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DISCURSO PRELIMINAR.

Desde fines del siglo décimo octavo, las artes industriales han caminado con paso rápido á la perfeccion: nunca fué tan grande la actividad, las indagaciones tan fructuosas, tan fecundo el genio inventivo, ni los resultados mas brillantes. Las dos. na

ciones

que con mas efecto han cultivado el campo de la industria, se han hecho las mas ricas y poderosas del mundo. La una ha cubierto de naves los mares y ha hecho á las cinco partes del globo tributarias de sus manufacturas; las artes han elevado á la otra á un grado de prosperidad y de ilustracion que inesperados reveses pudieron comprometer, pero que los esfuerzos de sus rivales no han podido aniquilar. En las artes y en las ciencias tiene la Francia sus mas sólidos titulos de gloria; las artes y las ciencias la hacen toda

via

una gran nacion; ellas han reparado sus pérdidaș, han cicatrizado sus heridas y la han consolado de sus desgracias. Tales son los beneficios, tal el poder de la industria; no es ya la fuerza de las armas, no es ya el hazar el dueño del destino de los imperios; solo

la industria dispone del cetro del mundo. La prosperi dad fundada sobre el trabajo y la riqueza industrial es indestructible, y de naturaleza siempre progresiva. Mientras que la Francia y la Inglaterra adelanten á los demas pueblos en la carrera de las artes, conser→ varán el primer rango entre todas las naciones.

La industria en el alto grado de gloria á que ha lle gado es en el dia tan honrada, como en otro tiempo fué envilecida y humillada. Sus beneficios son reconocidos, notoria su importancia, apreciados sus efectos y sus descubrimientos admirados. Es singular empero, que nadie en el siglo diez y nueve haya intentado elevar á la industria un monumento digno de ella; un monumento al mismo tiempo útil y glorioso, en que se consignen sus progresos, sus descubrimientos y sus recientes trabajos: una obra de este género que compendiase todas las invenciones del génio, no seria ménos conducente á los progresos de la industria, que honorífica á los sabios y á la nacion que la publicase. Vióse en el siglo diez y ocho, en una época en que las artes útiles eran todavia desdeñadas, formarse y proseguir con éxito una empresa semejante: la Academia, sobreponiéndose á las preocupaciones del siglo, concibió y ejecutó en parte el gran proyecta de describir todas las artes y ciencias; desgraciadamente no se completó aquella coleccion, y ya no tiene sino una utilidad muy corta: no por culpa de sus sa→ bios autores, sino por el solo efecto del progreso de las ciencias y de las artes, las descripciones de la Aca

demia son ya incompletas ó defectuosas: solo sirven para suministrar materiales á la historia de la industria. La tarea se halla pues en su primer estado; es necesario volver á empezar la descripcion de las artes, y trazar un nuevo cuadro. Del mismo modo cuando las innovaciones y el transcurso del tiempo hayan envejecido los procedimientos actuales, nuestros descendientes se verán obligados á renovar nuestras descripciones para apropiarlas al estado de sus conocimientos. No debe de consiguiente esperarse un cuadro completo de todos los ramos de la industria, que convenga á todos los tiempos y lugares; cuanto puede exigirse de una obra semejante, es que reproduzca con fidelidad el estado de las artes en el punto y época en que se ha escrito,

En efecto, la industria humana, hija de la necesidad y de la inteligencia, ha cambiado incesantemente de forma; marchando siempre de conquista en conquista, ha perfeccionado por una reaccion feliz la inteligencia de que habia nacido; ha dado á luz las ciencias; en una palabra, ha civilizado el género humano. En vano seria, en su estado actual, fijar términos á su poder; veríanse desaparecer siempre, como el viagero ve retirarse delante de sí los límites de un horizonte que cree por momentos alcanzar.

En lo sucesivo las mejoras industriales agregándose sin cesar unas á otras, organizarán una masa siempre creciente é indestructible. Esta verdad está fundada en la naturaleza del hombre: distinguiéndose del resto de

los animales por la preciosa facultad de comunicar sus ideas, este ser superior transmite sus concepciones á sus contemporáneos y á las generaciones futuras, á quienes enriquece con sus trabajos y sus descubrimientos; cada paso que dá en la carrera de la invencion, lo hace dar tambien á todo el género humano; y desde el establecimiento de la imprenta y del grabado, no hay idea, no hay mejora que no pueda representar y consignar para siempre. La marcha de la industria ó de la civilizacion se ha hecho mas segura, sus progresos mas rápidos, y sus resultados indestruc tibles.

el

Por grandes que sean los trabajos ejecutados por hombre en el curso de los siglos, no nos arrebatan enteramente la admiracion, porque nos es dificil apreciarlos; nosotros nacemos en un mundo que hallamos ya hecho, y nos parece natural que todo esté asi como lo vemos. Sin embargo, qué diferencia del estado del primer hombre en la tierra abandonado á sí mismo, al estado de las sociedades actuales, industriosas, ricas, provistas con abundancia de una infinidad de objetos útiles ó agradables! Qué trabajos, que descubrimientos no ha sido necesario emprender y proseguir para obtener este gran resultado! qué esfuerzos, qué perseverancia para conseguir esta nueva existencia qué la industria ha dado á la humanidad!

No detallarémos aqui todo cuanto hace la agricul turà, las manufacturas y el comercio para cambiar y mejorar la suerte del hombre; no reproducirémos las

variadas escenas que á cada instante nos ofrecen los trabajos de la tierra, la actividad de la industria y el movimiento comercial de las sociedades modernas. Estienda cada uno á su rededor una mirada observadora, y este exámen, por rápido que sea, bastará para darle la mas alta idea de la importancia é inmensidad de los trabajos de las artes. Detendrémos preferentemente nuestra atencion en uno de los mas poderosos medios que se nos han dado para acrecentar todavia nuestra prosperidad industrial; ya se concebirá, que hablamos de los socorros que pueden prestar á las artes las luces de la ciencia.

Sin duda, en su orígen, las primeras artes ó las operaciones mas sencillas de cada oficio han debido su nacimiento ó su perfeccion á la casualidad, á una práctica poco ilustrada, y á ensayos mas ó ménos felices; rara vez han servido los principios razonados para cambiar, mejorar ó descubrir los procedimientos mas convenientes: asi los progresos han sido tan lentos y casi insensibles en el curso de los siglos. Pero cuando por el cultivo de las ciencias, y por sus aplicaciones á la práctica de las artes se pudo dar razon de las operaciones, de sus causas y de sus resultados, los progresos fueron rápidos y brillantes, y la industria se ha desarrollado, por decirlo asi, sin esfuerzo. La ciencia es pues, en la época actual, una de las necesidades, una de las partes de la industria general. Esta no podrá mejorarse de un modo eficaz sino por la perfeccion de la primera; y bajo este as

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