Imágenes de páginas
PDF
EPUB

(que le miraban como á Santo), y principalmente la estimación de Dios, que no es aceptador de personas.

Basta esta noticia breve, pero bien merecida, de la vida y virtudes del Venerable hermano Rafael Ramírez, puesta y expresada con la ocasión de haber pasado á estas Indias para la conquista del Dorado, y de haber abierto los ojos para reconocer la vanidad del mundo, en la isla de la Trinidad y en la Ciudad de la Guayana, en donde estábamos. Ahora, dejada ésta por los motivos que ya se han dicho, nos volveremos á los Llanos para atender á nuestras misiones que anhelaban el descubrimiento de nuevas parcialidades y fundaciones de pueblos.

CAPÍTULO XXIV

REFIERE EL MISIONERO DE CASANARE SU ENTRADA Á ONOCUTARE POR EL RÍO META, EN DEMANDA DE OTROS INDIOS DE LA NACIÓN ACHAGUA.

En el Capítulo XVI de este libro dejamos al Padre Neira trazando su viaje para Onocutare, que tenía ideado para cuando pasase el invierno. Tan luego como dieron treguas las aguas, bajándose los pantanos, y dando fácil acceso los ríos, partió para dicho sitio, en demanda de unas parcialidades de Achaguas, de quienes tenía noticia; pero porque este viaje tiene muchas circunstancias dignas de que se atiendan y estimen, me ha parecido conveniente insertar en este Capítulo una relación suya, que hizo sobre esta entrada, con la ocasión de dar noticia de todo al señor General D. Diego de Egües, Presidente de este Reino entonces, á quien, como á tan amante de la Compañía y celoso del adelantamiento de las misiones, y fomentador de ellas, la envió el Padre Alonso de Neira; y se pondrá aquí para que atienda sus cláusulas una por una quien las leyese, pues por ser este un papel familiar, escrito con ingenuidad y llaneza, es más digno de todo crédito y estimación, y es como sigue:

"Al fin quiso Nuestro Señor que se efectuase la jornada tan deseada á Onocutare; mucho lo deseó y fomentó Usía, y así para que vea logrado el término de sus deseos he de contar á Vuestra Señoría muy por menudo los sucesos de ella.

"Lunes 17 de Noviembre, salí del Puerto en compañía de solas once almas, indios Achaguas, y habiendo bajado el Casanare cuatro días, á las dos de la tarde desemboqué en el río de Meta, al són de un clarín que llevábamos, para espantar con su clangor á los indios Guagibos y Chiricoas, cuyas candeladas veíamos por las playas. Cosa de dos horas seguimos Meta abajo, con grande resistencia de los vientos, que al entrar en dicho río se levantaron y alborotaron de tal manera que el río hacía oleaje como el mar.

66

"Del Meta nos entramos por la boca del río Amaturí, en cuyas riberas hallamos muchísimas balsas (este es cierto género de embarcaciones) hechas á modo de canoas, y dijeron los indios que serían de Guagibos, que habrían pasado hacia Apure á matar ganado cimarrón, para sacar el cuero para sus rodelas; por esta causa los indios subieron una distancia considerable, y allá en un monte escondieron las piraguas para que no se las llevasen los enemigos.

"Desde el río Amaturí nos pusimos en tres días por tierra á legua y media del pueblo, distante de dicho río poco más de veinte leguas; como veníamos sin camino alguno, sino por pajonales, pantanos y arcabucos espesos, no podíamos hacer largas jornadas, á lo que se añade el detenernos á hacer puentes á tres ríos, el primero llamado Caracata, el segundo Ascaricutí, el tercero Atanare. Desde este río enviamos al guía con otro indio al pueblo por alimentos, porque los indios, cuidadosos más de la vuelta que de la ida, habían dejado cerrado el matalotaje en Casanare, en un monte, pensando llegar más presto de lo que llegaron, y así llevamos corto matalotaje; enviamos, pues, al guía por delante en busca de matalotaje, y fuimos siguiendo sus huellas. A pocas horas de camino volvieron en compañía de dos Achaguas del pueblo, á quienes hallaron en sus labranzas, distantes de dicho pueblo legua y media; mucho nos consolamos con su venida, y en su compañía pasamos á sus pobres chozas.

66

Aquí estábamos entrada ya la noche, cuando llegó el Cacique principal del pueblo á recibirnos, con gran parte de sus indios, y trajeron muy buen refresco de comida. No había visto el Cacique en su vida hombre blanco alguno, pero las atenciones del indio no dejaron de causarnos admiración en un bárbaro; recibióme abrazándome á nuestro modo, y mostrándome la comida. que traía, y volviéndose á los Achaguas que venían conmigo les dijo:-"Yo no os conozco ni sé cómo os he de llamar, tíos, primos, ó cuñados; mañana á la luz del sol lo verémos," y dicho esto hizo colgar su hamaca junto á la mía, y se estuvo sustentando conversación hasta media noche: varias fueron las materias que tocó el indio, las principales fueron, en orden á dar la razón de no haber ido á verme antes al Puerto.

