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no obstante mi buena voluntad; debe también tomarse en consideración que ninguna época ha sido tan contraria á las públicas diversiones como la actual, y que ninguna empresa se ha visto tan abandonada y sin apoyo como la mía."

Razón tuvo Roncari; aquella no fué época propicia para diversiones. Colosales odios políticos habían hecho explosión, y borrada del símbolo del progreso la fraternidad, aun los lazos de la familia quedaron rotos en toda la República. El Directorio Conservador Central, trabajando con astucia é incansable actividad, promoviendo venía pronunciamientos incontables que, frecuentemente vencidos, llegaron á hacerse imponentes cuando los encabezaron hombres como Orihuela, Miramón y Osollo, el más valiente y el más leal de los enemigos de Comonfort. Expedida la Constitución de 1857, suscitáronse entre el gobierno y el clero, serias polémicas, con motivo del juramento que de obedecerla y guardarla debían prestar todas las autoridades y empleados, muchos de los cuales se encontraron en el terrible conflicto de que si prestaban el juramento incurrían en las censuras eclesiásticas, que les declaraban impíos y excomulgados, y si no le prestaban incondicional y sin reservas, eran destituídos de sus empleos y condenados á la pobreza y á la miseria con sus familias. En estas no fueron menos terribles los odios y la desunión, y ante las exaltaciones de la conciencia religiosa, desligáronse los maridos y las esposas, y los padres y los hijos; y no hubo ya hermano para el hermano, ni amigo para el amigo. De ahí surgió el famoso conflicto político eclesiástico de la Semana Santa de 1857, y lo que impropia y falsamente se llamó la batalla del Jueves Santo.

Mientras las relaciones de la Iglesia y del Estado fueron amistosas y cordiales, fué costumbre que la suprema autoridad política de México, asistiese en lugar preferente á los oficios de la Semana Santa en la Catedral, y también, y con algunos dignatarios muy sus afectos, se usó distinguirlos, poniéndoles al cuello, y pendiente de una cinta ó cordón, la llave del Sagrario del Monumento. En esa Semana Santa dé 1857, y dada la situación tirante que creó el juramento constitucional, lo prudente hubiese sido que la autoridad política no hubiérase acordado de las citadas antiguas prácticas; pero temerosa tal vez de lo que pudiera murmurarse, acordó que no concurriera el Presidente interino, pero sí, y en su representación, el Gobernador del Distrito. Consultó éste al jefe de la Iglesia mexicana, quien le dijo que haria bien en omitir su asistencia, y no obstante el desaire, como á las nueve de la mañana del Jueves Santo, 9 de Abril, el dicho Gobernador se presentó en las puertas de la Catedral pretendiendo ser recibido en ella, lo que resueltamente le fué negado. Túvolo á mal el funcionario desairado, y á caballo, y con una corta fuerza de policía, se entró hasta el patio del Colegio de Infantes, y, á pie ya, pasó á la Sacristia

á exigir la llave del Sagrario ó depósito del Monumento. Como era consiguiente, también le fué negada esta pretensión, y al retirarse del recinto del templo, el Gobernador se encontró con que una parte del pueblo había tomado una actitud amenazadora, mientras que del interior de la Catedral partían gritos sediciosos. Fué necesario sacar del Palacio algunas piezas de artillería, ocupar las torres del templo, y disparar algunos tiros al aire para que el incipiente motín se apaciguase. El día 12, Domingo de Pascua, el Ministro de Justicia y Negocios Eclesiásticos, extrañó al Arzobispo por lo ocurrido en dicho Jueves Santo, y le ordenó permaneciese en calidad de preso en su mismo Palacio Arzobispal, y dispuso que el Gobernador aprehendiese á los Canónigos y los retuviera en la Sala Capitular del Ayuntamiento, todo hasta nueva orden.

El conflicto no pasó más adelante; los detenidos sólo algunas horas lo estuvieron, y las iras de los unos y de los otros se desahogaron en artículos de periódico, declamando los liberales contra los conservadores y éstos contra aquellos. Para perpetua memoria del escándalo, D. Ignacio Aguilar y Marocho produjo, bajo el seudónimo de El Cronista de los Reyes y con el título de La Batalla del Jueves Santo una inconmensurable diatriba contra el Presidente D. Ignacio Comonfort y contra el Gobernador D. Juan José Baz, escrita en décimas y versos de arte menor, que concluía así:

"Bajo este sistema ruin

en que no impera la ley,

Comonfort no es mas que un Rey,

y Baz es sólo un Delfín."

