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A este convite, que tuvo sus visos de aristocrático, siguió otro mucho más animado y más sencillo y fraternal, que ofrecieron á Zorrilla los bohemios literatos de aquellos días, y digo bohemios, porque en ese entonces aun no hacían ostentación de su fortuna los pocos que llegaron á adquirirla. El convite, celebrado en el Tívoli de San Cosme la mañana del domingo 21 de Enero, lo constituyó un almuerzo, creo que modesto, pues El Universal no se extendió á más que á decir "que la mesa estuvo regularmente servida." A ella sentáronse, además del poeta obsequiado, Anievas, Vicente y Sebastián Segura, Losada, Luis Gonzaga Ortiz, González Bocanegra, Arróniz, Cuéllar, Zarco, Roa Bárcena, Bello, Collado, Portilla, Patiño, Escalante, Elguero y otras muchas personas cuya enumeración sería demasiado larga, reinando allí la más franca alegría y la más correcta familiaridad, sin que faltase la una ni se excediese la otra, hasta la muy avanzada hora de las tres y media de la tarde, en que se disolvió la reunión, amenizada con la lectura de buenas composiciones, entre ellas varias serenatas y la Plegaria á la Virgen, de Zorrilla. D. José Sebastián Segura elaboró, sin que muchos de sus oyentes alcanzaran á percibir su armonía, los dos exámetros siguientes:

"Canto de Zorrilla triunfos en férvidos himnos;
Magníficos lauros ciñen su frente serena."

En compensación, el delicadísimo poeta Casimiro del Collado (suprimo el Don porque entonces no era Académico y potentado), deleitó á todos sus amigos y al mismo Zorrilla, con unas deliciosas octavas reales que empezaban:

"De las agrestes rocas do mi cuna
el cantábrico mar meció estruendoso,
arrojóme á estas playas mi fortuna:
por vez primera el corazón medroso
en ellas palpitó; de esta laguna
mi primer llanto perturbó el reposo,
y cuando á luz mi mente se entreabría

ya el pesar del destierro la oprimía.

"¡Cuántas ¡ay! de amargura eternas horas
á las fauces del tiempo se empujaron,
de mi salud y esfuerzo vencedoras!
¡Cuántas nocturnas lágrimas surcaron
y aun surcan mis mejillas incoloras!
Memorias de mi patria aquí quedaron,
doquier las hallo y cuanto más las miro
más me inflamo en su amor y más suspiro."

Violencia tengo que hacerme para no copiar una tras otra las once octavas reales, verdaderamente reales, que siguen á estas dos. Los que entendiendo á vuestra manera el progreso, no comprendéis á las Musas sino vestidas por Worth, gustando por única ambrosía fraises au champagne en un restaurant de boulevard, y hablando en elegante francés correctas insolencias, no busquéis esas admirables octavas, modelo de rica poesía, que después de haber tocado en lo pindárico, concluyen mansamente.

"Ay! cuando tornes á la playa ibera llévate envuelta en el luciente manto de tu oriental soberbia poesía,

una lágrima triste como mía."

No estuvo menos inspirado Roa Bárcena, trayendo á la memoria la Conquista y la Independencia del pueblo mexicano, que ansiando libertad

"Quebranta el yugo, pero nunca olvida

que es el pueblo español el pueblo mismo

que trajo á esta región desconocida,
la civilización y el cristianismo."

González Bocanegra á su vez tuvo un recuerdo para la madre patria, felicitándose de haberla visitado:

"Vióme nacer el suelo mexicano, la brisa me arrulló de sus pensiles,

y el apacible cielo gaditano

miró correr mis años infantiles."

Arróniz invitó al vate español á pulsar su lira de oro en honra de las magnificencias mexicanas:

"Aquí darán á tu cantar sublime las montañas nevadas su grandeza, las roncas tempestades su fiereza,

y dulce voz la tórtola que gime."

Mas no debo extenderme mucho, y por lo mismo no haré cita de los brindis en verso de Losada y de Cuéllar, de las oportunas y feli

ces frases de Zarco, de los versos jocosos de Patiño, de las amables improvisaciones de Escalante, Emilio Rey y tantos otros, que una vez más hicieron asomar á los párpados de Zorrilla, lágrimas de gratitud, especialmente cuando sus nuevos entusiastas amigos manifestaron el deseo de que quedase en México un retrato del poeta, debido á pinceles mexicanos, y se ofreció y encargó de ello D. Juan Cordero, el distinguido artista.

Concluyamos estas referencias á Zorrilla, obsequiado por grandes y por chicos, por todos nuestros poetas celebrado con generosa sinceridad, trayendo á la memoria un curiosísimo incidente. Allá por el mes de Noviembre de 1848, los periódicos de México copiaron de los de la Habana, unas quintillas referentes á lo aquí acontecido con Isabel Luna y con los famosos versos que en su álbum puso Bretón de los Herreros: esas quintillas insultaban groseramente á los mexicanos, y comenzaban así:

"Raro destino, Isabel, tienen las mujeres bellas; lances, hazañas, querellas,

y á veces guerra cruel

marchan en pos de sus huellas."

