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pueblo ¿qué ley lo ha fijado? ¡Ninguna! Sólo el tiempo y el grado de perfección á que han llegado las colonias que no forman integridad física con su metrópoli se encargan de probarlo. Cierto que no hay derecho contra derecho, especulativamente hablando; pero en la práctica es otra cosa: deben tomarse muy en cuenta los títulos que se alegan y el concepto que los acompaña: de otra manera no se verían invadidos diariamente de litigantes los tribunales de justicia, con haber leyes positivas que deslindan la propiedad particular, disputada muchas veces de buena fe. Sobre estos litigios cae al fin el fallo de los jueces, que por de contado no satisface á la parte que ha perdido la cosa disputada; apela, las cortes confirman la sentencia de primera instancia; sin embargo, el apelante sigue creyendo que se le ha despojado de su derecho. Pero, sea justa ó injusta la sentencia, fuerza es someterse de hecho al fallo. En la emancipación de un pueblo por el contrario: allí no imperan sino el hecho y la fuerza.

Suele aducirse como causa bastante para la emancipación de una colonia el mal gobierno que sobre ella ejerce su metrópoli; pero que esto sucediera en América en el siglo XVIII no me lo persuado. Por lo que hace á Chile nunca tuvo aquí mejores gobernantes España que en la segunda mitad de ese siglo, y á no dudarlo algunos fueron verdaderos modelos, cuales Amat, Jáuregui, Guzmán y muy particularmente D. Ambrosio O'Higgins, no superado después por los presidentes de la república. Y si fijamos la mente en las leyes que dió España para el régimen de sus colonias, fuerza es convenir en que ninguna nación conquistadora las ha dado más evangelicamente humanitarias, con relación á los indios, por quienes los reyes se mostraron siempre solícitos y paternales, excepción hecha de algunos errores cometidos de buena fe, especialmente en los primeros tiempos.

Hubo abusos y crueldades inauditas con los indígenas de América: cierto! pero no las cometió España; obra fué de los subalternos mandones, que al decir de Cantú llegaron á constituir para sí este bárbaro lema: Dios se halla muy alto; el rey muy lejos; el dueño aquí soy yo. Pues bien,

se nos objetará, si España ponía en América tales mandones á ella debe cargarse la responsabilidad. Contestamos que España generalmente no mandaba malos gobernantes, sino que éstos á la sombra de la distancia en que ejercían el mando se convertían en déspotas, y que el recargo de atenciones de la corte en atender al sinnúmero de posesiones ultramarinas y la dificultad de comprobar tales abusos hacían lenta y muchas veces infructuosa la justicia. -No debió abarcar tantas posesiones. Así debiera haber sido; pero ello es una utopia: ¿Cuándo la humana ambición reconoció límites? Ahí está Inglaterra insaciable en aumentar su imperio colonial, sin prever el abismo á donde irá á parar el día de mañana, á semejanza de los persas, griegos, romanos, portugueses y españoles. Hay deberes á que sólo se someten las naciones á fuerza de golpes y reveses de la contraria suerte.

La España tan censurada de cruel con los indígenas lo ha sido mucho menos de lo que se pondera; y por lo que hace á los inapreciables bienes de la civilización que ha llevado á sus colonias, conviene no olvidar lo que dice el exprotestante Joung, esto es, que Inglaterra apenas ha ejercido influencia en 100.000 indios, mientras España ha civilizado más de 20.000.000 (1).

Muchos cargos razonables, pero también muchos otros injustos se hacen á España. Los protestantes hallan indecible fruición en que se propaguen los dicterios contra las crueldades de ella para que se olviden las propias; la odian de muerte porque fué profundamente católica y en sus mejores tiempos el azote del protestantismo. De Inglaterra nadie dice mal sino en voz baja, porque aun se sostiene en el apogeo de la fuerza; de España, como árbol caído, todos quieren hacer leña: y lo peor es que, cuando los americanos principian á olvidar sus enojos consiguientes á la guerra de la independencia, los españoles (Quintana y Nuñez de Arce por ejemplo) lloran amargamente en magistrales versos su pasada tiranía, implorando por ello perdón y clemencia de la América.

(1) Paises Católicos y Protestantes, versión castellana. (Saenz y Jubero, editores, Madrid, 1903).

Lo de que un mal gobierno sea causa para la emancipación de un pueblo, eso pudiera darse cuando se hace insufrible y sin remedio. ¿Eran tales los gobiernos coloniales en los tiempos próximos á la independencia? Eso es lo que no se ha aprobado, y nosotros no lo intentaremos, por temor de que falten las pruebas.

mayor

Pero las naciones americanas habían llegado á la edad y lo probaron con las armas en la mano: pot factum se ha conocido que algunas no necesitaban de tutor, que podían gobernarse por sí solas y que han alcanzado tanta ó más vitalidad y progreso que su antigua metrópoli, entre las cuales, por cierto, debe contarse á Chile; pero otras se han quedado envueltas en pañales y casi tan atrasadas como el día de su emancipación.

