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tiendas de cuero de búfalo, que no cargan en sus caballos, sino que hacen llevar por perros grandes que acompañan la tribu errante. Esta circunstancia, ya citada en el diario manuscrito del viage del obispo Tamaron *, es muy notable, y recuerda muchas costumbres análogas que se observan entre varias poblaciones del Asia boreal. Los Cumanches son tanto mas temibles para los Españoles, cuanto matan á todos los prisioneros adultos, y no dejan vivir sino los niños, á los que crian con mucho cuidado para servirse de ellos como esclavos.

El número de los indios bravos que infestan las fronteras de la Nueva Vizcaya, se ha disminuido un poco desde fines del último siglo; y no se atreven á entrar tan á menudo en lo interior del pais habitado para saquear y destruir los pueblos españoles. Sin embargo su encarnizamiento contra los blancos ha continuado siempre el mismo; porque es el efecto de una guerra de exterminacion, que una política bárbara emprendió y sostuvo con mas valor que buen éxito. Los indios se han reunido hácia el norte, en el Moqui y en las montañas de Nabajoa, en donde han reconquistado un terreno considerable de los habitantes del Nuevo Méjico. Este estado de cosas ha tenido fatales consecuencias que se sentirán por algunos siglos, y que son muy dignas de examinarse. Estas guerras han destruido, ó por lo menos alejado, la esperanza

* Diario de la visita diocesana del Ilustrísimo Señor Tamaron, obispo de Durango, hecha en 1759 y 1760 ( manuscrito ).

de atraer á la vida social á estas hordas ó ranchos salvages por medio de la dulzura. El espíritu de venganza y un odio inveterado han levantado una barrera casi insuperable entre los indios y los blancos. Muchas tribus de Apaches, de Moquis y de Yutas, comprendidas bajo la denominacion de Indios de paz, se han establecido, van reuniendo sus chozas y cultivan maiz; y tendrian acaso menos aversion á juntarse con los colonos españoles, si entre estos encontrasen indios mejicanos: la analogía de hábitos y costumbres, la semejanza que hay, no en el sonido, sino en la estructura general de las lenguas americanas, podrian llegar á ser vínculos poderosos entre pueblos de un mismo orígen. Una sabia legislacion acaso conseguiria borrar la memoria de aquellos tiempos bárbaros, en que un cabo ó sargento con su patrulla cazaba los indios en las provincias internas, como si hicieran una montería de venados. Es probable que el hombre de color bronceado, antes se resolveria á vivir en un pueblo habitado por individuos de su raza, que no á reunirse á los blancos que le dominan con altivez. Pero ya hemos visto en el capítulo vi, que por desgracia apenas hay indios cultivadores de raza azteca, ni en la Nueva Vizcaya, ni en el Nuevo Méjico. En la primera de estas provincias no hay un solo individuo tributario; todos los habitantes son blancos ó por lo menos se consideran como tales. Todos creen tener derecho para tomar el título de don, aunque no sean mas que lo que en las islas francesas, por una sutileza

de aristocracía, se llamaba petits blancs ó messieurs passables.

Esta lucha contra los indígenas que ha durado siglos; la necesidad en que se halla el colono retirado en una hacienda aislada, ó viajando por desiertos áridos, de estar continuamente alerta para su propia seguridad, para defender su ganado, hogares, muger, y aun sus hijos contra las incursiones de los indios.errantes; en una palabra, este estado de naturaleza que se conserva en medio de las apariencias de una antigua civilizacion, imprime en el carácter de los habitantes del norte de Nueva - España cierta energía, y aun diré, cierto temple particular. A estas causas se juntan tambien la naturaleza del clima, que es templado, el aire sano por excelencia, la necesidad de trabajar en un terreno menos rico y fértil, la falta total de indios y de esclavos, de que los blancos pudieran echar mano para entregarse ellos impunemente á la ociosidad y á la pereza. La vida sumamente activa que se hace en las provincias internas, pasando gran parte de ella á caballo, contribuye mucho al desarrollo de las fuerzas físicas, tanto mas necesarias allí á causa del cuidado que exige la multitud de ganados vacunos y casi salvages que andan vagando en las sábanas. A esta fuerza de un cuerpo sano y robusto se añade la fortaleza de alma, y una feliz disposicion en las facultades intelectuales, Los directores de los establecimientos de educacion de la ciudad de Méjico han observado, hace mucho tiempo, que los jóvenes que se han distinguido por sus rápi

dos progresos en las ciencias exactas, son por

la

mayor

parte originarios de las provincias mas setentrionales del reino de la Nueva-España.

La intendencia de Durango ocupa el extremo setentrional de la gran llanura de Anahuac, que baja al N E. hácia las márgenes del rio grande del Norte. Sin embargo, las inmediaciones de la ciudad de Durango, segun las medidas barométricas de don Juan José de Oteyza, tienen aun mas de 2000 metros de altura sobre el nivel del océano, y el terreno parece conservar todavía esta grande elevacion hasta cerca de Chihuahua; porque es la misma cordillera central de la sierra Madre, la cual (como lo hemos indicado en el estado físico general del pais*) se dirige al N NO. hácia la Sierra Verde y la de las Grullas, cerca de San José del Parral.

En la Nueva Vizcaya se cuentan, una ciudad (Durango), seis villas (Chihuahua, San Juan del Rio, Nombre de Dios, Papasquiaro, Saltillo y Mapimis), 199 pueblos, 75 parroquias, 152 haciendas, 37 misiones y 400 ranchos.

Los parages mas notables son:

DURANGO Ó Guadiana, residencia de un intendente y un obispo, en la parte mas meridional de la Nueva Vizcaya, á 170 leguas de distancia, en línea recta, de la ciudad de Méjico, y á 298 de Santa Fe. La altura

* Véase en el cap. III, t. I.

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de la ciudad es de 2087 metros. Nieva en ella frecuentemente, y el termómetro (á los 24°25′ de latitud) desciende hasta 8 bajo el punto de congelacion. Entre la capital, las haciendas del Ojo y del Chorro, y la pequeña villa del Nombre de Dios, en medio de una Hanura muy igual, sobresale un grupo de peñascos cubiertos de escórias, llamado la Breña. Este grupo de figura grotesca-, tiene del N. al S. 12 leguas de largo, y del E. al O. seis de ancho, y merece muy particularmente la atencion de los mineralogistas. Los peñascos que constituyen la Breña son de amigdaloida basáltica, y parecen solevantados por el fuego volcánico. El señor Oteyza ha examinado las montañas vecinas, y sobre todo la del Fraile, cerca de la hacienda del Ojo, y ha encontrado en su cima una crátera de cerca de 100 metros de circunferencia, y de mas de 30 metros de profundidad perpendicular. En las inmediaciones de Durango tambien se encuentra sola en la llanura, aquella enorme masa de hierro maleable y de niquel, cuya composicion es idéntica con la del aerolito que cayó en Hraschina, cerca de Agram en Hungría, en 1751. El sabio director del tribunal de minería de Méjico, Don Fausto de Elhuyar, me ha facilitado algunas muestras de aquel hierro, que he depositado en diferentes gabinetes de Europa, cuya análisis han publicado MM. Vauquelin y Klaproth. Se asegura que esta masa de Durango pesa cerca de 1900 miriagramas, que es 400 veces mas que el aerolito que descubrió M. Rubin de Celis en Olumpa, en el Tucuman. El distinguido

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