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tricta observancia de la regla y ordenaciones pontificias,. aceptó el cargo, pero con estas precisas condiciones: 1.a observancia estricta de la vida común á tenor de lo dispuesto por el Concilio Tridentino, de nuestra santa regla, declaraciones de los sumos pontífices y constituciones generales; 2. llevar el mismo color gris de hábito que antes; 3. que no se impida la incorporación de religioso alguno alconvento de Chillán que quiera someterse á ese estricto tenor de vida, siempre que sus prelados lo juzguen idóneo, aunque fuese de los que habían secularizado; 4.a que siendo la vida religiosa vida de retiro, silencio y separación del siglo, debía interponerse recurso ante el gobierno civil para que las tropas evacuasen la parte del Colegio que aun ocupaban en forma de cuartel; 5.a que una vez organizado el cuerpo religioso en comunidad, no pudiera ser prelado sino alguno de sus individuos, ú otro que observase la misma regularidad; 6.a que para lograr la realización de tan santa obra los prelados mayores y el supremo Gobierno presten los respectivos auxilios y libren las providencias que juzguen necesarias.

El provincial de Santiago R. P. Gregorio Vázquez, que se había formado el más alto concepto del P. González. durante su estancia en la Provincia y que lo ayudó de todo corazón en la obra que iba á empezar, no vaciló, en la parte que le correspondía, poner su visto bueno en los términos siguientes: «Convento de Ntra. Señora del Socorro, 16 de diciembre de 1830. Siendo tan racionales las condiciones que expresa esta presentacion, a nombre de esta santa Provincia que tengo a mi cargo las apruebo y convengo en ellas; y por lo que respecta a la segunda parte de la 6. se suplica a las autoridades de aquella provincia— de la Concepción de aquella ciudad de Chillán-y a la Suprema Nacional favorezcan tan santa empresa de que pueden esperar crecidas ventajas a la Religion y al Estado» (1).

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Claro está que no era del resorte del bondadoso y concienzudo provincial entender en asuntos propios del go

(1) Arch. del Colegio, Vol. IX, fol. 1.a.

bierno civil; pero el P. González lo insinuó, sin duda, para impulsarlo á que interpusiera su influencia ante el Presidente á fin de que ordenara la salida de las tropas que ocupaban el Colegio, la devolución de los objetos y auxilios para reconstruir lo destruído.

9. Lamentable estado del Colegio; trabajos del padre González; el general Prieto le promete restablecerlo. Ante todo, conviene saber en qué estado se hallaba el Colegio. Con mano trémula lo describe el mismo P. González, presentándolo poco menos que si se tratara de la destrucción de Troya, ó de Jerusalén. Según él, el Colegio parecía «un horrible y espantoso cuadro de escombros, en donde no quedaba el menor vestigio de los auxilios de primera necesidad para el entable de lo que se pretende» (1). En un memorandum que presentó algunos años más tarde al presidente don Joaquín Prieto detalla á grandes rasgos aquel lamentable estado, en los siguientes términos: «Luego que se verificó la emigracion de los Religiosos de este Colegio por motivos y causas que todo el mundo sabe y que fué el 24 de febrero de 1817, fueron muchas y bien pesadas las catástrofes que sucesivamente vinieron sobre él, asi en lo formal como en lo material, tanto en los bienes consagrados al culto, como en los mistos, destinados al sosten y bienestar de los religiosos en todos ramos. Pasando en silencio los que practicaron, ya los habitantes de Chillan luego que se verificó la salida de los Padres, ya con la llegada de las tropas de la Patria, ya con la apropiacion que de él hizo el Provincial en calidad de convento propio colocando en él Religiosos de la misma Provincia, ya en la salida retirada de éstos para los conventos del otro lado del Maule, lo que verificaron con las tropas patrióticas a la salida de las realistas del sitio de Talcahuano, como fué la extraccion de todos los utensillos en todos ramos que habian escapado del robo, del pillaje y saqueo, y pudieron llevarse; a que en seguida sucedió el incendio fraguado por los mismos patriotas, incendio que casi todo lo redujo a cenizas, a excepcion de la

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(1) Carta al Sr. Síndico del Colegio en Santiago, D. Pablo Urtado Vol. IX, fol. 60.

iglesia y un cañon que corria de norte a sur al que estaban agregadas otras piezas como la cocina, refectorio, parte de la enfermeria con algunos otros retazos que por modo milagroso escaparon de la voracidad de este elemento devorador, a diligencia de la multitud grande de mujeres que hicieron todos los esfuerzos para apagarlo. Todo despues de la derrota de las tropas realistas en las inmediaciones de la capital de Santiago-en Maipú-sirvió de cuartel de parques, de hospitales, de almacenes y depósitos para el sosten de las tropas del Estado Chileno hasta el dia en que el espantoso temblor del 20 de febrero de 1835 dió con todo en tierra» (1). En una palabra, al decir del P. González, lo que no destruyó el incendio, el abandono y el pillaje, lo inutilizó la mano inculta y despreocupada del soldado.