Por lo que hace á los PP. del Colegio, no se halla concepto alguno de sus numerosos escritos en que revelen la más insignificante duda sobre los legítimos derechos de España; defendían lo que en conciencia consideraban posesión de su patria y probaron ser patriotas de verdad.

En Chile se les ha censurado por ello y se ha aplaudido al sinnúmero de eclesiásticos partidarios de la revolución: la Historia debe pesar los hechos en el fiel de unas mismas balanzas: si censura á los unos, debe censurar á los otros; y si aprueba á aquellos, debe aprobar á estos.

Restaría saber si entre los PP. del Colegio hubo alguno que degradara su ministerio, como lo hicieron otros eclesiásticos adictos á la independencia, que llegaron á cambiar su traje por el arreo militar. ¡No hubo ninguno que deshonrara el hábito religioso! Por consiguiente, no hay que buscar entre ellos ni un Hidalgo, ni un Morelos como en Méjico, ni un Aldao y ni un Beltrán como en la Argentina, ni siquiera un Camilo Henriquez como en Chile.

CAPÍTULO XXIII

EL SEMINARIO DE NATURALES

1. Progresos del Seminario, nuevos alumnos.Mientras los emigrados chilenos en unidad de propósitos con los argentinos disciplinan batallones al oriente de los Andes para emprender la reconquista de nuestro país, volvamos al Seminario de Naturales, el cual, en fuerza de un decreto del Gobierno insurgente, terminó sus funciones con el año 1811 á causa de habérsele negado los auxilios de subsistencia. En otro lugar hablamos de su fundación, organización y ventajas alcanzadas hasta el año de 1794; ahora daremos á conocer los frutos obtenidos desde ese año..

No son escasas las noticias que de este benéfico establecimiento existen en los archivos; pero en ninguno hemos encontrado el número total de indígenas que recibieron educación en él, no obstante haber dirigido á ese punto el principal conato de investigación. Sin embargo, creemos haber alcanzado datos casi completos.

En una representación documentada que el Colegio de Chillán dirigió á su Majestad en 1816 le dice: «El fruto que se sacó de los indios es como sigue: Dos clérigos sacerdotes; uno de ellos muerto—al presente y el otro es teniente cura del obispado de Santiago. Un Religioso dominico, sacerdote, que tomó el hábito en dicha capital. Dos franciscanos: uno es corista y acaba de concluir filosofia: el otro despues de haber estudiado filosofia y teologia y ordenado de sacerdote, fué destinado por sus prelados para maestro de gramática en Mendoza y hoy se halla capellan de la guarnicion de un fuerte construido a la otra banda de la cordillera para resguardo de los indios pehuenches, a fin de que los aconseje como a hermanos.

Otro de sus alumnos está estudiando la teologia en la capital del Reino. Otros dos se presentaron para seguir uno la carrera de la medicina y otro la de leyes. En la milicia se hallan incorporados dos con plazas de distinguidos, y otro mas con la de sargento. En la Isla de la Laxa vive uno casado y bien acomodado. Este sacó de la infidelidad a su madre, a una hermana y a un sobrino, los que tiene a su lado: mantiene escuela para los pobrecitos de aquel pais: ha hecho muchos buenos servicios entre los indios a favor de los Españoles... Otro está casado en Jumbel y es el maestro de escuela en aquella Plaza. Algunos con la buena letra se han acomodado en los escritorios de diferentes personas; y muchos se han dedicado de propia voluntad a oficios mecánicos de su inclinacion; pero todos bien zangados en la Doctrina Cristiana y con la ventaja de saber leer y escribir por lo menos; advirtiendo que ninguno de cuantos salieron de la tierra-de los indios-para alumno del Colegio ha vuelto a la infidelidad. Esto en cuanto a los Indios» (1),

No da tan autorizado testimonio el número y nombre -de los colegiales indígenas; sin embargo, hemos llegado á descubrir más de treinta, de los cuales dejamos apuntados diez y nueve en otra parte. A ellos se agregan Roque Nahuelhuán, que, traído de Quilaco por el P. Blasco, se le admitió en septiembre de 1804, á dos más que no se nombran dió plaza de seminaristas el 13 de enero de 1806 el intendente Alava; en enero de 1807 ingresaron Ligmanque, Marihuenu y Panguemilla; en octubre de 1809 Juan Antinao; en marzo de 1810 Francisco Nequil y Francisco Pilluncura, traídos de Dallipulli por el P. Larranaga, y con ellos ingresó también Atanasio Loncomilla; dos más admitió la Junta de Gobierno de Santiago el 20 de marzo de 1811, según lo comunicó el secretario Argomedo (2).

2. Tres pasan á Santiago á estudiar filosofía y medicina. Como el artículo 19 del reglamento ordenara que, en llegando los alumnos á la edad de 18 años y sa

(1) Archivo General de Indias en Sevilla. Audiencia de Chile, Est. 128, caj. 6 leg. 7.

(2) Vid. Vol. 5.o, 6.o, y 7.° arch. del Colegio (años correspondientes).

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