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especial mención, y la Compañía dramática y la de zarzuela dieron el 30 de Setiembre fin á su temporada, que abrazó nueve abonos de á doce funciones, aparte de las extraordinarias y de beneficio. Matilde Díez salió de Veracruz para la Habana en el vapor "México," el día 6 de Noviembre, después de haber dado diversas funciones en Puebla y aquel puerto durante el mes de Octubre. Según la Empresa, sus gastos no fueron menores de 20,000 pesos mensuales, que con dificultad podían cubrirse, pues el dinero escaseaba tanto como abundaban la alarma, el descontento y los odios de partido.

México y España habían entrado en desagradables contestaciones; los individuos de esta última nacionalidad venían siendo perseguidos y maltratados por una parte de la baja plebe de diferentes localidades, y lanzados á la revolución bajo la bandera conservadora; el clero luchaba á brazo partido con todos sus elementos é influencias contra el empuje reformista de los liberales en ejercicio del poder, y en ese combate el antiguo ejército buscaba el modo de estorbar su aniquilamiento que procuraban las tropas ciudadanas é irregulares.

Epoca grande y dolorosa. Sobre ella se desataron todos los desastres que traen consigo las revoluciones transcendentales en que se lucha, no por las personas sino por las ideas. A qué temperatura habían llegado los odios, nos lo dice el siguiente párrafo que tomamos de La Nación, referente á la función cívica celebrada en el Nacional en el aniversario del Grito de Dolores. Dice así:

"El discurso del Sr. D. Joaquín Villalobos fué el más notable, porque tuvo por objeto único y exclusivo, dirigir insultos á los españoles, al clero, á los militares, al pueblo, á los tiranos, etc., etc. El progresista y liberal orador dijo que los españoles no pudieron traernos la civilización, porque nadie puede dar lo que no tiene; al oir esto el pueblo aplaudió; que el clero es un infame, que no quiere la tolerancia religiosa y manosea la religión, y el pueblo aplaudió también; que los militares son unos ladrones y unos cobardes, y el pueblo siguió aplaudiendo; que el pueblo es un ignorante, estúpido y supersticioso, y ese mismo pueblo aplaudió y gritó ¡bravo! El discurso fué digno del Redactor del periódico Los padres del agua fria."

Ante los males acumulados por la pobreza general, el retraimiento de una numerosa parte de la sociedad y el temor de una guerra que habían de traer á México tres naciones europeas, las compañías españolas de Matilde Díez y José Miguel, se retiraron de la Capital, y vino á ésta la de Opera Italiana, formada y traída por Felicitá Vestvali, según lo reza el prospecto publicado á mediados de Octubre de 1856. Eran sus prime donne la Condesa Elisa Taccani Tasca, Constanza Manzini, Giovannina Casali Campagna, Giusepina Landi, Enriqueta Ziglioli y Anetta Garofali. Prima donna contralto, Felicitá Vestvali; primeros tenores, Luigi Stéfani y Eugenio Bianchi; primeros ba

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ritonos, Alejandro Ottaviani y Héctor Barilli; bajos, Eugenio Linani Bellini y Enrique Casali; maestro director, Carlos Fattori.

Los coros y la orquesta fueron lo mejor que en México había. Los precios los de costumbre, es decir, cien pesos los palcos y diez y seis las lunetas. La primera función de abono se dió el domingo 19 de Octubre con El Trovador de Verdi, y sucesivamente esa Compañía cantó Gemma di Vergy de Donizetti; Maria de Rohan, Hernani, Rigoletto, Lucrecia, Lucia, Traviata, Lombardos, Semiramis, Nabucodonosor, I Masnadieri y otras varias, algunas de las citadas nuevas en México, sin que faltara El Romeo y Julieta en que tan singularmente se distinguía la Vestvali como cantante y actriz.

Con la Rosina del Barbero, hizo en 2 de Diciembre la Tasca Taccani su presentación desgraciadísima, pues no agradó ni en lo más mínimo, y la misma mala suerte corrió la prima donna Gloria Parabali, que tomó parte en algunas funciones del cuarto abono. En conjunto esa Compañía agradó y con justicia, pues contaba con varios artistas de mérito; pero de algunos ya hemos hecho los elogios merecidos, y de otros no tardaremos en volver á hablar, por cuya causa no me detendré en detalles de aquella temporada, que se prolongó hasta más de mediados de Febrero de 1857, mes en que se estrenó y repitió con aplauso la ópera bufa de Ricci, Il birrajo de Preston, anunciada con el título de El héroe por fuerza. La Casali, la Landi, la Garofalli y Stefani, Ottaviani, Barilli y el maestro Carlos Fattori, hiciéronse aquí de amigos y de partidarios, que los estimaron y aplaudieron, con razón para ello.

La prima donna Giovannina Campagna de Casali, nacida en Padua en 1824, de familia noble, fué una buena cantante muy aplaudida en teatros italianos por la extensión y el timbre de su voz, su expresión y su buena escuela: sus óperas preferidas fueron Marino Faliero, Gemma di Vergy, Beatrice di Tenda, Nabucodonosor, Trovador y Luisa Müller.

