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pueblecillo de Mixcoac, y allí se le dió sepultura en el jardín de una casa particular, en el mismo sitio en que reposaban los restos de su esposa. No quiero apuntar más luctuosos detalles de esa época triste, por consecuencia tan poco favorable al esplendor de las diversiones sanas y civilizadoras, teatrales. Las empresas y compañías que en esos años ocuparon nuestros teatros, demasiado hicieron con traer destellos de arte á aquel foco de atroces venganzas y formidables enconos, y la mayor parte perdieron su dinero y sus fatigas.

Entre las que en ese número se encontraron, figuró, por su desgracia, la de Opera Italiana que formó Adelaida Cortesi, é inauguró sus trabajos el 10 de Octubre del citado 1858, en el Gran Teatro, con la Medea, de Paccini. Adelaida fué además de empresaria, la prima donna absoluta en aquel cuadro; seguíala en categoría como contralto, la Drusilla Garbato, y como segundas y comprimarias escrituró á la Pozzi y á la Garofali. Anunció que serían sus tenores, A. Volpini y Giovani Sbriglia; barítono, Alejandro Ottaviani; primer bajo, César Nanni; y segundos, Linari y Solares. Director y Maestro, lo fué Antonio Barilli. A las pocas funciones la Empresa se vió en la precisión de avisar al público que el bajo Nanni y el tenor Sbriglia no vendrían á México, por haber rescindido sus contratos so pretexto de temor al vómito en Veracruz y á la guerra civil en toda la República.

La Cortesi, excelente cantante y excelente actriz; Volpini, con su muy agradable voz, animado acento, buen método y dramático estilo; Ottaviani, tan apreciado en México como simpático cantante y discreto actor, hicieron cuanto de su parte estuvo para animar aquella temporada y para hacer oir con bastante perfección el Trovador, Lucia, Macbeth, Poliuto, Rigoletto, Traviata, Norma, Safo y algunas obras más conocidas.

Como el éxito material no pasaba de muy mediano, la Cortesi, para animar al público y procurarse entradas, ideó y planteó una diversión que llamó "Gran concierto promenade á la parisiense.”

Dió el primero en el Nacional, el 1o de Noviembre, anunciándolo así:

"El espectáculo durará de las seis de la tarde á las doce de la noche: el teatro estará dispuesto como magnífico salón, doblemente iluminado y de modo que la concurrencia pueda disfrutar de la diversión con comodidad en todos los departamentos. Todos los artistas de la Compañía, los coros, la orquesta y las bandas contratadas al efecto, tomarán parte en el concierto. El pórtico será transformado en un hermoso jardín."

Parece que la novedad agradó y que fué necesario repetirla.

El segundo abono no fué mejor que el primero; pero ni la Cortesi, en su vanidad de artista y empresaria, quiso pronunciarse en derrota, ni sus camaradas de trabajo, casi todos ellos establecidos en la Ca

pital, tenían interés en que la negociación quebrara, pues, poco ó mucho que cobrasen, dábales más ganancia que el retirarse á sus casas á esperar mejores días.

El abono continuó, pues, y no fué necesario cumplir con la condicional del prospecto, en que se anunció que los fondos quedaban depositados en la casa Martin, Darán y Comp., y no cumpliéndose con las doce funciones se devolvería el importe de las que faltaran.

No faltó ninguna; pero el éxito material tan malo continuó, que la ópera hubo de aliarse con el drama, y para dar lugar á los beneficios, la Cortesi anunció un último abono de seis funciones, en que tomaría parte la Compañía de la Zafrané, la Cañete, Mata y Miguel.

De esto resultaron las siguientes curiosas funciones: en 7 de Diciembre, primero y tercer acto de Norma, la zarzuela en dos actos El Tio Caniyitas, desempeñando el protagonista, José Miguel, la Catana, la Cortesi, el Milor, Solares y Pepillo, Ambrosio Volpini; día 8, la ópera Columela y la comedia El Tío Pablo ó la Educación; día 11, primer acto de Norma, la pieza Manolito Gázquez, segundo acto de la ópera Las Prisiones de Edimburgo y la comedia El Tigre de Bengala; día 13, la ópera Saffo y el dúo del Merengue del Mundo Nuevo de Cádiz ó el Tío Caniyitas, por la Cortesi y Volpini.

Creo que estos detalles prueban por sí solos, y con sobrada elocuencia, el mal éxito de aquella segunda campaña de la distinguida cantante Adelaida Cortesi, la mejor intérprete, tal vez, que en México ha tenido La Traviata, á creer lo que sus admiradores cuentan.

Después de la ópera, ocupó el Gran Teatro una Sociedad de actores de verso, en la que entraron cuantos de algún mérito había en la Capital, de modestas aspiraciones, según nos dijo Fernando Pérez, que firmó el prospecto en 15 de Diciembre.

