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Y en oprobiosa liza se presenta
á luchar y á morir el toro fiero,
y altivo escucha estúpido torero
los vítores de gente montaraz.

Prosigue, pues. No siempre en nuestra patria
la ignorancia tendrá su infame asiento,
no siempre la aflicción y abatimiento
nuestros lánguidos ojos cerrarán.

Alguna vez ardiente el mexicano
(no son, no son fantásticos deseos),
en pórticos, palacios, coliseos,

hervirá como el seno de un volcán."

Esta composición lleva la fecha de 4 de Enero de 1842, y se publicó con dos notas; la primera, con llamada al nombre de Arbeu, dice: "Sabidos son los recomendables esfuerzos y la infatigable actividad de este señor para la erección de un teatro digno de la Capital, cuya primera piedra va á ponerse esta tarde;" la segunda, con llamada al trigésimo segundo verso, dice á su vez: "Alude á los dramas de poca ó ninguna moralidad que suelen representarse en nuestro teatro."

Para mayor lucimiento del acto de la colocación de la primera piedra, anticipadamente se había cubierto el solar con un toldo de lona, y formádose una especie de galería con cortinajes blancos y fajas. rojas: sobre el pavimento se extendió una alfombra y colocáronse más de novecientas sillas; al fondo se levantó una especie de tienda de campaña, azul y blanca, y bajo de ella se puso un dosel y el sitial para el Presidente de la República. A las cuatro y media de la tarde se presentó el Gral. Santa-Anna con sus Ministros y un brillante séquito de funcionarios militares superiores: concurrieron también las autoridades políticas del Departamento, la Corporación Municipal y multitud de personas distinguidas por sus riquezas y posición. La orquesta de la Opera italiana y las bandas militares ejecutaron alternativamente piezas de su repertorio, y mientras el Presidente fué conducido por D. Francisco Arbeu al lugar de la excavación, dispuesta para la ceremonia: allí D. Lorenzo Hidalga, acompañado de sus discípulos los Capitanes de Ingenieros D. Francisco Chavero y D. José María Márquez, puso en manos de Santa-Anna una cuchara de plata que le sirvió para extender un poco de finísima mezcla; la roció después con agua contenida en una hermosa jarra también de plata, y en seguida colocó la piedra hueca que encerraba el tesoro compuesto de las siguientes piezas :

R. H. T.-T. II.-6

Una medalla de plata con la siguiente inscripción:

Anverso.

EL GENERAL ANTONIO LOPEZ

DE SANTA-ANNA

BENEMERITO DE LA PATRIA

CAUDILLO DE LA INDEPENDENCIA

Y FUNDADOR

DE LA REPUBLICA.

Reverso.

CON MANO PROTECTORA

DE LA

CIVILIZACION

PUSO ESTE CIMIENTO SIENDO PRESIDENTE.

1842.

Monedas de cobre antiguas: Una emitida en la jura nacional de 27 de Octubre de 1821; otra grabada con motivo de la proclamación de Agustín I, y otra de Morelos.-Monedas en curso: de oro y de plata de todos los valores; una cuarta antigua de plata; un octavo nuevo de cobre y una cuarta de plata de las que no circulaban aún.-Impresos. El número 2 de El Siglo XIX, que contenía las Bases de Tacubaya; el número 134 del mismo; el 8 del 2o tomo de El Semanario de Industria; el 243 de El Diario del Gobierno, con la Oda de Galván ; un almanaque de 1842; una papeleta de convite para la función; una copia del discurso que el Sr. Arbeu iba á leer, y un aviso de un concierto en el teatro de la Opera italiana, habido en la noche del 18.

Concluída la operación, regresó á su lugar el Presidente, á quien Arbeu dirigió el discurso que sigue: "Excmo. Señor: El nombre de V. E. va á ser aquí conservado bajo la guarda de este suntuoso edificio, que levanta el espíritu de empresa combinado con la pública utilidad y el grande ornato. V. E., promoviéndolo con mano protectora, se ha dignado poner la primera piedra de sus cimientos, y esta memoria, aun más honrosa para V. E. que sus victorias gloriosas, se conservará después que la carcoma de los siglos haya abatido estos soberbios monumentos. Bajo sus escombros encontrarán las generaciones más remotas, el nombre del ilustre jefe que triunfante y cubierto de laureles, no desdeñó, por la civilización, empuñar la hu

milde cuchara del albañil para edificar templos á su culto. ¡Que así firme y cimente V. E. el honor nacional, la libertad, el orden y la felicidad de su cara patria! y que todos los mexicanos le tributen, como yo le tributo reconocido, gratitud, respeto y admiración."

