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cieron una rogativa sacando al Santo en procesión, movido el Padre del dicho de un cristiano nuevo que dijo:-"Si San Francisco Javier saliera en procesión todos estuviéramos con salud;" premió el Santo la confianza de este indio y la fe de los demás, pues apenas paseó las calles cuando cesó el contagio totalmente. Otros muchos casos han sucedido que eran dignos de saberse, como el de un vecino de estos Llanos que sufría del mal de piedra, é hizo la novena de San Javier para alcanzar la salud; al quinto día echó una piedra bien grande con abundancia de sangre corrupta. El mismo vecino, cuyo nombre es Ignacio González, en otra ocasión, encomendándose al Santo, casi para morir, arrojó otra piedra y mejoró.

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Estas y otras misericordias ha hecho el Señor en esta cristiandad nueva, como en la Iglesia primitiva, para confirmar á los fieles, pues así como en ese tiempo obraba prodigios para que aquellas nuevas plantas se arraigasen, así en éste ha usado y usa de estas singulares mercedes, para afianzar en la fe á los que nuevamente se convierten, y esperamos en su infinita piedad que continuará estos favores, para que, alentados con ellos los nuevos hijos de la Iglesia, la miren como á madre, perseverando en su servicio con gloria de Dios y bien de las almas,

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Quiero concluír este capítulo y el Libro 5.° también con un riesgo de ahogarse que tuvieron el Padre José y sus compañeros, del cual los libró Dios en el río Sarare; favor que reconocieron todos y atribuyeron á la poderosa intercesión de Nuestro Padre San Ignacio: fué el caso que, navegando en ese río, en una de las entradas que hicieron al monte, al revolver de una ensenada dieron en una arrebatada corriente; volaba y zozobraba la embarcación con precipitada ligereza; no era posible detenerla ni gobernarla, por componerse de unos leños atados entre sí con bejucos. Diéronse todos por perdidos, y más cuando vieron que ya la balsa á estrellarse contra un tronco. Faltos de consejo, no pensaban ya sino en salvar la vida echándose á nado al río y clamar al Cielo con la eficacia á que les compelía el peligro; clamaron á voces, "San Ignacio!" y fué cosa de notar, que lo mismo fué invocar al Santo que hallarse, sin saber cómo, á orillas de una playa en un remanso del río; favor especialísimo fué este que reconocieron hasta los indios chontales, que aunque no teinen al agua por estar ejercitados en nadar, clamabau también, "San Ignacio!" Esto sucedió el 17 de Febrero de 1717, y de ello fuerou testigos cuantos experimentaron el riesgo, y entre éstos el mismo Padre, quien afirina que no sabe cómo ni de qué manera fué aquello de hallarse de repente en la playa cuando se daba por perdido; lo mismo atestiguan el Capitán Zorrilla y otras muchas personas de crédito que se hallaron presentes.

Todos estos pasos y peligros, y otros muchos que omito, ha costado la reducción nueva de Nuestro Padre San Ignacio de los Betoyes, á la cual no deja de hacer guerra todavía el común enemigo para arrancarla del jardín de la Iglesia y volverla á las malezas del monte, donde la tenía antes como suya. El año de 1727 estuvo á pique de perderse todo el pueblo; una noche no se oía otra cosa que clamores de guerra, estrépito de tambores y gritería de ánimos despechados para volverse á la montaña, tanto que un indiecito de pocos años, viendo la rebelión de sus parientes, fué corriendo á donde el misionero y le dijo:-"Padre, que se pierde el pueblo." Allí se vió en peligro de morir el Capitán Zorrilla, que había concurrido á sosegarlos, porque ya un indio le tenía apuntado al pecho un arpón para matarle con él. Todo se sosegó por fin con la prudencia y buen modo del Padre, desvelado casi toda la noche en sosegar á unos y á otros, precaviendo todos los lances que podían suceder. Se ve bien claramente cuánto caudal de celo, de constancia, de sagacidad y de prudencia sean necesarios para dominar á estas gentes tan bárbaras y montaraces, cuánta caridad para sobrellevarlas y sufrirlas, y cuán necesario sea para el feliz éxito de semejantes empresas un ánimo constante y varonil, que no se rinda fácilmente á las dificultades, ni vuelva las espaldas al enemigo, antes bien, poniendo su confianza en Dios, ha de estar preparado con ánimo heroico y espíritu de soldado de la Compañía de Jesús, á vencer las dificultades, acometer los peligros, y más cuando se ven vencidos con el favor de Dios tantos obstáculos, desencastillado el demonio, y librados de su tiranía tantos infelices que hoy día pasan de 1,200 por todos, contando los que fallecieron y los que quedaron vivos; ocupando aquéllos las sillas de la triunfante Iglesia por caminos tan extraordinarios, y floreciendo la Iglesia militante con éstos; reducido lo que poco antes era habitación de fieras á un pueblo numeroso y cristiano, edificado un templo tan rico de alhajas y ornamentos, para honra y culto del verdadero Dios, y finalmente trocadas tantas naciones de racionales fieras en cristianos por los apostólicos trabajos de su misionero; y espero en Nuestro Señor que ha de ser de gran gloria suya este pueblo, y ha de perseverar constante en la fe, á lo cual no dudo concurrirá Su Majestad, pues ha tomado por tan suya esta cristiandad nueva, según lo ha manifestado hasta aquí con los singulares favores que se han visto, y más si el Señor de la mies con su divina Providencia es servido de enviarnos muchos varones apostólicos que nos ayuden á echar la hoz de la predicación evangélica, para poblar las sillas de la gloria, la cual sea dada á Dios y á su Madre Santísima.-Amén.

