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previamente de tan importante negocio, confirieran en sesiones correspondientes á tres días seguidos, «como suele hacerse cuando se han de tratar casos graves y pertenecientes a la utilidad y provecho del Colegio», les dice, sobre si convendría ceder al Rey el proyectado edificio, con toda la amplitud que pide el Superior Gobierno. «Y si en estos términos tan amplios, agrega, halláremos no serle útil a este nuestro Colegio..., conferiremos y deliberaremos en que térmimos le será útil..., de modo que las piadosas intenciones del Rey no queden frustradas, ni este nuestro Colegio perjudicado... Los cuales tratados se harán ante un Escribano público, o notario, que de ello de fe».

El primer congreso se tuvo el día 17 de noviembre de 1806, presentes el escribano público de su Majestad y del Cabildo don Manuel Arriagada y los testigos don Mariano de Castro y don Casimiro Cabrera, presidido por el P. Fuentes y el señor Síndico del colegio don Santiago Roldán.

Conferenciada largamente la materia, acordaron: 1.o «ser útil y provechoso al Colegio ceder al Rey el nuevo edificio que se va a construir», pero «con la precisa condicion de que el dicho edificio y terreno que cedemos no haya de tener otro uso ni destino que para Seminario de Naturales y al gobierno y direccion de los PP. del Colegio, como en el día lo está, de modo que si por algun acontecimiento el dicho seminario dejare de serlo, o se pusiere á la dirección de otras personas, por el mismo hecho dicha fábrica, o Seminario de Naturales, ha de volver al dominio de la Silla Apostólica y uso de los Padres Misioneros>>; 2.° «dijeron no ser cosa útil y provechosa, sino muy inutil y perjudicial al dicho Colegio, ceder al Rey nuestro señor el nuevo edificio... con toda la amplitud que pide el Superior Gobierno en su providencia, de modo que en culaquier tiempo pueda su Majestad hacer de él el uso que tuviera por conveniente» (1).

¡Qué listos y agudos se manifestaron nuestros PP. en este negocio y qué digno de imitación el proceder de su prelado!

(1) Capitanía General, Vol. 465, Arch. Nac.

Volvieron á conferir este negocio en los días 18 y 19, en que no hicieron más que ratificarse en el primer acuerdo. Levantaron un acta, y suscrita por todos los concurrentes (1) se le extendió patente al Sr. síndico don Santiago Roldán para que hiciera la donación al Rey á tenor de lo estampado en el acta, como de verdad lo hizo. Al mismo tiempo el P. Fuentes dirigió otra representación al Presidente y copia de la misma al P. Serrano, procurador que tenía el Colegio en la capital, el cual pidió que el acta de lo acordado en Chillán se agregase al antiguo expediente y que no perdieran de vista los ministros reales que, «cuando el Colegio admitió en su seno el Seminario, fué con la expresa clausula de provisional e interinamente»; interinato que se había prolongado más de lo razonable.

En vista de estos antecedentes se pidió dictamen al Administrador de Temporalidades, el cual lo dió en todo favorable á los PP. y más espléndido que pudiera esperarse. «Las razones en que se funda el R. P. Guardian y Misioneros del Apostólico Colegio de Chillan para contradecir la cesion a su Majestad de los nuevos edificios son tan poderosas (dice el administrador Lurquin) que no pueden refutarse. Es cierto que la parte del Colegio que ocupa el seminario fué meramente provisional, ínterin se proporcionaba un edificio competente: tampoco tiene duda que la construccion de este edificio o la habilitacion de otro debía ser de cuenta de S. Majestad y precisamente en aquel Colegio, si el seminario ha de estar en Chillan, porque al cargo de aquellos Religiosos resulta una porcion de ahorros considerables... ademas de esto, debe tenerse presente que las Temporalidades se han ahorrado el alquiler que en cualquiera otra parte se hubieran pagado lo menos 250 pesos cada año; que en veinte años que está establecido en el colegio asciende a la cantidad

(1) Fuera de los nombrados, suscribieron también los PP.: Miguel Ascasubi, Francisco Javier Ramírez, Gil Calvo, Juan López Aro, José Navascués, Luis Aguilar, Manuel Jarauta, Francisco Martínez, Salvador Racela José Romero, Antonio Banciella, Agustín Palma, Domingo Feijoo, Diego Santamaría, Andrés de la Asupción, Cayetano Carpintero, José Fernández, Francisco Rocha y Francisco Guiscafré.

de 5.000 $, conque lejos de propender a una propiedad absoluta sobre el sitio y edificios que ha de ocupar el seminario... se deben darse las gracias a los Padres misioneros porque nada exigen, ni han exigido por razón de arrendamiento... ni por la educacion de los seminaristas». No ve razón alguna el Administrador del ramo de temporalidades porque la real hacienda aspire á apropiarse el sitio y nuevo edificio y es de parecer que se acepte la cesión en la forma que la proponen los PP.

El fiscal en su vista se adhirió al dictamen de Lurquín; en consecuencia el Gobierno decretó con fecha 17 de febrero de 1807 se aceptasen las propuestas del superior del Colegio.

