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po sino el 17 de Marzo de 1561 (1). De manera que entre la solicitud del conquistador y la preconización de Rodrigo González pasaron más de diez años. ¿Qué había sucedido? Que á la corte de España, y de seguro ante la Santa Sede, llegaron informes poco favorables de vita et moribus en contra del presentado, y que el virrey del Perú y sus consejeros, que habían instruído la información en 1558, presentaron para obispo de Chile al P. Martín de Robleda «atentos a que ha residido en aquella tierra-dicen-y entendido en la instrucción y conversión de los naturales della y a que concurred las calidades que se requieren, porque es letrado y hombre de buena vida y ejemplo y tiene entendidas las cosas de aquella Provincia» (2).

El presbítero D. Crecente Errázuriz, en su obra «Los Orígenes de la Iglesia Chilena», copia un trozo de una Real Cédula de 2 de abril de 1565 donde dice el Rey que D. Rodrigo González le ha pedido la cuarta episcopal del tiempo corrido entre «el día que falleció el obispo frai Martín de Robleda su antecesor hasta el dia en que su Santidad por nuestra presentación le había confirmado la dicha presentación.» Y, sin embargo, de un testimonio tan claro y decisivo del mismo Rodrigo González, no obstante traerle su Majestad, el señor Errázuriz se esfuerza en probar «aventurando conjeturas más o menos fundadas» (son palabras suyas) sobre el significado de estas Reales Cédulas, que, á causa del larguísimo tiempo que pasó entre la presentación y la preconización de D. Rodrigo González, desavenencias entre el Rey y el Papa en ese tiempo y mil ocupaciones de la secretaría española, no tiene nada de raro que se hayan olvidado del pobre anciano D. Rodrigo. Olvidando el señor Errázuriz que la evidencia no necesita de conjeturas, ni de pruebas, principia su argumento así: «Es evidente que el primer obispo de Santiago fué don Bartolomé Rodrigo González.» Esta paralogización del señor Errázuriz se debe seguramente á que no contó con más testimonios para tratar este asunto que la citada Real

(1) Boletín eclesiástico del Arzobispado, t. IV.

(2) Documentos inéditos publicados por el señor Medina t. XXVIII, página 199.

Cédula, la cual debió bastarle para no aventurar conjetu

ras.

Nosotros, aparte del real testimonio y de la presentación que del P. Robleda hizo el virrey del Perú, podemos aducir tres testimonios más, todos contemporáneos. Tales son: el del P. Juan de Vega visitador de los franciscanos en 1571, el cual dice: «El P. Martín de Robleda fué electo obispo de dicho reino de Chile y fué el primer obispo que hubo en aquella tierra;» otro es el del P. Francisco Montalvo, ministro provincial en 1584, quien dice del Padre Robleda: «Fué proveido obispo de todo este reino;» y el otro es el de Alcocer, que, refiriéndose al mencionado P. dice: «Lo hicieron obispo de todo Chile» (1). Si el P. Robleda no tomó posesión de su obispado fué porque la sorprendió la muerte en Trujillo de España en donde se hallaba á la sazón, según hemos dicho.

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Algunos parece que confunden la preconización con la posesión y gobierno; y de ahí resulta que sus razonamientos no son lógicos. D. Domingo Amunátegui Solar, v. g., que hace poco publicó un folleto intitulado: «El primer obispo de Chile,» y que no es de punta á cabo otra cosa que un mal disimulado sarcasmo contra la vida y obras del señor Rodrigo González, escrito en tal castellano que semeja versos, arriba, no obstante, á la conclusión de que primer obispo electo fué el P. Robleda; y luego se hace esta pregunta: ¿Cuál ha sido el primer obispo de nuestro pais?; y se contesta: «Sin cuestión el primero que tomó posesión del obispado, ó sea González Montero.» ¡Y no advierte el señor Amunátegui Solar que la posesión no es lo que constituye obispo de una diócesis, sino la creación de tal, que por derecho exclusivo hace el Sumo Pontífice en algún eclesiástico! Si el papa creó primer obispo de Chile al P. Robleda, y no un obispo simplemente titular; el Padre Robleda fué el primer obispo de Chile! Para pronunciar juicios sin cuestión sobre estas materias, es necesario consultar y poner atento oído al derecho canónico.

2. El P. Barrionuevo.-El segundo obispo que gober

(1) Archivo del convento máximo de Santiago. No cito volumen ni página, porque este archivo no está compaginado.

nó la diócesis de Santiago fué el P. Fernando de Barrionuevo de la Orden Seráfica y natural de Guadalajara en España. Presentado en 17 de noviembre de 1566, le instituyó por tal el Sumo Pontífice Pío V y fué el primero de los diocesanos de nuestro país que recibió la consagración. Falleció en 1571, al año y medio después de haberse becho cargo de su iglesia.

