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mente con las mas sabias intenciones y con las ideas mas liberales.

Este respetable obispo * que he tenido el gusto de conocer personalmente, y que ha terminado la útil y laboriosa carrera de su vida á la edad de 80 años, hace presente al monarca, que en el estado actual de cosas son imposibles los adelantamientos morales de los indios, sino se quitan las trabas que se oponen á los progresos de la industria nacional. Confirma los principios que sienta, con varios pasages sacados de las obras de Montesquieu y de Bernardino de Saint-Pierre. Estas citas deben sin duda alguna sorprendernos en la pluma de un prelado que salió del clero regular, habiendo pasado una buena parte de su vida en los conventos, y que ocupaba una silla episcopal en las orillas del mar del Sur. « La poblacion de la Nueva<< España, dice el obispo al fin de su memoria, se com

al

rey

dió

sobre jurisdiccion é inmunidades del clero americano. Este informe, que tengo manuscrito, y que tiene mas de diez pliegos, se hizo con motivo de la famosa cédula real de 25 de octubre de 1795, que permitió á los jueces seculares conocer de los delitos graves del clero. La Sala del crímen de Méjico, usando de este derecho, contra los curas, y los puso en las cárceles públicas. La audiencia se puso de parte del clero. Son muy comunes en paises tan lejanos las disputas de jurisdiccion, y se llevan adelante con tanto mayor encarnizamiento, cuanto la política europea, desde el primer descubri miento del Nuevo Mundo, ha considerado la desunion de las castas, de las familias y de las autoridades constituidas, como medios de conservar las colonias en la dependencia de la metrópoli.

Fray Antonio de San Miguel, monge gerónimo de Corvan, natural de las Montañas de Santander.

«pone de tres clases de hombres, á saber: de blancos « ó españoles, de indios, y de Castas. Yo considero « que los españoles componen la décima parte de la « masa total. Gasi todas las popiedades y riquezas del « reino estan en sus manos. Los indios y las castas <«< cultivan la tierra; sirven á la gente acomodada, y « solo viven del trabajo de sus brazos. De ello résulta << entre los indios y los blancos esta oposicion de in«<tereses, este odio recíproco, que tan fácilmente. << nace entre los que lo poseen todo y los que nada tie«nen, entre los dueños y los esclavos. Asi es que ve«mos de una parte los efectos de la envidia y de la << discordia, la astucia, el robo, la inclinacion á dañar « á los ricos en sus intereses; y de la otra la arrogan« cia, la dureza, y el deseo de abusar en todas oca« ́siones de la debilidad del indio. No ignoro que es<< tos males nacen en todas partes de la grande desigualdad de condiciones. Pero en América son to<< davía mas espantosos porque no hay estado inter<«< medio; es uno rico ó miserable, noble ó infame de 1 «derecho y hecho.

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«< Efectivamente los indios y las castas estan en la <«< mayor humillacion. El color de los indígenas, su

ignorancia y mas que todo su miseria, los ponen «< á una distancia infinita de los blancos que son los « que ocupan el primer lugar en la poblacion de la <«< Nueva-España. Los privilegios, que al parecer con«< ceden las leyes á los indios, les proporcionan po«< cos beneficios, y casi puede decirse que les dañan.

« Hallándose reducidos al estrecho espacio de 600 varas << de radio (500 metros) que una antigua ley señala á los

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pueblos indios, puede decirse que aquellos naturales « no tienen propiedad individual, y estan obligados « á cultivar los bienes concejiles. Este género de cul«tivo llega á ser para ellos una carga, tanto mas insoportable, cuanto de algunos años á esta parte casi « deben haber perdido la esperanza de sacar para sí ningun provecho del fruto de su trabajo. El nuevo reglamento de intendencias establece que los natu<< rales no pueden recibir socorros de la caja de la « comunidad sin un permiso especial de la junta superior de Real Hacienda ». (Los bienes concejiles se dan en arrendamiento por los intendentes; el producto del trabajo de los naturales entra en las cajas reales, llevando los oficiales reales cuenta separada de lo que ellos llaman la propiedad de cada pueblo. Digo lo que ellos llaman, porque desde mas de veinte años hace, es casi ficticia esta propiedad; ni aun el intendente puede disponer de ella en favor de aquellos naturales; estos se cansan de reclamar socorros de las cajas concejiles; la junta de Real Hacienda pide informes al fiscal y al asesor del virey; se pasan años enteros en formar el expediente, y al cabo los indios quedan sin respuesta. Asi sucede que estan ya tan acostumbrados á mirar el dinero de las cajas de comunidades como si no tuviese destino determinado, que el intendente de Valladolid en 1798 envió á Madrid cerca de 40,000 pesos que se habian llegado á juntar en el espacio de 12 años: diciendo al rey que aquel

era un don gratuito y patriótico que los indios de Mechoacan hacian al soberano para ayuda de continuar la guerra contra la Inglaterra).

<< La ley prohibe la mezcla de castas; prohibe tam« bien á los blancos establecerse en los pueblos « indios, y á estos domiciliarse entre los españo«<les. Esta distancia, puesta entre unos y otros, se << opone á la civilizacion. Los indios se gobiernan por << sí mismos, y todos los magistrados subalternos son << de la casta bronceada. En cada pueblo hay ocho «ó diez indios viejos que viven á expensas de los << demas en una ociosidad absoluta, y fundando su

autoridad ó sobre sus pretensiones de ilustre naci<< miento, ó sobre una política mañosa y que se ha « hecho hereditaria de padres á hijos. Estos gefes, << que por lo comun son los únicos vecinos que ha<«< blan español en el pueblo, tienen gran interes en « mantener á sus conciudadanos en la mas profunda ignorancia, y asi contribuyen mas que nadie á perpetuar las preocupaciones, ignorancia y barbarie e de los antiguos usos.

«

«No pudiendo aquellos naturales, segun las leyes << de Indias, hacer escrituras públicas por mas de «< cinco duros, estan imposibilitados de mejorar su « suerte y vivir con alguna anchura, sea como la«< bradores, sea como artesanos. Solórzano, Fraso, << y otros autores españoles han perdido su tiempo << en querer indagar la causa secreta porque los privilegios, concedidos á los indios, producen cons

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<<< tantemente efectos dañosos á esta casta. Yo me « admiro de que tan célebres jurisconsultos no

«

hayan concebido, que lo que ellos llaman causa <«< secreta nace de la naturaleza misma de tales privilegios; porque estos no son sino armas que jamas << han servido para proteger á aquellos á cuya defensa « se destinaban, y que los ciudadanos de otras castas emplean diestramente contra la de los indígenas. « La reunion de tan lamentables circunstancias ha *« producido en estos hombres una dejadeź de ánimo « y un cierto estado de indiferencia y apatía, incapaz « de moverse por la esperanza, ni por el temor.

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<< Las castas, descendientes de los negros esclavos, estan notadas de infames por la ley, y sujetas al «< tributo, el cual imprime en ellas una mancha in<< deleble, que miran como una marca de esclavitud << trasmisible á las generaciones mas remotas. Entre << la raza de mezcla, esto es, entre los mestizos y los «< mulatos, hay muchas familias que por su color, << fisonomía y modales, podrian confundirse con los españoles; pero la ley los mantiene envilecidos y << menospreciados. Dotados estos hombres de color « de un carácter enérgico y ardiente, viven en un es<< tado de constante irritacion contra los blancos; siendo << maravilla el que su resentimiento no los arrastre con « más frecuencia á la venganza.

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« Los indios, y los llamados castas, estan aban« donados á las justicias territoriales, cuya inmoralidad ha contribuido no poco á su miseria. Mien

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