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número de funciones del anunciado, sucedió en el mismo Teatro Nacional, y comenzando el domingo 23 de Abril, el prestidigitador y ventrílocuo italiano Giovanni Rossi, que se decía "socio honorario de la Imperial y Real Academia de Venecia." Con él vino una, parece que muy guapa, bailarina, llamada Fanny Marten, que fué el encanto de los sietemesinos de la época: en su beneficio, que fué espléndido en productos, nuestro Castañeda bailó con ella un pas de deux, "bailado á la francesa, con andante y variaciones sobre la punta de los pies," según reza el programa, en el cual creo que por primera y única vez en México se escribió pas de deux en vez de padedú á que estábamos acostumbrados.

En el Teatro Principal y el domingo 21 de Mayo, un grupo de actores dispersos mexicanos, representó el Carlos II el Hechizado, prohibido por la censura desde que habíalo estrenado Pineda; la representación-dice El Monitor-halagó al populacho, que se dió gusto en gritar ¡mueran los frailes! gritos que La Estrella del Norte, periódico yankee, encontró dignos de un pueblo que gracias á la invasión empezaba á civilizarse y á progresar. El Monitor contradijo estas especies con mucha cordura y buen sentido en un extenso artículo.

El 30 de Mayo habíanse canjeado en Querétaro las ratificaciones del tratado de paz con los Estados Unidos, y aunque la República había quedado por él reducida á la mitad, la que nos quedaba iba, al fin, á verse libre de la aborrecible presencia del invasor. Oh! gran día y gran espectáculo! A las 5 de la mañana del lunes 12 de Junio empezó á prepararse la solemnidad de enarbolar en el astabandera del Palacio Nacional el pabellón mexicano. Formaron en batalla las tropas americanas y á las 6 en punto su batería saludó su pabellón con treinta disparos, que la nuestra contestó con veintiuno, según la Ordenanza: inmediatamente fué arriado el pabellón americano y enarbolado el mexicano, después de lo cual empezaron á salir de la plaza las tropas invasoras. Muchos, muchísimos de los mexicanos allí presentes no pudieron, no obstante, ver esa salida ni oir el redoble de marcha de las cajas de guerra, y fué porque sus ojos estaban inundados de lágrimas de alegría y porque ensordeció sus oídos el grito ardiente, consolador y gratísimo de ¡Viva México! Cara nos la habían hecho pagar, pero al fin teníamos libertad.

Su logro fué cantado por un poeta que con rara modestia sólo firmó con las iniciales F. O. su magnífica oda La Invasión de México, y comienza:

"Pendones que en Dolores y en Iguala

alto renombre al libre mexicano
supisteis conquistar; que en pompa y gala
en cien combates contra el fuerte hispano

flotabais orgullosos,

mecidos por el aura embalsamada
que de México baña el suelo rico;
pendones del Palmar, Juchi y Tampico,
¿Cómo es que vuestra fama ya empañada,

y después de alcanzar fácil victoria,

ambicioso extranjero os pisotea?

¿No hay huestes que defiendan vuestra gloria

y lo escarmienten en su audaz pelea?"

Sin su extensión, pues cuenta cuatrocientos noventa y ocho versos, con placer reproduciría aquí esa oda magnífica, tal vez lo mejor que se escribió en esos días. Después de evocar los manes de Martínez de Castro, Peñúñuri, León, Balderas y Cano, el poeta exclama:

"Descansad en las tumbas de la gloria

do vuestros nombres grabará la historia,
compatriotas dichosos;

dichosos, sí, porque en la lid porfiando
ganasteis fama eterna, y porque dando
vuestro vital aliento, generosos,
esta región de sempiterno duelo
dejasteis, sin tener el desconsuelo
de ver del impotente mexicano
consumado el desdoro, y oprimida
la metrópoli azteca de la erguida
hueste triunfante por la férrea mano.
Ni visteis sus palacios deslustrados
por soldadesca inmunda; sus liceos
profanados con bélicos arreos,

y á la estudiosa juventud negados;
los asilos sagrados

del cenobita austero,

los claustros silenciosos

de las modestas vírgenes, turbados

del inquieto guerrero

por la algazara y cantos bulliciosos.

