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A la hora oportuna, la comitiva, formada por las autoridades y corporaciones civiles y militares, salió del Palacio Municipal á recibir y saludar al Presidente Sustituto, en una grande y lujosa tienda de campaña que hizo levantar en la calle de Corpus Christi, frente á la puerta central de la Alameda.

Comonfort, que entró por la garita de Belén y por el Paseo Nuevo y calle del Calvario, llegó á la tienda susodicha, y después de recibir las felicitaciones de la Comisión Popular, de la juventud, de los alumnos de los colegios, de los artesanos, del Colegio Militar y del Cuerpo de Inválidos, se dirigió, entre entusiastas vítores, al Palacio Nacional para presenciar el desfile de las tropas republicanas.

En esta noche el Teatro de Iturbide le ofreció una escogida función y otro tanto hizo al día siguiente el Nacional, patrocinada ésta por el Ayuntamiento; en ella cantaron distintas piezas sueltas de ópera la Amat y la Pagliari y Ceresa, Zanini y Solares, dirigidos por D. Antonio Barilli, quien la noche antes había obsequiado al Presidente con la música de un himno, compuesta por él sobre letra del poeta mexicano D. José Rivera y Río.

E1 5 se verificó un convite oficial en Palacio y el 6 se dió en la Plaza del Paseo Nuevo una corrida de toros, á la cual concurrió Comonfort.

El 23, el actor D. José Ortega dedicó á su vez al Presidente una función en Nuevo México, estrenando el drama en cuatro actos: Rendición de la Plaza de Puebla el 22 de Marzo de 1856, y la pieza en un acto: Un liberal por fuerza.

Todo andaba mudado y aun trastornado: los cambios y las revoluciones trascendían á las costumbres y á las modas, y eran de ver las dificultades de nuestras hermosas damas para decidir entre las chaquetas basquinés y los corpiños cerrados, más convenientes al femenil pudor: las faldas de tres ó de cinco volantes exigían casi una pieza de tela para cubrir la engomada armazón del enorme mirriñaque; sobre ellas iban las musolinas floreadas ó listadas, los chaconés, los chinés, los organdis; el ingenio modisteril variaba á lo infinito las. manteletas y canesús, los farfalaes y los monillos, el sombrero á la Medora y á la Aurelia y á la Bautizo Imperial. El sexo varonil estaba graciosísimo con sus pantalones de medio color con ramitos azules ó negros en las costuras laterales, y floreados más grandes en las antebolsas, y todo ello muy ceñido á la pierna y terminando en una pialera muy angosta: los chalecos iban achicándose, y á proporción que disminuían en corte, crecían en el número de sus botones: las casacas azules con botones á la Napoleón, eran de rigor, y tanto los faldones de ellas como los de los fracs negros, iban siendo cada vez más grandes. El sastre Pestail era el más acreditado. En cuanto á las camisas, las pecheras de mejor tono eran las lisas, sin más adorno que tres

ojales con bordados blancos en derredor para que resaltasen los botones de brillantes ú otras piedras preciosas; las tablitas ó arrugados sólo se usaban en las vueltas de los puños de diario, pues para etiqueta la moda eran los encarrujados á la Mosquetero, con riquísimas mancuernas de topacios ó esmeraldas: los cuellos iban acortándose y por consecuencia disminuían en tamaño las corbatas. Los sombreros más en boga eran los altos, con ala un poco ancha y algo recogida, fabricados por Zölly con gran primor. En abrigos seguían en uso las talmas, los montecristos, y los gabanes.

La Empresa de los Hermanos Mosso, que vió pasarse los principales actores de la Capital al nuevo Teatro de Iturbide, y, además, creyó conveniente dejar que el público satisfaciese sus instintos noveleros y convencerse de que el más moderno coliseo no le ofrecía las ventajas y comodidades del Gran Teatro, mantuvo cerrado éste la última semana de Marzo y todo el mes de Abril, empleando ese tiempo en hacer en el de Vergara las reparaciones que demandaban sus doce años de uso: lo pintó de nuevo; retocó, doró y aumentó sus ricos adornos; mejoró el escenario, encomendó al pintor D. Urbano López y al maquinista D. Francisco Robreño la mejora de las decoraciones existentes, la construcción de otras nuevas é hizo pintar nuevo y magnífico telón, en el que entre artísticos pliegues veíase el Patio de los Leones de la Alhambra de Granada.

En 24 de Abril expidió un prospecto anunciando su nueva temporada; en él se felicitaba de haber conquistado el afecto de la sociedad mexicana, en general, con sus esfuerzos para complacerla: en ocho años que contaba de tener á su cargo los primeros teatros, había enviado siete comisionados á Europa, los Estados Unidos y la Habana para contratar excelentes Compañías de verso, de ópera y de baile, y presentándole notabilidades como la Sontag y Matilde Díez, y Marini, Salvi, Badiali, Monplaisir, Herz y otros.

