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La prima donna Anaida Castellán de Giampietro, había nacido en Lyon, Francia, el 28 de Octubre de 1820. A la edad de poco más de ocho años ingresó en el Real Conservatorio de París, bajo la dirección de la célebre Cinti Damoreau y del ilustre Bordogni, para el canto, y del no menos ameritado Adolfo Nourrit, para la declamación. A los diez y seis años marchó á Italia á completar sus estudios, y se presentó en el teatro de Varese, pueblo inmediato á Milán; de allí pasó al de Novara, y en 1837 al de Turín, y en la primavera del año siguiente al de Pavía. De esta ciudad se trasladó á las ferias de Foligno y Perugia, cantando de prima donna en ambos teatros, y los de Bergamo y Venecia. Cantó después en París en varios conciertos, y en Italia en los de Florencia, Imola y Roma, pasando por último á Milán.

Refiriéndose al estreno, decía el cronista: "Tiene la Sra. Castellán una voz alta, dulce y sostenida; posee una agilidad de garganta muy agradable, y en sus trinos muestra mucha suavidad y maestría; conoce bien el canto, acomete con resolución los más difíciles pasajes, y en la facilidad y limpieza con que los ejecuta, revela buena escuela y buen gusto. La cavatina del primer acto, que es lo mejor que desempeñó como cantante, le granjeó muchos aplausos, y lo que en esta pieza advertí de mayor mérito, es la precisión con que ejecutó el primer tiempo, y el cambio con que adornó la repetición de la cavaleta. Como declamación, y el mérito del canto no es menor, fué sobresaliente el delirio del segundo acto de la segunda parte, donde había verdad y energía de acción y sentimiento. La fuerza de su expresión y aquel apasionado decir: "Edgardo! io ti son resa..." prueban una sensibilidad exquisita. La figura de la Sra. Castellán es interesante, y su estilo completamente moderno: en su poca edad promete grandes esperanzas."

Adela Césari, ya conocida de nuestro público, hizo su nueva presentación con Julieta y Romeo, de Vaccai, mostrando, como siempre, su maestría y buen gusto en el canto, su nobleza de acción y su elegancia en escena: su voz pareció haber bajado mucho, pero con gusto volvió á verse á la conocida contralto, que tantos aplausos tenía conquistados al público mexicano. El Sr. Tomassi y el Sr. Giampietro agradaron mucho, y Bozetti hizo furor en la ópera Marino Faliero, con la que se presentó en 4 de Agosto, mereciendo estrepitosos aplausos en el papel de Fernando. El 23 del mismo mes, obtuvo á su turno gran éxito Sonámbula, y posteriormente Belisario, Beatrice di Tenda, Tancredo, Lucrecia Borgia y otras, en que no puedo detenerme, pero de las cuales da noticia el excelente periódico literario, El Apuntador, ya nombrado varias veces.

Ese semanario de literatura y teatros, muy superior en su género á El Mosaico, y al Semanario de las Señoritas, sus contemporáneos,

se imprimía en la casa de D. Vicente García Torres, sita entonces en el núm. 2 de la calle del Espíritu Santo. Casi todos sus artículos honran á la crítica y á la literatura mexicanas, por su corrección, por su juicio y por su gracejo. En nuestra humilde opinión, es el primero y más estimable de los semanarios de literatura mexicanos. Le adornan muy bellas láminas litográficas, tan buenas como no se ejecutan hoy día, y abunda en composiciones de positivo mérito, firmadas por distinguidos nombres. Allí están quizá las primicias del insigne poeta D. Casimiro del Collado, que apenas contaba entonces veinte años:

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También allí se encuentran varias de sus poesías que Menéndez Pelayo califica de pertenecientes á géneros radicalmente falsos, pero agradables y amenas no obstante, y en verdad, no es fácil sustraerse al encanto de aquellas delicadas trovas de ¡Oración!

"Sol del cielo de mi vida, fanal de mi noche oscura, flor en mi huerto nacida

al blando aliento de amor..."

melodías poéticas que parecen escapadas de la guzla de Zorrilla. ¿Quién, por antiguas, no goza con las estancias de su Meditación?

