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la cantidad de plata. Es pues de temer que la modicidad del precio de la afinacion, dependa principalmente de la concurrencia y no del beneficio real. R.

AFINADOR, de forte-piano, de guitarra, de organo, etc.

El modo de afinar ó templar estos instrumentos, ofrece las dificultades que vamos á esponer. Sirven de regla los intervalos de las quintas, porque el oido juzga mejor de su precision; mas haciéndose suceder unas á otras muchas quintas, se llega pronto á concordancias que el oido no puede soportar. Por ejemplo, supongamos que partiendo del sonido de ut se temple exactamente la quinta sol, despues el re sobre el sol, el la sobre el re, y en fin el mi sobre el la; haciendo sonar el mi con el ut de que partimos en este ejemplo, se hallará que este intervalo de tercera es demasiado fuerte.... Procediendo en continuar de esta suerte por quintas, se correrán todos los doce semitonos del diapason, y se volverá no al ut del principio, sino á un sonido mucho mas elevado, y todas las terceras mayores serán demasiado fuertes, las terceras menores demasiado débiles, é imposible el sufrir estas concordancias.

Sin detenernos á esplicar esta singularidad, nos limitarémos á decir, que es una equivocacion el considerar en el forte-piano, el arpa, el órgano, y la guitarra el rex y el mib como idénticos, asi como el sol y el lah, el la y el sib...... Seria menester renunciar á estos instrumentos, si no se hiciese esperimentar á las diferentes concordancias una ligera alteracion que concuerda con esta supuesta identidad, con tal que el placer que se espera no se altere. Esto es lo que se llama templar las concordancias.

El célebre Rameau, es el primero que se pronunció para que el templado abrazase igualmente todas las concordancias, contra el uso entónces recibido de no hacer sufrir alteracion, sino á las que son de un uso ménos frecuente. Como el oido padece del defecto de precision en los sonidos, y mucho mas de las alteraciones de las terceras mayores que de las quintas, se daban justas las primeras, pero á espensas de las últimas por lo ménos cuanto es posible. Las terceras que se tocaban con ménos frecuencia, eran sacrificadas á las otras, y ofrecian al oido armonías muy duras. Los artistas se persuadian que se debia evitar el uso de estas terceras, ó á lo ménos tolerarlas en sus raras apariciones; adelantándose hasta pensar, que podian sacarse efectos particulares de estas desagradables armonías.

En el dia, que el arte músico se ha perfeccionado tanto, y que los nuevos métodos de canto han multiplicado las modulaciones de una manera desusada en otro tiempo, no existen concordancias que puedan considerarse como raramente empleadas, y á las que se les encargue de sobrellevar los defectos del instrumento. Se ha adoptado pues, el templado igual de Rameau, cuyo sistema vamos á esplicar.

Se toma primeramente un sonido para servir de base á todos los demas, el la, por ejemplo: se templa la octava de este sonido; despues, segun se vé en la fig. 3 (lám. v.) procediendo de quinta en quinta, en que cada una está debilitada ligeramente, se templará el mi con el la, el si con el mi, ó mas bien con la octava inferior de este mi, que se habrá tomado muy exactamente con el superior; el fax con el si, etc.; hasta llegar al rex.

Volviendo despues al la del principio, ó mas bien á su octava superior, se procederá por cuartas sucesivas, que se harán todas un poco fuertes; la cuarta inferior de un sonido es la mutacion de su quinta, pues el sonido agudo es la quinta del grave. Asi pues, se templará (V. la fig. 4) el re con el la, sol con re, ut con sol, etc...... Si las alteraciones se han hecho convenientemente, se volverá á hallar que el mi1, al que habrá conducido este órden, es absolutamente el mismo que el rex, obtenido arriba.

Cuando digo que se hará la quinta débil, entiendo que el sonido agudo que se templa, y que forma esta quinta, es algo mas bajo que el que exige la exacta precision. Igualmente la cuarta componiéndose de un sonido grave que se templa con un sonido agudo ya fijo, el grave, que forma la cuarta, debe ser un pocó mas bajo que si fuera justo. El primer intervalo se disminuye un poco, y el segundo aumenta algo; mas el sonido que se templa con el que está ya fijado, es siempre algo descendente, y por consecuencia próximo á la nota tomada por base; lo que concluye por absorver la desigualdad por esceso que resultaria de la exacta presicion de todas estas armonías.