En contestación, dijo S. E., que nada le era tan satisfactorio como cooperar al engrandecimiento y ornato de la Capital de la República, y que daba las gracias al empresario excitándolo á continuar empeñosamente la obra en la que contaría con la protección del Gobierno.

El arquitecto D. Lorenzo Hidalga tomó después la palabra, diciendo: "Excmo. Señor: Para las artes en particular, para la bella arquitectura, es hoy un verdadero día de gloria, pues contemplan en V. E. al más ilustre y generoso protector. ¡Que Dios conserve los días de V. E. para que bajo sus auspicios, también se verifique la inauguración de este hermoso edificio, lo mismo que la inauguración del mercado que se está levantando bajo la protección de V. E. y mi dirección! Ambos edificios, Excelentísimo Señor, serán dignos de la hermosa México."

El Lic. D. Anastasio Zerecero, Síndico del Ayuntamiento, y á su nombre, dijo: "Excmo. Señor: Tiempo ha que la hermosa Capital de la República reclamaba un teatro digno de ella; un teatro que á primera vista diese idea al viajero observador, del grado de civilización y cultura á que ha llegado la nación en los pocos años que han pasado después que sacudió el yugo de su antigua metrópoli, y la Providencia parece que quiso reservar esta obra, al que se propuso dar un nuevo ser á la República. La obra es grande bajo todos sus conceptos; considerada en su parte física, será un edificio que hermosee la Capital, y con relación al objeto á que se destina, él es verdaderamente noble y grande, pues lo es siempre la instrucción del pueblo. Una nación, cuya educación se abandona por tres siglos, y á la que una sucesión de treinta años de convulsiones intestinas, desmoraliza enteramente, no puede morigerarse sino por medio de representaciones, que poniendo en acción todos los resortes del corazón, y personificando, por así decirlo, la virtud y el vicio, ponen á la vista toda la deformidad del uno y los atractivos de la otra.

"Los jefes de las naciones protegieron desde su cuna el arte dramático; en Grecia, donde tuvo su nacimiento, cuando el joven Sófocles despertaba el primero al padre de la tragedia Esquiles, que se había distinguido en las batallas de Salamina, Maratón y Platea; cuando el tumulto de la multitud no dejaba al Arconta nombrar los jueces que debían decidir, se apeló al juicio de los generales de la República, á cuyo frente se hallaba Simón, tan amado del pueblo por sus generosidades como ilustre por sus victorias. Más tarde en Roma, el enérgico dictador Syla, tuvo por consejero y dictador al célebre actor Roscio. En Francia, el ilustre Luis XIV protegía también tan noble

árte, y el gran Capitán del siglo, que manifestó su bello gusto formando en París un museo de la Europa, en miniatura, que enriqueció con todos los monumentos que había recogido en sus conquistas, no se desdeñó en fomentar también las representaciones teatrales, llevando una estrecha intimidad con el célebre actor Talma. El Ayuntamiento se congratula con V. E. al verlo seguir tan ilustres ejemplos, y ruega al cielo que bendiga su gobierno, y que todos los actos de su administración sean como el que acaba de practicar, dignos de eterno honor y fama."

"Muy satisfactorio me ha sido-contestó el Presidente-contribuir de algún modo á la erección de un nuevo teatro, porque es ciertamente un apoyo y esperanza para los adelantos de la civilización. Agradezco al respetable Ayuntamiento no menos su congratulación que su noble empeño por el verdadero progreso de esta digna Capital." Dichas estas pocas palabras, y temeroso sin duda de otro tan desbaratado discurso y de otra tan mal digerida erudición como la del Síndico, hizo seña á las músicas para que tocasen alguna otra pieza que desvaneciese la obsesión de los espíritus de tan maligna elocuencia, y se apresuró á ponerse en pie y á dar así por terminada la ceremonia de la colocación de la primera piedra del Gran Teatro.

