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métricos, descompondrán completamente el acetato de cal resultante de la saturacion de 1500 litros de ácido acético á 8o ácido métricos. Faltaríanos saber como debe tomarse el grado del sulfato; esto es bien sencillo: disuélvese un peso determinado de este sulfato en agua destilada; se echa en la disolucion muriato de barita en ligero esceso; se acidula la disolucion con un poco de ácido nítrico; se filtra, se lava en agua destilada hirviendo, luego se seca, y en fin se pesa muy exactamente el sulfato obtenido. Conociéndose bien esta sal en su descomposicion, puede deducirse facilmente la cantidad de ácido contenido en el sulfato de sosa, con que se ha hecho el ensayo, y por consiguiente el grado ácido-métrico que esta cantidad representa teniendo siempre presente que en el sulfato de barita, el ácido es anhidro, y que es necesario añadirle un quinto de su peso de agua, para ponerle á 66° de Beaumé, que es el punto de separacion adoptado.

No debemos omitir una advertencia; y es que á pesar de todas las precauciones que puedan tomarse, siempre hay una cantidad bastante notable de sulfato de sosa y de ácido acético, que desaparecen totalmente en esta doble descomposicion. Es muy probable que se forme un sulfato insoluble en la base de sosa y de cal, semejante al que compone el schlot de las salinas; si asi sucede, es fácil remediar este inconveniente.

Es preciso pasar por todas estas combinaciones intermedias, para desembarazar al ácido acético de los productos pirogéneos, que le han acompañado en su formacion; pero el fabricante que hallase el medio de evitarlas, sacaría ciertamente una gran ventaja. Pudiera presumirse que sería suficiente el combinar el ácido piroleñoso con la cal, y calcinar el acetato calcá

TOMO I.

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reo, para destruir completamente el aceite empireumático, y obtener despues, por la accion inmediata del ácido sulfúrico, un ácido acético puro; mas por mucho cuidado que se tenga, y por bien conducida que sea la torrefaccion, el acetato de cal no da jamas un ácido de buena calidad. Preténdese tambien que del mas puro acetato de cal, el que por ejemplo se hubiese preparado con ácido acético ya purificado, no se sacaría sino un ácido fuerte, inferior al que hubiera servido para formarle. Lo cierto es, que hasta ahora ningun fabricante ha hallado medio de esceptuarse de recurrir al acetato de sosa, aunque muchos han preferido obtener esta sal directamente, saturando el ácido acético por la sosa en bruto; el mayor precio de esta sustancia, está mas que compensado por la economía de tiempo y combustible que produce. Sin embargo, hay en este método un inconveniente bastante grave; y es que desarrolla un olor infecto durante la saturacion: entónces se desprende una gran cantidad de hidrógeno sulfurado, procedente del sulfuro contenido en la sosa.

El acetato de sosa se purifica con facilidad por las cristalizaciones y la torrefaccion; esta última operacion, bien dirigida, le desembaraza completamente de las últimas partes de alquitran que pudiera todavia retener. Esta torrefaccion, á la cual se le da el nombre de frita en las fábricas, exige mucho cuidado, y una gran práctica; ordinariamente se hace en calderas de metal fundido muy anchas y poco profundas, y se remueve continuamente todo el tiempo del cocimiento, que dura sobre 24 horas para 400 kilog. Es menester evitar escrupulosamente el elevar demasiado la temperatura para que el acetato pueda des

componerse, y cuidar de que el calor esté repartido con igualdad, porque si un punto cualquiera de la masa entra en descomposicion, se propaga con tal rapidez, que es sumamente difícil detener el progreso. El calórico nunca debe ser tan fuerte que se desprenda humo. Cuando todo el acetato está bien licuado, que no hay hervor, y que la fusion está tranquila, la operacion se ha terminado. Se deja enfriar para disolver luego la masa, ó bien se la vacía inmediatamente en cubillos que contengan agua, pero en este último caso resultan unas detonaciones tan violentas, que para evitar peligro, es preciso enterrar en el suelo estos cubillos y cubrirlos con tablones asegurados con bastante solidez.

