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de la Portilla y publicó en El Universal. A petición del público se repitió el 25 con los dos primeros actos refundidos en uno, que pareció demasiado largo, como que duró más de una hora. El 15, Mata había dado en su beneficio Juan Bravo el Comunero; el 27, dió el suyo Viñolas, con Don Fernando el de Antequera, de Ventura de la Vega; el 3 de Diciembre verificó también su función de gracia la Peluffo, y el 15 ocurrió un escandalazo en el Gran Teatro, escándalo sensible porque revelaba poca educación del público, pero que demuestra que aquel público no gustaba dejarse burlar por las empresas.

El caso, según El Siglo, fué el siguiente: representábase el drama intitulado El Cardenal Alberoni. Una parte de los concurrentes al patio, al levantarse el telón, dió voces de que no quería esa pieza por haberse ya repetido mucho. El desorden fué creciendo al extremo de interrumpir la representación; y á falta de Juez de teatro, que no había asistido, el Jefe de la guardia armada que se enviaba á cada teatro, se presentó en la sala á intimar silencio á los que gritaban. Estos, no sólo no le hicieron ni el menor caso, sino que dando vuelo á su cocorismo se burlaron de él en términos insultantes.

El Jefe era hombre de malas pulgas y salióse corriendo pero no corrido, y á poco volvió con ocho ó diez soldados de su guardia, se situó con ellos junto al escenario y desenvainando la espada volvió á reclamar el orden; pero al no ser atendido y al recibir las mismas respuestas ofensivas, sin pararse en pelillos dió á sus hombres la voz de: "preparen armas," y ya iban á hacer fuego sobre el patio, cuando se presentó el Comandante General de la Plaza y sacó de allí al oficial y á sus genizaros.

Fácil es imaginarse, lo que en aquellos temibles momentos había pasado; las gentes, al ver preparar las armas, se dieron á la fuga atropellándose unas á otras y causándose serios daños y piramidales sustos; la función no pudo continuar, y los cócoras y los que sin tener su gracejo gustaban de imitarles en sus malcriadeces, una vez más se apoderaron de los cojines y de las sillas, y lanzándolos de aquí para allá, causaron un buen destrozo de útiles y enseres de teatro.

Pocos días después de esta batalla, el 12 de Diciembre, repartió sus prospectos el agente de la grande y famosa Compañía coreográfica de los esposos Monplaisir, que procedente de Nueva Orleans y en el vapor "Tití," había llegado el 20 de Noviembre á Veracruz y detenídose allí á dar algunas funciones. Los precios marcados para el abono de diez y seis noches, fueron ciento veinticinco pesos por los palcos y diez y seis por las lunetas. El precio eventual ó por función fué de diez pesos y de doce reales, respectivamente.

El sábado 22 dióse la primera representación con éxito colosalmente bueno, pues la concurrencia fué numerosísima y prolongados y repetidos los aplausos: el mérito de los artistas era indisputable, espe

cialmente el de los esposos Monplaisir, y el del notabilísimo gracioso Corby, que se distinguió en el baile cómico El spleen, la desesperación y el vino de Champagne, en que ejecutó el paso de El Embajador inglés. El baile pantomimico L'Almeé ó un sueño en Oriente, cuya protagonista corrió á cargo de Adela Monplaisir, sorprendió y admiró al público, que la halló digna rival de Fanny Esller; en el papel de Zisco acabó Corby de conquistar á los concurrentes, en competencia con Viethoff, y en el paso-á-dos La Zingarilla, el matrimonio Monplaisir fué aplaudidísimo. En la segunda representación, verificada el domingo 23, se estrenó el baile pantomimico La Silfide, notable composición de la que dijeron los periódicos: "Las últimas escenas, sobre todo, están llenas de poesía y conmueven el corazón como pudiera hacerlo una música melancólica." La tercera función, dada el 29 con el baile grotesco Frisac y la pantomima en dos cuadros La ilusión de un pintor, afirmó en el aprecio público á Adela y á Monplaisir, á Corby y á Viethoff, y á toda su numerosa Compañía, que montaba sus bailes con un lujo y una propiedad intachables.

