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Si no es permitido esperar que entre las máquinas puedan formarse categorías para proscribir unas y permitir otras; si es cierto, como lo hemos demostrado anteriormente, que está en la naturaleza de las cosas que se multipliquen en todas partes segun la necesidad, el tiempo y el lugar, deberémos, pues, confesar que aun cuando alguna vez hubiesen de ser perjudiciales, son una necesidad de la civilizacion, de la que es menester sufrir las consecuencias. Hay en cada Estado causas permanentes que tienden, unas á acrecentar y otras á disminuir la poblacion; un suelo de determinada estension en que el comercio no haya de afluir sino cierta porcion de materias estrangeras, no puede soportar mas que una cantidad de seres, cuyo número está señalado por la naturaleza de todos los elementos de esta existencia. Mas allá de este término seria necesaria la colonizacion, sino fuese tambien una consecuencia de estos mismos elementos el no variar de un modo precipitado, y por lo mismo poner obstáculos á una multiplicacion demasiado abundante. Será verdad que las invenciones mecánicas son una de esas necesidades, que conspirando con las demas causas, fijan límites á la estension de la poblacion? no lo creemos; en ningun caso las máquinas pueden producir tan funesto efecto, y léjos de ser un obstáculo el acrecentamiento de las fuerzas físicas y morales de los Imperios, son uno de sus mas poderosos medios de existencia y de prosperidad.

No hay invencion mecánica alguna que pueda dis

y

pensarse del auxilio de los animales para ser movida dirigida, , y en que sobre todo la fuerza del hombre no sea mas ó ménos necesaria. Ninguna existe que pueda dispensarse del socorro humano, y todas tienen solamente por objeto reducir la cantidad á una fraccion de la fuerza que seria indispensable sin ellas, como v. g. á un tercio ó un cuarto. Introduzcase en una fábrica donde hay empleados cuatrocientos operarios, una nueva máquina destinada á reducir á una cuarta parte la fuerza inteligente; no se crea por esto que los talleres se vean obligados inmediatamente á no emplear mas que cien oficiales, pues por lo mismo que los productos obtenidos de esta suerte serán mas equitativos y mejor ejecutados, su salida será demasiado segura y pronta, por lo menos hasta que los demas talleres no disfruten iguales ventajas, para que el manufacturero deje de conocer el grande interés que tiene en ocupar á todos sus operarios, en proveerlos poco poco de máquinas semejantes, y en cuadruplicar toproductos para acrecentar sus beneficios; solo los capitales podrán faltarle, pero las mismas utilidades le darán los medios que su crédito no hubiese podido procurarle. Todavia hará mas, estenderá su empresa y se verá muy pronto obligado á aumentar el número de los brazos que ocupa. Léjos de perjudicar al salario de los operarios, los mas inteligentes, los de mejor conducta, se harán necesarios y aumentarán el precio de su trabajo: la máquina bará los ejercicios mas penosos; las ocupaciones de mas fatiga serán mo

á

dos sus

dificadas; en fin, el artesano mas aliviado y mejor pagado mejorará de suerte. No es esta una asercion aventurada; la esperiencia la confirma en todos sus estremos, pues está reconocido que en donde se han introducido las máquinas, han influido ventajosamente en lo físico y moral de los trabajadores; el establecimiento ha adquirido un nuevo estado de esplendor, y ha engrandecido en mucho sus relaciones, multiplicado los esfuerzos de la industria y aumentado el número de brazos útiles.

Tal vez se objetará que este cuadro, cuya verdad no puede disputarse, dejará un dia de presentarse bajo. este aspecto se dirá que las máquinas que han hecho la prosperidad de un establecimiento no tardan en hacer en los demas talleres de la misma clase, iguales progresos, y que desde entonces la materia trabajada por el conjunto de estas fábricas, forma una masa que supera las necesidades públicas; que no proporcionándose mas despacho, se hace necesario disminuir los productos para reducirlos á los términos del consumo; entónces, la reforma no recae sobre las máquinas que son el capital mas útil del fabricante, pero priva de su labor al artesano é introduce el llanto y el desaliento en una clase de la sociedad que tanto derecho tiene á vivir de su trabajo. Esta objecion es fuerte sin duda, pero de fácil solucion.

El consumo está siempre en relacion con el precio de los productos; se sabe que cuando un objeto es poco costoso hacen uso de él mayor número de indivi

duos; el consumo debe crecer á medida que el precio disminuye. El efecto pues de las máquinas, al proveer al comercio de las materias manufacturadas á un precio mas cómodo, es el aumentar proporcionalmente la cantidad y acrecentar su consumo. Si una máquina tiene por objeto economizar las tres cuartas partes de la fuerza inteligente que fabrica, con los mismos operarios se podrán fabricar cuatro veces mas objetos, y bastará para el equilibrio político que haya cuatro veces mas consumo; esto es lo que siempre, á lo menos con corta diferencia, debe suceder.

M. Say en sus cartas á M. Matthus, lib. I se esplica así: « si un objeto disminuye en un cuarto de su precio, la cantidad de lo que pueda venderse aumentará el doble. Cuando por el sistema continental era menester pagar cinco francos por una libra de azúcar, aplicados, ya á la produccion del mismo artículo, ó á la de cualesquiera otra mercancia que se cambiase por él, la Francia no estaba en estado de comprar mas que catorce millones de libras; ahora que se ha abaratado el azúcar, consumimos ochenta millones de libras anuales, lo que hace unas tres libras por persona. En Cuba, donde el azúcar es todavia mas barato, pasa su consumo de treinta libras por cada persona libre."

Lo mismo sucede con las telas, muselinas, paños, etc., y en general con toda mercadería; luego que baja el precio, los individuos consumen mas, y los que no hacian'uso de aquel género pueden ya consumirle mas

ó ménos, segun sus gustos ó fortuna. Concibamos una poblacion graduada segun las sumas que cada uno puede gastar, desde los que no poseen mas que su trabajo, hasta los mas ricos ciudadanos. Tal mercaderia, por ejemplo, no podrá en razon de su precio servir mas que para el uso ordinario de las clases superiores; algunos de la clase media la usarán tambien alguna vez, pero las inferiores no podrán hacerlo así. Baje el precio de este género y cambiarán todas estas relaciones. Las clases medias consumirán mas que ántes, y las inferiores podrán tal vez procurarse su goce. Las piezas de relojería portátil eran en otro tiempo usadas esclusivamente por las personas pudientes; desde que esta manufactura se ha multiplicado, hasta el vulgo suele proveerse de ella con comodidad, y estas admirables máquinas procuran la subsistencia á innumerables artesanos. En el reinado de Henrique IV casi no estaban en uso las carrozas. Sully iba á caballo desde el Arsenal al Louvre, acompañado de una numerosa comitiva tambien á caballo, que se llamaban gentiles hombres, y llevaban una especie de librea. Los grandes, los embajadores no viajaban de otro modo, pues las sillas de posta no se conocieron hasta el reinado de Luis XIV. En el dia estas comodidades se disfrutan por tan gran número de personas, que la circulacion es frecuentemente peligrosa en muchos barrios de Paris, y hace vivir á una infinidad de fabricantes.

Si se atiende á que en la distribucion que acabamos de hacer de la poblacion de un Estado en clases,

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