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reliquias é imágenes sagradas, rechazan al espíritu maligno. Urielle vuelve á revestir su apariencia de paje, y acompaña á Federico á la corte del Radjah indio, á donde se sabe que han sido conducidos Lelia y Phebé. El soberano, enamorado ya de Lelia, por ningún oro del mundo consiente su rescate: el Conde llega al colmo de la desesperación y en ese instante Urielle desempeña la comisión que de Satanás recibiera y ofrece al de Bravante que Lelia le será devuelta si él consiente en vender su alma: aceptado el pacto, Federico lo firma con su sangre y Urielle se empeña en la ingrata tarea de seducir al soberano indio, bajo las apariencias de una mujer bellísima que despliega ante él uno por uno todos sus encantos; tan completamente lo consigue que el monarca propone el cambio de Lelia por el disfrazado Urielle, y Federico puede al fin unirse para siempre con su amada.

Hecho esto, el pobre genio desaparece como el humo de entre los brazos del soberano, quien tiene que contentarse por último recurso con Phebé. En el cuarto acto, Urielle ha cambiado definitivamente de forma; ya no es el pajecillo listo y travieso, es la mujer apasionada que frenética de amor y de celos, viene á vengarse con el pacto terrible y á arrastrar consigo á su víctima. El conde reconoce su firma y se ve forzado á seguir á Urielle, agobiado por la más honda desesperación, y tales son sus transportes de dolor, que el femenino, amante y celoso genio se conmueve, y con rasgo de generosa pasión salva á Federico arrojando á las llamas el fatal convenio, y á su vez se deja dominar por la pena de la imposibilidad de su dicha, y cae desvanecido y medio muerto, invitando á huir, lejos, muy lejos, á los felices esposos por los cuales acaba de sacrificarse. Así lo hacen ellos, pero antes Lelia deja sobre el desfallecido cuerpo de su rival una santa cruz que siempre la había acompañado y protegido. El demonio llega á enterarse de la infidelidad de su mensajero y se dispone á castigarle por toda una eternidad con los más atroces tormentos, cuando Urielle acude con toda su fe á la protección de la bendita cruz que conserva como premio de su sacrificio. A su vista huyen los demonios y los cielos se abren esplendentes y magníficos para recibir al espíritu protector de los amores castos.

"El triunfo de la Cruz-dice un cronista - encierra trozos de primer orden en su género, de sorprendente equilibrio, de maravillosa audacia y de tierna y de sentidísima expresión. Recordamos entre otros, el primero de todos, según la común opinión, el gran paso del abandono ejecutado por la pareja Monplaisir; es imposible que la imaginación pueda crear una serie de posiciones más bellas, un conjunto de más poéticos pormenores. No le va en zaga el paso de la seducción entre el Radjah y Urielle: el demonio de la voluptuosidad y del placer va á poner en juego todos sus encantos; pero como el de

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monio de Milton, es un ángel desterrado que pone la delicadeza hasta en el vicio, que guarda la memoria de alegrías purísimas, de apasionados éxtasis en que para nada entra la materia que no existe, y rebosa en candor para aparecer con nuevas seducciones. Adela estuvo sublime en toda la obra, pero singularmente en ese trozo; la sucesiva variación de trajes, de acuerdo con los diferentes aspectos de la ilusión, estuvo admirablemente hecha. La Compañía Monplaisir está formada por verdaderos artistas."

El 19 de Setiembre, el gracioso y muy estimado Corby dió su beneficio con Don Quijote de la Mancha, pantomima de ningún mérito, y él, en traje de poblana y Viethoff en el de ranchero, bailaron con mucho chiste el Jarabe. El sábado 28 se verificó la función de gracia de Adela Monplaisir con los bailes La Viuda Caprichosa y Las cuatro partes del Mundo, cooperando al mejor éxito del variado programa la Compañía de Opera de Barilli. Ese beneficio se dió en el Teatro Nacional, y aun así no pudieron concurrir á él multitud de familias, por haberse agotado los billetes. No puedo detenerme en ponderar el éxito de éstas y las demás funciones de la Compañía Monplaisir, como pocas favorecida por el público, y como pocas también sentida al resolverse, contra los ruegos de todo México, á emprender su marcha para el extranjero, obligada por contratos de los que no pudo prescindir.

Libre de su competencia, la Compañía Barilli siguió dando funciones; el 3 de Octubre cantó con mucha perfección El Barbero; el 8 ofreció al público su beneficio Clotilde Barilli, con la misma obra, un terceto de Atila y un himno compuesto por Antonio Barilli, sobre letra de un poeta mexicano, que se repitió con mucho aplauso en la función de gracia de Amalia Majochi de Valtellina el 12 de Octubre; el 15 celebraron la suya Taffanelli y Arnoldi, y poco después aquellos estimables artistas se despidieron de la Capital.

Para no confundirme y confundir á mis lectores con la aglomeración de noticias, nada he dicho de la Compañía dramática ni del estreno del drama Entrada Triunfal de Don Agustin de Iturbide en Méxi co, representado en el Nacional el 27 de Setiembre. Fué su autor D. Severo María Sariñana.

