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Agustinas; él quien trabajó sin descanso á fin de establecer las veinticinco doctrinas que juzgaba necesarias en su dilatada diócesis y de aumentar y regularizar su clero.

En carta á Su Majestad, en que le comunica haber practicado una visita general á su diócesis (excepto á Cuyo

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por no tener paso franco la cordillera á causa de las nieves) y confirmado á todos los indios cristianos, le dice también: «En esta visita vi en los pueblos de indios como todos ellos, chicos y grandes, viejos y viejas, niños y niñas, están ocupados en el servicio de sus encomenderos y to

dos como esclavos y aun peor tratados que esclavos» (1). Repetidas veces reclamó el señor Medellín, al mismo tiem po que lo hacía el Ilmo. San Miguel, pidiendo al Rey que remediara tamaños agravios. Felipe II ordenó al gobernador Quiroga por Cédula de 5 de agosto de 1577 que practicara una visita á toda la colonia y reglamentase la tasa de los tributos impuestos á los indios, pedida por los obis pos; pero Quiroga se desentendió; y aunque su sucesor Gamboa intentó ponerla en práctica, hubo de estrellarse contra la resistencia de los encomenderos. Sin embargo, ello no fué parte á que el señor Medellín desistiera de su propósito. Era uno de esos pocos hombres de gran carácter que en las contrariedades sienten revivir su espíritu con más aliento para arrostrarlas sin miedo, ni vacilaciones. Encontró un medio de reprimir la pública y escandalosa avaricia y crueldad de los encomenderos, y ese fué prohibir á los confesores absolverlos en el tribunal de la Penitencia, si antes no presentaban atestado suscrito por el Obispo, el cual atestado, como es de suponer, no significaba otra cosa sino que los encomenderos habían restituído los bienes injustamente adquiridos, puesto orden en los tributos y pagado el conveniente salario á los indios (2). La medida produjo magníficos resultados; los encomenderos mismos, según que también lo requería el obispo, acudieron al Go bierno pidiendo la justa tasa de los tributos, lo que se llevó á efecto por lo menos en gran parte de la diócesis.

Falleció el señor Medellín en Santiago en 1593 á los noventa y siete años de edad.

«El señor San Miguel en la Imperial y el señor Medellín en Santiago, dice un ilustre historiador, fueron los iniciadores de la noble lucha en favor de los indígenas sostenida tan ardorosamente por nuestro episcopado. Si ellos no tuvieran otro título a nuestra gratitud, todavia despues de tres siglos, nos sentiríamos orgullosos ante esas dos be llas figuras de los primeros tiempos de nuestra historia que

(1) Esta carta del señor Medellín lleva fecha 4 de junio de 1580, y se halla en el Archivo general de Indias, Est. 77, Caj. 6, Leg. 5.

(2) Carta del señor Medellín al Rey, fechada á 4 de junio de 1580. Archivo General de Indias, Est. 77, Caj. 6, Leg. 5.

tan alto supieron colocar el honor de la iglesia chilena» (1). 4. El P. Azuaga.-El cuarto obispo que gobernó la diócesis de Santiago fué el P. Pedro de Azuaga, español como los anteriores, é ilustre alumno de la orden será fica.

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Ejercía su ministerio apostólico en Nueva Granada (Colombia) desde mucho tiempo, cuando el Sumo Pontífice Clemente VIII le expidió las bulas.

(1) El presbítero D. Crecente Errázuriz en su citada obra <Los orígenes de la Iglesia Chilena>, pág. 430.

Electo obispo el P. Azuaga, escribió una carta al Rey, su fecha en Santa Fe á 28 de abril de 1595, en que le dice: «En servicio de V. Majestad pasé a estas partes, donde... me he ocupado predicando y doctrinando a los naturales con deseo del bien de sus almas, sin que lo hayan impedido los ministerios en que mi orden me ha empleado de oficios mayores, de visitas y reformaciones, y con mi vejez visité últimamente por comisario los conventos de mi orden en las provincias de Chile, de que tengo mu cha noticia. Soy tan pobre cuanto en rigor me obliga el instituto de mi orden que he procurado bien cumplir, y si V. Majestad no se sirve con su limosna socorrer el despa cho de las bulas, Dios sabe estoy imposibilitado a poderlo suplir... Con la mayor brevedad que pueda me pondré en camino á cumplir lo que V. Majestad me manda» (1).