"La Compañía ha determinado tomar la Empresa por su cuenta, con el doble y filantrópico objeto de atender dignamente con su trabajo á cubrir el todo ó parte de sus necesidades, y proporcionar en época tan triste los recursos necesarios á innumerables operarios que únicamente libran su subsistencia en la continuacion de trabajos de teatro."

En esos mismo días, una pobrísima Compañía, en la que figuraban Mariano Osorno, Luis Cisneros, Casimiro Ayala, María Bianchardi y Pantaleona Cancino, reestrenó el Teatro de Nuevo México, radicalmente reparado, casi reconstruído, según lo hicieron indispensable los enormes desperfectos que le hizo sufrir un fuerte temblor de tierra ocurrido el 19 de Junio de ese año de 1858.

El de 1859 comenzó con la elección del Gral. D. Miguel Miramón para Presidente de la República, en lo que de ella dominaban los conservadores, pues de la porción liberal continuaba siéndolo D. Benito Juárez, hecho fuerte en la plaza de Veracruz, contra la cual sa

lió en Febrero Miramón en persona, envanecido con los triunfos hasta allí alcanzados desde Ahualulco á Guadalajara y desde ésta á Colima. A la vez que México se veía afligido por aquella formidable y cruel guerra civil, sobre sus hijos pesaba la amenaza de una guerra con España, la que de tiempo atrás venía preparándose á exigir el pago de la deuda por sus súbditos reclamada, la indemnización á las familias de los peninsulares sacrificados en Cuernavaca y el castigo de sus matadores. El Gobierno Conservador, en una nota dirigida al representante de Francia, había reconocido el deber en que México estaba de satisfacer á España, y eso disminuía las probabilidades del conflicto; pero ¿ se sostendría ese Gobierno? La pregunta era generalmente contestada en sentido negativo: por más que la reacción no escaseaba ni recursos ni vidas, los liberales no daban trazas de quedar vencidos, ni siquiera domeñados, y á juzgar por las numerosas y grandes partidas que aquí, y acullá y en todos lados, tremolaban su roja bandera, la revolución de los puros era tremendamente popular. Ya se decía que los conservadores, no teniendo confianza en sí mismos, provocarían la intervención de varios ejércitos europeos.

Mientras tanto, nuestras míseras compañías festejaban al que presente tenían, atentas sólo á satisfacer sus hambres. En el de Iturbide, y á principios de Enero, se formó una llamada Sociedad de Opera Italiana, en la que al lado de la Tommasi, la Visconti y la Pagliari, y de Volpini, Ottaviani y Casali, figuraban varios apellidos mexicanos, ninguno notable verdaderamente en el arte lírico; el Director de esa Sociedad fué el maestro D. Luis Garbato, y D. Miguel Valleto el representante de la Empresa.

El domingo 6 de Febrero, ese grupo de artistas obsequió al Presidente sustituto y á su esposa, Da Concepción Lombardo, con tres actos de Rigoletto, uno de Hernani, un himno (letra de Casanova y música de Garbato) y la presentación del joven D. Felipe Ramírez Valdés, que ejecutó una fantasía sobre temas de El Pirata y Norma, desempeñada por dicho Ramírez en el piano y la flauta al mismo tiempo.

El 17 del mismo Febrero, la Sociedad empresaria presentó, también por primera vez al público, á la Sra. Elisa Villar de Volpini, con Marcos Visconti.

Unos días antes, el 13, en el mismo Iturbide, se hizo oir el flautista francés D. Emilio Palant, llegado á México en trágicas circuntancias; según el programa, "Emilio Palant, á consecuencia de una cuestión. personal con el capitán del buque en que se embarcó en San Francisco para Francia, fué arrojado al mar por el susodicho capitán norte-americano, y por poco los marineros lo matan á golpes de remo; el infeliz náufrago ha llegado á México enfermo y sin recursos, y ocurre á la protección de los mexicanos para poder continuar su viaje á Francia en algún buque de nación civilizada."

En el Nacional trabajaban nuestros viejos conocidos actores dramáticos Mata y Padilla,' con el aplaudido José Miguel y los Zafrané, y tan pronto abordaban el drama patibulario y la festejosa comedia, como las mejores zarzuelas, en cuyo caso venían en su auxilio los artistas de Iturbide con cuya Sociedad mantenían las mejores relaciones.

Así pudieron ponerse en el Nacional Jugar con fuego, El Valle de Andorra y otras, tomando parte en ellas la Volpini y la Tommasi, y así también hubo de cantarse el viernes 13 de Mayo de 1859, El Barbero de Sevilla, corriendo á cargo de José Miguel el papel de D. Bartolo. De esa representación que me abstengo de calificar, dice el revistero de teatros de La Sociedad: "La Tommasi desempeñó perfectamente el papel de Rossina, y su lección de canto mereció y obtuvo la repetición; Ottaviani interpretó y cantó deliciosamente el Figaro; Miguel, en el papel de D. Bartolo, hizo reír mucho al público, si bien se separó algunas veces de la letra y de las prescripciones de la obra; la concurrencia fué numerosa y aplaudió con entusiasmo."