Los periódicos mexicanos publicaron esas quintillas, que son nada menos que cuarenta y una, con el título de Versos del Sr. Zorrilla contra los mexicanos. Al insertarlos á su turno El Monitor, dijo: "Por conducto seguro sabemos que no es el Sr. Zorrilla el autor de la poesía, sino el Sr. García Gutiérrez: gran sentimiento nos ha causado que el autor del Trovador pague tan mal la buena acogida que entre nosotros recibió." La cosa quedó así y olvidáronse los versos por más de siete años, hasta la venida de Zorrilla, época en que, habla El Universal, "no sabemos si con buena ó mala intención se puso esta especie en conocimiento de Su Alteza Serenísima." Su Alteza á quien el autor de las tales quintillas insultaba varias veces, diciéndole entre

otras cosas:

"y detesta nuestro trono,

nuestro regio pabellón,

quien tiene por dueño un mono
vestido de Napoleón...

juzgó que el asunto merecía ponerse en claro, y con fecha 28 de Enero ordenó por el Ministerio de Gobernación que el Superintendente de Policía, Gral. D. Antonio Díez de Bonilla, hiciese comparecer al

ciudadano español D. José Zorrilla, para que juramentado en forma dijese si los tales versos eran ó no producción suya. Díez de Bonilla y su Secretario D. José G. Brito, cumplieron ese mismo día con lo que se les ordenaba, y Zorrilla se vió obligado á comparecer y á declarar, si bien lo hizo con gusto, como una nueva muestra de cariño á los mexicanos. Negó de la manera más absoluta que los versos fuesen suyos; protestó que si antes de venir á México hubiéralos conocido y sabido que corrían bajo su nombre, no habría pisado el país sin contradecirlos; pidió se publicase el expediente, y concluyó afirmando que sólo por calumnia podría seguírsele atribuyendo su paternidad, pues, son sus palabras, "los que todavía lo crean, se engafan: los que todavía lo aseguren, mienten."

El relato de la estancia de Zorrilla en México, de las mil y una composiciones que le dedicaron los poetas de la Capital y de los Estados compitiendo en entusiasmo y en lisonjas, no corresponde á estos artículos que sólo por incidencia han podido hacer relación á su personalidad distinguida; la primera composición escrita en México por el poeta español, fué una oda que leyó al reinstalarse el 7 de Febrero de 1855 la Universidad de la Capital, y comienza

"Dios me dió un corazón franco y sincero."

Pero con lo que encantó á todos sus oyentes fué con su Serenata morisca "Las rosas mexicanas," basada sobre este estribillo:

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Lástima, vuelvo á decirlo, que el insigne poeta no haya sido para México que tanto le quiso, el hombre que á sí mismo pretendió pintarse así en su citada oda de la Universidad:

"Mi voz, del potentado á las regiones
no levantó jamás á cambio de oro
ni vendidas ni hipócritas canciones,
ni se ha unido jamás al torpe coro
que loa de quien vence las acciones,
su dignidad hollando y su decoro."

CAPITULO VIII

1855.

Entre los marciales ecos de las bandas de música de los cuerpos de la guarnición, en medio del brillante círculo de los generales y oficialidad de su lucido Estado Mayor, y en el salón llamado de Iturbide, el Gral. D. Antonio López de Santa-Anna había recibido las felicitaciones del cuerpo diplomático y de las autoridades y empleados de las oficinas públicas, por la entrada del año nuevo. Con gubernamental optimismo, la prensa oficiosa, haciendo revista del anterior, celebraba los progresos de la patria y decíale poco más ó menos, "mucho debemos andar todavía para llegar al ambicionado término, pero mucho también es lo que se ha avanzado desde que regresó á nuestras playas el hombre ilustre que hoy nos gobierna. Desde la anarquía de hace dos años hasta el orden de hoy, parece que ha pasado un siglo. El país ha recobrado su buen concepto en el mundo, y la paz interior, aunque turbada por los movimientos rebeldes de los Departamentos de Guerrero, México, Michoacán y Tamaulipas, se consolidará pronto: para eso hay un ejército de cuarenta mil hombres, energía y resolución en el jefe del Estado, y buen sentido en la opinión pública. Después de la paz vendrán todas las mejoras que no se han podido introducir en medio de las atenciones de la guerra: se abrirán vías de comunicación, se resguardarán las fronteras, se poblarán nuestros desiertos, se dará impulso al comercio, á la agricultura y á la industria, se llevará la verdadera civilización á todas partes. Agrupémonos, pues, en torno del General Presidente que ama á los pueblos y ha hecho y está haciendo sacrificios por ellos, y dirige sus afanes y vigilias á consolidar la paz y el orden públicos, porque éstas son las fuentes inagotables del engrandecimiento de las naciones."

No obstante este optimismo oficioso, nada era más inseguro que la existencia de aquel gobierno que había de concluir antes de finalizar el año; pero hagamos á un lado la tarea de cronista de sucesos políticos que no nos compete, y prosigamos nuestra revista de los espectáculos de esos días.

Para la noche del viernes 7 de Enero estuvo anunciada una nueva representación de vaudeville por la compañía de aficionados de Cretet y Lacroix, pero hubo de suspenderse por haber sido el segundo atro

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