No arredrándole la competencia que el de Iturbide pudiera hacerle, desde luego había vuelto á contratar la Compañía á cuyo frente figuraba la eminente actriz Matilde Díez, aumentándola con la muy acreditada Rosa Peluffo, la simpática primera dama María de los Angeles García y otros actores, tanto de los ya existentes en el país, como de los que en la Habana encontrase su agente D. José Robreño, que también traería un completo cuadro de zarzuela y baile.

Próximos á llegar los nuevos artistas, la Empresa Mosso inauguró su temporada el 19 de Mayo, poniendo en la tarde Sullivan y en la noche Los Hijos de Eduardo, con cuyo drama Rosa Peluffo reapareció, tras larga ausencia, en la escena del Nacional.

El cuadro dramático era bueno; como dijimos, estaba á su cabeza Matilde Díez, que á causa del estado de su salud no pudo presentar. se en las primeras funciones; seguíale en calidad é importancia, Rosa

Peluffo, y estaban entre las actrices, Angela García, Carlota Armenta, Josefa Uguer, Adela Robreño y otras seis más; era primer actor y director, Manuel Catalina, con el concurso de Miguel Valleto y otros doce actores.

En 4 de Mayo, ese cuadro puso en escena, con muy buen éxito, la obra de Dumás Demi-Monde, con el título de Medio Mundo, y unos días después Matilde Díez hizo su primera salida en esa temporada, con Adriana Lecouvreur, difícil drama que Scribe y Legouvé ó, más bien, Ernesto Legouvé, escribió para la Rachel.

Matilde Díez admiró en la interpretación que dió al carácter de la gran trágica aquella á quien el clero de París negó sepultura en lugar sagrado, dictando á Voltaire indignado apóstofre en que acusa á la Francia de haber insultado á las bellas artes

En privant de la sepulture

Celle qui dans la Grèce aurait eu des autels,

é Inglaterra habría erigido un monumento

Parmi les beaux-esprits, les rois et les héros.

En 20 de Mayo, la prometida Compañía de Zarzuela hizo su estreno con El Valle de Andorra, de Gaztambide, y con el mejor éxito.

Eran en ese cuadro primeras tiples, Carlota Villó, Angela García, y contralto, Amalia Sagristá; primeros tenores, Víctor Valencia é Ignacio Cabot; tenor cómico, José Miguel; baritono, José Folgueras, y bajo, Francisco Segura.

Los coros, dirigidos por Donato Estrella, se componían de unos veinte individuos, casi en su totalidad mexicanos, y bastante buenos, como que estaban acostumbrados á cantar en la Opera y al lado de grandes artistas; los de esa Zarzuela eran, como de Zarzuela, pasaderos y nada más.

La Sagristá, anunciada como contralto, tenía una voz de mezzo-soprano, algo gangosa; solía salirse fuera de tono, y cantaba sin método, sin gusto y sin expresión. Valencia tuvo una bonita voz de tenor, de poco volumen, afinada, de un timbre simpático, notas bastante brillantes, buen portamento, mucha expresión, y método y estilo excelentes; era lo mejor del cuadro. El baritono Folgueras no tuvo mala escuela; su voz fué sonora y vibrante, sobre todo en los registros alto y medio. José Miguel valía poco como tenor cómico; pero graciosos mejores que él, nunca se habían presentado en el Nacional. Angela García podría haber servido para cualquiera cosa, menos para tiple, ni aun de zarzuela. La Villó no era mala actriz, cantaba con gusto y con expresión, y, comparada con sus compañeras, era una estrella;

sin embargo, nada tenía de notable, ó, al menos, no lo hizo brillar mientras estuvo entre nosotros. Cabot fué muy buen artista como actor y como cantante.

La Compañía cantó en esa temporada Jugar con Fuego; Catalina de Rusia; El Estreno de una Artista; Buenas noches, señor D. Simón; El Tio Caniyitas; Los Diamantes de la Corona; Mis dos Mujeres; El Marqués de Caravaca; El Dominó Azul, y algunas otras.

En Setiembre de 1856 se estrenó en Iturbide y repitió con aplauso el drama Vasco Núñez de Balboa escrito por Francisco González Bocanegra, desempeñando Pepa García, la Isabel; Juan de Mata, Pedrarias; Fabre, el Vasco, y Mariquita Cañete, la Fulvia. Este drama fué muy aplaudido y su autor llamado con entusiasmo á la escena. Como primera composición dramática del distinguido poeta, el Vasco Núñez de Balboa no estuvo libre de defectos, pero no es despreciable composición según han pretendido malévolos é indigestos críticos. La Compañía Dramática, poseedora de abundantísimo repertorio, varió á más no poder pedir sus funciones, capaces de dejar satisfechos todos los gustos, y si su campaña no fué tan fructuosa como pudo haber esperado, se debió al grado de extrema alarma y enemistad en que vivía la sociedad mexicana con motivo de las transcendentales reformas políticas puestas en planta por el partido liberal, y la resistencia no menos enérgica y decidida de los conservadores.

