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habrá ya puesto un poco de agua, como una onza por cada libra de sulfato. Este tubo debe disponerse sobre una zafa, á fin de poder refrescarlo á voluntad y rodearle de un lienzo mojado. Este tubo está horadado en su estremidad con un agujero muy pequeño, destinado á dar salida á los vapores que no se hayan condensado.

Montado el aparato, se calienta ligeramente el misto, y de tiempo en tiempo se añaden algunos carbones encendidos, sin sostener no obstante un calor muy regular. Despues de cinco ó seis horas de reaccion, se deja enfriar enteramente, despues se quita el lúten, y en un frasco tambien de plomo, se echa el líquido contenido en el tubo. Este ácido asi estendido, basta para los usos que acabamos de indicar; pero si se le quiere obtener para otros fines en su máximo de concentracion y pureza, léjos de añadir agua en el tubo, seria menester secarle bien, y servirse de ácido sulfúrico á 66°, de fluato de cal trasparente é incoloro, y enfriar los vapores con una mezcla de hielo desmenuzado y sal marina. Asi es como MM. Thenard y GayLussac han recogido un ácido tan concentrado, que vertido en el agua, producia el mismo ruido que si se hubiese metido en ella un hierro enrojecido.

El ácido fluórico tiene tal accion sobre todos los cuerpos, y en especial sobre los que contienen sílice, que se hace estremadamente difícil someterle á esperimentos de descubrimiento. Por esto hasta ahora su composicion nos ha sido enteramente oculta. Admítese sin embargo, y solo por analogía, que contiene un radical, al que se ha dado el nombre de fluor, pero se ignora absolutamente si este radical está combinado con el hidrógeno ó con el oxígeno. En general sus combinaciones han sido poco estudiadas. R.

ÁCIDO HIDRO-CLÓRICO (conocido en el comercio con los nombres de ácido muriático, ácido marino, espíritu de sal, etc.) La preparacion en grande de este ácido data en Francia de los primeros tiempos de la fabricacion de la sosa. Cuando la aplicacion del procedimiento de Leblanc, para la conversion del sulfato de sosa en sosa facticia, se hizo en los talleres de M. Payen, se obró la descomposicion de la sal marina por el ácido sulfúrico á 550 en grandes calderas de plomo de 3 metros de largo, 1 metro y 66 centímetros de ancho, y 34 centímetros de alto, cubiertas de láminas de plomo. El gas ácido que se desprendia de ellas, circulaba en un conducto de ladrillos de arcilla de 600 metros de estension en largo, donde se condensaba por una capa de agua de algunos milímetros, que corria lentamente en sentido inverso del gas, por una inclinacion de 5 milímetros por metro. Concíbese, que en la estremidad de este conducto mas inmediata al aparato, el ácido hidro-clórico estaba tan concentrado cuanto era posible, y bastante puro, y que en el otro estremo, el agua que le condensaba, despues de haber disminuido gradualmente de densidad, no contenia casi nada de ácido. Este aparato condensador, era pues bastante perfecto; pero no pudiendo terminarse en las calderas de plomo, la descomposicion de la sal marina, era preciso sacarla todavia en líquido, para acabar esta descomposicion en un horno de reverbero, en lo cual perdia cerca de 50 céntimos del ácido hidro-clórico. La grande cantidad de gas que se desprendia mientras se vaciaban las calderas de plomo, sofocaba á los operarios, y la que respiraban era algunas veces bastante poderosa para hacerles arrojar sangre; para preservarles de esta accion les hacian beber leche.

Siendo entónces muy poco considerable el uso del ácido hidro-clórico, no era de mucha importancia la pérdida que se hacía de él, y aun posteriormente llegó á fabricarse la sosa, descuidando totalmente este producto. Se empleó el procedimiento dicho de las bastrincas, los productos gaseosos se lanzaban á subterráneos muy vastos, donde eran condensados por corrientes de agua, con lo cual se evitaba el quemar toda la vegetacion de los campos inmediatos, como sin esta disposicion sucedia frecuentemente, cuando las nieblas conducian sobre la tierra el gas ácido hidro-clórico emanado de las fábricas. En Marsella, donde el consumo de este ácido dista mucho de ser proporcional á la fabricacion de la sosa, se emplea este procedimiento, y muy recientemente M. Chaptal continuaba, en las cercanias de Paris, su fabricacion montada sobre el mismo pie.