CAPÍTULO V

1841-1842

Mientras vamos viendo salir de sus cimientos el edificio del Gran Teatro, reanudemos nuestra revista de las funciones de los demás, en los últimos días de 1841.

Para ello haré referencia sólo á lo más notable, como por ejemplo, la representación de El Torneo, verificada en el Principal la noche del jueves 23 de Diciembre, con motivo de encontrarse en la capital su autor, D. Fernando Calderón, y como un homenaje á su talento. Desde su estreno dos años antes, nunca como entonces fué aplaudido ese drama, que valió al poeta una entusiasta ovación al fin del último acto. Al día siguiente, sus amigos le obsequiaron con un banquete, en el que el Lic. D. Francisco Modesto de Olaguíbel leyó una larga oda de D. José María Lafragua, en elogio del drama y del autor. En esa fiesta anunció Calderón que estaba concluyendo su drama La vuelta del Cruzado, y que pronto se pondría en las tablas su Ana Bolena, que en efecto se estrenó con éxito colosal en el viejo Coliseo, el 9 de Enero de 1842.

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En el de Nuevo México, la novedad de fin de año fué la comedia de magia La Pata de Cabra, que estrenada con delirante aceptación el 30 de Diciembre, con ella pasó á 1842 en frecuentísimas repeticiones, alternándose en el favor del público con Torcuato Tasso, Cristóbal el leñador, Margarita de Borgoña ó la Torre de Nesle, estrenada el 16 de Enero, y los siempre aplaudidos Hijos de Eduardo, repetidos el 22 á beneficio de Concepción Molino de Pineda y en los que este distinguido y lujoso y aun espléndido actor, cuéntase que con su interpretación del Glocester hacia poner al público los pelos de punta, como le asombraba y conmovía en el Ethelwood de Catalina Howard y en el Manrique de El Trovador. Para su beneficio, la aplaudida Inocencia Martínez, puso la comedia en tres actos Amor y farmacia.

En el de los Gallos ó de las Moras, la Compañía de la Castellán seguía explotando Belisario, Norma, Lucía y otras, y para su quinto mes de abono dió á sus favorecedores las óperas de Ricci, Las cárceles de Edimburgo, estrenada el 14 de Enero y Una aventura de Semíramis, cantada el 5 de Febrero.

En el Principal hacían el gasto, además de las obras de Fernando Calderón, inclusive A ninguna de las tres, las llamadas Amor y honor, El vaso de agua, de Scribe; Pablo el marino, Diana de Chivri, Paulina, de Gorostiza, y Marcela, en la que volvió á presentarse la Platero. En dicho Principal continuaban conquistando laureles y simpatías Miguel Valleto y Soledad Cordero. Aquél, casado en Veracruz en 1835 y compartiendo con Castañeda y Salgado la dirección, no había vuelto á salir del viejo Coliseo desde 1838, y proseguía siendo, según la expresión de sus biógrafos, modelo de decencia y de caballerosidad en la escena y fuera de ella. La Cordero, aprovechada discípula de Agustina Montenegro y de Andrés Prieto, era á su vez admirada por su acrisolada honradez, su serenidad en escena, su extraordinaria finura de modales, dignidad y nobleza en su acción y muy exquisito gusto, gracia y elegancia en el vestir: sus admiradores lamentaban que, como de costumbre, le faltasen vida y entusiasmo en la expresión de los afectos, y que no hubiera podido corregir su defectuosa pronunciación del idioma castellano, que nunca llegó á hablar con la propiedad que el Teatro exige.

Acompañaban á estos artistas en sus trabajos, la excelente Dubre⚫ville y la Pautret, y los actores La Madrid, Amador, González, Bustamante, Santa Cruz, y el entonces muy joven y aplaudido Castro. En cuanto á su repertorio, daré una idea, citando aquellas obras en que Valleto se distinguía: desplegaba toda su sensibilidad, fuego, nobleza y dignidad, en dramas como La Educanda en el Colegio de Tonning thon, Cromwell, La Novia, El Mulato, Pablo el Marino, y Está loca. En el género cómico era muy notable en El Aspirantismo, Las Citas, La Familia de Darío y La Familia del boticario. Pero donde debía

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