"Porque aquí mi tristura:

se viste de colores halagüeños,

y sueño en la espesura:

¿quién no es feliz mientras que tiene ensueños?''

R. H. T.-T. II.-8

¿Cómo no encontrar hermoso en su género el melancólico poema de Los Muertos, que comienza:

"¿Qué dicen esas campanas
que de esas torres inmobles
en las góticas ventanas,
están rasgando livianas

la atmósfera con sus dobles?

¿Qué dicen al corazón
ó al humano pensamiento,

ese mentido lamento

y ese fantástico són

que están vibrando en el viento?"

Allí, en El Apuntador, verdadero repertorio de la literatura de esa época, figuran con Collado otros distinguidos escritores: D. Andrés Quintana Roo, con su oda patriótica :

"Renueva, oh Musa, el victorioso aliento

con que, fiel de la patria al amor santo,

el fin glorioso de su acerbo llanto
audaz predije en inspirado acento."

D. José María Lafragua con su oda á Iturbide:

"De cruel destino la implacable sañia de los aztecas derribó el Imperio; Tenochtitlán cayó, y un hemisferio

apenas basta á la ambición de España.”.

D. José Joaquín Pesado, con su composición Mi amada en la misa de alba; D. P. Almazán, con sus Recuerdos; D. Alejandro Arango, con su Leyenda del Cristiano, y Una Ilusión, y dejando sentir su facilidad y corrección en prosa y verso, el atildado y diplomático D. José Gómez de la Cortina, uno de los principales promovedores del Ateneo Mexicano, del que fué tesorero, catedrático, presidente, consiliario y entusiasta mantenedor.

Volvamos ahora á nuestros teatros Principal y Nuevo México y á la saludable competencia que entre ellos se entabló. En el primero puso la Compañía el Don Juan de Austria, traducido por Larra, y á propósito de esa representación, el revistero dijo: "En ella hicimos tristes recuerdos del desgraciado cuanto distinguido Avecilla. Es verdad que el Sr. Salgado comprendió y desempeñó bien el papel de Carlos V; que en algunas imitaciones de aquel difunto actor, estuvo

sumamente feliz; pero las modulaciones de voz, aquellas transiciones tan bellas del Sr. Avecilla, le hicieron notable falta. Por lo demás, la representación estuvo fría, á excepción de algunas escenas en que los Sres. Castañeda, Valleto y aun la Srita. Cordero estuvieron más animados."

De la comedia de Bretón No ganamos para sustos, ó, por mejor decir, de su desempeño en Nuevo México, leemos: "La representación estuvo muy buena; la Sra. Molino y los Sres. Ruiz y Martínez, desempeñaron, especialmente este último, sus papeles con perfección, lo mismo que la Sra. Martínez y el Sr. Fernández. El Sr. Pineda, con sus modales francos y llenos de nobleza y finura, realzó mucho el mérito del papel de D. Juan." En el mismo teatro hizo su presentación, el 26 de Junio, la Srita. Ramos, con Catalina Howard, presentación que fué un fracaso, pues el público la silbó y la remedó, y salió diciendo que "sólo había desempeñado bien la escena en que estaba sobre el sepulcro aletargada."

En 29 del mismo mes de Junio se revivió en el Principal el drama Muñoz, Visitador de México, de Rodríguez Galván, estrenado en 1838. Al siguiente día se dió en Nuevo México La Conjuración de Venecia, de Martínez de la Rosa, con un final arreglado por poeta desconocido, suceso que relata así el cronista: "Rugiero, arrancado de los brazos de Laura por los satélites del Tribunal, entra al cuarto de la eternidad. Laura le sigue; al llegar descórrese la cortina, ve el patíbulo y cae hacia atrás, exclamando con desesperado acento: ¡Jesús mil veces! Esto fué lo que escribió el autor; pero no fué esto lo que vimos, pues que el padre de Laura, á la cabeza de varios conjurados, entró violentamente, libertó á la víctima, destruyó el tribunal y, á la voz de viva la libertad! formó un motín, que, aunque bien recibido del público, no debe serlo por un hombre que piense. ¿Quién dió autoridad al osado poetastro para zurcir tan burdo remiendo y echar un borrón en el acabado cuadro de Martínez de la Rosa?"

