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CAPÍTULO XII

EL ILMO. ESPIÑEIRA EN EL CONCILIO LIMENSE DE 1772;
LO QUE FUÉ PARA EL COLEGIO DE CHILLÁN; SU FALLE-
CIMIENTO.

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1. El Rey manda reunir concilio contra el probabilismo laxo.-El rey Carlos III, de acuerdo con el Sumo Pontífice, mandó reunir concilio en sus estados por Cédula de 21 de agosto de 1769 (llamado por su extensión tomo regio) para exterminar el probabilismo laxo que, al haberse autorizado, habría hecho tabla rasa de la moral salvadora de Nuestro Señor Jesucristo. El sistema moral, conocido con el nombre de probabilismo, establece que en la duda sobre la licitud de las acciones puede seguirse con conciencia recta y solidamente probable la opinión que favorece á la libertad contra la que es favorable á la ley. Este sistema llegó á tener muchas faces con el andar del tiempo, y según ellas tomó diversos nombres, cuales los de probabiliorismo, equiprobabilismo, etc. y algunos autores lo degeneraron en laxismo, ó sea que se podía seguir en la práctica la opinión favorable á la libertad, por leve que fuese el fundamento en que se apoyara. (1) Más claro: si algunos autores sostenían como opinión probable ser lícito dar muerte á un tirano gobernante, con la misma probabilidad podía llevarse al cabo; y si un súbdito encontraba probabilidad de excusar el cumplimiento de una ley, también podía hacerlo, et sic de coeteris.

Tan licenciosa libertad de opinar se había atraído la reprobación y condenación de la Santa Iglesia en repetidas ocasiones, como es de suponerlo, puesto que es derecho y deber suyo anatematizar y reprobar toda doctrina contraria á la moral de Nuestro Señor Jesucristo, porque

(1) PERUJO, «Diccionario de Ciencias Ecclesiásticas», t. VIII, pág. 516.

de otra manera no se conservaría el depósito de la fe cristiana, la unidad de la Iglesia y el principio de autoridad indispensable á toda sociedad, máxime á la más perfecta de todas, cual es la á que nos referimos; muy al revés de lo que sucede en la sociedad protestante, de la cual con sobrada razón pudo escribir Bossuet su inmortal obra «Variaciones de la iglesia protestante», el cual título es la mejor refutación de aquella secta, porque si varía no es verdadera, bien entendido que en lo fundamental de una religión como en metafísica no hay progreso ni variación posible.

El probabilismo laxo, ó laxismo, como se le llama ahora, introducido en Europa, principiaba á correr abundante en América, por lo que, al decir del Ilmo. Espiñeira, era necesario «cerrarle el paso y secar los pozos en donde se beben las aguas turbias de tan perniciosa doctrina».

Distinguióse en el citado concilio limense el obispo de Santiago de Chile D. Manuel de Alday, que predicó la apertura de la primera sesión; pero mncho más brilló el de la Concepción D. Fr. Pedro Angel de Espiñeira, acaso porque el virrey Amat, que lo había recomendado ante Carlos III para la sede de esta diócesis, le proporcionara ocasión de manifestar los altos quilates de su indiscutible talento.

2. La «Oración» (discurso) del Sr. Espiñeira.-La segunda sesión (día 8 de noviembre de 1772) se abrió con un discurso de nuestro obispo, tomando por tema aquellas palabras del Evangelio de San Lucas: Designavit Dominus... El exordio, proporcionado y oportuno, habla de la necesidad de reunir concilios con frecuencia para detener los males; porque, aunque hay sobra de leyes, cánones y decisiones emanadas de la santa Iglesia, sin embargo, <<supónese habitual la necesidad de este remedio-dicepor ser tambien habitual la inclinacion de nuestra viciada naturaleza a la relajacion», y tanto «que el grande arzobispo de Milan S. Carlos Borromeo considera origen de los trabajos de la Iglesia» esa misma pecadora inclinación. Así, discurriendo sobre la materia, viene á caer sin esfuerzo y de la manera más natural en la proposición del asunto

con palabras del tomo regio, esto es, que «la intrusion de doctrinas relajadas y nuevas en la moral cristiana pone a la Iglesia en la necesidad de aplicarse a su exterminio».

Pasa á la narración, exponiendo los medios de que Nuestro Señor Jesucristo se valió para propagar su celestial doctrina; pero he aquí que luego se descargó un diluvio de pestilentes aguas para emponzoñar las puras fuentes de la doctrina evangélica; figura á la Iglesia en aquella bellísima mujer vestida del sol, coronada de estrellas, á quien sirve de escabel la luna, como se dice en el Apocalipsis; las persecuciones y contrariedades de la santa Iglesia, son el dragón infernal dispuesto á tragarse el fruto de las entrañas de esta madre virgen y el diluvio de malas doctrinas en el caudaloso río que sale de la boca del mismo dragón. Pasa en revista los tres siglos de persecuciones y de martirios de todo género, las innumerables heregías que la misma Iglesia ha tenido que destruir y su constante lucha para mantener la sana doctrina y la moralidad de las acciones. ¡Y con qué oportunidad trae á cuenta aquella sentencia con que S. Bernardo describe en tres palabras los padecimientos de la Iglesia, que son <amargos en el sacrificio de sus mártires, mas amargos en el conflicto suscitado por los herejes y amarguísimos por las malas costumbres de sus domésticos»>!