El episcopado del P. Azuaga duró poco, pues falleció á fines de 1597.

5. El P. Pérez de Espinosa.-Su extraordinaria actividad y firmeza de carácter; muy anciano renuncia el episcopado y muere en Sevilla.-El quinto obispo que gobernó la mencionada diócesis fué el P. Juan Pérez de Espinosa, á quien «dió ilustre cuna la imperial ciudad de Toledo. En su juventud florida tomó el hábito de nuestro P. San Francisco en el convento de San Diego el dia 2 de agosto de 1574... Ardia en su pecho el deseo de la conversion de los infieles; y movido de este impulso pasó a las Indias donde ejerció una vida toda apostólica» (2), especialmente en Guatemala y Méjico. El crédito de su virtud doctrina movió al Católico Monarca á presentar al P. Pérez de Espinosa para la Sede de Santiago y fué creado tal por S. S. Clemente VIII en el consistorio secreto del 12 de mayo de 1600 (8).

y

En carta fecha en Chile á 20 de mayo de 1602 dice el propio señor Espinosa á S. Majestad: «Fué nuestro Señor servido que con próspero tiempo llegásemos a desembar

(1) Archivo General de Indias en Sevilla, Audiencia de Chile, Est, 77, Caj. 6, Leg. 5.

(2) Memorial Ilustre, publicado en 1753 por el P. Alvares. (3) Apéndice á la crónica del P. Torrubia.

car al puerto de Buenos Aires sin ningun mal suceso y por tierra caminamos hasta este reino de Chile; y respecto de tomarnos el invierno en la otra parte de la gran cordillera, por la mucha nieve no pudimos pasar, y así fué fuerza invernar en la provincia que llaman de Cuyo desta gobernación y obispado, en la cual, en cinco meses que estuve, procuré reformar de doctrinas que no las tenia y de otras cosas tocantes al conocimiento de nuestra santa fe cathólica y buena política, de los naturales, que esto estaba muy desencuadernado...; pusiéronse once doctrinas y los indios quedaron contentos» (1).

De lo dicho se colige que el señor Pérez de Espinosa debió llegar al territorio de Cuyo en mayo de 1601 y á Santiago en octubre del mismo año.

Distinguióse el nuevo prelado por el cultivo de su inteligencia y extraordinaria firmeza de carácter; se ilustró por la restauración del seminario conciliar, ya fundado por el señor Medellín, por la celebración del segundo sínodo de su iglesia y por muchas otras obras suyas de las cuales merecen especial memoria sus reclamaciones ante el Rey en favor de los indígenas. «Demas de esto-dice en la citada carta de 1602-he visto en este reyno una cosa terrible y de grandísimo cargo de conciencia, que en los repartimientos de indios en que solia haber a docientos y a trecientos, como estan apurados y acabados en servicio de S. Majestad, han quedado en veinte o treinta algunos de ellos, y los gobernadores en lugar de hacerles merced en nombre de V. Majestad, los dan en sus encomenderos por servicio personal, que es lo mismo que darlos por esclavos, cosa que no se puede permitir. Y lo peor es que no hay ninguna edad reservada, porque no solamente los indios que pasan de diez y seis años y lo mismo las niñas y mujeres y ancianos, y esto es lo que mas sienten estas gentes ver que en ningún tiempo ni edad han de tener libertad; y así los indios de guerra quieren mas morir que dar la paz) (2)

(1) Archivo General de Indias, lugar antes citado.

(2) Cartas de 20 de marzo de 1602 y 1.° de enero de 1613. Archivo General de Indias, Audiencia de Chile, Est. 77, Caj. 6, Leg. 5,

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