En medio de aquellas agitaciones políticas fueron electos Comonfort Presidente de la República y Juárez de la Suprema Corte: la toma de posesión la verificaron el 19 de Diciembre de 1857. Diez y seis días después se pronunció en Tacubaya el Gral. D. Félix Zuloaga, proclamando un plan reducido á declarar sin vigor la Constitución, debiendo seguir en el poder el Presidente, mientras un nuevo Congreso diera otra más en armonía con las costumbres y necesidades del país. Dominado Comonfort por la idea de reconciliar los partidos, tuvo la debilidad de aceptar ese plan, después de haber disuelto en II del mismo mes el Congreso Constitucional y reducido á prisión á D. Benito Juárez. Con su desatentada conducta no conquistó la confianza del partido conservador y perdió en lo absoluto la del partido liberal, y cuando ordenó á Zuloaga que se contrapronunciase, Zuloaga contestó negándose á ello; y, tomando la empresa por su propia cuenta, en II de Enero de 1858 la Brigada de su mando desconoció á Comonfort y proclamó Presidente interino al mismo Zuloaga.

Por espacio de algunos días, el Presidente Constitucional defendió la Capital contra los ataques de las tropas rebeldes; pero no contando ya con los liberales, agrupados en torno de Juárez, que, puesto en libertad por Comonfort, había establecido el 18 de Enero en Guanajuato el Gobierno Constitucional, el vencedor de Zapotlán y Puebla y Jefe y espíritu del Plan de Ayutla, hubo de abandonar la ciudad de México el 21, y tomar el camino de Veracruz, y allí embarcarse para fuera del país, dejando á la Nación sumida en una lucha desesperada.

Fija la atención pública en tan graves sucesos, las representaciones de la ópera contaban muy pocos concurrentes: el penúltimo abono sólo produjo de siete á ocho mil pesos, y el cuarto sólo alcanzó á unos dos mil quinientos.

El Gobierno liberal, conociendo la imposibilidad de tal posición, concedió á Roncari un auxilio de seis mil quinientos pesos, cuyo pago debía efectuarse en la Aduana con una orden sobre productos de derechos de importación. Mas el auxilio resultó efímero, pues el mismo día en que Roncari trataba de enajenar en el comercio la orden, los trastornos políticos tomaron el peor cariz y el pronunciamiento estalló, concluyendo con el triunfo de la reacción.

La Empresa no pudo cumplir con el abono anunciado; su quiebra no le permitió exigir cosa alguna á sus artistas, que se lanzaron á ganar, como Dios les diera á entender, su subsistencia en algunas ciudades del Interior, y Roncari fué á dar á la cárcel, demandado por pago de rentas y cumplimiento de contrato, y en ella permaneció más de ocho meses, hasta que con graves peligros consiguió fugarse.

Así lo dijo él mismo en un papel que publicó en Marzo de 1861, denigrando al Gobierno reaccionario y acusándolo de causante de todos sus infortunios.

CAPITULO XII

1858 á 1860.

Los primeros meses de 1858, poco propicio al lucimiento de los espectáculos públicos por la intranquilidad que produjo la guerra llamada de Reforma, pasáronse sin cosa notable. En el Paseo Nuevo, frente á la fábrica de gas, se inauguró en las tardes del 14, el 15 y el 16 de Febrero un lugar de recreo ideado y dirigido por Urbano López, que le llamó "Gran Teatro Aéreo en el Templo de Júpiter To

nante.” Una mala Compañía, por lo demás bastante económica pues los asientos de primera costaban cuatro reales y dos los de segunda, verificó esa inauguración representando el día 14, Antonio de Leyva, de Ariza; el 15 El Excomulgado, de Zorrilla, y el 16 Hermán ó la vuelta del Cruzado, de D. Fernando Calderón.

Un grupo de actores del Teatro Nacional, á su frente la muy estimable actriz Da Josefa García, ofreció al General triunfante D. Félix Zuloaga una función de obsequio, en que puso, además del drama El Castillo de Balsain, la comedia mexicana La Ranchera de San Miguel el Grande, ó la Feria de San Juan de los Lagos, con bailecitos del país y música de bandolones. Hízole el mismo presente de una función á él dedicada, la prima donna Drusilla Garbato, ofreciéndole un concierto en el Gran Teatro en la noche del 13 de Febrero; siguiéronse los bailes de máscara de costumbre, cada año peor vistos y concurridos, y vino la Cuaresma y llegó la Semana Santa, que pocas veces se vió tan solemne y suntuosa como entonces, según dicen los periódicos de esa época: con ello se quiso desagraviar á la Religión, á la que en el año anterior y en esos mismos días santos acontecieron celebérrimas cosas, á las cuales se refiere así La Sociedad: "Los habitantes de la Capital han podido entregarse á la conmemoración de los grandes misterios religiosos, sin el temor de que los gobernantes quisieran en nombre de la libertad política, quitar la suya á la Iglesia y obligarla á punta de espada á recibirlos, como pretendieron hacerlo el año anterior: los sucesos del Jueves Santo de 1857 pertenecen á la historia, y en vez del gran golpe mortal que sus autores creyeron dar por medio de ellos á las ideas religiosas del país, no lograron sino excitar entonces la indignación pública y perpetuar el ridículo que se atrajeron aquellos gobernantes."

