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"Por último, al dar cuenta de sus nuevas adquisiciones, la Empresa anuncia al Sr. Carlos Basoni, maestro de primer orden, bajo cuya dirección estaba este último año la compañía de ópera italiana en París.

"El Sr. Carlos Fattori.-El público de esta Capital conoce ya el mérito y la gran aptitud de este recomendable maestro director.

"Cierra la Empresa estas noticias, anunciando, asimismo, que el excelente profesor Agustín Balderas, tiene á su cargo la dirección de los coros, en cuyo encargo ha dado ya repetidas veces á conocer su habilidad indisputable."

Sus condiciones para el abono las detalló así la Empresa:

"Precios de abono por un mes, que se compondrá de doce funciones:

"Palcos plateas, primeros y segundos, con ocho entradas, por un mes de abono, ciento veinte pesos; para los señores que lo tomen para cuatro meses de abono, cuatrocientos; palcos terceros, por un mes de abono, setenta y cinco; los mismos, por cuatro meses, doscientos ochenta; Lunetas y balcones, por un mes de abono, diez y seis, galería, por un mes de abono, seis pesos.

Los señores que tomen sus palcos en abono por cuatro meses, si son plateas, primeros ó segundos, deberán exhibir al abonarse ciento sesenta pesos, entregando sólo en los tres últimos meses ochenta en cada mes, y si son terceros, exhibirán al abonarse cien pesos, pagando en los tres meses siguientes sesenta pesos cada mes."

La Compañía hizo su estreno y dió la primera función de su primer abono, el domingo 3 de Setiembre con Traviata, cantada por la Alba, Tombesi y Capelli. Dió después Hernani, Trovador, Rigoletto, El Juramento, Lucia, Belisario y el Baile de Máscara. El segundo abono comenzó en 1o de Octubre con Norma, á la que siguieron Roberto, Marta, Attila, Sonámbula y Ione, estrenada con gran éxito y nuevas decoraciones tan elogiadas como medianas, el 28 de Octubre. El 31 del mismo, comenzó el tercer abono con una repetición de Sonámbula, seguido de Lucrecia, Macbeth, El Barbero y los Hugonotes. El cuarto abono de la Compañía Biacchi, empezó el 28 de Noviembre con la Sonámbula, en que hizo su presentación como artista lírica de cartello la no bastantemente sentida Angela Peralta.

Detenida en Europa por un compromiso en el Teatro Apolo de Roma, la insigne Angela hizo su entrada en nuestra Capital el lunes 20 del citado Noviembre de 1865, entre las más entusiastas demostraciones de delirio patriótico de sus compatriotas, ganosos de vitorear libremente á México, oprimido por la administración franco-imperialista y agitado por los vientos de su reconquista proclamada por el partido liberal, que sin haber dejado un solo día de combatir la empresa intervencionista, venía viéndola en aquellos días próxima á

desmoronarse, abandonada por el tercer Napoleón. Hasta más allá de Mexicalcingo salieron multitud de personas á esperar á Angela Peralta y darle la bienvenida; á las 6 y cuarto de la tarde llegó á Ixtapalapa; allí dejó la diligencia y tomó una carretela tirada por cuatro caballos, que la condujo á la Garita de San Antonio Abad, en donde en una improvisada tribuna se leyeron versos, se pronunciaron discursos, y le fué ofrecida una hermosa corona por los alumnos de la Academia de San Carlos, entre los acordes de las dianas y del Himno Nacional, tocados por la Banda del batallón de Policía. Después se organizó así la comitiva: una descubierta de varios ginetes, dos filas de particulares á caballo, y en medio el pueblo con hachas encendidas y una farola con los colores nacionales; la música de Policía; la carroza con la artista; un verdadero escuadrón de personas de todas clases, y una multitud incontable de pueblo y de carruajes: de este modo recorrió la comitiva, á las 8 de la noche, las calles del Rastro, Puente de Jesús, Portacoli, Flamencos, Plaza de Armas, Plateros y Vergara, donde tenía su habitación la familia de la artista. En todas esas calles del tránsito, los balcones estuvieron ocupados por señoras que saludaban con sus pañuelos á la entusiastamente aclamada compatriota que lloraba de emoción y de gratitud.

El martes 28 de Noviembre, en la noche, el Teatro Imperial estuvo lleno como nunca: dábase Sonámbula y desempeñaría la protagonista la primadonna mexicana. La joven cantatriz tenía que luchar con dificultades inmensas para salir airosa. Prescindiendo de las muy grandes del papel de Amina, el público conservaba gratísimos recuerdos de otras actrices de primer orden que desempeñaron en México la Sonámbula.

Angela salió triunfante de tan difícil prueba, y mereció y ganó en buena lid la estrepitosa ovación que se le tenía preparada. Cuando se presentó en escena rompieron los espectadores en frenéticos aplausos, que duraron largo tiempo, mientras que el vasto salón se inundaba con una lluvia de versos, flores y coronas.