¿Qué hacer en tal caso? Como el Gobierno conservador había decretado el 24 de septiembre de 1830 la devolución de los bienes secuestrados á los regulares, el P. González se dió á recoger los objetos sustraídos al Colegio, de los cuales, unos, los del culto divino, paraban en poder del cura de Chillán D. José Antonio Vera desde el día del secuestro, y otros en poder de los raptores. El señor Vera hizo entrega mediante inventario suscrito por él, el interesado y el gobernador local D. José Antonio Contreras á 24 de febrero de 1831. De estos objetos faltaba una corona de oro peso de dos marcos, una onza y un castellano que había ceñido la frente de la imagen de la Inmaculada. Innumerables fueron los pasos que dió para recuperarla: descubrió al fin que el raptor era un tal Juan de Dios Venegas, de condición no vulgar, á quien, por haberla enajenado, se le obligó á devolverla en su equivalente.

En demanda de auxilios y providencias para habilitar una parte de los edificios y hacer que salieran del Colegio las tropas escribió el P. González al gobernador de Chillán, al intendente de la Concepción, al provincial de Santiago y á cuantos quisieran oirle, y no recibió otra respuesta sino que no les era facultativo entender en estos asuntos; (1) Extracto en globo presentado al Sr. Presidente». Arch. del Colegio, Vol. IX, fol. 50.

34 Historia de las Misiones del Colegio de Chillán.

interpuso recursos ante el Gobierno, pero sin lograr su intento, porque, aunque fué acogido con buena voluntad, el erario público estaba exhausto. Tuvo que soportar la oposición y sorda guerra que le hacían muchos particulares y las autoridades subalternas. ¡Sólo la constancia de un P. Domingo González, sostenida por su grandeza de alma, firme carácter y nunca desmentido amor á su Colegio y á sus misiones, pudo triunfar de tantas dificultades! Reuniendo limosnas de una ú otra manera pudo habilitar cinco celdas. En tal estado se hallaban las cosas á fines de 1831.

Con la intuición que el P. González tenía de restablecer el Colegio ahora cuenta con una noble autorizada promesa. Efectivamente, refería el propio P. á un aventaja. do discípulo suyo (1) que cuando el general Prieto se preparaba á la batalla de Lircay, estuvo á visitarlo en el convento de Talca y que al despedirse le dijo: «Ore mucho, padre, para que salgamos bien, porque si Dios nos favorece con el triunfo, le restablezco su Colegio.» «¡Oh! señor le res pondió el anciano y venerable misionero,—si mis ojos cansados por la edad (2) y por el dolor hubieran de ver en la tarde de mi vida tanta dicha, me postraría ante el Dios de los ejércitos en no interrumpida súplica.» El general entonces se puso de pie, desenvainó la espada, la besó y y dijo: «Juro que cumpliré mi promesa.»

Se libró la batalla, triunfó el general Prieto, subió á la presidencia el 18 de setiembre de 1831 y el 11 de enero de 1832 decretó el restablecimiento del Colegio. Con ese decreto daremos comienzo, Dios mediante, al segundo volumen de esta Historia (3).

(1) El R. P. Palavicino, nacido en 1817 y fallecido en 1893.

(2) Tenía 70 años.

(3) No se halla después de 1815 otro estado general de las misiones. Sin embargo los bautizos de la mayor parte de ellas constan en los registros respectivos. Computados éstos, otros que no se han tomado en cuenta por faltar dichos registros, los de Chiloé, que hasta ahora no se han mencionado, etc., queda de manifiesto que el Colegio dió á la Iglesia no menos de 20.000 cristianos durante este período que relata nuestra Historia.

CAPÍTULO XXVII

Algunos de los misioneros más notables

El Ilmo. Espiñeira.

Entre los individuos más notables del Colegio de Chillán debiera ocupar el primer puesto de este capítulo, destinado á dar noticia de sus escritos ó de su mérito extraordinario, el Ilmo. Sr. Obispo D. Fr. Pedro Angel de Espiñeira; pero como el nexo de los acontecimientos nos obligara á tratar de su apostolado y episcopado, y á pronunciar nuestro juicio sobre su «Oración» y «Dictamen», en otra parte de esta Historia, ahora nos limitamos solamente á mencionarle.

El P. Miguel Ascasubi y su <Informe Cronológico de las misiones del Reino de Chile>.

El P. Miguel Ascasubi fué uno de los hombres de más valer que tuvo el Colegio de Chillán. No le tocó desempeñar cargos públicos ni comisiones del gobierno civil en que pudiera haber manifestado sus buenas dotes de carácter, inteligencia y acierto; pero contribuyó mucho al buen régimen del Colegio con su ejemplo, con su vida larga y laboriosa y su manera de ser sesuda y reflexiva, como que era legítimo descendiente de familia vascongada. De los años anteriores á su ministerio apostólico sólo sabemos que nació en 1741, que profesó la regla de N. P. San Francisco en 1759 y que se incorporó al Colegio de Chillán en 1764. Desde esta fecha en adelante no faltan suficientes datos para componer su biografía. Sin embargo, nos concretaremos aquí á pocas noticias, bastantes para dar una idea del autor del celebrado «Informe Cro

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