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"Y este teatro que lleva su nombre,
pues de su obra la piedra primera
su benéfica mano pusiera,

halle en ti singular protección.

"Esta voz penetrante del pueblo
el invicto Santa-Anna escuchara,
y en favor de la patria volara
el que siempre la patria salvó.
"Tacubaya fué el pueblo dichoso
do se vieron por fin reunidos
del Anáhuac los hijos queridos,
que acordaron un plan salvador.

"La nación sus destinos confía al caudillo más noble y valiente, al más sabio, honrado y prudente

que jamás la Nación eligió.

"Todo en bien de la patria promueve,

y en dos años retorna á la vida

la nación que se viera abatida
y á su fin caminaba veloz."

Concluído el himno, se ejecutó el drama El Gran Capitán, con el cual la malévola historia sólo encuentra parecido á Santa-Anna en aquello de los millones en picos, palas y azadones; después del segundo acto, Mercedes Pavía y su hermano "desempeñaron perfectamente un padedú serio, tomado de El Triunfo de la Cruz, y concluído el drama, se ejecutó el gracioso baile Los dos Figaros.

El Diario del Gobierno dijo:

"Creemos que el Excelentísimo Señor Presidente debe haber quedado agradablemente sorprendido á la vista de un teatro como el que lleva su nombre, y á que ha dispensado su protección. Este edificio será uno de los que inmortalicen la gloria de la época del Gobierno provisional, y del ilustre caudillo que en ese período tan difícil rigió los destinos de la República con tanta sabiduría, prudencia y maestría.”

En el Teatro Principal se celebró con el mismo objeto una función la noche del 5, poniéndose en escena el drama Una Audiencia secreta; la Ricci cantó un aria de Las Bodas de Figaro; Joaquina y María Pautret y Antonio Castañeda bailaron un "terceto nuevo," y la Mar

tínez cantó la gran aria de la ópera Parisina. Santa-Anna, que gustaba de darse el tono de que no ambicionaba las ovaciones, no concurrió al modesto Principal, pretextando hallarse algo indispuesto; ejercieron su representación en el espectáculo los Excelentísimos Señores Ministros.

Como de paso, pues no acabaría jamás si hubiese de dar cuenta de todos los espectáculos de esos días, citaré, por resultar en honor de un distinguidísimo bien hechor y patrono de artistas, un gran concierto que en el Teatro de Santa-Anna, y á beneficio de la Junta de Fomento de Artesanos, ofreció al público el acreditado profesor D. Agustín Caballero, con sólo los elementos que le proporcionaron sus discípulos de música y canto, á quienes sin estipendio alguno enseñaba.

Las alumnas Sritas. Guadalupe Barroeta y Antonia Aduna, cantaron unos dúos de Rossini con notable perfección; los alumnos D. Severiano López y D. Agustín Balderas, hicieron maravillas en el violín y el piano; D. José María Salot, compitió con ellos en el clarinete, y no obtuvo en el piano menor triunfo el también alumno D. Pedro Mellet: la heroína de la noche lo fué la Srita. Josefa Miranda, que en el aria final de Lucrecia Borgia, lució la firmeza y dulzura de su voz y su profundo conocimiento en la música.

Después de ese concierto escasearon las novedades: la Compañía de Opera Italiana que dos años antes había trabajado en los Gallos, dió en el Principal Belisario y El Barbero de Sevilla con escaso éxito, pues faltábale el auxilio de su prima-donna, la Castellán de Giampietro, que en esos días se encontraba en Europa, conquistando laureles en Londres y en París. Para celebrar el 15 de Setiembre, la Compañía del Teatro de Santa-Anna encargó á dos jóvenes mexicanos, cuyos nombres no he podido averiguar, una comedia en tres actos y en prosa y verso con el título de Una Familia en tiempo de la Insurrección. El reparto que se le dió fué el siguiente: D. Pedro, Rico Español, Sr. Hermosilla; D. Carlos, Teniente, Antonio Castro. D. Pablo, Capitán, Armenta; Teresa, Huérfana, Mariquita Cañete. D. Juan Contreras, General insurgente, Mata; Cimbrón, Coronel de Caballería, Barrera; D. Marcos, Teniente de ídem, Castañeda; Un criado, un sargento y un ordenanza. La acción ocurría el año 1810. El éxito no debió ser envidiable, pues los periódicos de la época callaron como muertos. Unicamente en una reseña de la Junta Patriótica, firmada por D. Francisco Carbajal, y fechada el 10 de Octubre, encuentro la siguiente referencia:

