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de cu

Pero acontece con frecuencia que la confianza no se fija sino lentamente en una produccion nueva, ya importancia no puede anticipadamente juzgarse: hay tantas máquinas malas entre las que se han preconizado, que la prudencia exige no abandonarse ligeramente á las innovaciones. Por otra parte, los primeros ensayos no siempre son felices; el inventor no consigue de una vez la perfeccion que procura; la esperiencia le hace reconocer en su máquina vicios que no habia observado ántes, y suele cambiar poco á poco su mecanismo hasta dejarle desconocido, faltándole ademas superar las resistencias que crearon los usos antiguos. Asi el tiempo, señalado como límite del privilegio, corre sin fruto para él, y sucede de or

dinario

que

las utilidades de su invento no se reconocen hasta que ha espirado este término: rara vez un artista recoge solo los frutos de su genio.

Si es cierto que las máquinas son útiles, cómo es que encuentran todavia tantos detractores? porqué hay

personas que condenan su uso? Es fácil concebir que la ignorancia de los operarios conspira contra los agentes que trabajan mejor y con menos gasto que ellos, del mismo modo que se unen entre sí contra aquellos de sus compañeros que consienten en la disminucion de su salario, y contribuyen á desestimar sus fatigas. Las luces de los artesanos no son bastante estensas para juzgar sanamente de la influencia que las máquinas ejercen en provecho suyo, porque el mal les parece evidente, y el bien oculto exige para ser ·

reconocido reflexiones que estan fuera de su alcance. Los Ludenses (*) no deben en efecto ver en los agentes mecánicos sino medios de producir mas y mejor que ellos, á bajo precio, y de imponerles la ley; no estan en el caso de inquirir si estas leyes tienen el rigor que la apariencia indica, y si las máquinas no son, al contrario, un signo de prosperidad general, de que deben sacar los primeros frutos por un aumento de salario, en razon de la multitud de brazos necesarios para la maniobra de estas máquinas.

Pero que hombres instruidos participen de tan groseros errores, y se hagan el eco de tales clamores, no puede ser por otra causa que por no haber reflexionado sobre el punto de que tratamos. Antes de ceder á esta decepcion del espíritu y de comprometer su modo de pensar al peligro de un error funesto, es necesario estudiar la influencia de las máquinas en la civilizacion de los pueblos, en sus relaciones mercantiles y en la política de los gobiernos. Es una equivocacion el que viendo las máquinas, tan generalizadas en todos los talleres ingleses, acompañar á la penosa situacion de este pueblo, se quiera establecer, entre la existencia de estos signos de prosperidad y de decadencia, relaciones de un indispensable enlace. Los males de la Inglaterra provienen de causas mucho mas poderosas, contra las cuales lucha penosamente la in

(*) Habitantes de Ludda, ciudad de Francia, que aunque pequeña es muy notable por sus férias, en las que se hace un comercio considerable en lanas.

dustria: el azote de la política, la deuda nacional, los gravámenes y escesivos impuestos que pesan sobre la numerosa clase de los artesanos, he aqui el origen de los males públicos, que hace mucho tiempo hubieran destruido el estado, si la prosperidad del comercio, el vigor de la industria y especialmente las potencias mecánicas no hubieran impedido su caida.

Séanos lícito detenernos en un asunto de tan alto interes, tratado ya con talento superior por MM. Say, Paris (*), etc.

» Sin duda los detractores de las máquinas no entienden privarnos de aquellos agentes que son de un uso perpetuo y sin los cuales no existiria arte alguno; conservaremos pues, con su aprobacion, la palanca,

el cepillo, la cuña, el tornillo, la segur, el escoplo,

etc. Ademas de estos instrumentos, todavia otros, mas compuestos obtendran su gracia, como indispensables á la sociedad, tales como los arados, los carruages de lujo ó de transporte, las armas de fuego, las balanzas, etc. Tampoco pretenderan que para dar toda su importancia al trabajo de los artesanos deba reducirse á la mendicidad á una multitud de operarios empleados en construir péndulas y relojes, en trabajar en

las

prensas de la imprenta, en fabricar bombas ó armas, etc. No será por consiguiente la mayor ó menor complicacion de las máquinas, lo que decidirá de su destruccion ó conservacion; los detractores se confor

(*) Véase el tratado de Economía Política por M. J. B. Say, y la memoria publicada por M. Paris.

TOMO I.

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marán con la naturaleza y uso de estos agentes. Nos dejarán tambien aquellas máquinas sin las cuales la mano del hombre no es capaz de producir sus resultados, tales como las sierras circulares que separan las láminas de las caobas para embutidos de dimension tan delgada, que 18 reunidas no forman mas que una pulgada de espesor; los molinos de harina, sin los que estaríamos reducidos á moler el grano entre dos piedras, ocupacion penosa, reservada en otro tiempo á los esclavos; los molinos de aceite, los de papel, y otra porcion de máquinas, se nos concederán igualmente, porque economizan trabajo á los animales, y hay una ventaja inmensa en el empleo de los agentes naturales, tales como el agua, el viento, el vapor, con preferencia á los caballos, tan útiles en otras circunstancias, y cuyo número posible está siempre limitado por la naturaleza de las cosas. Otras muchas máquinas estan reservadas á ocupaciones tan envilecidas y penosas que todavia se nos otorgará igualmente su uso: sin recurrir á estos agentes, como se limpiarian los puertos y se vaciarian las cloacas? Como un buque no puede contener mas que un limitado número de individuos, todas las máquinas de marina, como las velas, las poleas, la brújula, el timon, las anclas, etc. que sirven para guiar el navio y hacer la maniobra, tampoco podrian suprimirse. Ni aun las terribles máquinas de vapor dejarian de consentirse en ciertas circunstancias, como por ejemplo, para dirigir las embarcaciones y reemplazar la fuerza del viento ó

de los caballos, ó bien para agotar las minas de carbon de tierra que el agua llenaria muy pronto sin esta accion poderosa, porque los esfuerzos humanos no podrian reunirse en semejante local en una proporcion que bastasen á la necesidad: en el mismo caso está la grua que se emplea en las construcciones. En fin, seria menester hacer gracia á todas las máquinas que no pudieran remplazarse con brazos, cuyo precio seria demasiado alto para poder dar salida á la produccion.

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De esta esposicion resulta, que no nos es permitido trazar una línea de demarcacion para establecer una distincion entre las máquinas de toda especie, y designar aquellas cuyo uso debiese la legislacion permitir ó prohibir tal se habia de permitir aquí y prohibir allí, todo á juicio de ciertos hombres; y son bien sabidos los errores á que semejante arbitrariedad precipitaria á las naciones, porque en estas decisiones no reinaria siempre la debida equidad; rara vez serian suficientes las luces de los jueces siendo tan poco numerosos los verdaderos sabios, y las prevenciones personales se mezclarian tambien con las incertidumbres inherentes á la materia. La arbitrariedad, el mayor enemigo de las artes, de las ciencias, del comercio y de la industria, debe ser desterrada enteramente de la administracion pública, porque es el azote destructor de toda emulacion y la mas indudable seña de la decadencia de los imperios ó de su grosera ig

norancia.

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