Cuando el acetato está disuelto, es necesario separar la materia carbonosa, que proviene de la descomposicion del alquitran; esto ofrece algunas dificultades, porque este resíduo está formado de moléculas de tal modo estendidas, que retienen el líquido y empastan los filtros. Su ligereza no permite el separarlas por decantacion, sino cuando el licor tiene lo mas 15o del areómetro: entonces la separacion se hace con bastante prontitud. Se evapora de nuevo, y se obtiene el acetato perfectamente blanco. En este estado de pureza se descompone por el ácido sulfúrico para separar de él el ácido acético.

Por simple que parezca esta última operacion, no lo es tanto que deje de exigir todavia algunas precauciones, y sobre todo el hábito. Se pone en una caldera acetato de sosa cristalizado y molido, se añade la cantidad de ácido sulfúrico necesaria para descomponer todo el acetato que se emplea; se le deja obrar un tiempo suficiente; poco á poco el ácido acético de

ja su combinacion y sube á nadar en la superficie; la mayor parte del sulfato de sosa producido, se depone en forma pulverulenta, ó en pequeños cristales granosos, y otra porcion queda disuelta en el líquido. Por la destilacion, se separa lo restante del sulfato, y se obtiene por fin el ácido acético de perfecto gusto y olor; sin embargo, hácia el fin toma algo de empireumático, y se colora, lo que obliga á apartar la última porcion. El que se destina al uso de las mesas, debe destilarse en un alambique, cuyo capitel y los tubos condensadores sean de plata. El ácido que se obtiene de este modo, tiene regularmente 40o ácido-métricos. Cuando se le quiere obtener en un estado mayor de concentracion, se mezcla con una proporcion fuerte de muriato de cal, y se destila de nuevo. Despues se espone al hielo este ácido mas concentrado, y el mas fuerte se cristaliza. Se decanta, se licuan los cristales, esponiéndolos á una temperatura de 15 á 20o, y se reitera esta maniobra hasta que se congela sin resta, á la temperatura de 12 à 139 Entonces ha alcanzado su máximo, y su grado ácido métrico es de 88 á 90o El ácido acético anhidro, tiene 1000, es decir, el mismo grado que el ácido sulfúrico á 66°

Terminarémos este artículo con una observacion relativa á la descomposicion del acetato de sosa por el ácido sulfúrico.

En esta operacion, se esperimentan muchas dificultades, si se vierte el ácido poco a poco; pues entónces se desarrolla un calórico considerable, que desprende una cantidad tal de vapor, que obliga á los operarios á separarse. Se previene este inconveniente, añadiendo á la vez todo el ácido sulfúrico; ocupa la parte inferior del vaso, y las únicas porciones de acetato que le to

can son las que quedan descompuestas; el calórico que se desprende á consecuencia de esta reaccion, se reparte en una masa mayor, y no produce efecto sensible. Cuando el ácido sulfúrico se forma un paso ó una especie de pequeño cráter, el trabajador, con el auxilio de un hurgon, hace bajar el acetato parte por parte, y la descomposicion marcha entónces con la lentitud que se requiere.

Tales son las nociones que he creido deber dar en -un ramo de industria, cuyas primeras ideas se deben al ingeniero frances Lebon, inventor del termolampo: los primeros aparatos se construyeron en el Havre, con intencion de que el gas sirviese para la iluminacion del faro, y el alquitran para la marina. Pero no habiendo sido completo el éxito, Lebon se vió obligado á renunciar á su idea, y fué á establecer en Versalles, cerca del acueducto de Marly, una fábrica de ácido piroleñoso: el gas que se desprendia, servia para calentar los vasos, como en las fábricas actuales. Despues de aquella época, los hermanos Mollerat, MM. Kurtz, Payen, Bobée, Lemercier, etc., han formado iguales establecimientos, y han debido hacer grandes sacrificios para llegar á mejores productos. Con todo, todavía queda mucho que hacer en este género de laborío, que tarde ó temprano será uno de los mas fecundos en útiles resultados. R.

ÁCIDO BÓRICO. Hace tres ó cuatro años que este ácido se ha hecho objeto de muy importantes esplotaciones hasta entonces se estraia del borax natural. No obstante, en 1776 Hæfer y Mascagni descubrieron su existencia en las lagoni ó fuentes termales de la Toscana, y señalaban como mas abundantes las de Cherchiajo, de Monte-Cerboli y de Castel-Nuovo. Estos

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