Pudieron, pues, y á la vez, los buenos moradores de la Capital y al regreso de sus piadosas visitas á iglesias y monumentos, solazarse en los cafés y neverías como el muy famoso del Progreso, en ese tiempo regenteado ó dirigido por Mr. H. Duclerou, quien anunciaba sus sorbetes y helados en la siguiente curiosísima lista tomada del periódico El Siglo: "Lista de los helados: Vainilla, Almendra, Boca de Dama, Amor de Clérigo, Profundidad del Infierno, Separación del homrbe, Amor de doncella, Bajada de Angel, Limón, Zapote, Tamarindo." Ignoro completamente la razón del nombre puesto á los subrayados, y de qué sustancias se compondrían.

Con el mes de Abril y su Pascua, abriéronse á nueva temporada los teatros. Tomó el de Iturbide D. Francisco Calderón con una Compañía á cuyo frente figuraban Miguel Valleto y Angel Padilla, y anunció para el domingo 4 su primera función con El Castillo de Balsam, de Tamayo y Fernández Guerra: pero á la vez desplegó sus guerrillas el más activo empresario ó autor de Compañías D. Manuel

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Moreno, quitó á Calderón sus mejores artistas é impidió que Iturbide empezase sus trabajos. Moreno inauguró en el Nacional los suyos el 11 de Abril, con una Compañía de verso, zarzuela y baile, así compuesta: primeras actrices, Francisca Zafrané y María Cañete; primeros actores, Juan de Mata y Juan Zafrané; primer actor y director del género jocoso, José Miguel; actrices, Josefa Uguer, Julia Guerra, Dolores Cuesta, Jesús Bianchardi, Ruperta Guerra, Paz Dorado y María Cuesta; actores, Carlos Daza, Onofre Pérez, Julián Arias, Fernando Pérez, Felipe Suárez, Agustín Morales y Manuel Maldonado; director del cuerpo de baile, Fernando Cabrera. La Compañía hizo su estreno con el drama de Tamayo, Hija y Madre.

En ese mismo día 11 de Abril un Sr. F. Lorán anunció que había tomado el antiguo y malísimo teatro de La Esmeralda, situado en la calle de Corchero, y, titulándolo Teatro de la Fama, dijo haber mejorado su foro y mandádole pintar por Urbano López, á quien también encargó las nuevas decoraciones necesarias para poner en escena las grandes piezas Las brujas negras y rojas ó el lago de sangre, y Triunfos de Napoleón el Grande. La obra de estreno sería Nobleza y perversidad ó los dos negros. En 18 del mismo mes, el teatro de Corchero estrenó el drama El famoso Diavolo ó el bosque peligroso y los facinerosos de la Calabria.

No me detendré en relatar los triunfos y buenos éxitos de la más que regular Compañía de la Zafrané y de Miguel, cuya temporada cómica se prolongó hasta los primeros días de Octubre. En su repertorio figuraron muchas de las obras ya conocidas, y las más nuevas de Mariano de Larra, Pérez Escrich, Eguilaz, Valladares, Pina y otros, alternadas con algunas zarzuelas en un acto. Por Abril, y en combinación con esa Compañía, hizo varias exhibiciones de sus cuadros plásticos animados, el empresario francés Félix Piot, parece que con mucho aplauso, pues sus artistas estaban perfectamente ensayados, vestían con mucho lujo y perfecta propiedad, y entre las mujeres habíalas muy guapas y bien formadas; con mucha perfección presentó Jesús llevando la Cruz, de Van Dick; La elevación de la Cruz y El Descendimiento, de Rubens; La Estrella de la noche, de Vernet; La muerte de Cleopatra, Juana de Arco, La marcha de las brujas y otras.

La lucha política continuaba con indecible furor por una y otra parte, con grandes pérdidas de fortunas y de vidas, y con un lujo de odios y de rencores de que no se libraban ni aun los cadáveres. El 11 de Julio, á las 11 y 20 minutos de la mañana, á los setenta y siete años de edad, y en la casa núm. 11 de la calle de S. Bernardo, falleció el muy ilustre D. Valentín Gómez Farías; y el clero, apoyado por el Gobierno conservador dominante en la Capital, le negó sepultura en lugar sagrado. El cadáver, embalsamado por el Dr. Olvera, hubo de ser conducido con tan imponente como pacífica manifestación al

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