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El procedimiento siguiente que está al alcance de todo el mundo, y que puede practicarse en pequeñas partidas, proporciona el mas hermoso blanco posible para afeite. Se raspan con el mayor cuidado unas pequeñas planchas de plomo, que se untan con una ligera capa de manteca en todas sus partes, se las suspende en un puchero lleno en un tercio de vinagre, sin que se sumerjan en él. Se las deja en este estado, hasta que esten enteramente cubiertas con una capa de blanco; entonces se rasca la superficie con un cuchillo de marfil, y se maja bien el blanco que se ha sacado con la pomada que se ha indicado precedentemente.

El albayalde es una mezcla de blanco de plomo y de sulfato de barita ó de carbonato de cal. El óxido ó magisterio de bismuto, que algunos prefieren á los otros dos, por su blancura mas brillante, no es otra cosa que el precipitado formado por el agua en una disolucion de nitrato ó de hidro-clorato de bismuto. El óxido blanco que se deposita, conserva siempre una pequeña cantidad del ácido con el cual estaba combinado y es preciso lavarlo repetidamen te para quitárselo del todo; se conoce bajo el nombre de blanco de perla, cuando en vez de agua se hace uso de una disolucion de muriato de sosa, ó de tártaro de potasa, para hacer su precipitacion; en este caso el precipitado es un subcloruro, ó un tártaro de bis

muto.

Independientemente de los peligros á que puede esponer el usar estos afeites, tienen ademas el inconveniente de obscurecerse sobre el cútis que está impregnado de ellos, con el contacto del gas hidrógeno sulfurado, ó del ácido hidro-sulfúrico que se desprende, ya sea de los comunes, ó ya de ciertos manjares, como

por egemplo de los huevos que se sirven en nuestras mesas. El efecto que se produce en estos casos es fácil de conocer; el hidrógeno del ácido se mezcla con el oxígeno del óxido de bismuto ó de plomo, mientras que el azufre se une al metal. Resulta de ello, 1o agua y un súlfuro; 20 que el cútis se obscurece y humedece á un tiempo mismo, resultados bastantes para disgustar de estos afeites á las personas á quienes no hubiesen podido espantar los peligros de usarlos.

Pasemos ahora al exámen de los diversos afeites encarnados que se han empleado sucesivamente hasta nuestros dias. El primero que se usó, era sacado de una raiz que traían de Siria, en Grecia y que llevaba el nombre de rizion. Esta palabra griega rizion que significa pequeña raiz (radicula), no da ninguna luz acerca de la planta á la cual pertenecia. Consultando los mas exactos sinónimos, es fácil convencerse de que ninguna planta tuvo antiguamente este nombre, y que de consiguiente es un absurdo el usar como se usa, la denominacion de raiz vizion, que no puede significar mas que raiz, pequeña raiz. Esta observacion fundada en escrupulosas investigaciones, será útil, en cuanto evitará el hacer otras nuevas para encontrar un vegetal que jamas ha existido entre los antiguos bajo este nombre.

El encarnado de aquel vegetal que nos es desconocido, estaba unicamente destinado á dar color á las megillas; despues se substituyó con el color sacado de una pechina univalva del género murex, conocida en el dia con el nombre de tormo; este último raro y caro, no servia sino para las personas de distincion; las demas usaban raices ó maderas que teñian de encarnado. Desde que se ha hecho general el uso del en

carnado, principalmente en Europa, se han empleado sucesivamente varias sustancias. Las unas sacadas del reino mineral, como el bermellon, cinabro, ó súlfuro de mercurio. Este mineral, aunque mezclado con talco ó greda de Brianson, ó bien con pomadas, es de naturaleza que altera el cútis, y su uso no puede dejar de ser muy perjudicial á la salud. Los otros, procedentes de los vegetales ó de los animales, no tienen el mismo inconveniente. Tal es el que proporciona la cochinilla y que se saca por medio del alcohol dilatado con agua. Estando filtrado el tinte, se deslie en él un poco de goma arábiga, y se hace hervir hasta que no quede mas que un poco de líquido. Se estiende el resíduo condensado sobre hojas de papel ó platos de loza, y se hace secar á la sombra en un parage seco. Para servirse de él y aplicarle sobre las megillas ó los labios, basta despegarlo con el dedo mojado con saliva ó con

agua.