"En este año de 1844, se agregó el espectáculo de una pieza de teatro, compuesta por dos jóvenes mexicanos, la que ha sido criticada con dureza, y cuya ejecución se dice que no fué muy buena, habiéndonos hecho también el Director ó Directores del Gran Teatro

de Vergara el descubrimiento de que el año de 1810 y 1816 usaban ya los insurgentes los colores blanco, verde y encarnado del pabellón que se inventó en 1821. Este descubrimiento mereció sin duda un privilegio exclusivo."

Disculpemos aquel anacrónico patriotismo; "la Magdalena no estaba para tafetanes;" desde el 6 del mismo Setiembre, D. José Antonio de Irigoyen había fijado en una puerta del teatro, y publicaba en los periódicos, la siguiente bomba: "Debiendo concluir en principios del año entrante el arrendamiento del Teatro de Santa-Anna, del que soy depositario por nombradía que se me ha hecho en tres diversos autos ejecutivos en que se ha procedido á su embargo, y deseando que en la próxima temporada, se arriende por el mejor precio posible en beneficio de los acreedores, he creído conveniente publicar este aviso, para que los que quieran hacer proposiciones para dicho arrendamiento, se sirvan dirigírmelas."

Esto pasaba apenas á los siete meses de abierto el Gran Teatro. ¡Buena lección para los mexicanos que tuvieran la debilidad de atreverse á creer que contarían con sus compatriotas banqueros para dar vuelo á iniciativas de su espíritu de empresa!

No obstante, el de Vergara volvióse á vestir de fiesta el sábado 5 de Octubre para demostrar sus simpatías al Exmo. Señor Presidente, que, con no bien oculto escándalo de la sociedad, el 3 de ese mismo mes contrajo segundas nupcias con la Sra. Da Dolores Tosta, á los cuarenta días de muerta su primera esposa Da Inés García.

Los anuncios repartidos por la Empresa decían así:

"Tomando la Empresa de este Teatro la parte que debe en la satisfacción pública, por el matrimonio contraído por el Exmo. Sr. Presidente Constitucional D. Antonio López de Santa-Anna con la Exma. Sra. D Dolores Tosta, ha dispuesto una sobresaliente función para esta noche.-El salón del espectáculo y el edificio se adornarán é iluminarán extraordinariamente.-La Exma. Sra. Då Dolores Tosta de Santa-Anna, se ha dignado complacer á la Empresa concurriendo al espectáculo."

Al día siguiente, el Empresario de la Plaza de toros de San Pablo dió una corrida en celebración del mismo suceso; el programa es curioso; decía:

"Una marcha militar y una salva de artillería que hará un fortín puesto al intento, anunciarán la llegada de la Exma. Sra. Presidenta. Pasado el despejo del circo, se lidiarán tres toros de la acreditada raza de Atenco, y en seguida el mismo fortín repetirá la salva, descubriéndose un grupo de la América sostenida por los antiguos aztecas. Estos, en celebridad de su digna Presidenta, lidiarán con un toro, que en aquel acto saldrá adornado de listones y bandas, banderilleándolo y dándole muerte con una macana de fuego. Seguirán otros cuatro

toros de la misma raza, y por fin de función se iluminará el jardín y dos pirámides, en cuyos remates se verá el retrato de la Exma. Sefiora Presidenta, y vivas á sus Excelencias."

Los meses de Octubre y de Noviembre se pasaron celebrando las funciones de beneficio de los principales artistas de la Compañía del Gran Teatro. El beneficio de María Cañete se verificó el 16 del primero citado, con la segunda parte del Pilluelo de Paris: en el intermedio del primero al segundo acto, la orquesta tocó la obertura de La Caza de Enrique IV; á continuación se bailó el jaleo nuevo denominado: ¡Ay julepe! ¡Ay julepe! terminando con la divertida tonadilla nueva La Estera ó el Majo celoso, en la que la Cañete desempeñó la parte del majo, presentándose con el vestido propio, acompañada de la López y de Mata, quienes cantaron con la beneficiada las coplas de El Tripili. El resultado pecuniario de esta función fué bueno para la Cañete, que continuaba siendo la actriz mimada del público, y ello fué tanto más notable cuanto que los tiempos eran malos sobre toda ponderación. La dictadura de Santa-Anna venía haciéndose insoportable con tanta más exasperación cuanto que faltaba el dinero, al cual tantas veces se ha debido en México la paz, más, mucho más que á los méritos de los gobernantes. El cielo político estaba entoldado con nubes de tormenta, y el cuerpo administrativo presentaba rápidos síntomas de próxima descomposición.

