Imágenes de páginas
PDF
EPUB
[ocr errors]

ejecutar las ordenanzas con muy mayor aspereza de lo que en ellas [se] contenía, sin querer oir suplicación que por los pueblos se hiciese, ántes respondiendo que quien en ello se pusiese, le cortaría la cabeza; y que así me la había de cortar á mí y á todos los que habían seído notablemente, como él decía, culpados en la batalla de las Salinas y en las diferencias de Almagro, y que una tierra como ésta no era justo que estuviese en poder de gente tan baja, que llamaba él á los desta tierra porqueros y arrieros, sino que estuviese toda en la corona real. Quitó á los más vecinos de Piura é Trujillo sus indios, y púsoles en cabeza de S. M. Entre otras cosas que hizo, despobló los tambos y mandó que á ningún español le diesen de comer, sino fuese pagando en oro la comida. Fué causa de [la] muerte de muchos españoles y de muchos indios, que por tomalles por fuerza la comida, los mataban. Fueron tan graves las cosas que hacía, que con ser Trujillo un pueblo tan pequeño, como vuestra merced sabe, estuvieron á punto para matalle, si no se partiera para Lima, previniéndoles con la brevedad. En Lima estaba acordado por el obispo y los oficiales de S. M. y regidores de la ciudad de prendelle y embarcalle. Después, de temor de Vaca de Castro, con quien el factor Illán Suárez de Carvajal y el tesorero y los demás vecinos de Lima estaban mal, sabiendo que Vaca de Castro venía, reciben á Blasco Núñez por unas cartas suyas, traslados y no originales, mal autorizados. Recebido, hizo en Lima cosas tan ásperas que cada día se tenía por cierto que lo habían de matar, y los vecinos del Cuzco que con Vaca de Castro habían venido, no le osaron esperar, y se volvieron huyendo al Cuzco, y hallándome allí, todo el cabildo y vecinos del Cuzco y de otras partes de la tierra, y otros muchos caballeros que á la sazón allí se hallaron, me requirieron muchas veces tomase el poder de toda la tierra y fuese procurador general de ellos para suplicar de las ordenanzas, para que S. M., siendo mejor informado, proveyese lo que más á su servicio convenía, y por mala relación no se des truyesen unos reinos de tanta importancia como éstos. Aceptélo por ver que en ello hacía servicio á Dios y á S. M., y gran bien á esta tierra, y generalmente á todas las Indias, porque como se hiciese con nosotros se había de facer con todos los demás. Determinado venir á Lima á facer mi suplicación, supe que Blasco Núñez, sabiendo que los vecinos del Cuzco se habían ido publicando que antes habían todos de morir que consentir sus cosas, sin esperar los oidores, por sólo su parecer tomó

ochenta y tantos mill pesos que en un navío estaban, que Vaca de Castro enviaba á S. M. de los quintos desta tierra, y hace gente de guerra. Visto que si venía sin gente, sin oirme me cortaría la cabeza, como decía que haría á cualquiera que suplicase, acordaron todos estos caballeros, mis amigos, que hiciésemos gente con quien viniésemos seguramente á suplicar, y así se hizo, que hice hasta quinientos y cincuenta hombres, entre vecinos y soldados, y á este tiempo eran llegados los oidores á Lima, y le contradecían todo lo que hacía. Requiriéronle que otorgase la suplicación hasta que S. M. fuese consultado sobre ello. Yo, por justificar más la causa destos reinos, le envié los capítulos que yo pedía en nombre destos reinos, y que, si como creía, por su aspereza y mala condición no los quisiese otorgar, diciendo no ser justo, que pusiese él un letrado de su parte é yo otro de parte destos reinos, y hacía jueces á los mesmos oidores, con tanto que hiciesen juramento sobre una ara consagrada de hacer justicia, sin tener respeto á ninguna de las partes. No sólo no lo quiso hacer, pero aún tratara mal á los mensageros, si no fuera por algunos de los oidores que le fueron á la mano.