Estas demostraciones se repitieron cuando empezó á cantar, y se renovaron durante toda la representación cada vez que la Peralta daba alguna nueva prueba de su habilidad artística en los pasajes más difíciles é interesantes de la hermosa partitura. Los oyentes hacían comparaciones, que casi siempre eran favorables á nuestra artista, y aunque era fácil conocer que en tan ardiente entusiasmo entraba por mucho un laudable sentimiento de nacionalidad, los inteligentes decidieron al fin que aquellas demostraciones estaban justificadas y que México podía envanecerse de haber dado una verdadera notabilidad al arte filarmónico.

Después de haber sido llamada muchas veces á la escena durante la representación, lo fué también concluída ésta y cubierta de aplau

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sos. También fué llamado y aplaudido su maestro, el Sr. Balderas.

Lucia, El Barbero, Marta, Puritanos, cantadas todas por la Peralta, fueron las novedades del cuarto abono: se abrió después otro de seis funciones, y, concluído éste, otro más de doce, que dió principio el día 5 de Enero de 1866, con Maria de Rohan, que también cantó la Peralta, lo mismo que la Traviata el 16 de Marzo, Semiramis el 18, Favorita, Trovador, Rigoletto y otras de las ya representadas en los anteriores abonos.

El 22 de Diciembre de 1865 se dió el beneficio de Tombesi con Puritanos; el 19 de Enero de 1866, el de Isabel Alba, con tres actos de Ione y uno de Hugonotes; el 27 se estrenó la Ildegonda, del maestro D. Melesio Morales, y el 29 dió su primer beneficio Angela Peralta.

En esa función, que fué verdaderamente magnífica por el éxito artístico y pecuniario que produjo, se siguió este programa: Primer acto de Traviata: Fantasía sobre temas de esa ópera, ejecutada en dos pianos por los Sres. Camacho, San Román, Vázquez y Velasco. Segundo acto de Puritanos. Poesía de D. Ricardo Ituarte, leída por Concha Méndez. Aria de Le Pardon de Ploërmell, cantada por Angela. Poesía de Luis Gonzaga Ortiz, leída por Merced Morales. Tercer acto de María de Rohan.

En un entreacto se leyó una carta firmada por el Primer Secretario de Ceremonias del Imperio, D. Pedro Celestino Negrete, manifestando á nombre de Maximiliano su sentimiento por no poder concurrir al beneficio, á causa de un luto de Corte, "siéndole esto tanto más sensible, cuanto que había podido apreciar su privilegiado talento; pero en recuerdo de ese día le enviaba un pequeño obsequio (que parece fué un aderezo de brillantes), y el nombramiento de Cantarina de Cámara."

Dióse el 1 de Febrero de 1866, el beneficio de la Plodowska, y el 6 el del muy apreciable barítono Padilla, con Rigoletto, y terminó tan brillante temporada el 8 del citado mes, con una lucidísima función á beneficio de los pobres de la Parroquia de Santa María.

Durante la Cuaresma, la Compañía suspendió sus trabajos que fueron de gran provecho para el empresario Annibale Biacchi; éste, como había sido buen artista, fué entonces buen mercader, y supo sacar partido de todo: por un concierto que allá por Diciembre anterior dió en Palacio, se hizo pagar cinco mil pesos y cuatro mil mensuales tuvo de subvención. La administración del desventurado Príncipe austriaco protegió hasta donde pudo los espectáculos públicos, y abrió sus puertas á todos los artistas de mérito: á Melesio Morales le facilitó la suma necesaria para contentar las exigencias de Biacchi, con motivo de la representación de Ildegonda; á los primeros actores de la Compañía dramática del Principal, los nombró actores de Cáma

