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no encontraron eco. Llegó al fin el gran terceto que tanto entusiasmaba al público, y vencido éste por la Steffennone, Salvi y Marini, rompió su impertinente frialdad con unánimes aplausos y pidió la repetición, pero los artistas se desentendieron de la exigencia, que en justicia no merecía el público ver obsequiada, y siguieron representando hasta concluir la escena en que se retira el Duque Alfonso. La malcriada concurrencia se dió por ofendida, sin querer fijarse en que la ofensa de ella había partido, y armó la de Dios es Cristo, con desaforadas voces.

Marini, quizás demasiado firme en su enojo, se obstinó en no repetir el terceto, y cuando nuevamente su papel lo obligó á salir á escena, los concurrentes le silbaron y gritaron ¡fuera! Marini se retiró impertérrito, bien seguro de que no había público en el mundo que pudiese silbarle con justicia, y la Steffennone y Salvi fueron aplaudidos con furor en el duettino final, como para demostrarles que la cosa no iba con ellos. Casi al caer el telón, el Duque tiene que aparecer en el foro, y al hacerlo Marini, recibió nueva silba.

La Empresa, no sin mucho trabajo, logró convencer al orgulloso y digno artista de que nada perdería con permitir que á su nombre se diese una excusa al irritado público, y Zanini se presentó en un entreacto á manifestar que el hasta allí siempre aplaudido artista se encontraba enfermo y cansado del activo trabajo que venía teniendo la Compañía, única causa por la que no se había prestado á complacer la petición del público, al cual debía tanto aprecio y favores. Zanini fué recibido con ceceos y Marini, á quien sobraban solicitudes de contratas para los primeros teatros europeos, tranquilamente dispuso sus cosas para salir del país; pero la Empresa hizo publicar en los periódicos la misma excusa dada por Zanini y firmada por el artista, y la borrasca quedó conjurada, y cuando el gran bajo volvió á presentarse en escena á las dos noches, fué recibido con la mayor cordialidad y aplaudido en toda la función, que fué nada menos que el Roberto el Diablo, es decir, una de las óperas en que más sobresalía, viéndose acompañado por artistas dignos de él y de la talla de la Steffennone y la Fiorentini y Salvi. En México, en ese año de 1854, y antes en el de 1852, se oyó el Roberto como será muy difícil que pueda volverse á oir aquí; y esa obra colosal, grandiosa, inmensa, que se escapa á la crítica, que parece no estar sujeta al análisis, conquistó á nuestro público, que siempre acudió entusiasta y numeroso á sus frecuentes repeticiones. Esencialmente distinta de la música italiana, teniendo una que otra analogía con la francesa, habiendo abierto nueva senda á la alemana, Roberto es seguramente una de las producciones musicales más notables por excelsa originalidad.

Al asistir á su primera representación se siente una emoción extraña; el estruendo es demasiado fuerte, los latones trabajan mucho,

la armonía parece demasiado complicada para oídos acostumbrados á las obras de la escuela italiana; pero gradualmente vánsele encontrando grandes bellezas; se nota una armonía siempre vigorosa, siempre original, siempre sostenida, y por fin se ve, se siente que la música У el canto son verdaderamente dramáticos. A su estreno en Europa el éxito quedó como dudoso; unos críticos la censuraron sin misericordia y otros la ensalzaron á las nubes; pero Roberto ha vivido y dado la vuelta al mundo y encontrado donde quiera entusiastas admiradores para las cuarenta y tantas piezas, todas complicadas, que componen el famoso spartito.

El 31 de Agosto fué cantado Attila, de Verdi, por Marini, Salvi, Beneventano, Specchi y la Steffennone; el 11 de Setiembre se puso en escena Belisario, se estrenó un himno cívico compuesto por Bottesini y dedicado á Santa-Anna; y el 16 del mismo mes, en celebridad del aniversario de la Independencia, se repitió Attila y se oyó por primera vez el Himno Nacional de México compuesto sobre la letra de Francisco González Bocanegra por Jaime Nunó, en competencia con otros quince profesores.

En diversos pasajes de este libro he cuidado de apuntar varias y diversas tentativas hechas para la creación de un Himno Nacional Mexicano, y pude haber dicho que ese patriótico empeño tuvo sus entusiastas desde 1821, año en que el Sr. Torrescano compuso una marcha nacional, después de haber capitulado Querétaro con el caudillo del Plan de Iguala. Más adelante y en el pueblo de Tulancingo, el Sr. D. José María Garmendia compuso la letra y la música de otra marcha, que con placer entonaban los soldados y los paisanos. La de Torrescano principiaba así:

Somos independientes,

viva la libertad,

viva América libre,

viva la Igualdad !