Pasado el Carnaval y sus bailes reglamentarios, cada año peor vistos y concurridos, la Cuaresma, menos rigurosamente guardada que las precedentes, no ofreció cosa notable en punto á espectáculos. En el Nacional y en Iturbide dió algunos conciertos un grupo de menos que medianos cantores montañeses franceses, en combinación con el Prestidigitador Reinols.

En 24 y 30 de Marzo una Sociedad Filarmónica dió, en un salón situado en la calle del Parque de la Moneda, junto al cuartel de Inválidos, una lucida audición de Las siete Palabras, de Mercadante, alternándolas con La Plegaria, de Stradella, el Ave Maria, de Schubert, y dos sinfonías de Haydn y de Mozart, todo ello promovido por el profesor violinista Carlos Patti, hermano de la celebérrima Adelina. Antonio Barilli era el director de esa Sociedad Filarmónica.

Al acercarse la Pascua de 1857, el empresario D. José Rafael de Oropeza, tan pródigo para fomentar espectáculos públicos como desgraciado para explotarlos, pues á ellos debió su ruina, publicó un prospecto de la temporada dramática que abriría en el Nacional con la Cañete, la García y la Pavía, y Mata, Fabre, Castro y Padilla, y otros muchos actores y actrices, y un numeroso cuerpo de baile. Oropeza contaba, á la vez, con el Teatro de Iturbide, y su idea fué tenerlo también abierto; pero según en su prospecto dice, los acreedores del desventuradísimo Arbeu, por auto judicial extrajeron de dicho Teatro las bancas y las decoraciones, dejándole, por consecuencia, inútil. También anunció Oropeza estar en arreglos para traer á México una Compañía de Opera, á cuyo frente estaría Ana Lagrange. Desgraciadamente, sus arreglos no tuvieron éxito, y esa célebre y acreditadísima artista que aun vive, retirada ya de la escena lírica, en la que brilló como insigne cantante y como insigne actriz, no llegó á venir á México.

En el cuadro dramático de Oropeza figuraba, en la humilde sección de segundos papeles, Merced Morales, actor mexicano que más tarde se distinguió por su modestia, por su talento, por su alma noble y por su gran corazón, y vino á morir cuando aun tenía abierto brillante porvenir artístico. Aprovecho esta ocasión que me brinda el encontrarle por primera vez citado en un elenco, para dedicar estas líneas á su memoria, gratísima para mí.

En 21 de Julio anunció Oropeza que, tomado por su cuenta el negocio que motivó el embargo de las bancas y decoraciones susodichas, abría también Iturbide con la misma Compañía del Nacional, quedando separados de ella Angel Padilla y Amado Santa Cruz. En esa temporada la compañía del de Iturbide estrenó las obras mexicanas La gloria del dolor, escrita por Pantaleón Tovar, y Azares de una venganza, debida á José T. de Cuéllar.

El público no abandonaba aún sus aficiones calaveronas ó cocoristas: allá por Noviembre de 1856, en una función en Iturbide, sin consideración de ninguna especie hizo blanco de su desaprobación á una actriz, al extremo de producir á la desdichada un ataque de nervios que impidió que continuase el espectáculo. La actriz víctima fué la Sra. Francesconi, quien creyó necesario separarse de la Compañía, haciendo circular el siguiente impreso: "Mi despedida al respetable público de Iturbide.--Digo Iturbide, porque mis escasos recursos al cabo de cuatro años que no piso la escena, y la imperiosa necesidad de mantener á mis hijos y darles educación, me impiden dejar del todo la carrera artística; y así, al despedirme, no quiero retirarme con la nota de ingrata ni desagradecida, pues ambas cosas son ajenas de mis principios y de mis sentimientos; y bajo este supuesto le doy las más repetidas

gracias á la parte de público que siempre se ha manifestado conmigo

tan generoso é indulgente, disimulando mis muchas faltas y defectos. En cuanto á la otra parte del público, le suplico de corazón me dispense el disgusto que le haya podido causar mi presencia, sin saberlo; pues los pobres artistas no podemos conocerlo hasta que nos lo manifiesta el público de la manera tan cruel que se ha hecho conmigo. Ignoro en qué he podido ofenderle, pero de todos modos puede creer que habrá sido sin voluntad y sin yo saberlo; á pesar de todo, le doy las expresivas gracias por los favores e indulgencia que en otro tiempo me ha dispensado, quedando siempre muy agradecida y respetuosa á todo el público en general.-México, Noviembre 17 de 1856.- Manuela Francesconi."

