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ciosa actriz Carolina Fernández, que cantaba con un salero extraordinario, y borraba la impresión de dramas tan pesados como La Oración de la tarde, Deudas de la Honra, La Huérfana de Bruselas y otros así, con zarzuelitas, como El Niño, El Amor y el Almuerzo, Un Caballero Particular, La Cola del Diablo y otras, cantadas y ejecutadas, repito, por Carolina, con chiste y gracia que hubiéranle podido envidiar zarzuelistas de profesión, y cuéntese con que en ellas tomaba parte Enrique Arjona, que siempre fué un detestable gracioso. Esta Compañía fué la primera en estrenar en México, el 14 de Setiembre de 1866, la comedia de magia La Almoneda del Diablo, para la que se pintaron ocho decoraciones. Puso también en escena la comedia Con la vara que midieres . . . . que casi fué silbada, y la zarzuela La Herencia de un Barbero, que gustó poco, ambas de Niceto de Zamacóis. Joaquín Arjona dió en su beneficio, la comedia El Tío Tararira, en que hacía el papel de un viejo de más de cien años, admirablemente detallado, cosa nada extraña, pues fué un gran artista de indisputable mérito. Su Compañía estrenó también el drama en tres actos y en verso, El Anónimo, original del Cónsul de España en México D. Sebastián Mobellán.

Le sucedió en el Gran Teatro una nueva Compañía de Opera, formada por Annibale Biacchi, en la que figuraban las sopranos Lucía Baratti y Julia Marciali Passerini; tenores, Valentini Cristiani y Vicente Gottardi; baritonos, Antonio Morelli y Sabatino Cappelli; bajos, Eugenio Manfredi y Juan Maffei; directores, Carlos Fattori y Pablo Giorza; bailarina, Teresina Gado.

Estrenáronse el domingo 28 de Octubre con Traviata, cantada por la Passerini, Cristiani y Capelli. La Passerini era joven y hermosa, y tenía una voz fresca, sonora, afinada, y un buen método de canto de escuela italiana. Cristiani fué un tenor de fuerza y de gusto, de robusta voz y notas redondas y sonoras, que participaban de la robustez de las de barítono y de la dulzura de las de tenor de gracia. Conquistó á su público en la misma noche del estreno.

La Compañía fué reforzada á partir de la tercera función, con la inimitable Angela Peralta, con la distinguidísima Isabel Alba, y con la mayor parte de los artistas del primer cuadro de Biacchi, que acababan de regresar del Interior.

Así pudieron ponerse en dos abonos de doce funciones, Rigoletto, Lucia, Maria de Rohan, Hernani, Roberto, Baile de Máscara, Puritanos, Ione, Sonámbula, Marta, Norma, Barbero y Linda, y estrenarse el 22 de Noviembre Crispino y la Comadre, y el 6 de Diciembre el Don Sebastián, de Donizetti.

En su beneficio, el 21 del último mes citado, Angela Peralta dió el primer acto de Lucia; un dúo de Poliuto, con Cristiani; segundo acto de Lucia; unas nuevas variaciones del Carnaval de Venecia, compues

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tas por el Profesor Octaviano Valle, la Jota de los Estudiantes, cantada por Maffei; y el tercer acto de Lucía, que concluyó con el famoso rondó.

Para beneficio de los coros, fué dado el Tío Caniyitas, cantando Angela, la Catana; Maffei, el Tio; la Sulzer, el Pepyo; Villanueva, el Inglés; y Zanini, el Joaquin.

Aparte de esto y del primer gran concierto que el 7 de Setiembre había dado la "Sociedad Filarmónica Mexicana," nada verdaderamente artístico hubo en el último período del ensayo imperial. El mencionado concierto había sido bien notable: en él tomaron parte la Sra, Amada Cuervo de Fúrlong, D. Francisco Alfaro, la Srita. María de Jesús Contreras, el niño Jacinto Osorno, y el cada día más justamente celebrado y aplaudido Orfeón del Club Alemán. La primera y la segunda parte terminaron con grandes finales de La Vestal y de Macbeth, ejecutados por un coro de trescientas cincuenta voces, orquesta, Banda militar y doce pianos á cuarenta y ocho manos.

Los demás espectáculos se redujeron á las audiciones musicales del copólogo Gagliano y de su rival Paredes, y á las funciones de Chiarini, que había hecho construir un nuevo circo en el gran patio del primitivo convento de San Francisco, con entrada por la calle de Gante, y en la de San Agustín hizo armar la enorme tienda á que llamó "Circo Ambulante." En su prospecto, describió así Chiarini su nuevo circo de la calle de Gante, que por su sólida construcción no había de verse expuesto á un incendio como el que concluyó con su primitivo circo de la calle de San Agustín.