Seguiré dando cuenta de esos espectáculos en el próximo capítulo, cerrando éste y la reseña de 1849 con la noticia de la construcción y apertura de un nuevo y no buen teatro, que se denominó del Pabellón Mexicano, sito en la calle de Arsinas; una modestísima Compañía, compuesta de veintiún actores y dos parejas de canto y dos de baile, lo estrenó en la noche del domingo 23 de Diciembre. El suceso no merece mayores comentarios.

CAPITULO XIV

1850

Con éxito siempre creciente la Compañía Monplaisir puso en escena en los primeros días de Enero de 1850, entre varios bailes y pantomimas, Lola Montes y el Rey de.... Acelia, ó la esclava siria y El Califa de Bagdad. Ya muy adelantado aquel primer período de su temporada, montó con extraordinario lujo, singular propiedad, y numerosas y bellas figurantas, el baile en tres actos y cinco cuadros Esmeralda, ó Nuestra Señora de Paris, arreglado por Perret y con música de Pugni: á la primera representación, verificada el miércoles 23 de Enero, sucedieron varias repeticiones de la misma obra, sin que el absorto público se cansase de verla y de aplaudirla.

Aquellos grandes y notables espectáculos alternábanse con representaciones de la Compañía Dramática, la cual, en su función de la noche del 20 de ese mes, estrenó con mucho éxito un drama del poeta habanero D. Juan Miguel de Losada, entonces residente en México, que le puso por título El Grito de Dolores, y fué, según él mismo dijo, una compilación de versos patrióticos.

Hé aquí cómo hacía expresarse á D. Miguel Hidalgo en una de las escenas culminantes :

"No faltará quien un día
insulte la sombra mía

y eche un borrón en mi fama;
que al levantar en facción
bisoño ejército fiero,

el negro epíteto espero

de foragido y ladrón....

Ladrón! Foragido! miente

quien manche de Hidalgo el brillo....

que venga á ser el caudillo

el que se juzgue valiente!
Ah! sólo, sin disciplina,

las huestes que yo levanto,

qué puedo hacer? y hago tanto!

El cielo, al fin, me destina

para que el odioso yugo
quebrante del despotismo,

y ruede hasta el hondo abismo
nuestro opresor y verdugo."

El drama, fué, lo repito, muy bien acogido, y su autor llamado varias veces á la escena, y elogiado por todos los periódicos de la época, época de buen humor y tan animada como si nuestros compatriotas hubiesen puesto empeño en apresurarse á divertirse antes que el estrecho círculo que apresuradamente venía cerrando en torno de la Capital la terrible epidemia del cólera, ahogase el contento y la alegría por las muchas é ilustres víctimas que de allí á poco había de

causar.

El violinista Franz Coenen, separado de Herz, había regresado á la ciudad federal; y unido á Monplaisir, tomó parte como solista en los entreactos de las funciones de esa compañía, que el miércoles 6 de Febrero dió el primer beneficio de Adela con el brillantísimo cuadro Una fiesta en los jardines de Tortolonia, cooperando á la mayor variedad del programa, compuesto de diez números, Coenen y la Mos

R. H. T.-T. II.-20

queira: la decoración estrenada en el baile pantomímico fue obra del excelente escenógrafo Eduardo Riviere, que se encontraba en México. El 8 de Febrero se dió la última función de abono con La Esmeralda, y aunque el Nacional seguía concurridísimo y el público pedía que las funciones continuasen, fué necesario suspenderlas porque la aplaudidísima Adela, sin que hasta allí hubiéselo conocido nadie ni imaginádoselo al verla saltar como una positiva sílfide, se encontraba tan avanzada en sus oficios de esposa y madre, que poco después de un mes de la última función abrió á la luz de México los ojos de uno de sus hijos.

