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En sus programas de la función del 5 de Junio, la empresa de la Opera y de Nuevo México anunció haber aumentado la Compañía dramática con las primeras actrices y los primeros actores siguientes, recién llegados de la Habana: Actrices, Rosa Peluffo de Armenta, María Cafete de Laimón, Dolores Estrada y Angela Guzmán; actores, Juan de Mata Ibarzabal, Francisco Javier Armenta, Francisco Garay, Ramón Barrera, Antonio Méndez, Manuel Morales y Manuel Blanco, y el apuntador Rosendo Laimón. De director de escena quedó Francisco Pineda. Los precios se aumentaron á 42 pesos palcos y 8 las lunetas, por 22 funciones; para quienes tomasen abono de Opera y verso, los precios fueron 82 pesos por los palcos y 16 por las lunetas.

La nueva sección de la Compañía de verso se presentó el 6 de Junio con Ángelo Malipieri, Podestá de Padua, en el Teatro de los Gallos ó de las Moras, elegido al caso por su mayor capacidad. El día 8 dió para su segunda función El hipócrita y la pieza El amante prestado, en la que María Cañete cantó una canción cuya letra y música habían sido compuestas por ella. Dióse el 9 la comedia en cinco actos La falsa ilustración ó el fanático por Le Roy, y el 11 el drama Don Rodrigo Calderón. El 15, y ya en Nuevo México, se representó La Marcela, el 16 La Abadía de Castro, y el 23 la tragedia Dido y la pieza Los tres huéspedes burlados, en la que Mariquita Cañete desempeñó tres caracteres diversos y cantó una canción andaluza.

Todos los primeros artistas del nuevo cuadro causaron furor, y las intrigas propias é inevitables de bastidores adentro, produjeron un absoluto rompimiento entre el antiguo y el moderno personal de actores. Francisco Pineda, con Bruno Martínez, que pertenecía á los recién llegados, se pasó al Principal, llevándose consigo otras segundas partes; y para iniciar la cruda guerra que de allí en adelante habían de hacerse ambos teatros, montó con el lujo y propiedad que en Pineda eran geniales, el drama de gran aparato Los perros del Monte de San Bernardo, que se estrenó en la noche del 24 de Junio, obteniendo un éxito notable, á pesar de que en esa primera representación los perros no desempeñaron bien su papel, y fué necesario que un muchacho se disfrazase de tal animal para salvar á la artista cubierta por la nieve.

En las subsecuentes representaciones, que fueron muchas, este tropiezo quedó remediado. Pineda, Bruno Martínez, que se presentó en el Principal con Gabriela de Belle Isle y los demás distinguidísimos actores de ese Teatro, lucharon verdaderamente con talento contra la corriente de novedad que arrastraba al público á Nuevo México, con La Favorita de Napoleón, Rita la española, Mateo ó la hija del Españoleto, el baile pantomímico El Sargento Marcos Bomba, y otras piezas nuevas, realmente bien desempeñadas y bien puestas.

El Teatro de la Opera, que en celebridad de los días de Santa

Anna había estrenado el 12 de Junio la obra de Paccini, Los árabes en las Galias, y obsequiado al Presidente con un himno, letra de Lacunza y música de Sanelli, daba á su público El Pirata, Lucía, El Juramento, Norma, y otras de su extenso repertorio, como Julieta y Romeo, Marino Faliero, Sonámbula, Tancredo y las muy aplaudidas Cárceles de Edimburgo.

No ha de faltar ocasión en lo de adelante, para hablar de las dos preseas de Nuevo México, la Peluffo y la Cañete; pero por lo pronto tomo de una crónica en verso, fechada el 23 de aquel mes de Junio, el siguiente juicio que de ellas formó el inimitable Fidel, el entonces apuesto y siempre ilustre poeta Guillermo Prieto :

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la Cañete me parece,

cuando tiene por divisa
esa gracia que embellece
bajo la cómica risa.

Pero si abandona el zueco
y si se calza el coturno,

por Dios que entrará á su turno
con ella el criterio seco.

La Talía de la Habana
tiene canario! alto rango,
en la bulla y el fandango,
en la gresca y la jarana :

y al verla en un entremés,
carcajeo, me demudo,
me desvencijo, trasudo
de la cabeza á los pies.
Pero mal sienta el puñal
y el romántico veneno,
á ese delicado seno,
á ese garbo y á esa sal.

Se desentona la voz, adquiere ingrato falsete y un maldito sonsonete como el ansia de la tos.

Si abonados visionarios os aplauden, señorita, es que una cara bonita tiene siempre partidarios. Pero el genio padeció en ese mismo barullo, que puede adular tu orgullo, pero tu talento, no.

Al bramar de las pasiones que rasgan del hombre el pecho, en el celo, en el despecho y en intensas emociones,

eres ¡oh Rosa! muy diestra;

y en medio al hondo tormento se idolatra tu talento

y se te admira maestra.

Sé enhorabuena, matrona, intérprete de Dumás,

y no desmientas, jamás

un mérito que te abona.

Madre fiel, reinas augustas,

la Tisbe (salvo el vestido

y las alas de Cupido),

siempre encantas, siempre gustas.

Del tiempo la ingratitud ha querido ¡ suerte dura! dividir la edad madura de la tierna juventud.

Eso no lo olvidarás, y si dócil se recuerda, serás única en tu cuerda,

pero en tu cuerda, no más.

¿Qué es ver haciendo piruetas

de amor al loco embeleso,

una dama cuyo peso

pasa de ocho arrobas netas?

