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del Padre José Cavarte, como se dijo arriba; llegaron á los Amarizanes después de un viaje dilatado de muchos días, y de los inseparables trabajos que traen consigo peregrinaciones semejantes, de los cuales se podía decir mucho, si la calidad de éstos no fuera tan semejante á la de los del viaje del Padre Neira. Fueron recibidos de los Amarizanes, no con la esquivez y recelo que la vez pasada, ya por la noticia que tenían de que habían de volver á sus tierras los misioneros antiguos, como porque esperaban los obsequios traídos de Santafé. Agasajaron á sus huéspedes según su estilo y usanza, concurriendo los indios á porfía con sus vasijas de bebidas de varias especies y colores, según la calidad de la fruta de que las sacan, pues siendo moradas unas, amarillas otras y negras muchas de ellas, era natural la variedad ya dicha. Correspondieron los Padres con el religioso agasajo que acostumbran con estas gentes, repartiéndoles algunos donecillos de los que ellos estiman. Era el intento principal de los Superiores, como apunté arriba, que se informase el Padre Mateo Mimbela de cuanto podía conducir para dar las providencias convenientes á las misiones del Airico; y así pasó á inquirir las cosas conducentes al intento, para dar parte de ellas á los Superiores después de bien averiguadas. Cuatro puntos sustanciales fueron los que averiguó, conviene saber: el gentío de que hubiese ciertas noticias en el Airico; la dificultad ó dificultades que ocurrían para el entable de nuestra Santa Fe; si podía haber comercio desde el Airico con la nación Saliva del Orinoco, y la calidad de las tierras con las distancias de San-Juan y dificultades de los caminos. A todo dió entero cumplimiento como se verá ahora, de cuyo sincero informe se han sacado muchas noticias que dejo escritas en el capítulo XI' del Libro primero de esta historia, y aquí añadiré otras muy importantes, que pertenecen á este capítulo como su lugar propio.

En lo que toca al gentío del Airico averiguó, que los pueblos de la nación Achagua eran diez y siete; pequeños todos, y según el mejor cómputo que se hizo, tendrían unos con otros 1,700 almas; los más de estos pueblos distaban entre sí una ó dos jornadas; verdad es que en la exploración de Barragua, de que tratamos en su lugar, descubrió Chepe Cavarte veintiún pueblos, y aunque el Padre José Cavarte da á entender en una de sus cartas que eran Achaguas todos, pudo haber equivocación sobre la gente de algunos, teniéndolos por Achaguas siendo Salivas ó de otra nación, equivocación que es fácil de cometer por ser tan general la lengua Achagua. y pasar por tales á primera vista, por hablar el idioma ó por estar incorporados en un pueblo Salivas y Achaguas, como sucede, y á esto me inclino más.

Acerca de las dificultades que ocurrían' para entablar nues

tra Santa Fe entre estas gentes, fueron de no pequeña consideración las que averiguó el Padre, pues fuera de la inconstancia, embriaguez y vicios comunes á todos los indios, tienen notable desahogo en la sensualidad; entre ellos está lejos de parecer reprensible la poligamia, sin tener respeto al parentesco de afinidad, casándose á un tiempo con dos hermanas, y con madre é hija, pero el parentesco de consanguinidad es tan sagrado entre los Achaguas, que aunque el grado sea muy remoto, por ningún caso se mezclan con sus parientes, aunque para casarse tengan que ir á pueblos muy distantes; es usado entre ellos el repudio, y éste no sólo es permitido á los varones, como entre los Hebreos y Romanos, sino también á las mujeres, para lo cual no es menester más causa que un antojo, sin más solemnidad que aquellas palabras, "te dejo libre," o apartarse, y contraer otro matrimonio.

En el punto de la creación conciben tan vilmente, que algunos piensan que descienden de unas culebras llamadas en su lengua Amarizán, y por eso llaman Amarizanes á estos indios; otros que los murciélagos, y los llaman Isirriberrenais, porque Isirri significa el murciélago en el idioma de esta Nación; á otros los tienen por descendientes de los tigres, á otros de los zorros, y á otros de otros animales y pájaros. Es verdad que no todos están en el error dicho de tan ridícula descendencia; y el llamarse con semejantes nombres no es siempre porque se crean descender de los animales, sino por modo de bufonada ó chanza, con que se dan cordelejo, como dicen, unas parcialidades con otras. Colíjese esto de la palabra Cuisaunasí, que significa

y

chanza ó burla, y es con ella que se les pregunta, y así para saber de qué parcialidad es uno, si de los Aniarizanes o si de los Isirriberrenais, se les pregunta cuál es su chanza, y entonces responden ellos la parcialidad de donde son.