LIBRO SEXTO.

Del entable de otras nuevas reducciones á las orillas del Meta y sus circunvecinos ríos, constancia de algunos de estos pueblos é inconstancia de otros.

CAPÍTULO I

DÁSE PRINCIPIO Á LA REDUCCIÓN DEL BEATO JUAN FRANCISCO REGIS DE GUANAPALO, Á LAS ORILLAS DEL RÍO META.

Vivía violentado el celo de la Compañía de Jesús en las estrechuras que hemos visto, porque si bien se entretenía en las empresas referidas, quedaban muchas otras naciones que avivaban aquel fuego sagrado, heredado de su Santo fundador. Santamente impacientados sus fervorosos hijos, se lamentaban de la tiranía del demonio, que tenía en las prisiones del gentilismo tanto número de infelices, y quisieran, como sacres generosos, levantar el vuelo y abalanzarse á la presa, pero los detenían las dificultades que les salían al paso, cuando la divina Providencia, que tiene echados sus compases desde abeterno con su sabiduría infinita, y que á su tiempo llama á los gentiles, según los secretos incomprensibles de la predestinación eterna, nos abrió la puerta para nuevas empresas y reducciones, en esta forma.

La nación Achagua, que estaba dividida en varias parcialidades que se hacían continuas guerras, fué menoscabándose, porque se mataban unos á otros, ya ocultamente con veneno, ya descubiertamente en batalla campal. Eran muchas las capitanías al principio y bien populosas, pero reducidas con el tiempo á corto número, entraron en bien fundados temores de que subiendo la Caribes los cautivarían á todos, por ser tan aventajados éstos así en el valor y las armas como en el exceso de la gente.

No se les ofreció otro medio más oportuno, que buscar á su antiguo Padre, que los había acompañado tantos años en el Airico, aunque sin fruto, y sin embargo de distar sus poblaciones muchas jornadas del río Meta, se vinieron á él algunas familias y se poblaron en un sitio llamado Juaría, como á media legua de distancia de dicho río. Asistióles en este paraje, por orden de los Superiores, el Padre Cavarte, como dos años, pero se reconocían muy pocas medras en la fundación nueva, y las esperanzas que daba de su aumento eran muy cortas, sobre tan pequeño número

de almas como allí había, que serían como 100. A los Superiores les parecía cosa dura tener ocupado en tan pequeño pueblo á un misionero que podía dar en otra parte mayor gloria á Dios, con más utilidad de las almas; pero, como es tan propio del fuego cebarse en lo primero que halla, aunque sea pequeño pábulo, prosiguieron en fomentar estos pocos indios, á lo cual ayudó el haber salido su Cacique y otros de los más principales á la ciudad de Pore á pedir con muchas instancias al Padre Ignacio de Meauris, Provincial por ese tiempo, que les dejase al Padre Cavarte para que los doctrinase. Así se hizo, pero con la condición. de que dejando el sitio de Juaría, en donde estaban poblados, se acercasen á nuestras misiones, donde sería más fácil asistirlos por la cercanía de los pueblos.