Ni visteis entregados al pillaje
el pacífico hogar del ciudadano,
el arca del honrado comerciante,
y el modesto taller del artesano.
Ni el insulto y ultraje
del honesto, afanoso traficante,
asaltado por crudo foragido.

Ni oísteis el gemido

de las víctimas tristes, inmoladas
á su ciego furor; ni el de la viuda
y la tierna doncella, abandonadas
á la miseria cruda,

y que á la vez del padre y del esposo
sacrificadas en la lid tremenda
la pérdida lamentan, y la horrenda
suerte do las abisma la traidora
mano rapaz del vil facineroso,
que asecha al mexicano á toda hora,
su fortuna amagando y su reposo.
Dichosos otra vez, porque no visteis
tanta audacia y desmán, y tanto crimen;
dichosos veces mil porque no oísteis

el jay! de tantos míseros que gimen."

Pero, en fin, lo pasado pasado; éramos ya libres, y desde el 30 de Mayo, en que se canjearon las ratificaciones, las compañías se apresuraron á pedir al público las socorriese en las necesidades que sufriendo venían, y el Teatro Principal y el de Nuevo México se abrieron el 1 de Junio con sólo funciones de tarde, dando el primero la comedia en tres actos ¡Qué barahunda! y el segundo el drama La berlina del emigrado.

Días después, y también en la tarde, el Principal dió la segunda parte de El Zapatero y el Rey, desempeñando Viñolas el papel de D. Pedro y Armario el de Blas Pérez. En el mismo drama se presentó como actor el joven Isidoro Máiquez, de quien El Siglo dijo:

"No sabemos si la suerte le dió ese nombre, ó él al dedicarse al teatro se aplicó un nuevo bautismo. Si lo segundo, cometió un error que revela su inmenso orgullo; si lo primero, debería quitárselo. Su ilustre homónimo ha dado ya tanto brillo á ese nombre, lo ha consagrado ya de tal manera con su talento, que es una verdadera profanación llevarlo aunque sea propio. Lo sería si lo llevasen Romea, Pineda ó Viñolas; pero en el joven que representó á Men Rodríguez, es una verdadera irrisión."

El 22 de Junio esa misma Compañía celebró el término de la guerra y la instalación del Supremo Gobierno en México, con un himno á la Paz y el drama La hija del regente.

En todas esas funciones los actores trabajaron por su propia cuenta. Pero vueltas las cosas políticas al mejor orden posible, empresas y artistas pensaron en algo más serio, y en 3 de Julio anunciaron nueva temporada cómica para el Teatro Nacional, con la siguiente Compañía: Primeras actrices: Rosa Peluffo y Manuela Francesconi.

Actrices: Soledad Jiménez, María de los Angeles García y Estrella, Emilia Villanueva y Francesconi, Ignacia Cabrera, Crescencia y Dorotea López, Micaela, Ramona y Carmen Cabrera, Angela Guzmán y Soledad Sevilla.

Primeros actores y directores: Pedro Viñolas, Miguel Valleto y Javier Armenta.

Actores: Antonio Castro, Manuel Armario, Angel Castañeda, Ignacio Servín, Donato Estrella, Amador Santa Cruz, Ignacio Capilla, Isidoro Máiquez, Antonio Granados, Trinidad Galindo, Luz Galindo, y Manuel Maldonado. El cuerpo de baile lo formaban María de Jesús Moctezuma, Ramona, Micaela y Carmen Cabrera; Dorotea López y Soledad Sevilla. Bailarines: Tomás Villanueva, Máiquez, Granados y los dos Galindo. Como autor de la Compañía figuraba Evaristo González; como director de orquesta, José María Chávez, y como maquinistas y pintores los Candil. El representante de la Empresa fué Francisco Pavía.

Así las cosas, la Empresa anunció que no podría dar principio á sus trabajos, si el Ayuntamiento persistía en obligarla á aceptar el Reglamento de Teatros de 1846, y después de grandes luchas consiguió que se suspendiese el dicho Reglamento y se restableciese el de 1831, y el domingo 16 de Julio se inauguró el Nacional con la comedia de Bretón El enemigo oculto y un padedú serio por la Moctezuma y Máiquez. La representación de Margarita de Borgoña ó la Torre de Nesle, verificada el domingo 23, causó grande escándalo en una parte del público y originó una lindísima discusión entre los periódicos y los censores de teatro, sobre si debía ó no debía prohibirse un drama en que había parricidios, adulterios, incestos y otras lindezas de ese jaez.