"Al efecto, mandé levantar el actual, que tocando ya á su término, nada dejará que desear, ya por su capacidad y solidez ya por su céntrica situación, ya por su buen gusto y notable elegancia, capaz de contener tres mil setecientas personas con toda comodidad; en su construcción se ha llevado también la mira de poderlo convertir en el espacio de pocas horas, bien en un hermoso salón para baile público o privado, bien para grandes conciertos ó para banquetes monstruos, pues que podrán servirse hasta ochocientos cubiertos. El vasto salón del circo mide veinticinco varas por cada lado, contiene quinientas cincuenta lunetas, dos órdenes de graderías, y setenta y cinco palcos en cada uno de los cuales hay asientos para seis personas. Durante los entreactos, la concurrencia podrá disfrutar también de un elegante salón de desahogo, y es aquel donde se encuentra la magnífica escalera que da entrada á los palcos del piso superior. En el primer cuerpo de esa hermosa escalera, encontrarán las señoritas dos lujosísimos tocadores que les están expresamente reservados, así como los seffores un guarda-capas y también una bien surtida cantina y una dulcería, ambas situadas en el mismo edificio, pues el local está formado bajo tales condiciones de comodidad, ventilación, lujo y

elegancia, que puede asegurarse, es en su género el más bello y elegante de todo el mundo, digno competidor del Gran Teatro Nacional, y cual corresponde á la Capital en que se ha hecho. Conocido es del público mexicano el empeño del Sr. Chiarini por presentar sus espectáculos con toda la magnificencia posible, y sabido es también que para ello no omite sacrificios de ninguna especie. Si, pues, la sociedad mexicana le continúa su favor y su benevolencia, como confiadamente lo espera, verá superabundantemente recompensados sus afanes, satisfecho su orgullo y cumplidos sus mejores y más ardientes deseos.

"La hermosa escalera ya mencionada, así como la admirable y grandiosa techumbre octagonal del gran Circo que mide una altura de 38 varas castellanas, es obra del distinguido y simpático carpintero mexicano Sr. D. Pedro Mendoza, á quien creemos dar un testimonio de aprecio designándolo al público como un artesano laborioso y ameritado, así como al no menos apreciable arquitecto Sr. D. Luis G. Carrillo, director de la obra en general."

El Teatro Principal solía conseguir una que otra regular entrada con el disparate cómico de Luis Picón, La Isla de San Balandrán, y con la zarzuela de Olona y Oudrid, La Cola del Diablo, en la que, á su debido tiempo, como rezaban los programas, Concha Méndez enloquecía á sus muchos amigos y partidarios con las aplaudidas canciones La Paloma y el Chin, Chin, Chan.

Otras noches la compañía dramática aquella entraba en combinaciones con el prestidigitador Guillermo Goodison y con la empresa acrobática de Silvano Lara, que se titulaba vencedor del héroe del Niágara, Mister De Lave. Véase un programa de Goodison:

"Viernes 2 de Noviembre de 1866, por la noche á las ocho en punto.Segunda función por el profesor Goodison, Mago del Norte.-Grandes novedades.--Orden de la función: Primera parte.-1° Obertura de costumbre.--20 Visto y no visto.-3o Ser médico sin diploma.---4o El indio cocinero. -5° Lo justo mal puesto.-6° A petición de varias personas, el profesor repetirá la gran suerte intitulada: La gallina invisible. Segunda parte.-19 Una lección á los monteros.-2° Nuevo modo de hacer colchones.-3o Cortar las narices á una persona.-4o La correspondencia de los novios.-5o Gran fábrica de vinos.-6. Lo que hacen los pobres cuando tienen hambre.-Tercera parte.-1. El profesor se presentará en su gran carácter de ventrilocuo.-2° Para finalizar la función, el profesor tragará una espada de 24 pulgadas de largo."

Silvano Lara anunció que el gran atractivo de sus espectáculos consistiría en "verificar su gran paseo aéreo en la cuerda tirante, cargando sobre las espaldas un burro vivo, y en el gran acto de la ascensión aérea ejecutada por el Sr. Lara con canastas y bayonetas en los pies, y marchando sobre espadas amarradas al cable."

Para gustos aun menos exquisitos, la Plaza de Armas estaba llena de infames teatros-jacalones, entre los que fué notable por sus desórdenes el llamado Teatro Gótico, frente á la bocacalle de Plateros. De sus espectáculos, da razón el siguiente programa:

"Gran notabilidad y asombro del mundo. El Sr. Comingio Gagliano comenzará á trabajar con su hermosa Caja Armónica en este local, desde esta fecha. Bonitas y divertidas zarzuelas y piezas cómicas por los simpáticos y sin rival hermanos Noriega y niñas Vega, encontrándose entre estas zarzuelas la del Niño, que tanto ha agradado. Canciones y tonadillas andaluzas y del país, de las que más han acomodado al público. Bailes por la aplicada niña Soledad Noriega y su pareja. Colección de estudiantinas por los niños y niñas de la compañía. Trozos de ópera, zarzuelas y pasos de costumbres de autómatas por los hábiles movilarios y sin rival conocidísimos hermanos Espinos. Nuevas y hermosas vistas disolventes, fantasmagoría, cromotropos y colección de retratos de hombres célebres y notables. Gran procesión del Profeta, acompañada por toda la música. Ejercicios gimnásticos y saltos mortapor una excelente compañía, entre los que se hallan los conocidos Sres. Olvera, Montaño y Gómez."