El principio de la de Garmendia era este:

A las armas, valientes indianos!

á las armas, corred con valor!

el partido seguid de Iturbide;

séamos libres y no haya opresión.

Ni éstas, ni ninguna de las después ensayadas por notables compositores, algunos muy ilustres, alcanzaron el honor y la sanción de de la popularidad, y por ello D. Antonio López de Santa-Anna teniendo presentes la recomendación y la excitativa que á los poetas y

músicos españoles hizo D. Juan Meléndez Valdés, invitándoles á crear un Himno Nacional, resolvió procurarlo en México para mayor lucimiento de los esplendores de su Corte de Alteza Serenisima.

Por su Ministerio de Fomento, que entonces corría á cargo de D. Joaquín Velázquez de León, en 12 de Noviembre de 1853 expidió una convocatoria ofreciendo un premio á la mejor composición poética que pudiese servir de letra á un canto verdaderamente patriótico. Un Jurado de literatos calificaría las composiciones, que habrían de remitirse anónimas y con un epígrafe que correspondiese al de un pliego cerrado que contendría el nombre de su respectivo autor. El término otorgado á los poetas fué de veinte días. Firmó esta convocatoria D. Miguel Lerdo de Tejada, como Oficial Mayor de Fomento. En esos mismos días se creó, ó, para hablar con más propiedad, se restableció la Orden Mexicana de Guadalupe, y se convocaron postores para la conclusión de la columna que en el centro de la Plaza de Armas habría de erigirse en memoria de la Independencia Nacional.

El 9 de Diciembre el Ministro Velázquez de León dijo, de oficio, al Lic. D. José Bernardo Couto, que, expirado el término de la convocatoria, el General Presidente había nombrado una comisión calificadora compuesta de Couto y de D. Manuel Carpio y D. José Joaquín Pesado, para examinar las composiciones presentadas, decidir á cuál debía adjudicarse el premio ofrecido, y manifestar en qué debería consistir ese premio, puesto que no le fijó la convocatoria, limitándose á decir que sería conforme al mérito. Al efecto el Ministro remitió veinticinco composiciones, quedando en el archivo secreto de la oficina veinticuatro pliegos cerrados, pues una de las que constaban en el expediente se había reproducido ya sin carácter anónimo por haber sido premiada en otra ocasión á su autor D. Andrés Davis.

La tarea encomendada al Jurado parece que no fué fácil, pues el tiempo pasaba sin que se conociese la decisión de los jueces, haciendo decir al periódico El Omnibus, en su número del 31 de Enero de 1854: "¿Quién es, por fin, el poeta laureado en el concurso abierto por el Ministerio de Fomento? ¿Quién de todos nuestros vates ha tenido la fortuna de hacer un buen Himno Nacional? ¿Cuál será el premio que se le confiera? Tales preguntas se hacen todos al ver el misterio con que se oculta el resultado. Y no falta quien diga que todas las composiciones remitidas al concurso eran detestables; que entre ellas había siete de un mismo autor, y, por fin, que los himnos son tales, que hacen creer que ninguno de nuestros buenos poetas tomó parte en el concurso."

Por fin, se publicó en el Diario Oficial y fechado el 3 de Febrero de 1854, lo siguiente: "Ministerio de Fomento.-Sección indiferente. (sic)-Sometidas al examen del Exmo. Sr. D. José Bernardo Couto

y de los Sres. D. Manuel Carpio y D. José Joaquín Pesado las veintiséis composiciones poéticas (el oficio de 9 de Diciembre del año anterior dijo ser veinticinco), que se presentaron á esta Secretaría en virtud de la convocatoria publicada el 12 de Noviembre último, ha sido calificada de mayor mérito la siguiente, de la que resultó ser autor, al abrir el pliego cerrado que llevaba su epígrafe, el Sr. D. Francisco González Bocanegra.-Y habiéndose conformado S. A. S., el General Presidente, con el parecer de la comisión calificadora, se hace saber al público con arreglo á la referida convocatoria, para que los compositores de música que deseén oponerse al premio ofrecido á la composición que obtenga la aprobación de la Junta que se nombre para el caso, dirijan sus obras á esta Secretaría dentro de sesenta días contados desde esta fecha, bajo el concepto de que dichas obras deberán venir anónimas y acompañadas de un pliego cerrado en que conste el nombre del autor, marcando en la cubierta alguna contraseña que dé á conocer la obra á que corresponda.”