“Mi hermano mayor, me dijo, no pudo ir á verte cuando tú llamaste, porque como estamos tan lejos del río Meta, no tenemos piragua en que ir, y si nos detenemos en la ribera á hacer piragua, mientras tanto vendrían nuestros enemigos Guagibos y nos matarían, Cuando enviaste tu palabra, seis lunas há, quiso mi hermano ir á verte en la canoa del indio que enviaste, pero tuvo vergüenza de ir vacío desde tan lejos, y así fué con algunos de sus indios á tierra-dentro por algunas cosas que llevarte; ya

le

estaba de vuelta, cuando en un arcabuco le asaltó un tigre y hirió de tal manera que murió, y su mujer volvió viuda con sus dos hijos, sobrinos míos.

"Tras todo eso, viendo que los soldados andaban cogiendo. gente, te enviamos tres indios para que les dieses un papel para que enseñándolo á los soldados y á estos hombres del Tocuyo y Barinas, no nos hagan mal, como lo han hecho en los años pasados con muchos de nuestros parientes, que nos tienen por allá ; ya iban su camino, y pasando el río Ascaricutí, se les cayó el cazabe de su matalotaje, y así se volvieron otra vez. Hemos querido enviar otra ocasión los mismos indios, pero son tantas las candeladas en el Meta, de nuestros enemigos los Guagibos, que no nos hemos atrevido á ejecutar el viaje.

"Estas y otras cosas decía el buen Cacique, admirado muchísimo de verme en sus tierras, y así decía "al fin, Padre, viniste acá, viniste á nuestra tierra y te vemos aquí." Recogióse á media noche á dormir, y apenas durmió el primer sueño cuando volvió otra vez á salir, y me dijo que dispusiese las cosas de manera que subiésemos presto al pueblo, para que no me picase el sol, instó tanto en eso, que me hizo decir misa al amanecer. Causáronme cierta admiración algunas atenciones del indio, por ser bárbaro, como fué pedirme la mano para pasarme por un puente estrecho, y decirme que diese el manto á un indio de aquéllos, para llevármelo, porque tanta ropa me daría calor; al fin habiendo caminado una legua, el indio se adelantó, pidiéndome licencia, para hacer componer el rancho donde nos había de hospedar.

"Entré al fin en el pueblo, bendito sea Dios! llevando por delante mis once bogas muy bien vestidos, y uno de ellos iba tocando el clarín; la gente del pueblo estaba en gran parte subida sobre las casas y árboles del mismo pueblo; con este acompañamiento llegué á la plaza, enmedio de la cual estos indios tenían una casa que llaman el Daury, equivalente al mentidero que suele haber en algunos pueblos de España; en esta casa se juntan los indios por las tardes, habiendo venido de sus labranzas, allí cuelgan sus hamacas y se están colgados parlando en ellas, contando cuentos toda la tarde, y en estas casas hacen los indios Achaguas su chubay, que es una de sus más célebres borracheras; así hacen esta borrachera con grandes supersticiones, porque los indios embijados cubren sus cabezas con cabelleras de quitebe y azotan á los muchachos, para que no digan palabra de lo que allí oigan, á las mujeres, porque es agüero entre ellos muy temido, que si los muchachos dicen cosa que allí oigan á alguna guaricha, la tal guaricha ha de morir muy presto, y,por esta causa este Daury se tapa muy bien, para la dicha borrachera,

que en otros tiempos está abierta por la banda de las brisas, como lo estaba cuando llegamos nosotros.

"Entramos, pues, en esta casa, que habían barrido y regado muy bien; tenían en ella una ringlera de asientos, los más de ellos de respaldo, hechos con mucha curiosidad, que la tienen grande estos indios, y estas sillas estaban forradas en cueros de lobos de agua: señalóme el Cacique la silla principal, en la cual me senté, y en las demás se sentaron los indios compañeros míos, entonces fueron viniendo por hileras los indios, saludando á cada uno de por sí y á mí entre ellos, y á todos los fueron graduando, á los unos llamaban tíos, á los otros nietos, á mí los grandes me llamaban "mi Padre," y los mozos "mi abuelo;" tras de ellos vinieron las indias trayendo grandes vasijas de sus mazamorrales, bebidas de tal manera dispuestas que sirven para el hambre y la sed, y habiendo recibido este agasajo fuí dando audiencia á los indios principales, que me exponían sus quejas.