Considera en seguida que la santa Iglesia padece aflicción por el diluvio de doctrinas nuevas, laxas y relajadas que los mismos que se precian de ser sus ministros, dispensadores de los santos misterios, tratan de introducir en la moral cristiana, presentando campo abierto á la disolución de las costumbres. No hay licencia, no hay abuso, no hay vicio, que no tenga su punto de apoyo en el bárbaro sistema llamado probabilismo laxo; de ese inmundo. cenagal brotan todas las doctrinas que alejan á los cristianos de las máximas evangélicas, y robustas é insolentes se alzan la soberbia, la avaricia, el libertinaje, el fausto, el lujo, la ostentación y hasta los regicidios. Prueba con abundante acopio de doctrina tomada del santo Evangelio, de los doctores y grandes escritores de la Iglesia, la

aberración funesta del probabilismo laxo y confirma con

solidez sus razonamientos.

Insinúa finalmente el medio de que deben echar mano los PP. del concilio limense para detener el mal, esto es, que se enseñe en las escuelas por textos aprobados, se prohiban los libros de autores probabilistas laxos y se condene el pernicioso sistema. «La juventud incauta, que entra ansiosa a darse una tintura de instruccion moral— dice-apura estas doradas copas sin reparo; y como carece todavia de las luces necesarias para discernir lo útil de lo peligroso, todo lo traga juntamente, alimentando sus estudios con esta leche inficionada para defender con el tiempo y adoptar como sistema lo que en sus niñeces aprendió sin refleccion».

Para el Ilmo. Espiñeira la moral católica debe ponerse en el justo medio que la caracteriza, evitando por una parte la halagadora laxitud y por otra el seño insufrible del rigorismo.

3. Su «Dictamen» escrito por encargo de los PP. Capitulares.- La Oración pronunciada por el obispo de la Concepción de Chile en el concilio limense de 1772 no dejó que desear; la satisfacción de los PP. conciliares y del pueblo fué inmensa, tanto que los mismos PP. le encargaron escribir un dictamen sobre el tomo regio y las conclusiones á que debía arribar el concilio, que fueron recibidos con general aplauso.

Pone al frente de su Dictamen, más bien como epígrafe, para que se vea á qué obedece la reunión del concilio, que como tema, aquellas palabras del tomo regio: ...«Cuide el concilio y cada Diocesano en su Obispado de que no se enseñe en las cátedras por autores de la Compañía proscriptos, restableciendo la enseñanza de las Divinas Letras, Santos Padres y Concilios y desterrando las doctrinas laxas y menos seguras e infundiendo el amor y respeto al Rey y a los Superiores como obligacion tan encargada por las Divinas Letras». Y como desentendiéndose del real mandato, principia su Dictamen así:

«La nimia libertad y licencia en opinar es ciertamente el origen de la relajacion que padece la Moral Cristiana.

En vano se fatigaran los Superiores amontonando leyes, multiplicando preceptos e ingeniando remedios para arreglar las costumbres de sus súbditos mientras se lean esparcidas en libros tantas opiniones laxas que, bajo el pretexto de favorecer la libertad, inutilizan la fuerza de la ley y sueltan las riendas al libertinaje. Apenas se dará caso... sobre que no hallen los súbditos opinion probable que los declare libres y exentos de su cumplimiento y aseguren su conciencia en la transgresion».

Continúa el Ilmo Espiñeira ilustrando la materia y exponiendo todas las condenaciones y reprobaciones que el probabilismo laxo ha recibido de los papas, de los concilios, de los obispos, de las órdenes religiosas, de sabios escritores de la Iglesia, y arriba a las conclusiones siguientes, que ponemos en compendio:

1.a «Que señale el concilio para la pública y uniforme enseñanza aquel o aquellos autores cuyas sumas puedan seguirse sin peligro, con rigurosa exclusion de las demas>>; 2.a que ninguno sea admitido á las sagradas órdenes sin que presente sus libros de estudio al diocesano: la Biblia, concilios tridentino y limense, y sinodales del obispado, con aseveración jurada de ser de su propio uso y dominio; 3. que a ninguno se le permita ejercer los divinos ministerios de la predicación, dirección de las almas y enseñanza, sin previo juramento de adoptar la doctrina más sana, más probable, más segura y conforme al santo Evangelio é inteligencia de los SS. Padres; 4.a que acerca de este punto se tenga sumo cuidado en los seminarios y se observe el plan de estudios que para la uniformidad ha encargado el Rey que hagan los prelados de España; 5. que cada año se haga un elenco de las materias que deban tratarse, evitando disputas sobre asuntos intrincados y metafísicos que no conduzcan á ninguna utilidad en la práctica; 6.a que se restablezcan las conferencias morales del clero en donde haya decaído esta práctica tan importante, siguiendo las doctrinas más sólidas y verdaderas, como lo ordenó en 1725 el Concilio Romano; 7.a que haya vigilancia sobre los predicadores de la divina palabra; 8.a que entre algún punto de doctrina cristina en los panegíricos y oraciones

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