En esta conformidad, trasportó el Padre José Cavarte á su pequeña grey, como cuatro días de navegación el Meta abajo, aunque con grandísima repugnancia de los indios, por el horror que tienen á la vecindad de los blancos. Escogióse para el nuevo entable un sitio bien á propósito, á las orillas de un pequeño río llamado Guanapalo, que desagua en el Meta á corta distancia, de temperamento benigno y fresco la mayor parte del año, la tierra sana, los ríos y quebradas circunvecinas abundantes de pesca, la montaña fértil. Hízose la fundación bajo el amparo del Beato Francisco Regis, y en ella estuvo algunos meses el Padre Cavarte, viviendo en el nonte donde estaban ranchados sus indios para hacer sus labranzas, y sin más casa que un toldo viejo. Increíbles trabajos padeció el buen viejo en ese tiempo, pues á la pesada carga de su de su prolija edad, que estaba ya bien cercana á los 70 años, se le añadió la sobrecarga de los rigores del hambre, gaje inexcusable en las fundaciones nuevas; no podían socorrerle aunque quisieran sus indios, porque carecían en un todo de víveres, y se veían obligados á salir á los montes en busca de frutas silvestres, mientras fructificaban sus labranzas. Todo lo llevaba con notable alegría el santo anciano, por la que sentía en su alma, viendo que se abría la puerta á sus designios, y se ponía en plauta su deseada fundación; pero cuando parecía que todo estaba allanado, y que, como el anciano Simeón, podía entonar con su reducción recién nacida en los brazos, el cántico nunc dimitis, para morir en ella como lo deseaba, le fué preciso dejar la empresa comenzada, y retirarse otra vez á los Llanos, con el desconsuelo de ver retardados sus deseos.

A la verdad, se miraba como muy poco útil esa desgraciada reducción, que había de ser algún día de tanta gloria de Dios, porque informados los Superiores de la poca gente que había, después de tanto tiempo de asistencia, y de las esperanzas tan remotas de que se le agregasen más familias, tuvieron por acer

tado que se ocupase el Padre en otros ministerios en las misiones de los Llanos, No por eso dejaba él de luchar como otro Jacob con Dios, ni de herir una y otra vez como Moisés la piedra hasta sacar el agua de entre los duros pedernales; instó repetidas veces sobre su fundación de Guanapalo, asunto ordinario de sus pláticas, objeto de sus discursos, y blanco á que se dirigían sus tiros; podrán parecer estas instancias hijas legítimas de la decrépita edad, la cual suele declinar en caduquez, achaque inexcusable de las canas; y sin embargo, los Superiores tantearon las materias despacio, y concibieron algunas esperanzas de que podría adelantarse ese pueblo si se fomentaba con fervor. Informaron de todo al Padre Francisco Antonio González, que había sucedido al Padre Ignacio de Meauris en el Gobierno de la Provincia, y después de pedir nuevos informes, resolvió que pasase á los Achaguas de los llanos de Guanapaló á probar fortuna

otra vez.

No se puede fácilmente ponderar el alborozo del anciano Padre al recibir aquella orden tan poco esperada y tan combatida antes por contrarios pareceres, aunque prudentes y bien fundados en la experiencia. Al punto emprendió el viaje por tierra, acompañado del Padre Juan Capuel, Superior de las misiones entonces, y llegaron á Guanapalo por el mes de Noviembre de 1721; bautizó dicho Superior á los párvulos, 30 por todos, y dió las órdenes convenientes para la estabilidad del pueblo y para lo que podía conducir á que saliese más gente á poblarse. Con este nuevo fomento fueron animándose los indios, y levantaron casas de vivienda y una pequeña ermita, en la cual decía misa el Padre y juntaba á los niños todos los días para enseñarles la doctrina, y á los adultos el domingo, y les hacía pláticas muy fervorosas en su lengua; recogía á los más capaces á su casa y los instruía más despacio para que sirviesen de levadura en el pueblo. Empezó Dios á premiar su constancia y á enviarle más almas cuando lo pensaba menos, pues en el mes de Abril del año siguiente, que fué el de 1722, salieron por su voluntad, y sin ser llamados, algunos indios, por todos 56 almas, y en Diciembre otras dos familias, por todos, 12, con los cuales se contaban ya 170 almas, que estaban emparentadas con otras muchas familias de tierradentro.

CAPÍTULO II

FOMENTASE LA REDUCCIÓN DEL BEATO REGIS; ENTRA UN MISIONERO MÁS Y SE AGREGAN MUCHAS FAMILIAS.

No obstante las noticias que corrían de que no era tan inútil

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