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En la noche del 26 tuvo lugar el beneficio del primer actor y director D. Manuel Fabre, con El Rey Monje, puesto en escena y cuidadosamente ensayado por su mismo autor, el eminente poeta D. Antonio García Gutiérrez, que en esos momentos y procedente de la Habana, se encontraba en México.

La inspirada y bella Isabel Luna no formaba ya parte de esa compañía. El lunes 26 de Octubre habíase verificado su beneficio con el drama en 5 actos, Catalina Segunda, original francés y traducido en verso español por D. I. C. La actriz española habíase visto obligada á pensar en su regreso á España, cargada de laureles, pero sin haber conocido las Minas del Potosí que Bretón le deseara: hé aquí como el revistero de El Siglo habló de ese fracaso y del beneficio de la Luna: "Para nadie es ya un misterio la muy deplorable situación en que últimamente se han encontrado los fondos de la empresa del Nacional, á consecuencia, principalmente, de la multitud de actores con que quiso cargarse, ya venidos directamente de España, ya de los que antes trabajaban en el Principal. Los enormes gastos que ocasionaban y que no podía cubrir el abono ordinario, forzoso era condujesen. á la empresa y á los actores al punto donde han llegado, al de una total disolución. La Sra. Da Isabel de Luna, recientemente llegada de España, y que, probablemente, se había prometido mil ventajas de su venida, ha sufrido un cruel desengaño, y se encuentra obligada, por la especie de bancarrota de la Empresa, á hacer toda suerte de sacrificios para volver á una patria que abandonó en mala hora. Próxima ya su partida, dispuso, como un recurso para ella, una función de beneficio que se verificó la noche del lunes, función que, poco concurrida, no debe haber producido á la beneficiada toda la utilidad que hubiéramos querido. . . ."

Por fortuna para la distinguida actriz, las buenas recomendaciones que de España había traído, le valieron el que varias casas españolas la obsequiasen, con motivo de esa función, con las sumas que la Empresa del Nacional quedó debiéndole.

Démonos prisa á concluir con la reseña de espectáculos de aquel año negro: su última función notable estuvo dedicada á arbitrar recursos para el sostenimiento de los hospitales de sangre, y la formó un gran concierto organizado por una junta de damas nombrada á propuesta del Batallón-Victoria. Hé aquí sus distinguidísimos nombres: Josefa Cardeña de Salas, Paula Rivas de Gómez de la Cortina, Dolores Rubio de Rubio, Antonia González de Agüero, Loreto Vivanco de Morán, Antonia Villamil de Valdivieso, Cruz Noriega de Drusina, Manuela Rangel de Flores, Rosario Almansa de Echeverría, Juana Castilla de Gorostiza, Ana Bringas de Fuentes Pérez, Margarita Parra de Gargollo, Ana Noriega de O'Gorman é Ignacia Rodríguez de Elizalde.

La función se verificó el 26 de Diciembre y obtuvo un éxito y un lucimiento memorables. Diez y siete piezas de los mejores autores figuraron en el programa. La Srita. Ignacia Arellano, causó verdadero entusiasmo en un dúo de Tasso y en la primer aria de Sonámbula. Las Sras. Margarita Galinié en el final de Norma, y Antonia Aduna en la cavatina de Mahomet, fueron también notablemente aplaudidas, lo mismo que las Sritas. Bonilla y Zepeda, en piezas de Puritanos y de Hernani. La Srita. Micaela Casa de Flores ejecutó á maravilla en el piano unas variaciones sobre Guillermo Tell; la niña Solares admiró en un concierto de Zerny á dos pianos. D. Fernando de Bary, D. Antonio Balderas, D. José Martínez de Castro, D. Amado Michel y D. Joaquín Aguilar, tomaron también importante parte en aquel concierto, para el cual se fijó el precio de veinte pesos para los palcos, y el de tres para las lunetas, viéndose tanto esas como las demás localidades del Gran Teatro, enteramente ocupadas por una escogida concurrencia, gozosa de poder contribuir de algún modo á aliviar las desgracias de los míseros heridos en una guerra cuya injusticia y crueldad nunca podrán ser olvidadas por los mexicanos, mientras en sus pechos vivan y alienten la dignidad y el patriotismo.