Visto en Lima cuan insufribles eran las cosas de Blasco Núñez, empiézanle á dejar y huirse todos para mí. Pedro de Puelles se me vino con hasta treinta é cinco ó cuarenta caballeros, á quien le había hecho corregidor de Guánuco. Gonzalo Díaz, su capitán de arcabuceros, se me vino con veinte é cinco arcabuceros. Don Baltasar de Castilla, é Diego de Carvajal, y otros dos sobrinos del fator Illán Suárez, y Gaspar Mejía, é Pedro Martín de Sicilia y otros veinte caballeros se me vinieron. Blasco Núñez mató á puñaladas al fator Illán Suárez de Carvajal, pensando que los sobrinos que se le habían ido habían ido por su mandado; fué sin culpa, porque antes él escribía á su hermano el Licenciado Carvajal, que estaba en el Cuzco, que se viniese á él, porque tenía temor que si no lo hacía, que lo había de matar, y el Licenciado, por el mucho amor que tenía al su hermano y temiendo no lo matasen, lo había hecho así. Mandó matar á puñaladas á Diego de Urbina, su maestre de campo, y después arrepintióse y díjoselo. Luego mandó matar á puñaladas á Martín de Robles, su capitán de ciento y treinta hombres, y arrepintióse y díjoselo; de manera que andaban los hombres como atónitos de su temor, y no tenía hombres que peor lo quisiesen que eran los que andaban con él. É visto por Blasco Núñez la voluntad que todos le tenían y que yo me venía acercando, acordó de embarcar todas las mu

jeres de los vecinos, porque con esto los vecinos le siguiesen aunque no quisiesen, y saquear el pueblo para que con esto se prendasen los soldados y le siguiesen: los oidores le requirieron no lo hiciese, y viendo que no aprovechaba nada, dieron una provisión sellada, y por virtud della se juntaron con ellos poca gente, aunque la más principal de los que estaban en Lima; y con ella, teniendo él más de cuatrocienlos hombres en escuadrón, en que había más de doscientos arcabuceros, no llevando ellos aún noventa hombres, porque como era á la hora que amanecía, no se había juntado la gente de una banda ni otra, que más tenía él hechos y pagados de los dineros del Rey de sietecientos hombres, sin los vecinos, y con ella le prendieron, porque luego él echó á huir y no osó esperar. É hízose sin que muriese un hombre, ni fuese herido, como obra que Dios la guiaba para el bien desta tierra; preso, envíanle los oidores en un navío á S. M., y envían con él un oidor que entrellos tenía, de ruín casta, que se llamaba el Licenciado Álvarez, y enviaron á éste porque no tenía muger; y conciértanse Blasco Núñez y él y saltan en Túmbez, y con gente que se les llegó, que entónces venía de España, robó todo el oro de S. M. que había en Piura, Guayaquil é Puerto Viejo; y con ellos hace gente y roba todos los navíos que venían de la Nueva España y Guatimala y Panamá. Y á esta sazón llegué yo á Lima, y todos los procuradores de las cibdades destos reinos suplicaron al Audiencia me ficiesen gobernador para resistir los robos é fuerzas que Blasco Núñez andaba faciendo, y para tener la tierra en justicia hasta que S. M. proveyese lo que más á su real servicio convenía. Los oidores, visto que así convenía al servicio de Dios y al de S. M. y al bien destos reinos, habiéndolo comunicado con los tres obispos que en estos reinos hay, que entonces estaban en Lima, y con todos los perlados de las órdenes y los oficiales de S. M. y con el secretario Agostín de Zárate, contador general destos reinos, me mandaron que aceptase la gobernación destos reinos; yo la acepté por las causas que tengo dichas, y con un oidor quel Audiencia enviaba á hacer saber á S. M. lo sucedido en esta tierra, envié á Francisco Maldonado para que de mi parte hiciese saber á S. M. el estado en que estos reinos estaban; y para resistir los robos de Blasco Núñez envié al capitán Hernando Machicao por la mar con cincuenta arcabuceros, y por la tierra envié [á varios] de tenientes á todos los pueblos.