En el Teatro Principal, y á partir de mediados de Mayo, trabajaron en Compañía empresaria Manuel Fabre, Antonio Castro, Bernardino Rodríguez y otros, y María Cañete, Pilar Pavía, Remedios Amador y Paz Dorado; su cuerpo de baile lo formaban Luis y Mercedes Pavía.

Todo lo que por el teatro moribundo hizo el gobierno conservador imperante, fué mandar observar el 17 de Mayo, el vejatorio reglamento de teatros de 3 de Junio de 1853, y nombrar la Junta inspectora de que hablaba el art. 2o, formándola así: Presidente, D. Ignacio Aguilar y Marocho; vocales: D. Ignacio Anievas, D. José María Roa Bárcena, D. Francisco González Bocanegra y D. Joaquín Patiño; suplentes: D. Juan N. Pastor, D. Francisco P. César y D. Jesús A. Hermosa. De protección efectiva nada; tan absolutamente nada, que la Compañía de Opera hubo de suspender ó dar por terminados sus trabajos, diz que por enfermedad de Ottaviani.

Y así siguió todo sin novedad digna de mención, hasta el jueves 29 de Setiembre de 1859, que en celebridad del cumpleaños del Pre sidente sustituto, D. Miguel Miramón, se cantó en el Nacional la ópe ra en tres actos Catalina de Guisa, del maestro Cenobio Paniagua, sobre un libreto de Félix Romani. "Por la primera vez desde que hay teatro en México, dice el programa respectivo, se ofrece al público la partición de un maestro mexicano; este acontecimiento, sin necesidad de recomendaciones ni comentarios, basta para mover el patriotismo y la indulgencia del ilustrado público de esta Capital. Después de innumerables obstáculos y penosos sacrificios, y merced á la deferencia de los artistas, se logra poner en escena una obra mexicana." El reparto que se dió á la ópera, fué el siguiente: Enrique, Duque de Gui

sa, jefe de la liga, Solares; Catalina de Cleves, su mujer, Elisa Villar de Volpini; Arturo de Cleves, primo y escudero de la Duquesa, Ottaviani; el Conde de San Megrino, favorito del Rey de Francia, Volpini. Al terminar el primer acto de la ópera, la concurrencia, que era numerosa, hizo que Paniagua se presentase en escena, y en ella fué coronado por una comisión de la Compañía Dramática del Teatro Principal; al terminar la obra, Paniagua fué sacado en triunfo y se le hizo recorrer algunas calles al eco de varias bandas de música y entre entusiastas aclamaciones. El viernes 7 de Octubre se cantó por tercera vez Catalina de Guisa, á beneficio de Paniagua; en el primer intermedio, el autor fué nuevamente coronado, entre los acordes de un himno al caso compuesto por D. José Bustamante sobre letra de D. José Cuéllar. D. Octaviano Valle y D. Toribio Guerrero, tocaron una fantasía para piano compuesta por Valle; D. Tomás León, D. Agustín Balderas, D. Francisco San Román y D. Jerónimo Vázquez, hiciéronle un obsequio semejante, y el hábil D. Jesús Medinilla tocó en el clarinete otra pieza también dedicada á Paniagua. En otra audición que de la misma obra se dió en el Principal el 10 de Noviembre, Paniagua hizo cantar su juguete lírico en un acto, intitulado: Una riña de aguadores.

El éxito alcanzado por Paniagua en esas y otras representaciones, impulsó al maestro D. Antonio Barilli á escribir música á un libreto en dos actos y de costumbres mexicanas, compuesto con el título de Un Paseo en Santa Anita, por D. José Casanova y D. Víctor Landaluce, compañero el último del escritor satírico español D. Juan Martínez Villergas, á quien por su mala lengua é inoportunas críticas, el Gobierno de D. Félix Zuloaga expulsó del país por el mes de Octubre del año anterior. Un Paseo en Santa Anita se estrenó con gran éxito el jueves 17 de Noviembre en el Nacional; cuando su argumento lo pedía se bailaron el jarabe y otros aires nacionales, con acompañamiento de una banda de jaranas y bandolones, ensayada y dirigida por el profesor D. Sabás Contla; D. Manuel Serrano pintó para esa obra una muy bonita decoración del canal de Santa Anita, viéndose en último término el Puente de Jamaica. Excuso decir que la obra de Barilli se repitió varias veces.

Aparte de las novedades apuntadas, ninguna otra ocurrió en ese entonces, que valga la pena de detallarla.

La Compañía de Fabre, mal correspondida por el público, abandonó el Principal á fines de Octubre, despidiéndose con El Cura de Aldea y marchó para Puebla.

De esa ciudad vino, en cambio, á México y trabajó unas veces en el Principal y otras en Iturbide, la Compañía Dramática Poblana, dirigida por Antonio Rojas Bueno y Francisco González. Formaban su cuadro, Luz Polanco, Merced González, Francisca Romero, Juan

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