Mas no por eso careció nuestro teatro de espectáculos escogidos: hacia el 20 de Febrero regresó á la Capital la celebérrima Ana Bishop, y sin la competencia de Herz, que expedicionaba en California, fué nuevamente bien acogida. En 21 del susodicho mes, Ana cantó en el Nacional El Elixir de Amor, la polka La Mexicana, compuesta para ella; el¡ Oh Patria! de Tancredo, luciendo una magnífica armadura, con la que se veía bellísima, y arrebató, por último, á su numeroso público, con la canción mexicana La Pasadita, dicha en castellano y en gracioso traje de china poblana. De su segunda función lírica, el domingo 24, nos dice El Siglo: "Esta artista favorita nos ha dado antenoche nuevas pruebas de su admirable talento y ha recibido durante todo el curso de la representación los más justos aplausos, lo mismo en Roberto Devreux que en el Barbero. El canto patriótico compuesto por Carlos Bochsa ha producido mucho efecto; el público lo hizo repetir en medio de palmadas entusiastas, y creemos que está destinado á la mayor popularidad, tanto en nuestros salones, como en las festividades patrióticas, para lo cual juzgamos que debe ser adoptado. Ana, representando á la Diosa de la Libertad, ha cantado este himno con una expresión arrobadora, que contrastaba con su elegante y noble interpretación del carácter de la Reina Isabel, y con la dulzura y gracia de la mimada poblana, que nos encantó en La Pasadita."

Digamos algo del susodicho canto patriótico, algo que podría servir para que cualquiera escriba la historia de la formación del Himno Nacional mexicano.

En la noche del 17 de Enero de 1850, reunida la Academia de Letrán, presidida por D. José María Lacunza, Ministro entonces de Relaciones, con asistencia de los alumnos del Colegio y de un gran concurso, presentósele una Comisión de la Junta Patriótica y á su frente D. Anastasio Zerecero, á entregarle una medalla de oro dedicada al joven poeta D. Andrés Davis Bradburn, educado en las aulas de Letrán, y autor de la composición designada por la Academia como la más digna de servir para el Himno Nacional, cuya música se ofreció á componer Enrique Herz, según dije en el precedente capítulo.

D. Anastasio Zerecero pronunció en el acto de la entrega, un dis

curso tan notable como el que produjo en la solemne colocación de la primera piedra del Teatro de Santa-Anna, y después de contestarle con pocas y oportunas frases, Lacunza tomó la medalla, la colocó, pendiente de una cinta tricolor, al cuello de Davis, quien fuertemente emocionado, manifestó su gratitud por la honra que se le hacía. Hé aquí la composición de Davis Bradburn, que no pudo caber en el anterior capitulo :

CORO.

"Truene, truene el cañón; que el acero
en las olas de sangre se tiña,
al combate volemos, que ciña
nuestras sienes laurel inmortal.

"Nada importa morir, si con gloria

una bala enemiga nos hiere,

que es inmenso placer al que muere
ver su enseña triunfante ondear.

ESTROFAS.

"Llora un pueblo infeliz su existencia
humillada hasta el polvo la frente,
grande un trono le oprime potente,
nada es suyo, ni templo ni hogar.

"Mas se eleva grandioso un acento,
Que en el monte y el valle retumba,
y aquel trono opresor se derrumba
todo el pueblo soy libre al clamar.

"Se remonta á las nubes el águila
vencedor tremolando su emblema,
y destroza, al volar, la diadema

que intentara su vuelo abatir.

"Muestra el nombre de México al mundo, tricolor la bandera flotante,

y su pueblo de gloria radiante

ha jurado guardarla ó morir

"Si su brillo un instante empañara

de veneno mortífero aliento;

si un eterno y terrible tormento
imprimiera en el rostro el dolor,
con la sangre borremos la afrenta,
tal vez se halla el combate cercano . . .
¡claro brille el pendón mexicano
ó sucumba con gloria y honor!"

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