Estas perturbaciones se hacían sentir en todo y para todo, y no pudo eximirse de sus efectos ni aun la bien organizada Empresa del Teatro Principal, compuesta por una sociedad de los abonados y de los artistas. En 26 de Noviembre, D. Rafael de Oropeza, como fiador que era de la renta del edificio, se hizo cargo de la explotación del espectáculo por quiebra de la Empresa, redujo cuanto le fué posible los gastos, y anunció que terminaría la temporada, siempre que el público acudiese en su auxilio, con la Compañía siguiente:

Actrices. Soledad Cordero, María Francesconi, Isabel Martínez y Ruperta Guerra.

Actores.-Juan Salgado, Miguel Valleto, Bruno Martínez, Manuel Rivas, Evaristo González, Angel Padilla, Manuel Mancera, Amador Santa Cruz, José Merced Morales y Aniceto Cisneros.

Diez días después, es decir, el 6 de Diciembre del mismo año de 1844, la levantisca guarnición de la Capital, excitada por el Congreso, secundó el pronunciamiento iniciado en Guadalajara por el Gral. Paredes, basado en la resistencia de Santa-Anna á dar cuenta de sus actos como Presidente provisional, y hecho fácil en México por el torpe golpe de Estado del Presidente interino D. Valentín Canalizo, que suspendió las sesiones del Congreso; los Coroneles D. Luis Herrera y D. José Uraga, llamaron á la vez á la rebelión á la ínfima plebe, pronta siempre á sacar provecho del desorden; el Gral. D. José Joa

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quín de Herrera, como Presidente del Consejo de Gobierno, fué llamado á encargarse del Poder Ejecutivo, y la Administración de D. Antonio López de Santa-Anna dejó de pesar sobre el país, cuyo Congreso declaró á los pocos días no reconocer á Santa-Anna como Presidente de la República, y decretó se le formase causa.

No es este el lugar en que quepa manifestar la justicia que hubo en el fondo de aquel pronunciamiento, y sólo hacemos á él referencia por 10 que á nuestro asunto del Teatro toca.

La villana plebe, que sin conciencia ni discernimiento lo mismo vitorea al poderoso en su auge, que insulta al ídolo caído, hizo aquel día á Santa-Anna blanco de los más atroces y soeces insultos. En el cementerio ó panteón de Santa Paula y sobre una columna, levantábase una urna conteniendo el pie y pierna que una bala francesa arrancó en el muelle de Veracruz, el 5 de Diciembre de 1838, á dicho general. La adulación había alzado ese monumento á aquel despojo, y la bajeza de todos había consentido en ello, cuando Santa-Anna era ó se había erigido en ídolo de sus compatriotas. Ningún derecho tuvo la plebe para destruir ese monumento, apoderarse de la urna y pasearla por las principales calles, al son de una música cuyo compás marcaban algunos miserables pegando con sus bastones en esa urna.

Menos derecho tuvieron esa plebe y sus directores para invadir como invadieron el Gran Teatro, y destruir como destruyeron la estatua de yeso que en el patio de entrada ó desahogo había levantado á Santa-Anna la gratitud de D. Francisco Arbeu. "El día de ayerdijo El Siglo-no se pudieron librar de la indignación pública el pie del Gral. Santa-Anna que se encontraba en el Panteón de Santa Paula, y la estatua de yeso del mismo General, situada en el Teatro de Vergara. Hoy está ya descendida la de bronce erigida en la Plaza del Volador, picado el busto de Santa-Anna que se hallaba sobre uno de los balcones de la Sociedad de la Bella Unión, y borrado su nombre en el frontispicio del nuevo Teatro."

De resultas de esa determinación, la Empresa llamó á ese Teatro en los primeros días del nuevo orden de cosas, Teatro de Vergara, y en los programas del día 15 de Diciembre usó ya, y por primera vez, el título de Gran Teatro Nacional.

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