Llegado Machicao á Túmbez, teniendo Blasco Núñez ciento é cin

cuenta hombres, huyó tan sin concierto, que todo lo que tenía de lo que había robado, tomó Machicao y lo volvió á sus dueños, y fuése huyendo hasta Quito, donde fué rescebido, ansí por temor de la gente que llevaba, como porque no sabían, por estar léjos sus casas, ni las ordenanzas habían llegado allá, ni sabían lo quel Audiencia había proveído. Con los dineros de las minas de Quito hizo hasta cuatrocientos é cincuenta hombres, y con ellos fué á Eaxas, (?) donde estaban Gonzalo Diaz y Hernando Alvarado con hasta cincuenta ó sesenta hombres, que los demás no habían salido de Piura, donde todos habían estado con Jerónimo de Villegas, teniente de aquel pueblo. Los capitanes huyeron, y de la gente, los que no se pudieron escapar, prendió, y les robaron hasta las camisas; de allí fué sobre Piura, y Jerónimo de Villegas, con la gente que allí había, se vino hasta Trujillo, donde yo estaba, que venía con hasta quinientos é cincuenta hombres á acabar de echar de la tierra á Blasco Núñez. Llegado á Piura, Blasco Núñez dió á saco el pueblo, sin tener respeto á amigos y enemigos, ni á mujeres, que hasta lo que tenían vestido les quitaban, y á las iglesias les robaron cálices y patenas, hasta los corporales. Yo me vine derecho á Piura, y estando cuatro leguas della, fingiendo Blasco Núñez que me venía á dar la batalla, se fué huyendo camino de la sierra; yo le seguí á la ligera, y en el alcance se le tomó toda la gente, y él escapó con hasta cuarenta ó cincuenta hombres sin armas; desta manera le seguí hasta Tomebamba, donde de los que le habían seguido mató á Rodrigo de Campo, que era su maestre de campo, y á Jerónimo de Serna, que era capitán suyo de arcabuceros, y [a] Agustín Gil, que era su capitán de caballos, porque con matalles supiesen que le habían sido traidores, y encubrirse con esta cautela su flaqueza. Sabido que yo llegaba, se huyó á Quito, donde mató á Gómez Destacio y [á] Alvaro de Carvajal y al capitán Hojeda y á cuatro soldados arcabuceros, que todos se le habían pasado á él del capitán Machicao, porque desta manera pagaba á los que le servían. Yo me vine derecho á Quito y en el camino topé á Machicao con hasta cuatrocientos é cincuenta hombres que venía á tomalle la delantera de Panamá, y le seguí hasta el río Caliente, ques nueve leguas más allá de Pasto, y de allí me partí á la ciudad de Quito, por parecer de todos estos caballeros que en mi ejército andaban, donde estuve esperando lo que Blasco Núñez haría, el cual se pasó á Cali, que es la gobernación de Benalcazar, adonde tuve nueva que estaba rehaciéndose de gente y

armas. En este tiempo yo envié á Panamá al capitán Pedro de Hinojosa con seis navíos de armada para tomar dos navíos que Blasco Núñez traía, el cual, llegado á la Buenaventura, prendió á Vela Núñez, su hermano de Blasco Núñez, y le quitó á Francesquito, mi hijo, que le llevaba á España, y allí se ha estado y está aguardando los españoles que S. M. enviará; siempre yo con todos los caballeros que andaban conmigo, me estuve en Quito, porque es un pueblo muy abundante de todas las cosas, y donde más todos nos podíamos sustentar, aguardando que Blasco Núñez revolviese, porque él se estaba en la gobernación de Benalcazar rehaciendo, como tengo dicho. En este tiempo me vino un mensagero con nueva que los Charcas se habían alzado contra todos los que en servicio de S. M. andamos; he tenido por teniente allí al ca pitán Francisco. de Almendras; se juntó Centeno é Lope de Mendoza é Antonio Perdesquivel é Alonso Pérez Castillejo é otros vecinos, y todos juntos fueron en matar al capitán Francisco de Almendras.

Después de hecho, hicieron general á Diego Centeno, y empezaron á hacer gente y á robar todo lo que podían de la hacienda del Rey y de otras personas que podían haber. Sabido esto por Antonio de Toro, questaba por teniente en el Cuzco, comenzó á hacer gente contra Centeno, é hizo trescientos hombres, y entre ellos sesenta arcabuceros, y todos son muy buenas personas; y Diego Centeno y Lope de Mendoza mataron en los Charcas hasta ciento é cincuenta hombres é vinieron al Collao á roballo todo y de lo del Rey. Del Chucuito se partió Lope de Mendoza y se fué á Arequipa con sesenta hombres y no halló en él á Pedro de Puelles, que era teniente, el cual se le había salido del pue blo con cuarenta hombres á juntarse con Antonio de Toro, y el Lope de Mendoza se entró en el pueblo y prendió los vecinos dél y metiólos en un bohío,y con amenazas que les hizo les sacó todo el oro que tenían para hacer gente, y de la caja del Rey sacó seis ó siete mill pesos; que con decir, andamos en servicio de S. M., roban su real hacienda, y crea vuestra merced que si yo no me pusiera en lo que me he puesto, que en esta tierra hubiera más salteadores que en el monte de Torozos. Y el Lope de Mendoza hizo cuarenta hombres, que serían doscientos, é se fué á juntar con Diego Centeno, que estaba en Chucuito, donde supo nuevas que yo estaba bueno é vivo y con toda la gente que había sacado de Lima, porque lo quél había dicho era que yo era muerto. Pedro de Puelles se fué á juntar con Antonio de Toro en Urcos, y empezaron

1

« AnteriorContinuar »