Las fig. 3 y 4 ofrecen todas estas sucesiones de quintas y de cuartas, representadas por las blancas; las negras designan armonías perfectas, que de espacio en espacio sirven de verificacion, porque estan formadas de sonidos ya acordados, y que no tarda el oido en reconocer, si alguna alteracion no ha sido demasiado fuerte, y no exije correccion, en cuyo caso se habria de volver á las dos ó tres concordancias precedentes; la diferencia debe ser necesariamente muy poca.

Para que las figuras puedan aplicarse al caso en

que conviniese tomar un ut por término de base; bastaria reemplazar la clave de sol por una de fa en la cuarta linea, como se ha indicado en la fig. 3. Una clave de ut en la cuarta linea, convendria si se quisiera empezar por sol, etc.

La práctica de las reglas que acabamos de esponer, exije una habilidad particular; hay templadores diestros que nunca han tenido necesidad de volver á tocar los acordes ya hechos. A M. Peters, que en este género tiene un mérito notable, le sucede frecuentemente que las 216 cuerdas de un piano de seis octavas, quedan montadas cada una en el grado conveniente, sin costarle apénas media hora de trabajo, y el resultado es tan perfecto como si se hubiese servido de los procedimientos que la teoría indica, y de que vamos ha hablar.

Por lo demas no ocurre dificultad sino en afinar las doce notas de la primera escala, despues se ponen facilmente las demas cuerdas en la octava de estas , Y. se procede por semitonos, gradualmente de uno á otro por toda la estension del teclado, tanto subiendo como bajando. No basta afinar cada sonido con su octava; es menester procurar que resuene en seguida su quinta y luego su cuarta, tomadas entre las cuerdas ya puestas en su tono: esta quinta y esta cuarta serán concordancias alteradas, pero el oido se parar á sin dificultad en el grado intermedio á que debe atenerse.

Los sonidos de las cuerdas metálicas son débiles; para reforzarlos se hacen siempre resonar unisonamente dos ó tres cuerdas, que se pulsan juntas. El oido está tan ejercitado en juzgar de los mas ligeros errores de unisonancia, que es sumamente fácil el manejar la clavija, poniéndola en el grado que con

viene. Esto solo exije un poco de paciencia y de costumbre.

Las cuerdas se oxidan y se rompen con frecuencia; tambien sucede que una mano torpe les da una tension demasiado brusca ó fuerte, que las hace romper, y entonces es menester sustituir otras. Se retuerce en doble uno de los estremos del hilo metálico, dejando un lazo que se pasa por el puente de acero fijo á las tablas del instrumento; el otro estremo de la cuerda se enrolla bien en una clavija de acero, que se hace entrar por rozamiento fuerte en una plancha destinada á recibirle; se tiende entónces la. cuerda, haciendo girar la clavija por medio de una llave cuadrada, como las que sirven para dar cuerda á los péndulos.

Las cuerdas de piano son de diversos grados de finura, indicados por números. El mas elevado, señala las ménos gruesas, que corresponden á los sonidos mas agudos. La fig. 5, indica el uso de estos números. Las cuerdas de laton que dan los sonidos graves estan numeradas por ceros sucesivos.

Conviene saber templar por si mismo un piano, para no depender del capricho del afinador, ó suplirle en donde no le hubiese. M. Coussini constructor de instrumentos, ha imaginado montar en una lámina sonora, doce diapasones de acero, cuyas proporciones son tales, que vibran cuando se tocan, produciendo con toda precision los doce semi-tonos de la escala por proporcion igual. Este pequeño instrumento, sirve para afinar la escala del medio del teclado, porque siempre debe empezarse por ella: luego es muy fácil afinar las demas octavas, especialmente las inferiores, cuyas cuerdas no estan sujetas á romperse. El monocordio, 30

TOMO I.

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