Con motivo de una representación de Muérete y verás, en el Principal, El Apuntador hizo un nuevo recuerdo de Avecilla, diciendo así: "Esta es la segunda comedia en que echamos de menos á D. Bernardo Avecilla, que con tanta gracia y naturalidad representaba al Usurero: ¡no es fácil, seguramente, que se llene el vacío que el anciano actor ha dejado! porque aunque cansado por la edad había demeritado, no me parece que, á excepción de D. Miguel Valleto, haya en la Compañía quien se le parezca, á lo menos para ciertos papeles." La Visionaria, preciosa comedia del autor de los Amantes de Teruel, obtuvo un desempeño perfecto en Nuevo México; "los hermanos Martínez bien, como siempre; la Sra. García muy feliz, á pesar de su mala y cansada voz: quien lució muchísimo fué Pineda, pues nos ha probado que es tan idóneo para el género cómico como

para el trágico: mucha verdad, mucha naturalidad y muy propios modales. Esperamos que el Sr. Pineda no economice tanto el presentarse en comedias de costumbres y que en lo sucesivo la Empresa dé papeles de más interés al Sr. Dalmau, que es un buen actor, al que hace una injusticia arriconándole tanto.'

Una de las obras en que más brillaron en su competencia los dos rivales teatros, fué El Campanero de San Pablo, de Bouchardy, estrenado en el Nuevo México el sábado 17 de Julio y en el Principal el sábado 24. "En aquél la Martínez y su hermano, en todo el drama, pero especialmente en la escena muda del reconocimiento, llegaron á un extremo de perfectibilidad, que es imposible superar. Pineda, que á la segunda representación desempeñó el carácter de William, estuvo admirable. En el Principal el desempeño del Campanero fué lo más completo: se distinguieron Valleto en el papel de Albinus, Castro en el de Lord Enrique, Salgado en el de William Smith y especialmente Castañeda en el del Campanero: tuvo éste pasajes muy felices, como fueron el de la caída de las rocas, el de la demanda de su hija arrodillado ante William, y otros varios; los extraordinarios y repetidos aplausos del público son la mejor prueba de su acierto; los aplausos tocaron al entusiasmo la tarde del domingo, en que se repitió el drama en ambos teatros y en ambos con igual resultado. Muchas obras como ésta, y la emulación entre una y otra Compañía, darán gran impulso al teatro, utilidad á los actores y placer al público."

El qué dirán, de Bretón, El Oscar, de Cienfuegos, llevaron público y aplausos á los teatros rivales. El drama de origen francés Luisa, valió grandes triunfos á Salgado, Valleto y Castañeda, que desempefaron perfectamente los caracteres del Padre, de Enrique y del Coronel, así como la Srita. Santa Cruz el de Cecilia; pero la gloria de este drama correspondió á la Srita. Cordero: "con cuánta satisfacción recuerdo y veo comprobado aquello de que donde más luce es en los caracteres que exigen virtud, nobleza, y en los que hay un sacrificio que hacer al honor, al deber, porque entonces puede decirse que está en su cuerda. En toda la obra llenó su desempeño, especialmente en el diálogo con Cecilia, en los que tiene con Enrique en el tercero y quinto actos, y sobre todo en el cuarto al salvar á su rival y huir desdeñosa y sentida, de su infiel esposo."

En los primeros días de Agosto hubo una tentativa de ascensión aerostática por un mexicano apellidado Carrillo: "¿Cómo podré hablar de ella, dice El Apuntador, si no hubo tal ascensión? Sólo podré decir que una mexicana subió hasta la altura de las segundas lumbreras, derramando versos en que el viajero se despedía: que Lappan con mano fuerte detenía el globo con un cable, y que esto fué, según dicen, una de las causas de que el Sr. Carrillo no hubiera podido su

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