Los odios, á fuer de herencias, pasan de padres á hijos, y suelen los ancianos repetir frecuentemente los motivos de las disensiones, para hacer casi imposible la reconciliación. Los Achaguas son cobardes, y cuando tratan de vengarse, ha discurrido el odio una traza muy notable para quitar en las refriegas la idea de los peligros, que podía hacerles caer las armas de las manos, y es tomar en estas ocasiones más cantidad de yopa de la cual hablamos arriba, á fin de que trastornada la razón, obre solamente el rencor y el enojo. Toda la autoridad de los Padres, y las fieras amenazas de los cuatro soldados que se hallaban en el pueblo de Etarí, apenas alcanzaron á recabar de los Amarizanes que no ensangrentasen sus manos con la muerte de ocho indios que llegaron de otro pueblo, de quienes se sospechaba que habían hechizado en meses anteriores á dos mozos Amarizanes; pero aunque se solicitó con mil instancias la amistad de unos con otros, se malograron todas las diligencias.

En lo tocante al tercer punto, de si podía haber comercio desde el Airico con la Nación Saliva del Orinoco, resultó que hay varios caminos para comunicarse con las demás Naciones del Orinoco, porque el río Guaviare, que fué por donde bajó el Padre Cavarte, desde la jurisdicción de San-Juan, y por donde salió á Sabana-alta el Padre Mateo Mimbela, desemboca en el Orinoco, dos ó tres jornadas más arriba del sitio donde asisten algunos Salivas; verdad es que cuatro jornadas más abajo de Etarí tiene el Guaviare unos raudales muy peligrosos, en donde perecieron hará treinta y cinco años algunos Caribes, con los Macos que habían arrebatado en el Airico, y de otros Caribes llamados Camunibas, poblados no lejos de la boca del Ariari; pero este naufragio y pérdida fué, según cuentan los Achaguas, por no querer dar un corto rodeo llegándose á las orillas del río, por donde sin riesgo podían pasar sus bajeles, pareciéndoles que era ajeno de su valor y destreza en gobernar las Curiaras, no atropellar por los riesgos que les ofrecían los raudales; pero dado caso que esta navegación fuese peligrosa, están á corta distancia de donde asistían los Padres los ríos Dubarro y Vichada, por los cuales se puede bajar al Orinoco con toda seguridad.

Pasando ya al último punto, de la calidad de las tierras del Airico, los caminos y distancia de San-Juan, averiguó con la permanencia de muchos días, que el temple es cálido pero no con demasía, la tierra parece sana, principalmente si sacan de las montaña las Naciones y se pueblan en las orillas de los campos que, despejados de árboles dan lugar á que los bañen los aires; dos argumentos hay que prueban bastantemente la sanidad del Airico; es el primero la uniformidad del temple, no expuesto á las mutaciones que suelen notarse en otras tierras distantes; el segundo es la robustez de los indios, lo cual es más de admirar, atendiendo á que sus mantenimientos son muy débiles, pues su ordinario sustento es el cazabe y la bebida el sucube que se hace de la misma raíz de yuca de que labran el cazabe, y aunque los ríos y quebradas abundan en pescados, no obstante, en el invierno carecen de él, porque las crecientes no dan lugar á sacarlo. En ese tiempo suplen su falta con iguanas y tortugas que flechan con gran destreza, con micos, monos, papagayos, y tal cual vez con algún venado ó danta; á falta de todo esto les ha enseñado la necesidad (gran maestra en las apreturas del hambre) á hacer usuales y corrientes varias especies de sabandijas asquerosas, de que pudo dar razón, por habérselas visto comer. Hay unas hormigas, no sólo en el Airico, sino en los territorios del Meta, casi del tamaño de una avispa; gusanos que se crían en los árboles, semejantes á las que llaman orugas los españoles, y otros más asquerosos que éstos pues son peludos y se amonto

nan como racimos en los árboles entre las telarañas; de todo esto hacen platillo los Achaguas y de ellas se mantienen en el invierno. Cuécenlas en ollas, de ordinario sin sal, después las echan en sus platos ó totumas, y se ponen en rueda con su cazabe, allí lo van mojando en el caldo, y entre bocado y bocado se van interpolando los gusanos y las hormigas. Otras hormigas se crían más notables que las pasadas y son las que tienen alas; de éstas suelen salir á enjambres de la tierra en tiempo de lluvias, y es tanta la propensión que tienen á este género de comida, especialmente los muchachos, que ha sucedido muchas veces estar rezando el Padre con ellos en la iglesia, y levantarse de repente muchos enjambres de éstas, de las concavidades de la tierra, y sin ser poderosas las palabras del Padre para que se estén quietos, ni la severidad del fiscal, se inquietan de golpe todos, así niños como niñas, para mirar y andar á la rebatiña, á cual más puede, inquietos y alborotados á caza de sus hormigas voladoras; éstas las cogen á puñados, y sin esperar á más plazo, se las comen crudas y vivas, como lo hacen las gallinas; otros las guardan para después, y entonces las tuestan al fuego y se las comen.

