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el número de individuos que las componen crece rápidamente á proporcion de la menor riqueza de cada una de ellas, de modo que las ménos acomodadas son considerablemente mas numerosas, habrémos de confesar sin dificultad que, la disminucion en el precio de un objeto manufacturado debe aumentar en mucho el consumo, poniéndole al alcance de mayor número de individuos; está probado, por ejemplo, que en Francia el número de habitantes que pagan de 100 á 500 francos de contribuciones territoriales, es diez veces mayor que el de los que pagan de 500 á 1000 francos (V. la memoria de M. Paris, pag. 26.) Es pues evidente que las máquinas léjos de perjudicar á la clase de los proletarios, aumentan su bien estar, su salario

y sus recursos.

Es verdad que las máquinas nuevas introducidas con tan grandes ventajas en una primera empresa, no lo son en igual grado en todas las fábricas del mismo género, que no las adoptan hasta algun tiempo despues. El capital espendido es el mismo para todos, pero los beneficios son muy diferentes: el que primero hizo uso de ellos es el que ha conseguido mejores resultados; la recompensa recayó en quien mas la merecia; pero es constante que muy en breve la concurrencia produce un estado de cosas tal, que el fabricante no halla en el uso de las máquinas mas beneficios que los que obtenia antes de haberlas puesto en práctica: se establece poco a poco un equilibrio comercial que hace cesar las ventajas inmensas, fruto legítimo de la pri

mera empresa; mas no por eso deja de resultar que la nacion entera ha participado del beneficio que estas invenciones han creado; cada uno consigue mayor comodidad y satisface mas facilmente sus necesidades y sus placeres.

Los filántropos que por un zelo mal entendido á favor de los proletarios se pronuncian enemigos de las máquinas, no debieran olvidar en la enumeracion de las ventajas que reportan, que estos agentes estan encargados de los trabajos mas costosos y despreciados, que sin ellos pesarian sobre la clase inferior. Segun la observacion que hace M. Delaborde (revista enciclopédica 1820, tomo V. pag. 480) se cuentan en Inglaterra diez y ocho mil máquinas de vapor de la fuerza media de dies y seis caballos ó proximamente de cien hombres estas máquinas equivalen á un acrecentamiento de poblacion de cerca de dos millones de habitantes, que incesantemente estan en actividad, no conocen el reposo, hacen todo lo pesado de la obra, no piden salario alguno, sacan su alimento de las entrañas de la tierra, y ejercen en aquella nacion las funciones que ejercian los esclavos entre los Griegos y los Romanos, y los siervos entre los modernos. Estas máquinas transportan los pesos, dan movimiento á las muelas, cargan y descargan las naves, tejen las telas, los paños y cobertores, imprimen los periódicos, elevan el agua á lo interior de las casas, conducen los buques, siembran, siegan y trillan las mieses, estraen los metales del seno de la tierra, los preparan y amoldan

sin esfuerzo y sin peligro, son en fin, una segunda naturaleza que por la abuncancia de los espontáneos productos que crea, provee medios de cambio con las producciones de los demas paises que son necesarias á la vida. Ayudado de tan poderosas auxiliares, enriquecido por estos genios tutelares, el pais que no produce vino, ni café, ni azúcar, ni aceite, cáñamo ni algodon, está mas provisto de estos artículos que otro alguno. Los telares aumentan la poblacion inglesa de un número de habitantes casi igual al que representan las máquinas de vapor. Tantos brazos dispensados de los mas fatigosos trabajos, se aplican ó á las máquinas mismas que animan, ó á navegaciones distantes, ó á la defensa del Estado, etc.

mas que

Por esto las comodidades son muy generales en Inglaterra; solo una décima parte de la poblacion tiene necesidad de los socorros públicos para obtener lo necesario, , pero un necesario que es mas bien lo que se llamaria conveniencia en otros paises. Esto se concibe facilmente cuando se considera que los salarios son allí dobles que en Francia, que los alimentos no son mas que una quinta parte mas caros, y los vestidos de uso del pueblo, un tercio mas baratos. La clase de los proletarios, que en este movimiento universal es la única que padece, recibe un suplemento de salario en vez de una limosna. Seguramente no pretendemos aprobar este sistema de clientela que pone una parte de la nacion á sueldo de la otra; pero como ya lo hemos observado, este mal no debe atribuirse á las máquinas;

nace de otras causas que han producido la carestía de los géneros por la enormidad de los impuestos, y sin los ventajosos resultados de la industria, este mal seria todavia mas considerable.

Para convencerse de que las conveniencias son en general mayores en el pueblo ingles que entre las demas naciones, bastaria entrar en uno de aquellos depósitos de mendicidad: veríamos en Alm-House alimentar á los pobres con mejores alimentos que en otras partes, estar mejor alojados y mas preservados del frio. Puede juzgarse ademas de esta situacion próspera de la Inglaterra por el número de reses que anualmente se consumen; este número supone 125 kilogramos de carne por individuo, mientras que en Francia no se calculan mas que ocho para cada uno y en efecto, los dos tercios de la poblacion de este pais, que pasan por tener conveniencias, rara vez comen carne.

Esta grande esperiencia hecha en una nación en que las turbulencias domésticas parece que acusan mas fuertemente á las máquinas, debe probar á los espiritus mas prevenidos en contrario, que la industria y el comercio son las bases de la prosperidad pública. Al conceder que algunos operarios puedan tal vez esperimentar una disminucion de salario con el uso de las nuevas máquinas, no debemos olvidar que disminuyendo tambien por la misma causa el precio de los demas objetos, participan aquellos de las mismas ventajas que la masa de los consumidores, de que hacen parte, y que su situacion en vez de empeorarse me

mejora. Si el invento de una máquina hace bajar el precio de un objeto de uso de las personas ricas, las que pertenecen á la clase ménos acomodada y que por lo mismo no podrian conseguirlo, pudiendo ya servirse de él y substituirle al producto que empleaban ántes de inferior calidad, debe éste necesariamente bajar de precio á su vez, pues que no está ya sostenido por tan numerosas compras, y no puede igualar al de un producto de calidad superior. Quedará pues para el uso de la clase inferior, que á su vez lo desechará para servirse de otros productos y hará tambien disminuir su precio. Asi por un descenso progresivo, las calidades inferiores se adquirirán finalmente muy baratas. El aumento de precio de un renglon consumido por las clases opulentas, tendria un efecto contrario, que se haria sentir progresivamente en las demas clases de la nacion.

Aunque sea sensible que se pague á los proletarios un impuesto en Inglaterra, atribuyase ó no este mal á las invenciones mecánicas, es imposible negar la utilidad de la produccion abundante, estensa é ilimitada: es imposible que ningun hombre de sentido recto pretenda que se haga con las manos, los sudores y un trabajo forzado, lo que puede producirse sin pena y espontaneamente; y que no cuente como una riqueza nacional estas creaciones rápidas y prodigiosas.

Las máquinas multiplican hasta los productos á los cuales no se aplican. Supongamos que no estubiese inventado el arado, y que nos hallásemos todavia obli

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