En buena hora la tragedia

te otorgue gratos laureles,

pero tiento en los papeles

de la festiva comedia.”

Pero detengámonos en la cita, por más que me cueste verdadera violencia no trasladar íntegra aquí la fácil y graciosa composición del ilustre Romancero. Ambas distinguidas actrices estaban en ella gráficamente retratadas por esa pluma maestra, que en la misma crónica rimada dice esto, cuya verdad alcanzamos aún muchos :

"¡Hola! nada me dilata
si digo, y doy mis razones,
que carece de inflexiones
la declamación de Mata."

Y fué, sin embargo, muy distinguido actor el buen D. Juan de Mata Ibarzábal. Había nacido en Santoña, puerto de la costa de Cantabria, el 8 de Febrero de 1810: por trastornos políticos, sus padres emigraron á la Habana cuando Mata hacía los estudios preparatorios para la carrera de abogado; allí conoció al notabilísimo actor D. Diego. María Garay, de quien tomó lecciones de declamación aplicada á la oratoria, y como al maestro sorprendiese el talento del discípulo, hubo de aconsejarle el cambio del foro jurídico por el foro escénico: Mata vaciló algún tiempo, pero envanecido con sus triunfos en representaciones de aficionados, acabó por aceptar ofertas de D. Miguel Valleto, que, siendo como siempre fué un perfecto caballero, se encantó con la idea de conquistar para el teatro un joven educado y fino como el estudiante de abogacía. Mata se dejó llevar de tales consejos y sus primeros pasos en la carrera cómica le animaron á proseguirla, máxime cuando se vió celebrado por D. Bernardo Avecilla, que se le ofreció como maestro. Después de brillantes campañas artísticas en Matanzas y la Habana, Mata fué contratado para México, ante cuyo público se presentó en el papel del Podestá en Angelo, tirano de Padua. La segunda salida en el Teatro de los Gallos, hízola en El Hipócrita, de Molière, y en esos papeles, como en el viejo calavera de El Primito, en el sargento de La Batelera de Pasajes, en el Aquiles de La berlina del Emigrado, en el albañil de las Memorias del Diablo, y en el General de El Pilluelo de París, se acreditó como distinguido primer actor, conquistándose el aprecio que jamás le negó el público de México.

En el Teatro de la Opera, y con Gema di Vergy, se presentó, en 1o de Julio, la nueva prima donna absoluta Rossina Picco, cuya majestad, desembarazo y hermosura fueron muy celebrados, valiéndole

una no interrumpida serie de triunfos su agilidad y maestría, su voz robusta, fresca y simpática, y acción propia y fogosa. Quince días después se presentó en el mismo teatro el primer bajo cantante y bufo cómico absoluto, acabado de llegar de Italia, Antonio Sanquírico, que á su turno logró un éxito extraordinario en La Cenicienta, que cantó con Rossina Picco, Bozetti y Tomassi: por cierto que en la representación de esa obra ocurrió un curioso incidente: en la escena en que los dos bajos se exaltan y disputan, los artistas se poseyeron de sus cómicos papeles á tal grado, que, olvidando, dice un cronista, las penurias de la Empresa, arrojaron las dos venerandas y góticas poltronas en que estaban sentados, reduciéndolas á pedazos entre los bravos de los concurrentes y la indignación del empresario: tanto agradó el dúo, que el público pidió la repetición, y otros dos sillones fueron destruídos entre frenéticos aplausos. Al darse por segunda vez la obra, el empresario dispuso que Dandini y Don Magnífico se sentaran en miserables sillas de tule; pero Tomassi y Sanquírico se resistieron á semejante impropiedad, excitados á ello por el público, que á chiflidos obligó al mite conductor de las de tule, á retirarse, aplaudiendo entusiasmado el sacrificio de otros cuatro vetustos sillones.

A pesar de estos éxitos y novedades, la Castellán y sus operistas no pudieron sostenerse en el de los Gallos, y el día 8 de Agosto los periódicos publicaron un aviso en que se decía haber concluído las funciones en ese teatro, por haberse presentado en quiebra el empresario; á la vez se participaba que la Compañía, contando con la buena disposición y la deferencia de la Empresa del Principal, y con el auxilio de personas francas y desinteresadas, inauguraría una temporada de tres meses en el viejo coliseo, dándole principio en la noche del 9 con Sonámbula. Sin duda con el de teatro hubo cambio de fortuna, pues encuentro que allí se dieron el Barbero de Sevilla, El Pirata, Lucrecia, Norma, Donna Caritea Reina de España, ópera de Mercadante, cantada el 6 de Septiembre; Elixir de Amor, El Condestable de Chéster, Gemma di Vergy, Marino Faliero, El Juramento, Lucía, Roberto Devereux, Semiramis y Beatrice di Tenda: la temporada duró no sólo los tres meses anunciados, sino todo el resto del año y los primeros meses del siguiente, hasta el Carnaval.

La selecta Compañía de Verso del mismo Principal, trabajó en todo ese tiempo alternando con la de Opera: el 6 de Agosto y con el drama en cinco actos Rosmunda, se presentó en él la actriz española Josefa Galindo de Martínez, é hizo su segunda salida con la comedia Todo es farsa. El 9, Francisco Pineda puso con grandes lujo, aparato y propiedad el Pelayo, de Quintana, y lenguas se hacían de los bellos telones de la Plaza de Gijón y de la toma é incendio del alcázar de Munuza, quienes asistieron á ese espectáculo. Pineda estuvo sublime en el protagonista; magnífica Mariquita Santa Cruz en la Ormesinda,

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