Hace poco que se ha estendido el uso del ácido hidro-clórico; con este producto se propone el fabricante de sosa un doble objeto, y los aparatos para obtenerle se han modificado y cambiado de muchas maneras. Pero sería demasiado difuso el describir aqui todas las formas adoptadas sucesivamente; por lo mismo solo hablarémos de las dos mas importantes, y que aun se usan en el dia, manifestando los motivos porque debe preferirse una tercera que en seguida describirémos.

Descripcion del aparato llamado de las Bastrincas. A continuacion de un horno de sosa, llamado, horno de reverbero (cuya descripcion harémos en el artículo sosa) un receptáculo de plomo de 33 centímetros de profundidad, tan ancho como el interior del horno (1 metro 66 centim.), y de dos metros de longitud, se encaja en la fábrica de modo que sus bordes superiores, cu

biertos de planchas de metal fundido, están al nivel del paso de la llama que sale del horno; la cubierta de albañilería que cubre este receptáculo, sigue á la del horno de reverbero y está á la misma altura; la llama que se escapa de la calcinacion, halla entre la cubierta y toda la superficie de las planchas fundidas, un paso de once centímetros de altura; vuelve en seguida sobre sí misma, recorriendo un espacio abierto al fondo del receptáculo, y se divide finalmente en dos, para dirijirse á la chimenea por otros tantos canales laterales: esta caldera ó receptáculo, se halla de este modo rodeada por todas partes de conductos del calor emanado del horno de sosa: este es un uso secundario de este calor. Una puerta, practicada al estremo del receptáculo, se abre para cargársele de sal marina (una carga se compone muy de ordinario de 12 sacos de 100 kilog. cada uno, ó de 1200 kilog.); se tapa lo mas herméticamente posible, y se vierte el ácido sulfúrico no concentrado (es decir á 540 Beaumé, equivalentes á de ácido seco; empleándose 110 de este ácido por 100 de sal) por un caño colocado en la parte superior del receptáculo: opérase la descomposicion, y el ácido hidro-clórico, mezclado con el vapor del gas agua, se desprende y pasa al traves de cuatro tubos de barro para dirijirse á los refrigerantes, donde se condensa; estos refrigerantes se componen de grandes frascos de barro, llamados Damas-juanas, superpuestos unos á otros, en número de 7 ú 8 para cada salida, y vueltos verticalmente, de modo que el cuello de uno entre en el fondo de otro; el gas los atraviesa todos de alto á bajo, y debe quedar condensado antes de llegar al último.

100

El ácido corre por debajo y llena sucesivamente las

botellas en las cuales se entrega al comercio. Terminada la operacion, se abre la puerta del receptáculo, y se hace correr el resíduo en forma de masa flúida sobre un enladrillado fabricado en lo esterior del horno. Este resíduo no tarda en endurecerse por el enfriamiento, y para tratarle se le divide en pedazos (V. SOSA). La gran cantidad de gas que se desprende mientras que se saca esta mezcla, hace muy penoso para los trabajadores este momento de la operacion. Como ya hemos indicado, esta es muy imperfecta, especialmente si se hace con el objeto de obtener ácido hidro-clórico. La dificultad de tapar bien las planchas fundidas que cubren el receptáculo, la imposibilidad de terminar la descomposicion de la sal, pues es menester que el resíduo quede líquido, en fin, las pérdidas que se sufren por la evasion y la alteracion del plomo, etc. hacen que no pueda recogerse mas de 80 á 90 de ácido hidro-clórico á 219 Beaumé, ó 1170, gravedad específica, equivalente á 25 de ácido efectivo por 100 de sal empleada. No llega á los dos tercios de lo que puede obtenerse.

El segundo aparato que se empleó, del que todavia se sirven los fabricantes, consiste en una galería de 15 á 20 calderas de fundicion, de 66 centímetros de diámetro, y 40 de profundidad, cubiertas de un disco de plomo, que las tape y esté fijo en los bordes de cada una, por una rodelilla cerrada por medio de pernos de tornillo ó de chapas; primero se introduce la sal marina, se tapa despues la cubierta, y por un tubo corvo se establece la comunicacion entre cada una de estas calderas, y una serie de siete ú ocho botellas de barro de dos tubos, y medio llenas de agua, que comuniquen entre sí por otros tubos de doble curvatura;

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