Las tierras del Airico son muy fértiles, lo cual se colige de que las pocas semillas que han tenido y sembrado á poca costa, les dan con abundancia el sustento. Carecen de la sal, que en todo el Airico no se saca. Dicen que á pocas jornadas del pueblo de Etarí, en la otra banda del Guaviare, hay una salina, que no se han atrevido á labrar, inducidos de un vano temor de que les ha de costar la vida si la benefician.

Hay dos caminos desde Sabana-alta hasta el Airico, por los cuales se puede andar: por agua, embarcándose en el Ariari, en un sitio llamado Chunaipe, tres ó cuatro jornadas de Sabanaalta; por este río se baja á encontrar con otro más caudaloso que se llama Guayabero, el cual, perdiendo su antiguo nombre cuando se junta al Ariari, se llama Guaviare; en el camino de tierra se sigue una loma, sin embarazo de río, quebrada ni otro mal paso; ambos caminos se pueden hacer en catorce ó quince días, con esta diferencia: que en la medianía del viaje por agua, se encuentran unos pequeños pueblos de Guagibos (si no han desamparado el sitio como suelen) donde se puede adquirir algún matalotaje de plátanos y cazabe, pero el viaje por tierra es por lugares desiertos hasta el mismo Airico, bien que está libre de la molestia de mosquitos, de que abunda el Guaviare, con notable exceso al río de la Magdalena. De lo dicho se colige que se puede ir desde Santafé al Airico en veintidós ó veintitrés días, si por las mulas ú otro accidente no hubiere falta. Estas son las noticias que entonces se pudieron adquirir; después se conseguieron otras que pueden ser muy útiles en algún tiempo, por cuya cau

sa quedan referidas aquí con algunas circunstancias al parecer menudas y de poca importancia, pero de mucha si se atiende al fin que se desea.

CAPÍTULO V

FOMENTANSE LAS MISIONES DEL AIRICO, Y ES MUY CORTO EL FRUTO QUE SE SACA DE ELLAS.

Ya he dicho que los intentos de los Superiores, eran unir las misiones del Airico con las del río Orinoco, persuadidos de que por los ríos que entran en él se podían comunicar los Salivas, y agregarse muchos en ese sitio, para poblarse, huyendo de las hostilidades de los Caribes. Esto, junto con las noticias ciertas de los diez y siete pueblos de que poco há hicimos mención, y de lo que informó el Padre Mateo Mimbela cuando volvió de su exploración, dió aliento á los Superiores para probar fortuna, no obstante las dificultades que ya miraban, no siendo la menor de todas la calidad de los mismos indios, difíciles de domar en sus propias tierras, tan sumamente distantes de los blancos, que son quienes los reprimen, pues aunque de suyo son dóciles, es mucho lo que puede en ellos la libertad de su gentilismo, las supersticiones y los vicios, convertidos en naturaleza ya por la posesión de tantos años.

Para esto, y para mayor estabilidad de la misión, en unas tierras tan remotas y tan apartadas del comercio de las poblaciones cristianas, procuraron que se fundase un hato de ganado vacuno, como de hecho se ejecutó, trasportando, no sin graves dificultades, una buena punta de ganado con algunos caballos de vaquería. Entraron asimismo dos misioneros de refresco, que fueron los Padres Tomás Varela y Félix Cujía, europeos ambos, aviados en un todo de cuanto habían menester, lo cual franquearon liberalmente los Superiores, pues sólo lo que llevaba el Padre Cujía importaba más de $ 500. Habiendo llegado al Airico los dos Padres, procuraron el adelantamiento de la misión, atrayendo por todos los medios que estaban á su alcance á aquellos ciegos gentiles al conocimiento de Dios.

Pero aunque es verdad que el pueblo de San-Javier de Etari había ya subido al número de trescientas almas, desde la cortedad de cien que fueron los que encontró el Padre Alonso de Neira cuando bajó á ese sitio, Quirasiveni era muy poco lo que medraba, pues sobre ser cortísimo el número de los poblados, se componía de indios forajidos, cristianos, fugitivos de otros pueblos, y daba muy cortas esperanzas de su aumento, y de que se agregasen más familias, ni á él ni al pueblo de Etari, por estar

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