En combinación con el cuadro dramático se presentó y dió varias funciones en el Nacional é Iturbide, una especie de artista francés, llamado Carlos Chenal, que se anunció inventor del Piano Ruso y de la Caña Mágica; según el programa, era el piano ruso "rarísimo instrumento compuesto de leña y paja, sorprendente por su sencillez y efectos, y más cuando su simple vista no promete el resultado de hacerse oir y aun sobreponerse á un número considerable de instrumentos de orquesta que lo acompañan; además, jamás se había visto en esta Capital, pues es el único que existe en ambas Américas. La Caña Mágica es un instrumento de igual rareza que el anterior, inventado por el mismo señor, de hechura sumamente extraña y formado de carrizos." Al presentarse en 15 de Julio, Chenal tocó en la Caña Mágica el Carnaval de Venecia, y en el Piano Ruso unas variaciones sobre temas de la Cenerentola.

El inventor y ejecutante fué muy aplaudido, y dió otros varios conciertos durante los dos meses largos que permaneció en México. En 4 de Agosto, Chenal, como un obsequio al público que tan bien le había recibido, terminó su concierto declamando el Himno Nacional de Bocanegra y Nunó, acompañado de orquesta y banda militar: "la escena, dice un revistero, estuvo adornada alegóricamente y había en ella un numeroso séquito de pueblo de todas las clases que llevaba el coro, y todo concluyó con la aparición de la diosa de la Libertad coronando á las tres garantías nacionales, en medio de fuegos de Bengala."

Por la misma época, dió algunos conciertos en el Gran Teatro, presentada por Zanini y acompañada por los muy estimables Luis Stéfani y Alejandro Ottaviani, que habíanse quedado en la Capital, la signora Drusilla Garbato, artista muy aplaudida en California y otros puntos de los Estados Unidos, por su extenso timbre de voz que, según dicen, abrazaba las dos cuerdas de soprano y contralto. En su primer concierto verificado el 30 de Agosto, la Garbato cantó varias piezas de: I due Foscari, Barbero, Trovador, Roberto y Lombardos, y se oyó por primera vez una cavatina de Catalina de Guisa del compositor mexicano Cenobio Paniagua, cantada por Ignacio Solares.

La Compañía dramática no ofreció en esa temporada más novedad que el drama en un prólogo y tres actos, escrito en verso por D. Guillermo Rode, con el título de El Secretario privado, que se representó en 31 de Julio, en celebridad del cumpleaños de Comonfort, á quien estaba dedicado. El 24 de Setiembre se estrenó en el Nacional el drama en seis actos y un epílogo: El camino del presidio, que causó furor y proporcionó buenas entradas á la Empresa.

En los últimos meses de 1857 ocupó el Gran Teatro una regular Compañía de Opera Italiana traída en parte y en parte formada aquí por Roncari. A su frente estuvo Adelaida Cortesi, con las ya conocidas Constanza Manzini y Giovana Casali. Fué su prima donna contralto Elisa Tommasi, y su segunda, Anneta Garofali. Tenores: A. Volpini y Luis Stéfani; Baritonos: E. Barilli y Alejandro Ottaviani; y primer bajo, Girolamo Gariboldi. La dirección estuvo encargada al maestro Carlos Fattori.

Como se ve, en esa compañía escasearon las novedades en artistas. En cuanto á trabajo sucedió otro tanto. Adelaida Cortesi se presentó en 15 de Octubre con Traviata, y gustó mucho como actriz y cantante de superior escuela. El tenor Volpini se dió á conocer con Lucia. La Norma fué cantada por la Cortesi y la Tommasi, y por Volpini y Gariboldi. A poco andar, la Manzini se disgustó con la Empresa y se separó de la Compañía, impidiendo la representación de Hernani, que dieron al fin la Casali, Volpini y Barilli. Con muchas dificultades, por haberse enfermado Stéfani, cantáronse sucesivamente Attila, Trovador, Maria de Rohan, El birrajo de Preston y Rigoletto, desempeñando la Cortesi la Gilda, I Masnadieri, Macbeth, Saffo, Juana de Arco, de Verdi, por primera vez en México; Don Pascual y algunas más conocidas.

El 7 de Enero de 1858, dió su beneficio la Cortesi con Norma y varias piezas sueltas, y el sábado 9 del mismo concluyó su tercer abono con Roberto el diablo, tan magníficamente cantada en México en las temporadas celebérrimas de 1852 y 1854. Con la Compañía Roncari, la parte pantomímica del papel de Elena, fué desempeñada por la bailarina Paz Dorado, que por primera vez se presentó en nuestro

teatro.

Y esto es todo cuanto puedo decir de aquella desgraciadísima temporada de ópera, que no logró defender ni su mismo empresario Roncari, quien al anunciar un cuarto y último abono que debía empezar el domingo 1o de Enero, confesó que más de una vez se había visto en la necesidad de emplear remedios peores que los males; "no quiero disculparme, añadía, sino antes bien acusarme y pedir indulgencia; he hecho cuanto estaba en mis fuerzas para remediar la situación y satisfacer á los señores abonados, y cuando no he logrado mis intentos, ha sido porque se me oponían obstáculos que no podía vencer

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