El epígrafe puesto por Bocanegra fué el siguiente, tomado de Quin

tana:

"Volemos al combate, á la venganza,

y el que niegue su pecho á la esperanza
hunda en el polvo la cobarde frente."

Según Francisco Sosa, que tuvo la noticia de uno de los poetas que concurrieron al certamen, entre las veintiséis composiciones las hubo de D. José María Esteva, D. Félix Romero, D. José María Monroy, D. Félix María Escalante, D. Francisco Granados Maldonado, D. José Kivera y Río y D. Francisco Villalobos. En los primeros días de Marzo el periódico El Universal, entre varias preguntas sueltas hacía la siguiente: "¿cuál ha sido el premio acordado al Sr. González Bocanegra por el himno patriótico que compuso?" Renovó esta pregunta El Omnibus, en su número del 21 de Marzo.

Sin que nadie la hubiese contestado, llegó el miércoles 17 de Mayo día en que, en celebridad del regreso de Santa-Anna á la Capital de vuelta de su infructuosa campaña contra los partidarios del Plan de Ayutla, la Compañía en que brillaba Enriqueta Sontag le ofreció una función compuesta de la ópera de Donizetti La Hija del Regimiento, unas variaciones del Carnaval de Venecia ejecutadas por Bottesini en el contrabajo, y la cavatina Casta-diva, por Claudina Fiorentini; en esa brillante función que principió con la obertura de Nabucodonosor de Verdi, fué cantado un himno nacional compuesto por Juan Bottesini sobre la composición de González Bocanegra, premiada en el concurso á que he venido refiriéndome. Las estrofas del poeta mexicano fueron, pues, dichas en público por primera vez por la Sontag y la

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Fiorentini, la Vietti, la Costini y la López, y por Pozzolini, Arnoldi, Rocco, Specchi, Solares y el cuerpo de coros. La música de Bottesini no causó efecto de importancia alguna.

La composición musical destinada á popularizarse é imponerse, no era aún conocida y aun tardó mucho en serlo. A su tiempo el Ministerio de Fomento nombró una comisión compuesta de los profesores de música D. José Antonio Gómez, D. Agustín Balderas y D. Tomás León, y le pasó las quince composiciones que la Secretaría había recibido para que fuesen examinadas. Dicha comisión calificó en primer lugar y digna de adjudicársele el premio, la que tenía por epigrafe Dios y Libertad. En consecuencia se procedió á buscar entre los pliegos cerrados que debían contener el nombre de los autores, el correspondiente á dicho epígrafe, y no encontrándose se abrió un pliego que sólo tenía por contraseña Número 10, no usada por ninguno de los concurrentes al concurso: dentro se encontró el referido epígrafe Dios y Libertad y las iniciales J. N. En vista de ello el Oficial Mayor de Fomento publicó el siguiente aviso: "No pudiéndose saber por ellas quién sea el autor, el Exmo. Sr. Ministro ha acordado se publique este aviso, para que se presente en esta Secretaría la persona que haya compuesto dicho himno, á manifestar su nombre, comprobando debidamente ser el verdadero autor.- México, Agosto 10 de 1854."

"En dicha composición,—dijo la Comisión calificadora con fecha 9 del citado Agosto,- hemos encontrado más originalidad y energía, mejor gusto, y, por decirlo así, la creemos más popular, reuniendo á estas circunstancias la de su sencillez y buen efecto. Notamos con sentimiento que no se halla instrumentada; pero esto, supuesto que no ha sido requisito para su presentación, lo podrá hacer su mismo autor, si V. E. lo estima conveniente."

Presentóse en efecto J. N., comprobó lo que se le exigía y en 12 de Agosto el Ministerio declaró, que "visto el dictamen que da por unanimidad el primer lugar á la composición que lleva por epigrafe Dios y Libertad, y resultando ser de D. Jaime Nunó, se le declara á nombre de S. A. S. el General Presidente, autor del Himno que el Gobierno adopta como Nacional."

Según Francisco Sosa concurrieron al certamen con sus composiciones D. Juan Bottesini, D. Juan Manuel Cambeses, D. Joaquín Luna, D. Román Canchola, D. Manuel Cataño, D. Angel Mier Bul, D. José María y D. Luis Pérez de León, D. M. Luzuriaga, D. Manuel Villagómez y D. José de la Luz Báez.

Al comunicarse á Jaime Nunó la honra que tan bien ganado habia, se le previno que antes de que terminase el mes de Agosto, instrumentase su composición, á fin de que inmediatamente la pusieran en estudio las bandas militares y la orquesta del Gran Teatro. Al reci

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