La Junta Patriótica, á la que este drama fué ofrecido por su autor, lo pasó á la consura de D. Francisco Bocanegra y D. Francisco Granados Maldonado, quienes el 10 de Setiembre hicieron público su informe, declarando que en vulgares escenas y malos versos, la obra faltaba á todas las reglas de las composiciones dramáticas y no podía considerarse representable. Sariñana se picó de tan severo juicio y en un remitido á los periódicos dijo á sus censores, que como quiera que no era necesario que hubiesen publicado ese informe, procedía á demandarlos ante un Juez por delito de ataque á la vida privada.

Al llegar la época de los beneficios, varios actores recurrieron á poner en escena piezas de autores del país que les aseguraban la asistencia de sus amigos y de sus malquerientes. La Cañete estrenó en 3 de Diciembre el drama en tres actos y en verso, escrito expresamente para ella por D. Ignacio Anievaş, con el título de La Hija del Senador ó los Odios Politicos. Parece que no carecía de mérito, y es cuanto puedo decir, pues según vengo repitiendo en cada capítulo, como mi libro no pasa de una simple Reseña, sin pretensión alguna, no he emprendido los serios trabajos que exigiría, ni buscado las piezas que cito, para formarme de ellas juicio propio. Reproduzco únicamente los juicios ajenos, y á sus autores respectivos reclámeles quien no salga favorecido.

En 17 de Diciembre, el pintor escenógrafo Riviere, dió á su vez un beneficio con el melodrama para su función escrito por el poeta habanero D. Juan Manuel Losada, autor de El Grito de Dolores, ya citado, y del drama, Contrita, inconfesa y mártir, con el título de Tras de una nube una estrella. Dicen los periódicos de la época que ese melodrama fué bueno y muy aplaudido.

También el notabilísimo D. Antonio Castro, estrenó en su función de gracia y á 30 de Diciembre, un drama de autor mexicano. Fué ese drama el escrito en cuatro actos y en verso por D. Pantaleón Tovar, que le llamó La Catedral de México, y le interpretaron la Cañete, la Mur y la Dubreville, y Mata, Castañeda, Santa Cruz, Castro y Cejudo, actor español que hacía poco había llegado á México, y que fué muy bien recibido por el público y por la prensa. El drama de Tovar fué así juzgado por el Revistero de El Siglo XIX, en su número de 2 de Enero siguiente: “La Catedral de México, es una obra de una mano muy débil, y sin embargo, la reputamos como la mejor comedia nacional que se haya representado en la temporada . . . Esa comedia mala, promete otras buenas. El autor no debe escribir en verso, hasta que no haya leído muchos y muy buenos autores: la pobreza de su idioma se nota en la extravagancia y repetición de unos mismos consonantes, veinte veces; su falta de estilo en los mil ripios que tiene cada redondilla; su falta de oído está demostrada por impasables faltas prosódicas, pues en las redondillas, quintillas y romances de ocho sílabas, hay incontables versos de siete, de nueve y de diez: tan mala nos parece la versificación en lo general, que sin vacilar aseguramos que la comedia tendría doble mérito, escrita siquiera en prosa mediana."

Concluyamos contentándonos con citar los conciertos que con mucho aplauso dieron en el Nacional los pianistas Laugier y su sobrina Ana, y el violinista Larsonneur, muy celebrados por el competente crítico musical de El Daguerreotipo, del cual tomamos la siguiente curiosa opinión acerca de los méritos de Zanini, á quien todos conoci

mos prudentemente retirado de la escena lírica, y al cual tantas veces han visto mis lectores citado en estos artículos: "Zanini, habla El Daguerreotipo, tiene ad libitum, cuando se le antoja, voz de bajo, de tenor ó de barítono. Ninguna es quizás perfecta, pero las tres son soportables."

CUARTA PARTE

De 1851 á 1867

HOMENAJE DE GRATITUD Y AFECTO

AL SR. D. SEBASTIAN CAMACHO

CAPITULO PRIMERO

1851.-1852.

Pasó el año de 1851 casi sin novedades dignas de extensa mención en cuanto á teatros se refiere.

Tres días después de haber entrado á ejercer D. Mariano Arista la Presidencia de la República, se verificó, el 18 de Enero, la instala ción del Liceo Artístico y Literario presidido por D. José María Lacunza, en el Gran Teatro: leyéronse buenas composiciones de D. José T. Cuéllar, D. Francisco G. Bocanegra, D. Marcos Arróniz y D. Emilio Rey, y cantaron ó tocaron escogidas piezas una infinidad de excelentes aficionados, entre ellos las Sritas. Eufrasia Amat, la Cosío, Anita y Guadalupe Jáuregui, Ana Laugier y los Sres. D. Marcelo Laugier, D. Bruno Flores, Benecke, Delgado y los socios del Orfeón Alemán.

A los beneficios del maquinista, D. Juan Alerci, con La Campanilla del Diablo, lujosamente montada, el 24 de Enero, y de la aplaudida actriz Ventura Mur con La Vuelta al Mundo, drama en tres actos y en verso de D. Juan Miguel de Losada, cuya escena tenía lugar en nuestra bella Córdoba en 1821, y que hizo fiasco el 28 del citado mes, siguió en el Nacional la presentación del artista mexicano D. José

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