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Si fijamos sucesivamente la vista en las regiones equinocciales de la América, en los Estados-Unidos y en los parages de Europa en que la fiebre amarilla ha hecho estragos, vemos que, á pesar de la igualdad de temperatura que reina durante varios meses del verano, en estas zonas harto distantes entre sí, la enfermedad se presenta bajo un aspecto diverso. Su carácter de no contagiosa, es casi universalmente reconocido entre los trópicos. En los Estados-Unidos, ya se le disputa vivamente este carácter por la facultad de medicina de la universidad de Filadelfia, asi como por MM. Wistar, Blane, Cathral, y otros médicos distinguidos. En fin, avanzando al NE. en España, la hallamos indudablemente contagiosa, como lo prueban los ejemplos de individuos que aislándose se han preservado de ella, aun estando en medio del foco del mal.

Cerca de Veracruz, la hacienda del Encero, que he hallado estar á 928 metros de altura sobre el nivel del Océano, es el límite superior del vómito. Ya hemos observado antes, que los robles mejicanos solo llegan hasta aquel punto, no pudiendo vegetar en el calor que basta para desarrollar el gérmen de la fiebre amarilla. Los individuos que han nacido y se han criado en Veracruz, no estan sujetos á esta enfermedad: lo propio sucede con los habitantes de la Habana que no han salido de su patria, pero sucede que varios comerciantes nacidos en la isla de Cuba, y que la habitan desde muchos años, les ataca el vómito

prieto, cuando sus negocios les precisan á pasar á Veracruz en los meses de agosto y setiembre, en que la epidemia reina con su mayor fuerza. Asimismo se ha visto que algunos españoles americanos, naturales de Veracruz, han perecido víctimas del vómito, en la Habana, la Jamaica ó los Estados-Unidos. No hay duda en que estos hechos son muy notables, considerándolos bajo el aspecto de las modificaciones que presenta la irritabilidad de los órganos. A pesar de la grande analogía que hay entre el clima, de Veracruz y el de la isla de Cuba, el habitante de la costa mejicana, insensible á los miasmas que contiene el aire de su pais nativo, sucumbe á las causas excitativas y patogénicas que obran sobre él en la Jamaica ó la Habana. Es probable que, en el mismo paralelo, sean casi idénticas las emanaciones gaseosas que producen las mismas enfermedades; pero con todo eso, una ligera diferencia es bastante para desordenar las funciones vitales, y determinar aquella serie particular de fenómenos que caracterizan la fiebre amarilla. Asi es como (segun lo he hecho ver con una larga serie de experiencias, en las cuales la excitacion galvánica sirve para medir el estado de irritabilidad de los órganos) los agentes químicos excitan los nervios, no solo por las calidades que les son propias, sino

Experiencias sobre la irritacion de la fibra muscular y nerviosa (en aleman), tom. 11, pág. 147. El segundo tomo de esta obra, que se ha publicado despues de mi salida de Europa, no se ha traducido en frances.

tambien por el órden con que se aplican los unos despues de los otros. Bajo la zona tórrida, en donde la presion barométrica y la temperatura del aire son casi iguales todo el año, y las mareas eléctricas, la direccion del viento y todas las demas variaciones meteorológicas se suceden con inmutable uniformidad, los órganos del hombre acostumbrado desde su cuna á unas mismas impresiones en el clima nativo, se hacen sensibles á las menores variaciones de la atmósfera que le rodea y esta sensibilidad extrema hace que el habitante de la Habana, trasladado á Veracruz mientras que el vómito está haciendo los estragos mas crueles, corre algunas veces la misma mala ventura que los individuos no connaturalizados *. Digo algunas veces, pues en general los ejemplos de que los colonos naturales de las Antillas se vean atacados de la fiebre amarilla en Veracruz, en los Estados-Unidos, ó en Cadiz, son tan raros, como los ejemplos de negros que mueren de esta enfermedad.

De otra parte es un fenómeno muy notable, que en las regiones equinocciales, Veracruz, la Habana y Portocabello, los indígenas no tienen porque temer el azote de la fiebre amarilla, al paso que en la zona tem

* M. Pugnet (sur les Fièvres de mauvais caractère, pág. 346) ha hecho la misma observacion en los naturales de Santa Lucía que pasan á las islas vecinas.

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Luzuriaga, tom. 1, pág. 133. MM. Blane y Carey citan quince negros y negras muertos de la fiebre amarilla en la isla de la Barbada Ꭹ en Filadelfia.

plada, en los Estados-Unidos y en España, los indígenas estan tan expuestos como los extrangeros. ¿Deberemos buscar la causa de esta diferencia en la uniformidad de las impresiones que experimentan los órganos del habitante de los trópicos, rodeado siempre de una atmósfera que varia muy poco en su temperatura y en su tension eléctrica? Quizá tambien la mezcla de las emanaciones pútridas es siempre la misma en el terreno constantemente calentado por los rayos del sol y cubierto de despojos orgánicos. El habitan de Filadelfia ve suceder á un invierno semejante al de Prusia, un verano cuyos calores igualan á los de Nápoles; y á pesar de la extrema flexibilidad que se nota en la organizacion de los pueblos del norte, no consigue, por decirlo asi, connaturalizarse en el mismo pais en que nació.

de

Los blancos y los mestizos que habitan la mesa interior del reino de Méjico, cuya temperatura media es de 16 ó 17°, y en donde algunas veces desciende el termómetro aun mas abajo del punto de congelacion, cuando bajan del Encero al Plan del Rio y allí á la Antigua y al puerto de Veracruz, enferman del vómito con mas facilidad que los europeos ó los habitantes de los Estados-Unidos que llegan por mar. Estos últimos, como van pasando por grados á las latitudes australes, poco á poco van preparándose á los grandes calores que experimentan al llegar á tierra. Los españoles mejicanos, por el contrario, cambian repentinamente de clima, cuando en el espacio

de pocas horas, pasan de la region templada á la zona tórrida. La mortandad es especialmente grandísima en dos clases de hombres cuyos hábitos y.modo de vivir son muy diferentes, cuales son los arrieros que estan expuestos á fatigas extraordinarias cuando bajan con sus recuas por caminos tortuosos semejantes á los del San Gotardo, y los soldados reclutas destinados á completar la guarnicion de Ve

racruz.

Eestos ltimos tiempos se han prodigado todo género de cuidados á estos desgraciados jóvenes nacidos en la mesa mejicana, en Guanajuato, Toluca ó Puebla, sin haber conseguido libertarlos de la influencia de los miasmas destructores de la costa: los han dejado durante algunas semanas en Jalapa para irles acostumbrando á una temperatura mas elevada; les han hecho bajar á Veracruz á caballo y de noche, con el objeto de libertarlos del sol al atravesar los llanos áridos de la Antigua; en Veracruz los han alojado en habitaciones bien aireadas; mas no por eso se ha observado que la fiebre amarilla los atacase con menos violencia que á los militares con quienes no se habian tomado todas esas precauciones. Pocos años ha que, por una reunion de circunstancias extraordinarias, de trescientos soldados, todos de 18 á 25 años, murieron 272 en el espacio de tres meses: pero á mi salida de Méjico, el gobierno se proponia al fin llevar á efecto la idea de confiar la defensa de la ciudad y del castillo de San Juan de Ulua á algunas

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