CAPITULO XI

1847

Sombras, miseria y llanto por donde quiera. La victoria había allanado á nuestros enemigos naturales la ocupación del territorio: enseñoreados sin dificultad de la orilla izquierda del Bravo, porque el general que debió impedirlo se pronunció en San Luis para venir á ser Presidente en México, las fatales jornadas de Palo Alto y la Resaca le entregaron la orilla derecha; con la vergonzosa pérdida de Monterrey extendió su línea considerablemente, y ocupados Nuevo México y la California y abandonado Tampico, al principiar el año de 1847 se había hecho dueño de más de un tercio del territorio mexicano y de la formidable línea militar que se extendía de Tampico al Saltillo. El Gral. Paredes y sus inoportunas intrigas monárquicas habían venido á tierra con el pronunciamiento de la Ciudadela, encabezado por Salas, quien se encargó del Poder Ejecutivo el 5 de Agosto, restableció el 22 la Constitución de 1824, organizó la Guardia Nacional y convocó un Congreso extraordinario que inauguró sus tareas

el 6 de Diciembre, y en sesión del 23 eligió Presidente de la República á D. Antonio López de Santa-Anna y Vicepresidente á D. Valentín Gómez Farías. El primero manifestó que su puesto no estaba en la Primera Magistratura, sino en la campaña y al frente del ejército, é hizo que, mientras él salía á la guerra, el segundo se encargase del Supremo Gobierno. Reacción de la torpe intentona de Paredes, los nuevos motores de aquel desorden de cosas, creyeron necesario dar un grande impulso, desarrollar el elemento democrático en toda su fuerza y ponernos al nivel de todas las reformas, "de tal manera, decían, que el pueblo de los Estados Unidos aparezca servil, aristocrático y retrógrado en comparación con nosotros." Por desgracia, esas retumbantes palabras no se apoyaban en ideas y planes capaces de operar la transformación, y todo se resumía en un irreflexivo empeño de reducir la complicada organización gubernamental á una democracia pura y sin combinaciones, compuesta de cuantos hubiesen llegado á la edad de la razón y no estuviesen ni locos ni procesados, ridículas parodias de la revolución francesa, y desconocimiento absoluto de que nuestra urgente necesidad era el cultivar en el pueblo las virtudes políticas, sin las cuales la República no es más que un vano nombre.

Pronto tuvimos ocasión de convencernos de ello: en medio de la general escasez y con un Erario exhausto, la necesidad urgentísima de atender á los gastos de la guerra sirvió de pretexto al ingenuo, pero cándidamente teórico liberal D. Valentín Gómez Farías, para hacer que se decretase en 11 de Enero de 1847 la nacionalización de bienes eclesiásticos, que no por ser necesaria é imprescindible era oportuna, y á consecuencia ó con pretexto de ello nos faltó entonces lo único que quizá hubiese podido salvarnos: la unión. Mientras el ejército mexicano batíase con glorioso heroísmo en la Angostura, y, sin sacar provecho alguno de esa acción, emprendía una retirada llena de horrores, diezmado por el hambre, la sed, el frío y las enfermedades; mientras el absorbente coloso del Norte amagaba á Veracruz con su temible escuadra, demócratas y clericales, olvidándose de la patria infeliz que tuvo la desgracia de darles vida, convirtieron la Capital en teatro de vergonzosa lucha y deplorables crímenes, que mantuvieron en perpetua alarma y peligros á sus moradores, del 26 de Febrero al 23 de Marzo, día en que Santa-Anna restableció el orden entrando en la ciudad y tomando posesión de la Presidencia, que sólo ejerció unos días, mientras el Congreso decretaba la supresión de la Vicepresidencia para desembarazarse así de Gómez Farías.