"Padre (decían) ; qué hemos hecho nosotros á estos blancos de Barinas y de Tocuyo, que así nos han perseguido y nos han llevado gran parte de nuestros parientes, que allá nos tienen, sirviéndose de ellos como de macos? nosotros no les hemos tentado sus haciendas, ni muerto á ningún blanco, pues, ¿ por qué, estos blancos, como si fueran Guagibos, nos persiguen? por su causa andamos años há de tierra en tierra; aquí nos hemos metido huyendo del Casanare, en cuyas riberas cogieron á nuestros parientes. Ni aun aquí nos tenemos por seguros, pues en todos los veranos dejamos el lugar y nos metemos por esos arcabucos espesos y cerrados de atolladeros, y allí estamos sin encender fuego, porque no nos rastreen por los humos, y aun allí, por momentos, estamos temiendo que den sobre nosotros, y nos parece que oímos el ruido de los caballos. Cuando volvemos, por el invierno, ya hallamos nuestras labranzas comidas de los Guagibos, y hechas un monte por desyerbar; ni podemos hacer labranza considerable, porque en los veranos (que es cuando se ha de rozar) andamos escondidos.

"De esta manera iban proponiendo sus lástimas, á las cuales respondí, que olvidasen sus trabajos, y que yo había venido para aliviarlos en lo sucesivo: todas éstas eran pláticas particulares, mas como las causas eran comunes, me pareció dar respuesta á todos en común, y así, tocando el clarín hice juntar á todos, hombres y mujeres, y fuí respondiendo y satisfaciendo como pude á sus lástimas, y dándoles razón de mi venida, y causas de no haber venido antes; la plática fué toda civil, porque no daban lugar á más las materias que se tocaban, y por aquel día parecía que todo estaba compuesto, y bien empleada mi venida; pero como el demonio es sutilísimo, aquella noche turbó al pueblo de modo

que á no saber un poco de su lengua se hubiera frustrado nuestra misión; y esto no se supo hasta que vimos atajado el fuego, en virtud de la plática segunda espiritual que les hice, declarándoles el fin de nuestra venida, explicándoles para eso quién es Dios, qué es nuestra alma, qué la gloria y qué el infierno, y el modo de vivir de los de la Compañía. Grande fué la emoción que esta plática les causó; empezaron allí los que acudieron (que no fueron ni aun la mitad), á confesar sus falsos temores, y á alabar la sustancia de los puntos que les toqué; y al levantarme de la silla, salió un indio de junto á mis pies y dijo á voces: “ah, bien hice yo en ponerme tan cerca del Padre, no le he perdido palabra, ayer por haberme sentado lejos le perdimos"; en virtud, pues, de esta plática se sosegaron sus corazones, alborotados por el dicho de unos Achaguas de la Nación Saliva, recién venidos.

La Nación de los Salivas es Achagua en costumbres, trajes y ceremonias; pero en su lengua son tan diferentes como Vizcainos y Castellanos.

Sin embargo, hay muchos indios de madre Saliva y de padre Achagua, y saben ambas lenguas; y así, como lo voy ya estudiando, con facilidad podré escribir la dicha lengua, y en teniendo noticia, pasar á su provincia. Algunos, pues, de estos Salivas estaban en el Orinoco poblados con unos Achaguas; allá llegaron unos soldados con su capitán Pedro Navarro, faltos (según se discurre) de bogas, por habérseles ido algunos, por lo cual se vió obligado á prender y manotear á cinco indios Salivas que halló á las manos; llegó el Padre Francisco de Ellauri á reconocerlos, y viéndolos con cuentas azules en las orejas y otras divisas de la Nación Achagua, suplicó que soltasen á aquellos Achaguas, porque así se lo había encargado el doctrinero del Puerto; soltáronlos, mas ellos apenas se vieron libres, cuando dejando sus tierras, en tres días se pusieron en este pueblo de Onocutare. Estos, pues, regidos más por la primera impresión de que los hombres blancos los maniataron, y no de la consideración de que otro hombre vestido como yo los libertó, se huyeron la noche misma, y por su causa muchos de los del pueblo se retiraron á sus arcabucos á dormir, llevándose consigo la chusma de los niños; éste fué el discurso de los Salivas: "este hombre blanco envió á pedir matalotaje, y no parece que se le pudiera acabar tan presto el que sacaría de su tierra, si viniera con él tan poca gente como vino aquí; él la dejaría escondida para dar sobre nosotros, ¿cómo es posible que un hombre blanco se atreva á venir aquí solo? no andan los blancos así sino con otros blancos; dejó sin duda por ahí escondidos á los compañeros," etc.

"Cuando desengañados me dieron cuenta de esto, mandé tocar el clarín, híceles una fortísima plática, y les dí cuantas razo

« AnteriorContinuar »