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3. El P. Medellin; organización de su diócesis; su obra en favor de la libertad de los indios.-El tercer obispo que gobernó la diócesis de Santiago fué el P. Diego de Medellín. «Nació en la villa de Medellín, y á la religión, en el convento de San Ildefonso de Hormachos» de la Provincia franciscana de San Miguel. Era tal la sinceridad de su alma-dice el P. Santa Cruz-que «no podía persuadirse

a que hubiese en el mundo quien dijese mentira; con todo daba contra este vicio y otros, que mentiras son todos, copiosisima doctrina. Despues que vivió en la Provincia ejemplar y fructuosamente algunos años revivió en él un antiguo deseo que había tenido de partir a las Indias. Pasó al fin al reino del Perú y se incorporó a la Provincia de los XII Apóstoles» (1). Muy al revés de esos individuos que se creen siempre preparados y aptos para gobernar, constituyéndose en jueces de sí mismos, el P. Medellín rehuía las dignidades, y hubo necesidad de ruegos importunos para que permitiese ser elegido ministro provincial, como en efecto lo fué en 1565. Reformó los estudios de la Provincia de los XII Apóstoles, le puso maestros escogidos, y no obstante ser doctor por la universidad de San Marcos y de haber enseñado filosofía, teología y jurisprudencia, resersí la cátedra de gramática. Presentado por el Rey al Papa para obispo de Santiago de Chile, hubo de aceptar, aunque con repugnancia de parte de su humildad, resignándose á la voluntad de Dios. Gregorio XIII le expidió las bulas en Roma el 19 de mayo de 1574, que empiezan Apostulatus» (2), y fué consagrado en la Imperial por el señor obispo de aquella diócesis D. Antonio de San Miguel.

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Estos dos grandes entre los más grandes prelados que ha tenido la Iglesia en Chile parece que hubieran jurado solemne pacto, profundamente apostólico, de consagrar toda su inteligencia y actividad asombrosa á la más cabal organización de sus diócesis (cuanto era dable en aquellos tiempos), á fundar las instituciones más benéficas, á reprimir los abusos, y de un modo especial, á proteger y defender los derechos de los indios. Dios, que suscita hombres según las necesidades de los tiempos, quiso, á lo que entendemos, manifestar especial providencia para su Iglesia en conceder largo gobierno á estos distinguidos ministros suyos: al Señor Medellín cerca de veinte años de episcopado y al Ilmo. San Miguel más de veinte.

(1) Crónica de la S. Provincia de S. Miguel por el P. Santa Cruz, publicada en 1670.

(2) Vid. Crónica cit. El cronista Torrubia dice que el P. Medellín fué presentado en el consistorio secreto del 18 de junio de 1574.

5 Historia de las Misiones del Colegio de Chillán.

El P. Medellín, como franciscano que era, no tuvo ni con qué costear su viaje á Chile é ir á la Imperial á consagrarse. Halló su iglesia en tal estado que tuvo que hacerlo todo, en tal manera que, al decir del señor Errázuriz «debe considerársele casi como el fundador y sin disputa el primer organizador de su diócesis.» Ni siquiera contaba con templo para celebrar los divinos oficios; pero puso tal empeño y se dió tales trazas para edificarlo que en 1590 podía decir al Rey: «Esta iglesia cathedral de Santiago ya gloria a Dios está cubierta, que harto trabajo me ha costado..., está muy buena y el coro, placiendo a Dios, se acabará muy presto y será muy bueno y hermoso, yo le tomé a mi cargo y costa, porque, aunque la renta es muy poca, en adornar la iglesia la gasto» (1).

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Antes de partir de España á su obispado, tuvo noticia que en Chile se había promovido un pleito referente á las lindes que debían separar las diócesis de Santiago y la Imperial, y en llegando á Lima entabló querella ante la corte de España, porque la Real Audiencia de Chile había declarado pertenecer la ciudad de la Concepción á la Imperial (2). Recordaremos este asunto al hablar del ilustrísimo San Miguel.

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Del estado de su Cabildo decía al Rey en carta de 6 de enero de 1577: «Los prevendados son muy mal avenidos y nunca han tenido paz; placiendo a Dios, yo se las haré tener; y el que no quisiere yo creo que se holgará Vuestra Majestad que se le embarque y se le destierre; pues no conlos que que deben ser dechado de los otros los escandalicen con tal mal ejemplo» (3). Estas solas palabras bastan para conocer qué clase de obispo era el señor Medellín; su sola presencia de ánimo fué bastante para armonizar á los canónigos, á quienes el espíritu de ambición tenía en continuo desacuerdo desde las vacantes que dejó el fallecimiento de los obispos anteriores.

El señor Medellín fué el fundador del seminario de Santiago, él quien redujo á forma canónica el monasterio de la Limpia Concepción, conocido desde entonces por de las

(1) Archivo General de Indias, Audiencia de Chile, Est. 77, Caj. 6, Leg. 5.. (2) y (3) Ibidem.

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