Tal es tambien el CARMIN propiamente dicho (V. esta palabra), del cual se mezcla una corta cantidad con una pomada fina, sin olor, hecha con sain ó gordura de cerdo, ó con cera blanca. Se estiende la mezcla sobre la piel con el dedo, frotando un poco fuerte hasta que no se perciba la gordura. Puede mezclarse tambien el carmin con talco ó greda de Brianson pulverizada, y moler bien sobre un mármol dicha mezcla. Los perfumistas sustituyen al carmin, lacas encarnadas de palo del Brasil, para preparar un encarnado mas basto.

El colorado de que casi solo se usa en el dia, es estraido de las flores del cártamo (carthamus tinctorius). El nombre de colorado de España, que se le ha dado, parece indicar que en dicho pais fué donde se

preparó en un principio. La importancia del colorado de cártamo, como afeite, su uso en los tintes, las mejoras hechas en su preparacion, que deben atribuirse á los adelantos de la química, exigen que nos detengamos en este afeite mas de lo que lo hemos hecho con los demas de que hemos hablado.

Se prefiere el cártamo cultivado en el Levante, sobre todo la variedad con hojas pequeñas. Las flores del cártamo contienen dos materias colorantes bien diversas; la una amarilla, muy soluble en el agua; la otra encarnada, insoluble en este líquido, pero soluble en los alcalis y los carbonatos alcalinos, á los cuales comunica un color amarillo; saturando el alcali que está cargado de él, el licor se enturbia, se pone colorado y depone un precipitado amarillo rojizo. El color que se obtiene, varía segun el ácido empleado en la precipitacion; el zumo de limon, el ácido cítrico puro, y el ácido acético, son los que dan el color mas hermoso; el ácido sulfúrico debilitado y en una proporcion conveniente, puede sustituírseles, y aun me-' jor el zumo ó ácido del serbal. Vamos á esplicar el procedimiento que se emplea con mejor resultado. Se lavan las flores de cártamo bastante tiempo para que el agua salga sin color. La parte insoluble secada, se pulveriza muy fina y se prepara con una disolucion de sub-carbonato de sosa, que le disuelve tomando un color amarillo. Se sumerge en la disolucion algodon cardado bien fino y bien blanco, y se echa un poco de zumo de limon ó de ácido cítrico puro, ó de ácido acético; la materia colorante, puesta en libertad, se precipita sobre el algodon. Esta materia está alterada por una cierta cantidad de color amarillo que ha quedado de las primeras lavaduras, pero que se 29

TOMO I.

quita con facilidad lavando el algodon hasta que no deje color en el agua. El algodon, que lavado suficientemente, no retiene mas que la materia encarnada, se pone en una nueva disolucion de carbonato de sosa que se apodera de la parte encarnada en su estado de pureza. Antes de precipitar el encarnado por segunda vez, puede colocarse en el fondo de la vasija, en que se opere, talco ó greda de Brianson, hechos polvos impalpables, destinados á apoderarse del encarnado á medida que el ácido separa este último de la sosa que le tenia disuelto. La mezcla que se obtiene, se maja finalmente con cuidado con algunas gotas de aceite de oliva ó de behen, propios para darle mas dulzura y suavidad. De la finura del talco y de la cantidad de precipitado de cártamo que se mezcla en él, dependen la hermosura y el precio de los encarnados en el comercio. El encarnado de la segunda precipitacion se recibe algunas veces sobre pedazos de tejidos de lana torcida, llamados crespones; las damas se sirven de estos crespones colorados para restregarse las mejillas. El precipitado puede conseguirse solo y despues majarse con greda de Brianson. Muchas veces en lugar de mezclarlo, se estiende puro y húmedo sobre papeles, tazas ó salvillas, en las que secándose toma un color verde bronceado, parecido al color de las cantáridas, pero que se vuelve encarnado vivo con el contacto de un poco de agua pura ó acedada con vinagre. Algunos fabricantes que lo venden en este estado, han imaginado, para espresar el pronto cambio de color que esperimenta mojándole, darle el ridículo nombre de verde encarnado de Aténas.

Véndese ademas un encarnado líquido, que segun el análisis hecho por muchos químicos hábiles, no es otra

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