El 2 de Abril, D. Pedro Anaya, nombrado el día anterior Presidente sustituto, se hizo cargo del Poder mientras estuviese ausente SantaAnna, quien una vez perdida la Heroica Veracruz salió á estorbar el avance de los invasores, que el 18 del mismo mes ganaron la batalla

R. H. T.-T. II-15

de Cerro Gordo, y casi sin dificultad se posesionaron de Puebla el 25 de Mayo.

¿Para qué entrar en mayores detalles usurpando las facultades del historiador? El infortunio se nos prodigaba á manos llenas; á las dos de la tarde del 9 de Agosto, el cañonazo de alarma anunció á la amedrentada Capital la presencia del enemigo extranjero en el Valle; el 19 y el 20 piérdense las acciones reñida de Padierna y gloriosa de Churubusco; tócale el 8 de Setiembre la infausta suerte á Molino del Rey; el 12 y el 13 el patriotismo se sacrifica al hado adverso en la cima de Chapultepec; el 14 la plebe, honrada entonces, hostiliza como su ira le da á entender la entrada de la vanguardia enemiga en la capital: un grupo de soldados norte-americanos al mando del capitán Roberts, desprendido de las fuerzas del Gral. Quitmann, como á las seis de la mañana de aquel memorable día 14, llega al Palacio Nacional, arría la bandera mexicana que pende del asta, é iza en ella el odioso pabellón de las estrellas, que ondea sus sangrientas fajas rojas en el aniversario del grito glorioso de Dolores !. . . . .

Como era natural, durante esa época los espectáculos teatrales no tuvieron boga alguna y sólo era escuchada con gusto la voz que clamaba contra el invasor ó contra la discordia civil. A este respecto, cada uno de nuestros poetas hizo lo que pudo. Después de lo de Monterrey, Jesús Echaiz increpaba así á Taylor:

"Asesino: la sangre que inocente

vertió tu mano atroz en nuestro suelo,
venganza pide á Dios omnipotente,
y el anatema vengador del cielo
escrito se halla en tu maldita frente.
Que no se goce tu alma depravada,
negra como el infierno, en tu victoria;
la sórdida ambición movió tu espada,
y en vez de honor y de brillante gloria
con un borrón infame está manchada.”

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D. José María Esteva, para animar á los defensores de Veracruz, compuso un himno que se cantó en aquel teatro, y hé aquí una de sus estrofas:

"Guerra, sangre, exterminio, venganza,

no la paz con la afrenta comprada,

que humeante fulmine la espada

entre escombros la muerte doquier.

No la paz vergonzosa, cobarde;
sangre, fuego, exterminio, venganza,
y al fragor de la horrible matanza
que se dicte al vencido la ley."

La voz inspirada y robusta de Guillermo Prieto no podía faltar en el coro de los poetas mexicanos, y hé aquí unos fragmentos de su invocación al Todopoderoso :

"Dios de mis padres! Dios de las naciones!
Omnipotente Dios! Mira el quebranto
de la patria adorada que á mis ojos
dió por primera vez la luz del día.
¿Por qué á tus hijos quitas la pujanza?
¿Por qué al sentir que viles los oprimen,
sus labios mustios de tormento gimen

y no claman ¡ oh Dios! guerra y venganza?

"¿Y dónde el pueblo está que en otro tiempo de su ira el rayo fulminó en Dolores,

é hizo pavesa el trono del tirano?

"¡ Patria hermosa de Hidalgo! ¡ Patria mía!
¿Como proscritos en tu hermoso suelo
comeremos el pan de la agonía;

como mendigos de la patria al dueño
iremos á pedir arrodillados

tierra para dormir el postrer sueño?

"Patria, patria, mi amor; si éste es un sueño,

es un sueño del hijo que te adora

y vierte llanto por tu adversa suerte;

mas si es sueño y no más, de Dios implora
que le oculte la sombra de la muerte

de tu ignominia la funesta aurora !''

Respondiendo á la misma nota del patriotismo, Félix María Escalante escribió su oda Duelo y venganza, por muchos aplaudida, que comienza :

"Rompan mis labios el fatal silencio,

por bárbaro dolor enmudecidos.

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