Entre las funciones notables en esos días, figuró la que en 30 de Julio se dió en Nuevo México, dedicada á los batallones de la Guardia Nacional, que eran Victoria, Hidalgo, Mina, Independencia y Bravos; en ella se estrenó un drama en tres actos, intitulado: Si olvidamos los partidos, México será inmortal. El mal éxito del tal drama hizo que la posteridad ignore el nombre de su autor.

Díjose por otros que si la función tuvo poco éxito y si el drama no gustó, ambas cosas fueron obra de las intrigas puestas en juego por los militares del antiguo ejército, lastimados en su amor propio por el aprecio que veníase dispensando á las milicias cívicas, las cuales en los campos de batalla de Churubusco y Molino del Rey tan heroicamente habían lavado la mancha que sobre sí arrojaron con su inoportuno pronunciamiento de 27 de Febrero de 1847, conservado en la historia con el título de la revolución de los polkos. Dicho antiguo ejército era en esos días atacado y ridiculizado sin piedad, y no faltaron quienes pidiesen su absoluta supresión. Los redactores del Si

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glo Diez y Nueve fueron del número de los que así lo pedían, y en su número del 22 de Junio de 1848 recomendaron al gobierno que para sustituir nuestras tropas de línea "formase un cuerpo de ejército de soldados extranjeros, enganchando á los numerosos irlandeses que había entonces diseminados en la República." A la defensa del ejército permanente salió, entre otros, el militar D. Juan Ordóñez, lamentando no ya el que se tratase de desprestigiar á aquél, sino el que se cometiera el error de establecer una pugna sangrienta entre el ejército y la guardia nacional. Hé aquí algunos párrafos de su contestación al Siglo:

"Dicen ustedes, señores míos, "que no consienta la Guardia Nacional que le arrebaten los laureles que adquirió en Churubusco y Molino del Rey, los mismos que impia y cobardemente la sacrificaron.' Lisonjear así á la Guardia Nacional señalándole al mismo tiempo al ejército como á su enemigo, ¿ no es armar á los mexicanos con el pufial fratricida? ¿No es excitar eficazmente á un rompimiento desgraciado á estas corporaciones tan honoríficas como indispensables en todo país bien organizado? ¿Quiénes son los que soplan el fuego revolucionario con más tesón, sino esos escritos incendiarios, subversivos del orden y tranquilidad pública? Cuerpos de la Guardia Nacional se batían en Churubusco al mando de jefes permanentes, mientras que lo hacían el 1o, 3o y 4o ligeros, como el 11 de línea en el puente, calzada y hacienda de los Portales, hasta quedar mucha parte de éstos heridos y prisioneros. Cuerpos de la Guardia Nacional, como fueron los batallones de Hidalgo y Victoria, marcharon á la vanguardia de nuestra retirada, con mucha anticipación á las tropas permanentes, sin que por esto merezcan ni unos ni otras los epítetos de impios y cobardes que ustedes les prodigan; pues en la milicia es indispensable una ciega obediencia al superior que manda, y dicha maniobra fué ejecutada por orden del general en jefe y cuerpos, en fin, de la Guardia Nacional, se batieron formados con otros permanentes en Molino del Rey y Chapultepec.

"Más justicia debemos al enemigo, señores editores; oigamos, pues, cómo se expresa en el Norte-Americano de 30 de Diciembre último, de cuyo periódico copiaré algunos trozos. "El enemigo (dice de nuestras tropas), que creyó que éste era el ataque principal sobre Chapultepec, peleó con la más obstinada bizarria, y después de haber sido desalojado volvió hasta tres veces á la carga. Por la aspereza del terreno, nuestra pérdida fué muy crecida; de cuarenta y tres oficiales presentes veintidós fueron muertos ó heridos, y cerca de ochocientos de tropa." Tratando de más de cincuenta oficiales y generales permanentes que cayeron prisioneros en Chapultepec, y más de cien cadetes del Colegio Militar, dice el referido enemigo: "Estos (los cadetes), eran unos mocitos muy guapos, de edad de diez á diez y seis años; va

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