les

El drama, y bien pudiera decirse la tragedia, había pasado del teatro á la política y todo México como todo el país, tenían en ésta, única y exclusivamente fija la atención. Jugábanse en ello la suerte de los partidos mexicanos y el porvenir y definitiva suerte de la República. Aquella tremenda lucha civil en que perecieron D. Melchor Ocampo, patriota honradísimo, y los insignes D. Santos Degollado y D. Leandro Valle, á tal extremo privó de recursos al Gobierno liberal, que el Congreso se vió en la precisión de suspender en 17 de Junio de 1861, todos sus pagos extraordinarios, entre ellos el de las deudas llamadas extranjeras que casi consumían los ingresos de las Aduanas; y España, Inglaterra y Francia celebraron en 31 de Octubre la famosa convención de Londres, según la cual, con fundamento de su fuerza y de la debilidad de México, ellas mismas se pagarían sus créditos interviniendo las aduanas de los puertos principales, obligándose, á la vez, á no pretender adquisiciones de territorio y á no menoscabar el derecho de la Nación Mexicana para escoger y constituir la forma de su Gobierno. Esta última cláusula impuesta por Inglaterra y España, no fué aceptada por Francia de un modo sincero, y sí única y falsamente para no encontrarse sola en los comienzos de aquella aventura, á la que la impulsaron no las insignificantes reclamaciones de sus nacionales, sino los manejos de los monarquistas mexicanos que hicieron creer á Napoleón III cosa fácil implantar en México un imperio de que él sería el árbitro y explotador. Posesionadas de Veracruz las fuerzas españolas al mando del Gral. Prim el 17 de Diciembre de 1861, arribaron allí en 7 de Enero de 1862, las

tropas inglesas y francesas, y el 14 enviaron su ultimátum al Gobierno mexicano, pidiendo satisfacción, Inglaterra, por haber sido violada su Legación por el Gral. Miramón; España, por asesinatos de sus súbditos, por la expulsión de su Ministro Pacheco y por faltas de cumplimiento de tratados anteriores; Francia, por supuestos insultos á su Enviado Saligny, y las tres por la suspensión de pagos á las deudas que se les reconocían ó que ellas habían hecho suyas, como obró Francia abrogándose la del banquero suizo Jecker, que por medio millón de pesos que facilitó á México, se hizo reconocer en bonos la enorme suma de quince millones, dando en ella grande participación al Conde de Morny, Ministro y favorito del Emperador francés.

El Gobierno de México que así veía invadido el territorio nacional por fuerzas armadas extranjeras, protestó enérgicamente contra ello, y no ignorando quiénes habían procurado poner en aquel conflicto la independencia de la patria, promulgó en 25 de Enero un decreto que ponía fuera de la ley á cuantos secundaran ó favorecieran al enemigo. A la vez el Ministro D. Manuel Doblado, contestó estar dispuesto á reconocer las reclamaciones que fuesen justas, é invitó á los jefes de las tropas intervencionistas á una conferencia que se celebraría en el pueblo de la Soledad el 19 de Febrero. Previa la solemne protesta de que los aliados nada intentaban contra la independencia é integridad de la República, se convino en abrir negociaciones en Orizaba, en cuya ciudad y en las de Córdoba y Tehuacán se situarían las fuerzas expedicionarias para librarlas del clima mortífero de las costas del Golfo, bien entendido que si por desgracia no se llegase á un acuerdo con el Gobierno liberal, habrían de retroceder á sus primeras posiciones no más adelante de Paso Ancho y Paso de Ovejas. Abiertas, según ese convenio, las negociaciones, los representantes franceses envalentonados con la llegada de nuevas tropas al mando de Laurencez empezaron á entrar en combinaciones con diferentes jefes conservadores, sin respetar las reclamaciones del gobierno de D. Benito Juárez que exigía se cumpliese la solemne protesta de la Soledad, y de ahí resultó que los comisarios inglés y español se indispusiesen con el francés y en 9 de Abril declarasen rota la alianza, y su resolución de regresar con sus soldados á Europa. Francia los dejó ir, y faltando á la lealtad y á su firma se negó á cumplir lo pactado en 19 de Febrero, salvando así, con una felonía, las posiciones fortificadas en que el ejército mexicano pudo haberle estorbado el avance, y en 19 de Abril se alió con los conservadores que bajo la jefatura de D. Juan Nepomuceno Almonte desconocieron á Juárez. El Gral. D. Ignacio Zaragoza quiso en vano oponerse al invasor en las cumbres de Aculcingo el 28 de Abril, y pasando por el Palmar se retiró á la Ciudad de Puebla donde en 5 de Mayo de aquel año de

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