En esa lucha terrible, espantosa casi, pues ni en uno ni en otro bando cabía la piedad para con el vencido, tomaron parte activa aun las damas mexicanas, pronunciando más y más la división de ánimos y de familias, nutridas en el odio más exajerado: las reformistas prendían en su tocado lazos rojos y calzaban zapatos verdes: las antirreformistas usaban á su turno lazos verdes y calzado rojo: unas y otras querían ensalzar así el color adoptado por su partido y deprimir el del contrario. Todo ello pudiera haber parecido grandioso y espartano, si no se hubiese hecho en una guerra civil en que llegaron á desconocerse y á herirse el hermano y el hermano y aun el padre y el hijo.

Uno y otro bando procuraban no reunirse en terreno neutral, y todos los espectáculos públicos hubieron de lamentar aquel rencor, que casi en lo absoluto los privó de verdaderos llenos. No obstante, no siendo posible aceptar á sangre fría la derrota, la Empresa y sus artistas á su turno lucharon con energía y decisión, y, repito, sus funciones fueron escogidas y variadas. Cansado sería detallarlas y no lo haré por lo mismo, limitándome á citar las que de algún modo se singularizaron. El 1o de Julio de 1856, como décima función del cuarto abono de doce, se puso por primera vez en México la comedia de magia Los Polvos de la Madre Celestina, así repartida: D. Junipero, Vicente González; Maese Nicodemus, Daniel Robreño; Celestina, Car

men Planas; La Locura, Carlota Armenta; D. Garcia Berdolaga, Manuel Catalina; Teresa, Adela Robreño; Cigarrón, Joaquín Armenta, y Esparabán, Pablo Miranda. Construyó el vestuario Atilano López, y debiéronse la maquinaria y las decoraciones á Francisco Robreño, Manuel Serrano y Urbano López, de quien fué la muy aplaudida fantástica final. El 15 de Julio dió Manuel Catalina su beneficio, poniendo en escena la comedia en tres actos, Por derecho de conquista, traducida por él, y una de las muchas en que más brillaba Matilde Díez. El 30 del mismo, representáronse Los Amantes de Teruel, á beneficio de Juan Catalina. En Agosto, durante el cual se presentó Matilde en su gran papel de Isabel la Católica, en Otra casa con dos puertas, en La Escuela de las Coquetas y en El Tejado de vidrio, se dió el beneficio de José Miguel con la pieza Mal de Ojo, desempeñada á maravilla por la eminente actriz, la zarzuela D. Simón y un baile en que tomó parte el beneficiado.

En esos días y en esa temporada fueron conocidos y apreciados en la Capital el maestro coreógrafo José Gispert y la primera bailarina Rosa Espert, apellido que tomó sin ser el suyo, tanto porque le pareció más artístico que el propio, como por gratitud á una su parienta que la recogió y educó al quedar Rosa huérfana de sus padres Vicente Muria y Josefa Polo. Rosa Espert había nacido en Pedralva, pueblo de la provincia española de Valencia, el 3 de Julio de 1830. Después de haberse hecho notable como bailarina en Barcelona y otros teatros de la Península, fuése á París por consejo de la Guy - Stefan, estrella coreográfica de aquellos días, y el 15 de Julio de 1851 fué admitida en el Gran Teatro de la Opera, en cuyo escenario se presentó el 20 del mismo mes con un éxito delirante en los bailes españoles La sandunga de Triana y el ¡Quita allá! De París fué llamada á Bruselas, Amsterdán, Turín, y otras capitales europeas, colocándose en poco tiempo. á la altura de fama de Celestina Tierry, Adela Monplaisir, la Taglioni, Fanny Esleer, la Guy-Stefan, la Cerrito y la Planqueet. Para las fiestas que en celebridad del casamiento de Luis Napoleón se verificaron en París, fué solicitada la Espert para bailar en presencia del Emperador en el Teatro Francés, y en él bailó La Madrileña, que se le hizo repetir, después de haber representado la gran Rachel la Adriana de Lecouvreur. En México, y contratada por los Mosso, fué celebradísima en los bailes La Perla Gaditana, La Madrileña, Los Toreros, y la Macarena, y en el walse de La Locura y en el paso de los Schales de la comedia de magia Los Polvos de la Madre Celestina. La Espert fué igualmente notable en el baile de género español y de género francés.

Matilde Díez puso en su beneficio, dado el 3 de Setiembre, la comedia en tres actos La Flor del Valle, la pieza A la zorra candilazo, y el baile La Cigarrera de Cádiz, ejecutado por la Rosita Espert. Después de esta función, ninguna otra hubo que ofreciese cosa digna de

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