De todo lo referido se ve claramente que el Seminario de Naturales nunca estuvo fuera de los muros del Colegio de Misioneros; porque, si en 1807 se trasladó al sitio de que hemos hablado; mal pudiéramos creer que entre este año y el de 1811, en que terminó por resultas de la revolución de la independencia, hubiera cambiado de local (1),

Los frutos que alcanzó este establecimiento, por lo que atañe á los indígenas, no fueron abundantes, cierto; pero ¿de qué empresa en favor de los araucanos podría presentar resultado lisonjero la historia? Suerte grande fué sin duda haber logrado los pocos que ya conocemos. Más de una vez se manifestó descontento el Gobierno, á causa del corto número de indígenas que hubo en algunos años; pero igualmente es cierto que ni O'Higgins, ni sus sucesores, consiguieron traer más, no obstante encargar con apretadas instancias á los intendentes, gobernadores, militares y capitanes de amigos que se empeñaron particularmente en este asunto. Los únicos que consiguieron arrancar algunos hijos á los caciques fueron los misioneros.

(1) Según estos antecedentes, el plano de Chillán que trae Barros Arana en su <<Historia General de Chile», en que aparecen el Colegio y el Seminario en distinta manzana y lejos uno de otro, está equivocado. Los ancianos de Chillán Viejo y el Sr. Pbro. D. Fernando Cuitiño me aseguran que el Seminario, cuando la revolución de la Independencia, ocupaba el ángulo S. P. del Colegio, ó sea el mismo punto que proponía al Gobierno el padre Fuentes.

CAPÍTULO XXIV

ESTADO DEL COLEGIO; EL REY LE DISTINGUE EN PREMIO DE SUS SERVICIOS; EL CLERO EN LA REVOLUCIÓN

1. Al P. González sucede el P. Juan Ramón; gestiónase el envío de misioneros.-Al P. Domingo González, electo guardián el 3 de enero de 1811, le tocó gobernar el Colegio durante el período más recio de la revolución. Los españoles debieron de considerar providencial aquella elección, recaída en un sujeto de gran valer en asuntos gubernativos y jurídicos, no menos que por su firmeza de carácter y claridad de inteligencia. Cuanto más examinamos sus escritos, que son numerosos, mejor concepto nos formamos de este distinguido sacerdote, cual si hubiera sido hecho para navegar sereno en medio de las tempestades, seguro de arribar al puerto, sin inquietarse jamás ante el peligro. Firme y constante, coadyuvó eficazmente al triunfo de las armas del Rey hasta después del sitio de Rancagua: él fué el consejero del general Pareja, el activo auxiliador de Sánchez y el alma en la defensa de Chillán durante el memorable sitio de 1813; él quien increpó durísimamente á Gainza por haber suscrito el tratado de Lircay extralimitándose en sus facultades; á él deben los españoles el no haber evacuado vergonzosamente el territorio; él fué el que facilitó el Colegio para que sirviera de cuartel general al ejército realista y él quien proporcionó víveres, capellán y secretario á los jefes realistas hasta después del memorable triunfo. Y es para admirar que en el régimen interior del Colegio, y en el largo período de cuatro años, no haya habido un solo desacuerdo entre el prelado y sus súbditos: sin duda corrían parejas el amor á la patria española y el pundonor religioso y monástico en perfecta unidad de propósitos; pero

es cierto que tan característica unidad se había roto, á no conducirla un superior sabio, prudente, firme y caritativo.

No es tiempo aún de reseñar la biografía del P. González. Sólo diremos que, á consecuencia de las dificultades creadas por la revolución, no se pudo convocar á capítulo cuando el 3 de enero 1814 el P. González debía haber terminado el período de superior. Calmados los ánimos, aunque con violenta sumisión del país, fué elegido guardián á 13 de enero de 1815 el P. Juan Ramón, individuo notable por su espíritu diligente, laborioso y esforzado, apto para soportar la durísima prueba que le esperaba de salir fugitivo con los suyos en 1817 para ir á mendigar el pan del destierro por largo tiempo en las calles de Lima, recordando con amargura prolongada y fiera las pasadas glorias de su antiguo Colegio.

¿Qué hicieron los PP. de Chillán desde el triunfo realista en Rencagua, 2 de octubre de 1814, hasta la batalla de Chacabuco, 12 de febrero de 1817, en que se dió el primer golpe de muerte al dominio español en Chile? Con el desastre que sufrieron los patriotas y la emigración á la Argentina, el dominio real se creyó asegurado y los PP. volvieron á sus tranquilas tareas evangélicas. Los que administraban las conversiones de Arauco y Valdivia no habían interrumpido el ejercicio de su ministerio, porque la ola de la revuelta política, salvo uno que otro accidente pasajero, no les tocó de cerca. Pero, si desde ese punto de vista no tenían que lamentar grandes trastornos en los distritos misionales, lamentaban si, y mucho, la escasez de misioneros, que debió de ser más crítica durante la revolución que en los años próximos anteriores. «Confieso que al recibirme de esta comunidad-decía el P. Juan Ramón en circular de 19 de setiembre de 1815 á sus dependencias-y verla en tanta escasez de operarios para llenar los huecos de ella misma y de las misiones, me quedé helado... Ver en unos su decrepitud, en otros la falta de salud y casi en todos la imposibilidad para cubrir los puntos de primera necesidad, todo mi corazon se cubrió de amargura y de dolor sin saber que deliberar» (1). No podía ser de (1) Arch. del Colegio, Vol VIII, fol. 8.

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