de color moreno aceitunado, sembrado de manchitas amarillas y azules.

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