ra, y los llamó á dar una lujosísima representación de la primera parte de Don Juan Tenorio, en un precioso teatro que expresamente mandó levantar en el gran salón de Palacio. A cuantos artistas acudieron á Maximiliano, á otros tantos protegió y obsequió con esplendidez. Hemos citado el nombre del Maestro Morales, y debemos decir algo acerca del estreno de su segunda ópera. Satisfecho en cuanto al juicio que de su Romeo y Julieta habían hecho los inteligentes, el nuevo Maestro persistió en el estudio, y en 1864 pudo empezar á gestionar la representación de su drama lírico Ildegonda. El empresario Biacchi se mostró dispuesto á aceptar la obra, pero expuso que no estaba en igual disposición para hacer los gastos que habrían de exigir las decoraciones y los trajes, ni para obligar á su compañía á estudiar una obra fuera de su repertorio, á no ser que se les acordase un gaje ó indemnización pecuniaria. Morales inquirió cuánto podría importar todo ello, y Biacchi le pidió tan fuerte suma que la representación se convertía en un casi imposible. A las justas observaciones que se le opusieron, contestó retirando sus anteriores ofrecimientos. Eficazmente secundado por sus amigos, entre ellos D. Tomás León y D. Jesús Dueñas, el Maestro logró encontrar influentes personas que decidieron ayudarle, y fueron D. Manuel Payno quien ofreció una fianza por la cantidad que Biacchi exigía para la representación de Ildegonda, y el entonces Emperador Maximiliano que á su turno ofreció pagar lo que al producto de la entrada faltase para cubrir los gastos. El público, merced á una intriga hábilmente dispuesta, exigió por parte suya al empresario italiano, que la ópera mexicana fuese cantada, y Biacchi, en un entreacto de Un Ballo in Maschera, se presentó en el palco escénico á ofrecer que Ildegonda sería puesta en escena. Y así se hizo en la noche del 27 de Diciembre de 1865, con un éxito colosal, valiendo al autor un triunfo superior al de Julieta y Romeo. Por efecto del mercantilismo de Biacchi y de la exageración de la suma de la papeleta de gastos, hubo necesidad de acudir á las personas al efecto comprometidas, para que completasen esos gastos. Con esta representación se acreditó el talento del compositor mexicano, y algunas ilustres personas, apasionadas del arte y del Maestro Morales, le animaron á trasladarse á Europa y le facilitaron una pensión para que allá pudiese estudiar y perfeccionar sus conocimientos. A su tiempo hablaré de esto.

La estancia de la Compañía de Opera no suspendió las funciones dramáticas en el Principal y en los teatros de segundo orden; en el de Iturbide y en 2 de Diciembre de 1865, inauguró una temporada, que estuvo animadísima, una muy regular Compañía dirigida por Eduardo González, actor español, que se hizo querer en México grandemente. Las obras con que dió principio á sus trabajos, fueron la comedia Dios sobre todo, y la pieza Mal de ojo.

Al llegar la Pascua de 1866, la Compañía lírica dió algunas representaciones extraordinarias y cantó Puritanos, Traviata, Lucia y Un Ballo in Maschera, desempeñando Angela Peralta el papel y la parte del paje Oscar. Salieron después para el interior de México.

No debo pasar adelante, puesto que de asuntos musicales hablo, sin hacer especial y honrosa mención de los conciertos que en la Plaza de Armas y otros lugares públicos daba en aquel tiempo la muy magnífica Banda militar de la Legión Austriaca, compuesta de excelentes y verdaderos profesores dirigidos por el Sr. J. Saverthal. Baste decir, que el elogio que de ellos hiciera, por grande que fuese no alcanzaría nunca á la altura de su mérito. Pocas veces se habrá oído en México un conjunto tan superior como el de aquella Banda militar.

Al retirarse la gran artista mexicana, ocupó el Gran Teatro la Compañía dramática del insigne actor D. Joaquín Arjona, en cuyo cuadro figuraban su hermano Enrique, Mercedes Sotomayor, Concepción Musso, Carolina Fernández, Concepción Medina, Dolores Menocal, Ricardo Reig, Vicente Burgos, Juan López Benetti, Manuel Freire, Marcos Abrego, Mariano Arsinas, Antonio Guzmán y otros. Dieron su primera función el domingo 3 de Junio con La Aldea de San Lorenzo.

En siete abonos de á seis funciones, y en muchas extraordinarias y de beneficio, permaneció la Compañía de Arjona en México hasta mediados de Octubre, en que salió para Puebla, habiendo obtenido muy pocas utilidades, aunque sí muchos aplausos. D. Joaquín Arjona fué un actor distinguidísimo, y su nombre figuró siempre como el de un digno rival de Romea y Valero; pero su afecto á los dramas patibularios y al más antiguo repertorio, le ganó el despego de la masa del público, que por otra parte ya no estaba para fiestas.

Napoleón III había resuelto retirar de México sus tropas; la Emperatriz Carlota salió para Francia el 8 de Julio á tratar de impedir esa retirada, que era la ruina de su efímero Imperio. Diferentes victorias de las tropas liberales acababan de hacer á D. Benito Juárez dueño de toda la Frontera, y Jalisco, Oaxaca y Michoacán eran invadidos por los Grales. D. Ramón Corona, D. Porfirio Díaz y D. Nicolás Régules. El desventurado Archiduque Maximiliano empezaba á recorrer la vía dolorosa, que no tiene más término que el Calvario, y la porción de la sociedad mexicana, más ó menos comprometida por su adhesión al Imperio ó á la persona del Príncipe, tan poco acertado gobernante como amable y cumplido caballero, andaba ó temerosa ó triste y nada ganosa de fiestas.

D. Joaquín Arjona vino, pues, en mala época y con su repertorio ó demasiado serio ó por demás anticuado atrajo poco público, y menos hubiera sido éste en sus funciones á no haber contado con la gra

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